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Hacia el año 1070 a. C., un Egipto en descomposición, regido por faraones sin autoridad y en manos de funcionarios y mercenarios de origen libio, se dividió en dos reinos que abarcaban, respectivamente, el Alto y el Bajo Egipto. Fue el inicio del III Período Intermedio, pródigo en guerras, invasiones y calamidades y, de hecho, esa división en dos fue el primer paso de una fragmentación progresiva que llevó al Delta a atomizarse en principados y jefaturas.

En ese escenario de reinos minúsculos y enemigos, los nubios comenzaron una expansión que, a lo largo de todo el siglo VIII, les llevó a señorear partes cada vez mayores de Egipto. El más famoso de los faraones nubios, Piye o Pianji, fue amo del Alto y Medio Nilo, y derrotó a los reyezuelos del Delta, que quisieron frenarle mediante una gran coalición liderada por los gobernantes de Sau (Sais).

Pero la hegemonía nubia se mostró a su vez endeble. No sólo no consiguieron someter de forma efectiva al Delta, sino que además, en el siglo VII, chocaron contra la gran potencia de la época, Asiria, con resultados calamitosos. Los asirios conquistaron el Delta y Menfis, arrasaron Tebas y sus tropas llegaron tan lejos como hasta Asuán. Pero tampoco los asirios pudieron incorporar Egipto a su imperio. Acuciados por problemas, tanto internos como fronterizos, y convencidos de lo ingobernable de un Egipto que era caldero de intrigas y revueltas, optaron por elevar al trono a un faraón aliado. Ese faraón fue Necao de Sau, que gobernó el Delta Occidental y el antiguo principado de Hu Hut Ta-Hery-ib, y que debía servir de dique al poder nubio del sur. Pero éstos no habían renunciado a su sueño de gobernar Egipto y, apenas se retiraron las tropas asirias, atacaron el norte. Conquistaron Menfis y derrotaron a los egipcios del Delta. Necao murió tratando de detenerlos. A su vez, los asirios volvieron para destrozar a las huestes nubias y hacerles huir a la desbandada hacia el sur. Saquearon por segunda vez Tebas y entronizaron al hijo de Necao, Psamético, antes de retirarse de nuevo y dejar así Egipto en el fiel de una balanza en la que se contrapesaban distintos poderes rivales: Psamético, los nubios, los sacerdotes de Amón en Tebas, los príncipes y jefes…

Es en esos momentos en los que se desarrolla esta novela.