fili

—¿Cómo sabe lo del baúl? ¿Usted ha viajado…?

—Sí.

—¿Es… de esta época o de otra?

—De esta.

—O sea que viajó al pasado y volvió —dijo Matías.

—Más o menos…

—Explíquese.

—No hay tiempo. Sólo les explicaré lo que es necesario que sepan. Hay un problema muy serio con los viajes que se hacen en ese baúl.

—¿Por qué? ¿De dónde salió ese baúl? —preguntó Irene.

—No tengo la menor idea. Traten de no preguntarme nada. Insisto: no tenemos tiempo. Hay un problema serio con lo de los viajes. Escuchen bien. El problema es que quien viaja conserva su edad, por decirlo así. Quiero decir, ustedes dos viajaron a 1950 y estuvieron allí con la edad que tenían cuando partieron, ¿no? Lo mismo pasa con ese chico, que en 1950 tenía 10 años y ahora los sigue teniendo.

—¿Entonces?

—Entonces, cuando alguien viaja y no regresa exactamente al punto del que partió, conviven en esa misma época dos sujetos que son el mismo.

—No entendí nada —dijo Matías.

—A mí me llevó años entender eso y es solo una parte del problema. Supongan esto: alguien llamado A, de 20 años, viaja desde 1980 hasta 1979. Bueno, en 1979 existe el A de 19 años y también el de 20, el que viajó.

—Genial.

—No es nada genial. Es… siniestro.

—¿Cómo lo sabe?

—Conozco un caso.

—¿Uno solo?

—Un caso que es en realidad muchos casos. Ustedes conocieron a los tres hombres que llevaron el baúl a la casa maldita.

—Los tres viejos, sí. ¿Cómo lo sabe?

—No importa. De aquellos tres hombres que llevaron el baúl, dos viajaron al pasado y uno no viajó. Se llamaba Pedraza.

—Me acuerdo —dijo Matías—. ¡Cómo no me voy a acordar si ocurrió hace un rato!

—Un rato de hace cuarenta años —remarcó el hombre.

—Para nosotros fue hace unas horas.