AGRADECIMIENTOS

Hay tres mujeres sin las cuales nunca habría llegado a escribir este libro. Mis compañeras de escritura, sabias y guías a través de la niebla Pamela Berkman, Harriet Rohmer y mi madre y mentora Jean Hearst, ya escribían conmigo mucho antes de que los lobos irrumpieran por la puerta. Ellas me ayudaron a encontrar mi camino como escritora y a avanzar a través de los retos que plantea la creación de la primera novela. Mi padre, Joe Hearst, me dijo cuando yo era muy joven que lo más importante que puedes hacer en tu vida es encontrar un trabajo que ames, y me ha servido como ejemplo haciendo precisamente eso como físico, fotógrafo y hombre del Renacimiento. Mis padres también me prestaron apoyo sin límites y fueron un ejemplo de toda una vida vivida con integridad y valor.

Mi hermano Ed y mi hermana Marti han sido mis héroes desde que todos éramos cachorros, mis competidores y guías cuando adultos, y han dado por sentado todo el tiempo que escribiría un libro de éxito. Mis abuelos no están aquí para conocer a los lobos, pero su amor me ayudó a ser la clase de persona que puede escribir libros.

No tengo ni idea de cómo tuve la suerte de encontrar a mi superagente, Mollie Glick. Su entusiasmo por los lobos, su atenta guía y su excepcional sagacidad y su ingenio han sido un regalo y un placer. Encontré oro por segunda vez cuando los lobos se las arreglaron para llegar hasta la maravillosa Kerri Kolen de Simon Schuster, cuyos agudos comentarios y sensatos consejos llevaron el libro hasta el siguiente nivel. Gracias a Victoria Meyer y Leah Wasielewski, el sagaz equipo de mercadotecnia y publicidad de SS, a Marcella Berger y el notable equipo de derechos de autor para el extranjero de SS, y a Jessica Regel de la agencia Jean Naggar, mi guía por el mundo de los derechos de reproducción de sonido.

Si tienes mucha suerte puedes llegar a trabajar con un grupo de personas que cambian tu vida y hacen que te des cuenta de que estás en la Tierra para trabajar en alguna dirección. Para mis colaboradores en el crimen y queridos amigos Paul Foster, David Greco, Xenia Lisanevich y Johanna Vondeling, mucho cariño, y al «dream team» formado por Jennifer Bendery, Colleen Brondou, Allison Brunner, Lynn Honrado, Ocean Howell, Erin Jow, Tamara Keller, Bruce Lundquist, Deb Nasitka, Mariana Raykov, Jennifer Whitney, Jesse Wiley, Akemi Yamaguchi y Mary Zook, muchas gracias por compartir el sorprendente viaje. A todos los del mundo mágico de JosseyBass, gracias por crear un lugar de sueños y posibilidades.

Un millón de gracias a Bonnie Akimoto, Allison Brunner y Cheryl Greenway por su increíble amistad y apoyo. Estoy infinitamente agradecida a los buenos amigos que me animaron y me recordaron que de vez en cuando debía salir de mi apartamento: Bruce Bellingham, Diane Bodiford, Laura Coen, Emily Felt, Diana Gordon, Nina Kreiden, Lesley Iura, Jane Levikow, Katie Levine, Donna Ryan, Mehran Saky, Carl Shapiro, Liane Sayer, Starla Sireno, Kathe Sweeney, Tigris, Erik Thrasher, Bernadette Walter y Jeff Wyneken. Y mi agradecimiento especial y mucho cariño a Allison, Bonnie, Cheryl, Johanna, Pam y mi familia, que han estado ahí para recogerme cuando caía.

Gracias al maestro Norman Lin, que me enseñó a tener seguridad, valor y perseverancia frente a la frustración. Y a mis compañeros de estudios y amigos en el Centro de Taekwondo de San Francisco. No habría conseguido superar el reto de escribir mi primera novela sin todo lo que he aprendido de todos vosotros en aquel lugar especial.

Gracias a Susan Holt por las estupendas conversaciones sobre lobos y coevolución, por llevarme por Francia a ver arte rupestre y por dejarme los huskies. Y muchas gracias a Joan Irwin por rescatarme de los huskies.

Tuve la buena suerte de contar con maravillosos maestros al comienzo de mi carrera y con excelentes consejos durante el tiempo que duraron la redacción y la edición de mi primer libro. Gracias a Alan Shrader, Carol Brown, Debra Hunter, Frances Hesselbein, Lynn Luckow, Murray Dropkin, Debbie Notkin, Sheryl Fullerton y Heather Florence.

Tuve el privilegio de trabajar con los grandes pensadores y autores de los sectores público y social, y estoy agradecida por la oportunidad de haber sido una parte de su trabajo. Todos los libros en que trabajé con todos vosotros fueron ejemplos de lo mejor que hay en el mundo.

Vivo admirada y abrumada de manera constante por la generosidad de los expertos en lobos, perros y evolución, que compartieron generosamente conmigo su tiempo y sus conocimientos. Los expertos en lobos Norm Bishop, Luigi Boitani y Amy Kay Kerber fueron tan amables que leyeron un manuscrito inicial y me ofrecieron consejos. Raymond Coppinger, Temple Grandin, Paul Tacon y Elizabeth Marshall Thomas me asesoraron sobre la evolución de los lobos, los perros y las personas. De Rick McIntyre, Doug Smith, Bob Landis y Jess Edberg recibí consejos y maravillosos cuentos de lobos. Connie Millar me dio impagables consejos y estupendas conversaciones sobre paleoecología y climatología. También leí como un millón de libros mientras escribía La promesa de los lobos, y todos ellos influyeron en mi texto. Fueron de especial ayuda los trabajos de Luigi Boitani, Stephen Budiansky, Raymond y Lorna Coppinger, Temple Grandin, Bernd Heinrich, Barry López, David Mech, Doug Smith y Elizabeth Marshall Thomas, y las investigaciones de Robert Wayne y D. K. Belyaev. Gracias al International Wolf Center, Defenders of Wildlife, Yellowstone Association, Wolf Haven, Wolf Park y Wild Canid Survival and Research Center por sus magníficas informaciones e investigaciones sobre los lobos. Gracias a Jean Clottes y a las maravillosas personas de Les Combarelles, Font-de-Gaume y el museo de Les Eyzies. Gracias a James Hopkin y Bernadette Walter por ayudarme a establecer el mapa del Gran Valle.

Gracias a Sam Blake y Danielle Johansen de Never Cry Wolf Rescue, a Dante, Comanche, Lady Cheyenne y Motzy por acceder a posar conmigo, y a Lori Cheung por sus mágicas fotos de lobos.

Nunca acabaré de creer que uno pueda entrar en una biblioteca y leer cualquier libro que desee. Estoy especialmente agradecida por ese maravilloso recurso.

Una gran parte de este libro fue redactada en cafés de San Francisco y Berkeley. Gracias a Michael y a todos los de It’s a Grind on Polk, Alix y Golanz del Royal Ground, y Phillip y el equipo de The Crepe House. Y un enorme agradecimiento a todos los dueños de cafés que dejan a los escritores sentarse durante horas a teclear en sus portátiles. Y a todos los que también sois escritores de café: haced consumición, compartid vuestra mesa y dejad buenas propinas.

Trabajé los primeros capítulos de este libro en la Comunidad de Escritores del Valle de Squaw, y la experiencia de estar rodeada por otros escritores me cambió. Estoy especialmente agradecida por los buenos consejos que recibí de Sands Hall, James Houston y Janet Fitch. Gracias también a Donna Levin y a mis compañeros de estudios del CWP.

Y los últimos en orden, pero desde luego no en importancia, a quienes quiero expresar mi agradecimiento son todos los lobos más o menos domesticados que me ayudaron en mi investigación: Emmi, Nike, Talisman (conocido también como «diablillo») y Ice, Jude, Kuma, Xöchi, Scooby, Rufus, Senga y Tess, Flash, Fee y Mingus, Shakespeare, Noni, Ginger y Caramel (gracias por el detalle de sujetar a vuestro humano por la muñeca) y una mención especial para los gatitos Dominic y Blossom; todos ellos me enseñaron con exactitud quién ha domesticado a quién.

Cualquier parecido entre los lobos del libro y las personas que conozco es una coincidencia. O algo así.