[1] No todo el mundo coincide conmigo en este punto. Hay quien lo considera un pasatiempo muy agradable. Perfeccionan innumerables maneras de atormentar a sus invocadores por medio de apariciones sutilmente espantosas. Por lo general, lo máximo que puedes esperar es que después tengan pesadillas; sin embargo, de vez en cuando estas estratagemas obtienen tanto éxito que los aprendices se dejan arrastrar por el pánico y salen del círculo protector. Entonces sí que la cosa se pone interesante… para nosotros. Aunque te la juegas. A menudo están muy bien entrenados. Luego crecen y se vengan. <<
[2] Claro que, mientras él permaneciera dentro del círculo, yo no podía hacer nada, pero luego podría descubrir quién era, buscar alguna debilidad de carácter, cosas de su pasado que pudiera explotar…Todos las tienen. Todos las tenéis, mejor dicho. <<
[3] En una ocasión, un hechicero me pidió que le mostrara la imagen del amor de su vida. Le saqué un espejo. <<
[1] Tengo acceso a siete planos, todos coexistentes. Se superponen como los pisos de una tarta viennetta aplastada. Siete planos son suficientes para todo el mundo. Aquellos que utilizan más, lo único que hacen es fardar. <<
[2] En dos planos. Los gatos poseen ese poder. <<
[1] Una vez en cinco guijarros diferentes. No cinco veces contra el mismo guijarro. Por si acaso. A veces los humanos son tan obtusos… <<
[1] Para aquellos que se lo estén preguntando, convertirme en una mujer no me supone dificultad alguna. Ni, ya puestos, en hombre. En algunos aspectos, supongo que las mujeres son más peliagudas, pero ahora no voy a profundizar en eso. Mujer, hombre, topo, gusano… al final todos son iguales, salvo por ligeras diferencias en cuanto a capacidad cognitiva. <<
[2] No me malinterpretéis, el diablillo no me preocupaba. Podía espachurrarlo sin mayor problema. No obstante, estaba allí por dos razones: por su eterna lealtad hacia su amo y por su perspicaz ojo avizor. Mi ingenioso disfraz de mosca no conseguiría engañarlo ni por una fracción de segundo. <<
[3] Probablemente un humano que hubiera oído la conversación se hubiera quedado boquiabierto de asombro, pues relató con toda suerte de detalles la corrupción del gobierno británico. Pero yo, en una primera impresión, no estaba escandalizado. Tras haber visto desmenuzarse en polvo incontables civilizaciones con mucho más brío que aquella, el asunto apenas logró despertar mi interés. Pasé el rato tratando de recordar en vano qué tipo de poderes sobrenaturales podrían estar al servicio de Simon Lovelace. Era mejor estar preparado. <<
[4] A ver, si no eras un hechicero todo aquello era bastante impresionante. Veamos, había bolas de cristal, espejos mágicos, calaveras sacadas de tumbas, reliquias de santos, bastones ceremoniales robados a chamanes siberianos, botellas llenas de sangre de dudosa procedencia, máscaras de hechiceros, cocodrilos disecados, varitas mágicas de juguete, estantes llenos de capas para ceremonias diversas y muchos, muchísimos libros de magia de cierto empaque que parecían forrados de piel humana al principio de los tiempos (aunque lo más seguro es que hubieran sido fabricados en cadena la semana anterior en una fábrica de Catford). A los hechiceros les encanta este tipo de cosas, les encanta el misterio que las rodea (algunos incluso llegan a creérselo) y les encanta el efecto impresionante que tienen en los demás. Sin dejar de tener muy presente que todas estas fruslerías lo único que hacen es apartar la atención de la verdadera fuente de su poder: nosotros. <<
[5] Todos se pirran por cosas así, se hacinan en autocares (o, dado que muchos e ellos tienen pasta, alquilan jets) para recorrer las grandes ciudades mágicas del pasado. Se quedan embobados y boquiabiertos ante las vistas famosas: los templos, el lugar de nacimiento de hechiceros de renombre, el lugar en el que hallaron un fin espantoso… Y no dudan en birlar pedacitos de estatuas o en poner patas arriba los bazares del mercado negro con la esperanza de encontrar deslumbrantes gangas mágicas. No es que me oponga a la expoliación cultural, pero es que es tan irremediablemente vulgar… <<
[6] No es que yo sea un Adonis, pero Faquarl tenía demasiados tentáculos para mi gusto. <<
[7] No del todo cierto. Podría haberle entregado el Amuleto y de ese modo fracasar en mi cometido. Sin embargo, aunque consiguiera escapar de Faquarl, tendría que volver con las manos vacías a ver al crío paliducho. Mi fracaso me dejaría a su compasiva merced, en su poder por partida doble y, no sé por qué, sabía que aquello no era una buena idea. <<
[8] ¡Ay! <<
[1] Todas las criaturas vivas poseen un aura que toma la forma de una aureola irisada que envuelve el cuerpo del individuo y, en realidad, es lo más cercano que un fenómeno visual llega a estar de convertirse en un olor. Las auras existen en el primer plano, pero son invisibles para los humanos. Muchos anímales, como los gatos, las ven, así como los genios y algunas personas poco corrientes. Las auras cambian de color dependiendo del estado de ánimo y son una señal útil del miedo, del odio, del pesar, etc. Por esta razón es muy difícil engañar a un gato (o a un genio) cuando le deseas algún mal. <<
[2] Hubiera sido mucho más agradable volver de inmediato junto al mocoso para deshacerme del Amuleto. Sin embargo, los hechiceros casi siempre insisten en las Avocaciones específicas en horas específicas. De este modo evitan la posibilidad de que los cojamos desprevenidos (algo potencialmente mortal). <<
[3] Incluso los hechiceros se sienten confundidos por nuestras variedades infinitas, tan diferentes las unas de las otras como los elefantes de los insectos, o las águilas de las amebas. Sin embargo, en líneas generales, existen cinco categorías básicas que podrías encontrarte al servicio de un hechicero. Son, en orden descendente de poder e intimidación: marids, efrits, genios, trasgos y diablillos. (Existen legiones de criaturas inferiores más débiles que los diablillos, pero los hechiceros en raras ocasiones se molestan en invocarlas. Asimismo, muy por encima de los marids existen entes poderosos de un poder incalculable. Apenas se les ve por la Tierra, pues pocos hechiceros se atreven ni siquiera a pronunciar sus nombres.) Un conocimiento detallado de esta jerarquía es de vital importancia tanto para los hechiceros como para nosotros, puesto que la supervivencia a menudo depende de saber exactamente qué posición ocupas. Por ejemplo, como espécimen de genio particularmente dotado, trato al resto de genios y a cualquiera por encima de mi categoría con cierto grado de cortesía; sin embargo, a los trasgos y a los diablillos los despacho sin miramientos. <<
[4] Las esferas de rastreo como aquellas son una variedad de diablillo muy tenaz. Lucen unas orejas desmesuradas y escamosas y un solo agujero en la nariz, muy peludo, lo que les hace particularmente sensibles a las pulsaciones mágicas y en extremo irritables cuando se ven expuestos a cualquier sonido estridente u olor Penetrante. Por tanto, durante parte de la noche me vi obligado a atrincherarme en la planta de tratamiento de aguas residuales de Rotherhithe. <<
[5] Particularmente populares eran los fragmentos de cristal acerca de los que se decía que desprendían auras que mejoraban la vida. La gente se los colgaba al cuello para que les trajeran buena suerte. Los fragmentos no tenían propiedades mágicas, pero supongo que en cierto modo tenían una función protectora: cualquiera que los llevara anunciaba de inmediato al resto su ignorancia supina y, por consiguiente, los incontables bandos de hechiceros enemigos no les hacían ni el menor caso. En Londres era peligroso haber recibido la más mínima enseñanza mágica, uno pasaba a convertirse en útil y/o peligroso (y, por consiguiente, en blanco legítimo para el resto de los hechiceros). <<
[1] Aunque, por otro lado… tal vez eso explica muchas cosas. <<
[2] Se han dado casos en los que un espíritu ha tratado de no llevar a cabo un cometido. En una ocasión señalada, el amo de Asmoral el Decidido le encomendó destruir a la genio Ianna. Pero desde hacía mucho tiempo Ianna era la íntima aliada de Asmoral y existía un gran amor entre ellos. A pesar de las órdenes cada vez más insistentes de su amo, Asmoral se negó a obedecer. Por desgracia, aunque su fuerza de voluntad igualaba al desafío, su esencia estaba condenada a la presión irresistible de la voluntad de su amo. Poco después, debido a que no había dado su brazo a torcer, acabó literalmente dividido en dos. La explosión consecuente de la materia destruyó al hechicero, su palacio y un barrio de la periferia de Bagdad. Tras aquel trágico incidente, los hechiceros aprendieron a ser cautos a la hora de ordenar ataques directos contra espíritus enemigos (los hechiceros enemigos eran otra cuestión). Por nuestra parte, aprendimos a evitar conflictos de principios. A raíz de aquello, las lealtades entre nosotros son temporales y propensas al cambio. La amistad es en esencia, una cuestión de estrategia. <<
[3] A pesar de lo que algunos puedan pensar sobre este tema, muchos de nosotros no sentimos ningún interés en provocar daño alguno a los humanos normales Y corrientes. Existen excepciones, por descontado, una de las cuales es Jabor. Sin embargo, incluso para un genio de carácter afable como yo, aquello era ir demasiado lejos. <<
[1] Muchos hechiceros de renombre de los siglos XIX y XX fueron enterrados en la abadía de Westminster después (y en una o dos ocasiones, muy poco antes) de su muerte. Casi todos se llevaron con ellos un artilugio poderoso a la tumba como mínimo. No era más que un jactancioso alarde de ostentación de su riqueza y poder, y una completa pérdida del objeto en cuestión. También era una manera de impedir a sus sucesores cualquier posibilidad de heredar el objeto. Los hechiceros temían, y con razón, recuperar los bienes sepulcrales por miedo a las represalias sobrenaturales. <<
[2] Si un hechicero abandona su círculo durante una invocación, pierde el poder sobre su víctima. Esperaba poder marcharme de allí de aquella manera. Por cierto, aquello también me hubiera permitido salir de mi estrella de cinco puntas y ponerle la zarpa encima. <<
[3] Sí, destruyéndolo yo mismo antes de que llegaran los otros. <<
[4] Todos los hechiceros poseen dos nombres, el oficial y el de nacimiento. El de nacimiento es aquel que le ponen sus padres y, debido a que está estrechamente unido a su verdadera naturaleza y ser, es fuente de gran fuerza y debilidad. Tratan de mantenerlo en secreto, pues si un enemigo lo descubre, este o esta puede usarlo para ganar poder sobre ellos; algo bastante similar a que un hechicero solo pueda invocar a un genio si conoce su nombre verdadero. Los hechiceros ocultan sus nombres de nacimiento con gran celo y, en el momento adecuado, los reemplazan por nombres oficiales. Siempre es útil conocer el nombre oficial de un hechicero, aunque mucho, muchísimo mejor es conocer el secreto. <<
[5] Es altamente recomendable hacerlo así cuando se trata con seres perspicaces e inteligentes como yo. A menudo, una pausa para tomar aliento puede interpretarse como un punto final, el cual o bien cambia el sentido de las instrucciones o bien las convierte en un galimatías. Si podemos tergiversar algo en nuestro favor, la mayoría de nosotros lo hacemos sin dudarlo. <<
[1] Los hechiceros son la clase de gente más maquinadora, celosa y taimada sobre la faz de la Tierra, aun incluyendo a abogados y académicos. Veneran el poder y su ostentación, y aprovechan cualquier oportunidad para debilitar a sus rivales. Calculando por encima, alrededor del ochenta por ciento de todas las invocaciones tienen algo que ver con llevar a cabo trapicheos contra un colega hechicero o la defensa contra el mismo. Por el contrario, la mayoría de las confrontaciones entre espíritus no son personales, sencillamente porque no se dan por voluntad nuestra. Por ejemplo, Faquarl no me desagrada en particular; bueno, en realidad no es cierto, lo odio, pero no más que antes. De todos modos, nuestro aborrecimiento mutuo ha tardado siglos, en realidad milenios, en fraguarse. Los hechiceros riñen para divertirse. Nosotros nos lo tomamos en serio. <<
[2] Los hechiceros inferiores se esfuerzan mucho por encajar en este arquetipo tradicional del hechicero. Por el contrario, los hechiceros realmente poderosos disfrutan pareciendo contables. <<
[3] Los amuletos son fetiches de protección, rechazan el mal. Son objetos pasivos y, aunque pueden absorber todo tipo de magia peligrosa, su portador no puede controlarlos de forma activa. De modo que son lo contrario de los talismanes, que poseen poderes mágicos activos que su dueño puede utilizar a discreción. Una pezuña de caballo es un amuleto (primitivo); las botas de siete leguas son un tipo de talismán. <<
[4] Sapillo corredor: una criatura convencional que adopta la apariencia y los hábitos de una aburrida especie de sapo. <<
[5] Mohoso: incluso menos interesante que un sapillo corredor, si eso es posible. <<
[1] Armado con esto, podría responder a los ataques más despiadados del mocoso. El conocimiento del nombre restablece un poco el equilibrio de poder, ya ves, pues actúa como una especie de escudo defensivo para los genios dentro del círculo. Es una sencilla y muy antigua forma de talismán y… Bueno, ¿para qué vais a perder el tiempo leyendo esto? Seguid leyendo y lo descubriréis por vosotros mismos. <<
[2] Mayores o pequeños, flacos o gordos, la principal debilidad de todos los hechiceros es su orgullo, no soportan que se rían de ellos. Lo odian tanto que incluso los más listos pueden llegar a perder el control y cometer fallos muy tontos. <<
[3] El torniquete sistemático consiste en un número de bandas de fuerza concéntricas que se aprietan a tu alrededor, tan tirantes como los vendajes de una momia. Cuando el hechicero repite el conjuro, las bandas se tensan cada vez más hasta que el atrapado e indefenso genio suplica clemencia. <<
[4] Mucho más apuesto, por descontado. <<
[5] Súcubo: genios de curvas seductoras con apariencia de mujer. Curiosamente popular entre los hechiceros varones. <<
[6] Típica fanfarronada de hechicero. Era el pobre desgraciado del diablillo atrapado en el disco de bronce el que hizo todo el trabajo. <<
[7] Un castigo complejo compuesto por quince maldiciones en cinco lenguas diferentes. Los hechiceros solo pueden utilizarlo contra uno de nosotros si este desobedece deliberadamente o se niega a cumplir una orden. Produce una incineración inmediata. Solo infligido en casos extremos puesto que para un hechicero resulta agotador y además le priva de un esclavo. <<
[8] Existe un gran mercado de lociones de hierbas de protección para después del afeitado y desodorantes para los hechiceros. Simón Lovelace, por ejemplo, de forma conclúyeme apestaba a crema exfoliante de serbal. <<
[9] El conjuro de la reclusión indefinida es de lo peor, una de las peores amenazas de las que se valen los hechiceros. Puedes quedar atrapado durante siglos en sitios diminutos y horripilantes y, para colmo, algunos son incongruentes: cajas de cerillas, botellas, bolsos… Incluso he llegado a conocer a un genio que estuvo encerrado en una vieja lámpara llena de mugre. <<
[1] Y no era el único, creedme. <<
[2] Algunas comunidades que había conocido abusaban de aquel tipo de diablillos mensajeros. Los tejados y las palmeras de dátiles de la antigua Bagdad (que no disponía ni de teléfono ni de correo electrónico) solían estar abarrotados de aquellas cosas después del almuerzo y poco antes de la puesta de sol, los dos momentos habituales del día para el envío de mensajes. <<
[3] Estos amables asteriscos sustituyen una breve y censurada escena caracterizada por improperios y cierta violencia tristemente necesaria. Cuando volvemos a retomar la historia, todo sigue como antes, salvo que yo sudo un poco y el arrepentido diablillo es la viva imagen de la cooperación. <<
[4] La noche que robé el Amuleto oí las dudas de Simon Lovelace respecto a las aptitudes del primer ministro, y que mi menda ignorara su existencia sugería que Lovelace estaba en lo cierto. Si Devereaux hubiera sido un hechicero excepcional, en alguna ocasión tendría que haber oído su nombre. Las noticias sobre los poderosos vuelan pues siempre son los más problemáticos. <<
[5] Además, me hubiera producido pinchazos al volar. <<
[1] Trasgo: genio de rebajas. <<
[2] La mayoría de nosotros llevamos a cabo nuestras tareas de mala gana, únicamente porque se nos maltrata si no cooperamos. Sin embargo, unos cuantos —por lo general aquellos con puestos cómodos como el del sirviente de Sholto— acaban por disfrutar de su condición servil y dejan de lamentarse. A menudo ni siquiera se les ha de invocar, sino que se contratan alegremente de forma indefinida con un amo haciendo caso omiso del dolor que sufren al encontrarse atrapados en un cuerpo físico. Por lo general, al resto nos inspiran odio y desdén. <<
[3] Me refiero a que estaba hinchándose literalmente. Como una pelota verde lima inflada poco a poco con una bomba de pie. Algunos trasgos (los cortos de luces) expresan su estado de ánimo cambiando de tamaño y de forma. <<
[4] Qué mal se le puede juzgar a uno. En primer lugar, fui yo quien le llevé la tobillera a Nefertiti. Y debería añadir que ella ya era despampanante antes de que se la pusiera. (Por cierto, esos hechiceros modernos estaban equivocados. La tobillera no mejora la apariencia de una mujer sino que obliga a su marido a satisfacer cualquiera de sus caprichos. Me pregunté cómo le iría al pobre duque.) <<
[5] Ya veis lo integrado que estaba en el bando del enemigo: consideraba que la muerte de un hechicero era un «asesinato». ¡Y encima estaba triste! Sinceramente, casi prefería la sencilla violencia de Jabor. <<
[6] ¿No? Ah, bueno. Creo que es el poeta que llevo dentro. <<
[7] Con la ayuda de las lentes, los hechiceros pueden ver con claridad el segundo y el tercer plano y atisbar algo del cuarto. Sholto estaba rastreándome en todos ellos. Por fortuna, mi forma de diablillo se extendía hasta el cuarto, así que estaba a salvo. <<
[8] La plata nos produce heridas de gravedad; quema nuestra esencia con su frialdad abrasadora. Razón por la cual Sholto la había añadido a su sistema de seguridad. Lo que esta pudiera hacerles a los genios apresados en los maniquíes es algo que me da miedo pensar. <<
[9] El genio de su interior estaba obligado a obedecer sus instrucciones —la defensa de la tienda— haciendo caso omiso de las consecuencias que aquello pudiera acarrearle; algo en lo que les sacaba cierta ventaja puesto que, en aquellos momentos, mi única obligación consistía en salvar mi pellejo. <<
[1] Es decir, en varios niveles de conciencia. Por lo general, los humanos solo pueden operar en un nivel de conciencia sobrepuesto a un par de niveles de más o menos inconsciencia con los que van tirando. Miradlo de este modo: yo puedo leer un libro con cuatro historias diferentes en una misma página, una detrás de la otra, y asimilarlas todas a la vez de un vistazo. Lo máximo que puedo hacer para vosotros son notas a pie de página. <<
[2] Esencia: el ser fundamental y esencial de un espíritu como un servidor, la que recoge mi identidad y naturaleza. En vuestro mundo, nos vemos forzados a incorporar nuestras esencias a algún tipo de forma física; en el Otro Lado, del que procedemos, nuestras esencias se entremezclan a su libre albedrío. <<
[3] En realidad, tenía la apariencia y el olor del agua sucia de lavar los platos. <<
[4] Una clase de genio de gran aceptación entre los hechiceros asirios por su irreflexiva inclinación a la violencia. La primera vez que luché contra ellos fue en la batalla de Al-Arish, cuando el faraón consiguió que los ejércitos asirios retrocedieran y abandonaran el suelo egipcio. Los utukku tenían una apariencia imponente: cuatro metros de alto, con cabeza de bestias o aves de presa, petos de cristal, cimitarras centelleantes… Aunque a todos se les podía tomar el pelo con el viejo truco de «está detrás de ti». Receta para el éxito: 1. Coja una piedra. 2. Arrójela más allá del utukku de modo que produzca un ruido de distracción. 3. Observe al utukku mientras este da media vuelta con los ojos desorbitados. 4. Adminístrele tantas puñaladas por la espalda como crea necesario. 5. Regodéese al gusto. Por extraño que parezca, las proezas de aquel día me acarrearon unos cuantos enemigos entre los utukku supervivientes. <<
[5] Probablemente no mucha. Por regla general, puede calcularse la inteligencia de un genio por el tipo de disfraces que a él o a ella le gusta llevar. Para los entes despiertos como yo no existen limitaciones en cuanto a las formas que podemos adoptar. De hecho, cuantas más, mejor; eso hace más llevadera nuestra existencia. Por el contrario, los verdaderos zopencos (léase Jabor, utukku, etc.) prefieren una sola y, por lo general, una pasada de moda hace siglos. Las formas que aquellos utukku habían adoptado estaban muy en boga en las calles de Nínive allá por el año 700 a. C. ¿Quién va por ahí hoy día de espíritu con cabeza de buey? Exacto, está tan demodé… <<
[6] Imprevisiblemente cortante. Y fría. A ver quién es el guapo que dice que no trabajo lo mío describiéndoos las cosas. <<
[7] Ya lo creo. Varios individuos me han dejado inconsciente en diversas ocasiones en lugares tan recónditos como Persépolis, el Kalahari y la bahía de Chesapeake. <<
[8] Y la sinceridad es una de mis virtudes, como ya sabéis. <<
[9] Llegados a este punto, la gente sesuda podría objetar que dado que Lovelace había robado el Amuleto y, por consiguiente, conspiraba contra el gobierno, hubiera valido la pena arriesgarse y contarles lo de sus crímenes. Tal vez se nos hubiera dejado ir tanto a Nathaniel como a mí por los servicios prestados. Cierto, pero por desgracia no se sabía quién más estaba implicado en el complot de Lovelace y, puesto que Sholto Pinn había estado comiendo con él el día anterior, desde luego no se podía confiar en él. En general, los riesgos de confesar superaban con creces los posibles beneficios. <<
[1] Da la casualidad de que era cierto. Eso debió de ser hace unos ochocientos años y por entonces casi siempre estaba en América del Norte. <<
[1] Bueno, pierde un poco con la traducción, claro. Lo grité en la lengua del antiguo Egipto que ambos conocían y odiaban. Era una referencia a los tiempos en que el faraón envió sus ejércitos a las tierras de Asiría donde causaron un caos generalizado. Es de muy mala educación entre genios sacar a colación recuerdos de guerras humanas (en las que siempre se nos obliga a decantarnos por uno de los bandos). Recordarles a los utukku las guerras que han perdido es descortés a la paz que insensato. <<
[1] Horla: poderosa subclase de genios. Para un humano, se asemejan a apariciones borrosas que provocan locura y enfermedades; para el resto de genios, irradian un aura maliciosa que nos desgasta la esencia. <<
[2] El hierro, casi tanto como la plata, no le sienta nada bien a un genio. La gente lo lleva usando desde hace milenios para protegerse de nuestra influencia; incluso se considera que las herraduras de los caballos «traen suerte» porque están hechas de hierro. <<
[3] Cuanto menos poderoso es el ser, más rápido y más fácil es invocarlo. La mayoría de los imperios mágicos emplean hechiceros especializados en reunir cohortes enteras de diablillos a una sola orden. Solo los grandes imperios poseen la fuerza suficiente para crear ejércitos de entidades superiores. El ejército más formidable de dicho tipo que nunca se ha visto fue reunido por el faraón Tutmosis III en el año 1478 a. C. Incluía una legión de efrits y un grupo variopinto de genios superiores, de los cuales, sin duda alguna, el más notable era… No, la modestia me prohíbe continuar. <<
[4] Espejismo reflectante: un encantamiento particularmente ingenioso y sofisticado. Crea imágenes falsas de un objeto a gran escala; por ejemplo, un ejército, una montaña o un castillo. Son planas y se disuelven cuando las atraviesas. Los espejismos reflectantes pueden desconcertar hasta al oponente más astuto… tal como ha quedado demostrado. <<
[5] Gran variedad de productos modernos —plásticos, metales sintetizados, los entresijos de las máquinas— llevan tanto del ser humano en ellos que afectan a nuestra esencia si nos acercamos demasiado durante demasiado tiempo. Seguramente se trata de algún tipo de alergia. <<
[6] La suerte o, prefiero considerarlo así, mi viva astucia. Aunque era cierto que, de alguna forma, siempre había conseguido evitar un enfrentamiento cara a cara. <<
[7] Aunque sin los chillidos. Por supuestísimo. <<
[1] En ese momento, alguien con un oído fino podría haber captado el sonido de un hilo de telaraña proyectado con furia contra el techo en la esquina de la estancia. Por fortuna, el diablillo estaba ocupado tratando de intimidar a Underwood cambiando su expresión paralizada muy poco a poco. No oyó nada. <<
[2] Sentí una súbita oleada de afecto por aquel viejo tontorrón. No duró demasiado. Creí que debía mencionarlo. <<
[3] Vaya. Parecía como si Lovelace supiera de antemano que me acabaría desembarazando de Faquarl. Debió de apostar espías en la Torre para que nos siguieran la pista una vez estuviéramos fuera. Y yo les había guiado derecho al Amuleto. Lamentable. <<
[4] Podría haber sacado el Amuleto, acordar los términos y ver cómo Lovelace se marchaba satisfecho. Claro que, conociendo como conocía los métodos criminales de Lovelace, seguro que lo hubiera quitado de en medio poco después; pero ese respiro podría haberle concedido el tiempo suficiente para afeitarse, ponerse una camisa floreada, coger un avión con destino a cualquier sitio cálido y arenoso y salvar el pellejo. <<
[5] Totalmente innecesario. Qué teatreros que son estos hechiceros. <<
[6] De modo que Faquarl tenía razón. Un pequeño ejército de horlas y utuk no había sido capaz de detener a Jabor. Aquello no presagiaba nada bueno. <<
[1] Típico de Jabor. Es de los que alegremente sierran una rama sobre la que mismo está sentado o de los que acaban atrapados en una esquina mientras van Pintando. Es decir, si fuera aficionado al bricolaje, que no es el caso. <<
[2] No os preocupéis, fue en babilónico antiguo. El chico no hubiera comprendido las referencias. <<
[3] Sin demasiada convicción. Me pareció un deseo perfectamente razonable. <<
[4] Ese tipo de psicología no es mi fuerte. No tenía ni la más mínima idea de lo que motiva a la mayoría de los humanos y me importaba aún menos. En cuanto a los hechiceros, por lo general es muy sencillo pues se encuadran en tres tipos bien diferenciados: los motivados por la ambición, por la codicia o por la paranoia. Underwood, por ejemplo, por lo que había visto de él era del tipo paranoico. ¿Lovelace? Fácil: su cuerpo desprendía ambición como si se tratara de un olor asqueroso. El chico también encajaba en el tipo ambicioso, pero todavía era joven, estaba verde. De ahí este repentino estallido de generosidad. <<
[5] A mi persona, que es lo que importa. <<
[1] Una de las ventajas de escoger aquella ruta era que su dificultad le hacía olvidarse durante un rato de su amado espejo mágico. Francamente, por la manera en que seguía con lo mismo, cualquiera pensaría que el diablillo era su hermano de sangre en vez de un vulgar imitador de un bebé atrapado en contra de su voluntad. Era como si se hubiera tomado su desdicha como algo personal. Sin embargo, tras la pérdida de su querida señora Underwood, supongo que el disco era el único amigo que al pobre le quedaba en el mundo. <<
[2] Un «buen amo» es un término contradictorio, claro está. Incluso Salomón había sido insufrible —de niño era tan repipi…—, pero, por fortuna, con solo una vuelta de su anillo mágico, podía dirigir veinte mil espíritus, así que con él tenía bastantes vacaciones. <<
[3] Historia antigua no, eso seguro. Esta ignorancia habría preocupado a Faquarl, que lo sepáis, que a menudo se pavoneaba de haber sido él quien le había dado a Odiseo la idea del caballo de madera. Estoy seguro de que miente, pero no puedo demostrarlo porque no estuve en Troya; en esos momentos me encontraba en Egipto. <<
[4] Son los que tienen el peor gusto sobre la faz de la tierra estos hechiceros. Siempre lo han tenido. Claro, en público se muestran todos muy finos y serios, pero dales una oportunidad para relajarse y ¿se ponen a escuchar orquestas de cámara? No. Prefieren un enano sobre zancos o una mujer barbuda que baile la danza u vientre. Un hecho poco conocido sobre Salomón el Sabio: entre juicio y juicio entretenía una compañía teatral muy entusiasta de libanesas sonrientes. <<
[5] Aunque habían sido removidos y la voluntad humana les había dado forma, sobre los campos no pendía el hedor de los hechiceros. A lo largo de toda la historia, los hechiceros han sido criaturas urbanas por antonomasia. Florecen en las ciudades, se multiplican como una plaga de ratas y tejen gruesos hilos de comidillas e intrigas como arañas panzudas. Las sociedades no urbanas que más se acercan a los hechiceros —los chamanes de América del Norte y los nómadas de Asia— se conducen de forma tan diferente que casi merecen que no se les llame hechiceros. Sin embargo, pertenecen a otros tiempos. <<
[6] Qué cierto… Los hechiceros son parásitos en esencia. En las sociedades donde predominan, viven bien a costa del sudor de los demás. Allí donde pierden poder y tienen que ganarse el pan, por lo general se ven reducidos a un estado lamentable y se ven obligados a realizar trucos de magia menores para entretener a clientes de tabernas a cambio de unas moneduchas. <<
[7] Una variedad con cinco ojos: dos en la cabeza, uno a cada lado y otro… Bueno, digamos que sería difícil acercarse sigilosamente a él sin ser visto mientras se estuviera tocando los pies. <<
[1] Fue muy, pero que muy desagradable. Recordadme que os lo cuente algún día. <<
[2] Faquarl hubiera discutido que era más expeditivo devorarlos sin más, mientras que Jabor ni siquiera hubiera discutido, lo hubiera hecho y santas pascuas. Sin embargo, creo que la carne humana no le sienta bien a mi esencia. Es como comer marisco en mal estado: demasiada mugre acumulada por bocado. <<
[3] Hasta la fecha, la única experiencia que había tenido al volante había sido durante la Primera Guerra Mundial, cuando el ejército británico estuvo acampado a cincuenta kilómetros a las afueras de Praga. Un hechicero checo, que permanecerá en el anonimato, me encomendó el robo de ciertos documentos. Estaban bien custodiados y me vi obligado a traspasar a los genios enemigos conduciendo una ambulancia hasta el campamento británico. Mi conducción fue pésima, pero al menos me permitió rematar mi disfraz (pues iba llenando la ambulancia con los soldados caídos que me llevaba por delante). Cuando entré en el campamento, los hombres fueron llevados al hospital mientras yo me escabullía para robar los planos de la campaña. <<
[4] Ghuls: genios menores de aspecto desagradable, aficionados al sabor de los humanos. De ahí su eficiencia como centinelas (aunque frustrados). Solo ven hasta el quinto plano y yo era Squalls en todos menos en el séptimo. <<
[5] Parece que todos aspiran a ser algo mejor de lo que son. Los parásitos aspiran a ser mohosos, los mohosos aspiran a ser trasgos y los trasgos aspiran a ser genios. Algunos genios aspiran a ser efrits o incluso marids. En cualquier caso, es inútil. Es imposible alterar las limitaciones de la esencia de uno. Sin embargo, eso no detiene a muchos entes que van por ahí danzando con la forma de algo más poderoso que ellos. Para empezar, ni qué decir tiene que, cuando eres tan absolutamente perfecto, no te hace falta cambiarte por otra cosa. <<
[6] Construidos para celebrar la insignificante victoria de una tribu sobre otra. Desde Roma hasta Pekín, desde Tombuctú a Londres, los arcos triunfales afloran allí donde hay ciudades, cargados por el peso de la tierra y la muerte. Nunca he visto uno que me gustara. <<
[1] No estaba siendo grosero. Bueno, vale, sí que lo estaba siendo, pero fue un insulto preciso. Puede que no sea el diablillo de una esfera de rastreo (todo narices, recordad), pero poseo un sentido del olfato muy agudo y casi siempre reconozco a un hechicero, incluso cuando van de incógnito. Todos esos años atareados en habitaciones humeantes invocando entres poderosos impregna su piel de un olor característico en el que imperan el incienso y la punzada aguda del miedo. Si después de eso sigues sin estar seguro, la prueba decisiva es mirarlos a los ojos; por lo general puedes distinguir las lentillas. <<
[2] No es que siempre siguieran mi consejo. Mirad, por ejemplo, la Torre de Pisa. <<
[3] ¿No tenéis suficiente con esta descripción? Bueno, solo estaba tratando de continuar con la acción. Heddleham Hall era una mole rectangular con alas achaparradas que se extendían hacia el norte y el sur, abundancia de ventanales arqueados, dos plantas, tejados inclinados, profusión de chimeneas de ladrillo, ornamentación que vendría a ser barroca, almenas aparatosas sobre la puerta principal, techos altos y abovedados (de miles de aristas), varias gárgolas (lo mismo), y toda ella construida en piedra de color crema, que utilizada con moderación se hace atractiva, pero que empleada en plan industrial lo desdibuja todo, como si fuera un gran bloque de caramelo de leche deshecho. <<
[4] De forma tan decorativa que me pregunté si no les habrían pegado las patas al suelo De forma tan decorativa que me pregunté si no les habrían pegado las patas al suelo. <<
[5] ¿No habríais creído que había olvidado a Simpkin? Todo lo contrario. Goza de una memoria privilegiada y de una imaginación desbordante. Tenía planes para él. <<
[1] Cómo habrían detestado los tejedores de Basora que se les encomendara crear tal monstruosidad. Los días en que entretejían a los genios dentro de la trama de sus alfombras mediante conjuros complejos y crueles, y creaban artilugios que transportaban a sus amos a través de Oriente Medio (y que, al mismo tiempo, apenas se ensuciaban), ya han pasado. Cientos de nosotros acabamos de esa guisa. Sin embargo, ahora que hace tiempo que Bagdad ha perdido el poder mágico, dichos artesanos escapan de la indigencia tejiendo bazofias turísticas para los ricos clientes extranjeros. Pensándolo bien, les está bien empleado. <<
[2] Lo único que quedaba de la primera persona que sopló el cuerno, puesto que es un requisito fundamental de tales objetos que el primer usuario quede a merced del ente que invoque. Como podéis imaginar, con este defecto de diseño, los cuernos de invocación son bastante excepcionales. <<
[3] Ejemplo perfecto del gusto lamentable de la mayoría de hechiceros: no había vehículo que no fuera enorme, negro y reluciente. Incluso el más pequeño de todos daba la impresión de que de mayor quisiera ser un coche fúnebre. <<
[4] Poco recomendable. <<
[5] Estaba convencido de que mis golpes los habrían dejado inconscientes durante, al menos, un par de días. No obstante, había metido la pata. Eso pasa por hacer las cosas deprisa y corriendo. <<
[6] Un poderoso artilugio mágico inventado en la Europa medieval. A deseo del portador, las botas pueden cubrir distancias considerables dando pasos muy pequeños. Las leyes corrientes (de la Tierra) del tiempo y el espacio no son aplicables a estas botas. Según se dice, cada una de las botas contiene un genio capaz de viajar en un hipotético octavo plano (no es que lo sepa por experiencia propia). Así era fácil comprender cómo se las había arreglado el mercenario para impedir que lo atraparan cuando Lovelace lo envió a robar el Amuleto. <<
[7] Estaban entrelazados. No importa cómo. <<
[1] Literalmente. Y os puedo asegurar que he estado en sitios pringosos a lo largo de mi vida, pero en lo que se refiere a pura repugnancia cerosa, su oído interno es difícil de superar. <<
[2] Los filamentos de una estrechez actúan como un sello: no dejan que ningún objeto (o sonido) escape a su envoltura. Es una especie de prisión temporal que, por lo general, se utiliza más con humanos caídos en desgracia que con genios. <<
[3] Uno de los ejemplares más catastróficos fue el puesto de avanzada micénico de la Atlántida, en la isla de Santorini, en el Mediterráneo. De eso hace unos tres mil quinientos años, si la memoria no me falla. Querían conquistar otra isla (o un objetivo previsible por el estilo), así que sus hechiceros se unieron para invocar a un ser agresivo. No pudieron controlarlo. Yo estaba a unos cuantos cientos de kilómetros, en el delta egipcio. Oí la explosión y vi el atronador tsunami que le siguió y que inundó la costa africana. Semanas después, cuando las aguas volvieron a su cauce, los barcos del faraón navegaron hasta Santorini. El centro de la isla, con sus habitantes y su rutilante ciudad, se había hundido en el mar. Y todo porque no se molestaron en dibujar una estrella de cinco puntas. <<
[4] Salvo que se fijaran en un débil borrón gris a lo largo del borde de la grieta. Por allí era por donde se estaba escurriendo la luz; estaba siendo succionada hacia el Otro Lado. <<
[5] El viejo principio del chicle, en acción. Imaginaos que estiráis un chicle entre los dedos. Primero aguanta y se alarga, y luego se afina en el centro. Al final, se abre un pequeño agujero en la parte más delgada que no tarda en rasgarse y separarse. En el caso que nos ocupa, la invocación de Lovelace había llevado a cabo el estiramiento… con un poco de ayuda de la cosa que había al otro lado. <<
[1] Sólo podía ver los tres primeros planos con claridad, claro, pero era suficiente para hacerse una idea. <<
[2] El ente atrapado en el Amuleto como mínimo tenía que ser tan poderoso como el recién llegado si es que Lovelace tenía intención de hacer frente a su fuerza. A pesar de ser un genio que llevaba tiempo sufriendo, tenía que admitir a regaña dientes cierta admiración por los antiguos pueblos de Asia que habían conseguido capturarlo y encerrarlo. <<
[3] El poder de aquel ente superaba con mucho el de los marids, efrits y genios que los hechiceros suelen invocar. Un hechicero poderoso puede invocar un efrit él solo, pero la mayoría de los marids requieren de dos. Para aquel, calculé un mínimo de cuatro. <<
[4] Jamás en la vida había oído hablar de aquel ser en particular. Aunque en realidad no es tan sorprendente, porque aunque miles de nosotros hemos sido cruelmente invocados por los hechiceros y, gracias a ello, definidos, una infinidad más confluyen en el Otro Lado sin necesidad alguna de nombres. Tal vez fuera aquella la primera vez que invocaban a Ramuthra. <<
[5] Ombos: ciudad egipcia consagrada a Seth, el antiguo jefe de Jabor. Durante un siglo o dos, Jabor merodeaba por uno de aquellos templos, alimentándose de las víctimas que le ofrecían, hasta que llegó un faraón del Bajo Egipto y arrasó el lugar. <<
[6] En realidad, aire. Estábamos a unos siete metros de altura. <<
[7] Yo no tenía ni idea. Las órdenes son cosa de los hechiceros. En eso sí que son buenos. Los genios no las saben pronunciar, pero los viejos hechiceros cascarrabias se saben un conjuro para cada ocasión. <<
[1] Si los hechiceros confían en efectos teatrales para intimidar a la gente, también utilizan las mismas técnicas para impresionar y manipular a los de su calaña. <<
[2] Amanda Cathcart, Simón Lovelace y seis sirvientes también habían desaparecido por la grieta o en la boca de Ramuthra, pero, dadas las circunstancias, los hechiceros no las consideraron muertes significativas. <<
[3] O sea, justo cuando Lovelace la palmó. <<
[4] De modo que nuestros caminos se habían vuelto a cruzar sin una confrontación definitiva. Una lástima, la verdad, tenía intención de darle a Faquarl una buena tunda. Lo que pasa es que no había tenido tiempo para ponerme a ello. <<
[5] Seguro que al mismo tiempo que construían el mecanismo secreto de la habitación contigua que retiraba la alfombra del suelo y accionaba los barrotes de las ventanas. Cierto tipo de trasgo está muy bien dotado para los trabajos de construcción. Solía tener una cuadrilla a mi cargo cuando trabajaban en las murallas de Praga. Son buenos trabajadores siempre que no oigan el sonido de las campanas de las iglesias, en cuyo caso dejan las herramientas y se convierten en ceniza Los días festivos aquello era una lata, tenía que emplear a un hatajo de diablillos con recogedores y escobas para que barrieran lo que quedaba de ellos. <<
[6] Homúnculo: enano diminuto creado mediante magia y a menudo atrapado en una botella a modo de objeto original de hechicero. Unos cuantos poseen poderes proféticos, aunque es importante hacer exactamente lo contrario de lo que recomiendan puesto que los homúnculos siempre son malvados y su objetivo es perjudicar a sus creadores. <<
[1] Las oficinas del gobierno suelen estar llenas de efrits y esferas de rastreo, y no quería que repararan en mi presencia. <<
[2] Una vieja promesa egipcia. Tened cuidado cuando la uséis, siempre se cumple. <<