Introducción

Los personajes, los lugares y las situaciones aquí descritas son fruto de la fantasía novelesca. Sólo es real el punto de partida: la noche del 24 de mayo de 1996, Carlos Rosa, ciudadano portugués, de veinticinco años de edad, fue asesinado en circunstancias no aclaradas en una comisaría de la Guardia Nacional Republicana de Sacavém, en la periferia de Lisboa, y su cuerpo fue hallado en un parque público, decapitado y con señales de malos tratos.

En lo que se refiere a ciertos temas jurídicos de fondo de esta novela, me han sido preciosas mis amigables conversaciones con el juez Antonio Cassese, presidente del Tribunal Penal Internacional de La Haya, así como la lectura de su libro Umano-Disumano. Comissariati e prigioni nell’Europa di oggi.

[El lector interesado puede consultar la edición original en italiano (Bari, Laterza, 1994), o la traducción inglesa, Inhuman States. Imprisonment, Detention and Torture in Europe Today (Polity Press, Cambridge, 1996)].

En cierto modo, este libro es también deudor de aquél a quien llamo Manolo el Gitano, personaje de ficción, o, mejor dicho, entidad colectiva coagulada en entidad individual inmersa en una historia a la que él personalmente es ajeno, pero que participa de algunas inolvidables historias que oí en boca de viejos gitanos una lejana tarde en Janas, durante la ceremonia de la bendición del ganado, cuando el pueblo nómada aún poseía caballos.

Agradezco a Danilo Zolo la valiosa información sobre filosofía del Derecho que tuvo la amabilidad de proporcionarme y a Paola Spinesi y Massimo Marianetti el cuidado y la paciencia con los que transformaron en mecanografiado el manuscrito original.

Sólo me queda por decir que Damasceno Monteiro es el nombre de una calle de un popular barrio de Lisboa en el que tuve ocasión de vivir, y que las primeras frases del parlamento de Don Fernando pertenecen al filósofo Mario Rossi. El resto del discurso pertenece únicamente a la cultura y a las convicciones de mi personaje.

A. T.