Y se encontró, pues, de nuevo ante el interfono del número 8 del Cercado de los Olmos…
Dios santo, qué jodienda tener que perder el poco tiempo que podía disfrutar en Les Vesperies en esa casa de mierda…
—¡Voy! —dijo Alexis.
Genial. No tendría que descalzarse ni que aguantar a la señora de la casa.
Lucas le saltó al cuello.
—¿Adónde vamos? —quiso saber.
—Sígueme.
—Pues aquí es…
—Aquí es ¿qué?
Estaban los tres en mitad del cementerio.
Y como Alexis no contestaba, le indicó con un gesto que lo había entendido.
—Mira, perfecto. Aquí estará exactamente entre tu casa y la de Kate. Cuando necesite tranquilidad, se irá a tu casa, y cuando necesite folclore, se irá a casa de Kate.
—Huy, yo sé muy bien dónde se irá…
Charles, que encontraba esa sonrisa un poco triste, se la devolvió.
—No hay problema —añadió Alexis—, yo ya he tenido bastante folclore en mi vida…
Buscaron a Lucas, que jugaba al escondite con los muertos.
—¿Sabes…? Era sincero cuando me llamaste la primera vez… Y sigo pensando que…
Le indicó con un gesto que no importaba, que no hacía falta que se justificara, que…
—Pero cuando vi todo lo que hacían ellos por ese chucho, me…
—¿Balanda? Me gustaría que hicieras el viaje conmigo…
Su amigo asintió.
Más tarde, mientras volvían por la carretera.
—Dime una cosa… ¿vas en serio con Kate?
—Qué va. En absoluto. Sólo me pienso casar con ella y adoptar a todos esos niños. Y ya que estoy, también a los animales… Pienso elegir a la llama como dama de honor.
Reconoció esa risa.
Al cabo de unos cuantos pasos silenciosos.
—¿No crees que se parece a mi madre?
—No —se protegió.
—Sí… Yo encuentro que sí. Es igual. Sólo que más fuerte…