Habla Checo

¿El Güero? Nombre, amista, ese móndrigo es una chucha cuerera bien mascada. Es más, pa que vea, al desgraciao no le dicen Güero por ser blanco, de pelos delote. Nombre, al fregao Güero le dicen así desde chamaco por los alacranes güeros de nuestra tierra. De güerquillos jugábamos con esos animales, los molestábamos con una varita, les prendíamos lumbre, los metíamos en frascos o botellas, pero al único que no le picaban era a mi compagre, yo crioque sabían que se podían envenenar. No, si el cabrón se ha echado varios al platito, no tiene uno bueno el carajo. Mire, amista, pa que sihaga una idea de quién es el Güero, cuando era niño, su jefecita, que en paz descanse, tenía como cinco o seis morritos. Mi compagre era el mayorcillo. Pos resulta que su papá del Güero se había ido a la pizca del tomate o del pepino o sepa Dios de qué madre del otro lado, sabrá si andaba en Texas o Califas, el caso es que la jefecita, la Azul le decíamos a ella por los ojos dése color, llevaba ya tres o cuatro años sin saber de su marido, ¿sí?, pos que se junta a la racita y que se lanza al norti, a buscar a su viejo. ¿Papeles? Pos claro que no, amista, qué iban a tener papeles si con trabajos tenían pa comer frijoles los desgraciaos, yo los conocí bien, si vivián nomás cruzando la calle de nosotros, siempre bien jodidos, pero lo que sea de cada quien, siempre bien alegres, todo el tiempo cantando y bailando. El caso es que llegó la doña con todos los güerquillos hasta Piedras Negras pa cruzar a Iglepás, ¿sí?, la señora con el friego de escuincles, nomás buscando el rastro de aquél, preguntando aquí y allá hasta que en una cantina le dieron referencia de su marido, que lo habían visto en Del Río, sacando borrachos de una cantina y lavando platos, porque también era grandote el fregao aquél, pos de dónde creque lo sacó el Güero, hasta que alguien se ofreció a ayudarlos a pasar la frontera, nombre, no era como ahora el desmadre pa cruzar con tanto terrorista árabe y tanto chino y tanto cholo y tanto mará salvatrucha, en aquellos años a nadie le importaba el puente de Piedras Negras, y como eran güerillos todos, de ojillo claro, pos nomás se trepaban a un carro con placas gringas y si el oficial de la garita no les veía la garra de ropas y los mocos secos pegados en las caras pos ni les preguntaban nada, el problema era dar con el coche gringo que quisiera trepar a tanto animal. El caso es quela Azul dio con un gabacho o gabacha que se ofreció a cruzarlos, paresto ya llevaban varias semanas viviendo en una pensión de Piedras Negras, que pa entonces ya no era un paso de tren pero tampoco una ciudad grande, pos el casosque llegó la Azul con el gringo o gringa del coche y juntó a sus chamacos para cruzar el puente y qué cree, amista, quel fregao Güero se había desaparecido, de cinco, seis años, el móndrigo güerco se les había pelao, el cabrón. ¿Y el Güero, y el Güero?, preguntaba la doña, no, posque nostá, ¿cómo que nostá? ¿Y ora? Pos ái quenos alcance, dijo la Azul, trepó a sus otros cuatro o cinco escuincles y cruzaron la frontera. De Iglepás agarraron una troca que les dio un ráite en la caja y allá va la racita, y pos güeros los cabrones, ni quién dijera nada, total que a los dos días estaban con el papá en Del Río, un pueblo aún más ojete que Iglepás, pero ojete gringo, y áistaba la familia, festeje y festeje questaban juntos de nuevo cuando pregunta el papá ¿y el Güero?, no, pos que se quedó, pero al rato nos alcanza, y dicel papá cómo crees, vieja, y dice la mamá oh, usté tranquilo y no me lo va a creer, amista, al tercer día que llega el condenado Güero, trepado en un camión de naranjas como si nada, ¿ya vio?, le decía la Azul a su marido, si el Güero es cabrón. Por eso, salú por mi compagre, que sabrá Diosito santo onde anda el cabrón, pero mientras no sea cepillándose a mi vieja, todostá bien, porque el desgraciao me ha salvado la vida como tres o cuatro veces. Nomás por eso hasta que se vulcanizara a la Lola le perdonaba al cabrón, pero de cómo me ha salvao el pellejo, ésa se la cuento en otra ocasión, amista… Salú.