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En la parte de atrás de la combi el hombre se cambió de ropa y quemó al costado del camino la barba y todo lo que había usado, incluido el adhesivo pegado al lateral de la combi, con la leyenda «servicio técnico». Encendió el motor y salió de la ciudad evitando los accesos importantes por las dudas de que la policía estuviera haciendo controles. Al rato, ya en la ruta que lo llevaría a su ciudad, se sintió aliviado. Había cumplido la tarea en la que venía pensando hacía tantos años. Poco después sonrió cuando en la radio local interrumpieron la programación para decir que la ciudad había vivido «confusos episodios todavía no aclarados». El locutor dijo que la policía había realizado un operativo en el cementerio, donde el cuidador había sido atacado por desconocidos. «Las autoridades se encuentran investigando el hecho». Terminó el informativo y volvió la música. Un programa de jazz. Para el señor Peter había pocas cosas mejores en el mundo que manejar de noche por la ruta escuchando música. «Tendría que haber sido camionero», se dijo.

* * *

—¿Qué título le vas a poner?

La casa maldita II.

—Hum…

—¿Qué?

—Feo…

—¿Sí?

—Sí.

—¿Se te ocurre alguno?

—No sé, Vuelta a la casa maldita o Regreso a la casa maldita.

—Puede ser.

—¿En la editorial no deberían pagarme una parte a mí?

FIN