Lydda se quedó en la línea que separa el mundo de los espíritus del mundo de los vivos. Miró cómo la joven loba con la marca de la Luna, que ni siquiera había acabado de desarrollarse, iba hacia los humanos y los lobos que seguían juntos. Lydda pensó que aún quedaba mucho trabajo por hacer. Echó una mirada por encima del hombro hacia el mundo de los espíritus. Solo tenía unos instantes antes de que la echasen de menos y se metiese en problemas. A pesar de ello siguió observando un poco más. Y cuando el Sol ascendió en el cielo y las criaturas del Gran Valle se reunieron de nuevo sintió que su corazón se liberaba de un peso. Y poco a poco, despacio, su cola empezó a agitarse.