Nota final

Debo agradecer a todas las personas que en un momento u otro me contaron alguna de las historias que metí en este cajón. En estricto desorden, este libro debe un buen porcentaje de su contenido, entre muchos otros, a José Antonio López, Oswalth Basurto, Ricardo Tamés (el auténtico), las hermanas Brigada (Virginia y Martha) y muy especialmente a Bernardo Fernández padre, mi lector favorito, quien no sólo me contó acerca de aquel tío abuelo que cruzó solo la frontera a los ocho años, sino que además fue mi asesor técnico sobre autos y armas, temas que me gustan más de lo que domino.

Finalmente, mi agradecimiento a Alfredo Fernández, Cynthia Remolina, Joserramón Ortiz, Miguel Noé, Ana Cinthya Uribe y de nuevo a Bernardo Fernández (el ingeniero) por haber sido los primeros lectores de esta novela. Sus comentarios fueron invaluables para limarle las rebabas y evitar que se le vieran las costuras.