Lo que sigue se llama felicidad, y la felicidad es algo muy embarazoso.
No se relata.
Eso dicen.
Eso dicen algunos.
La felicidad es sosa, empalagosa, boring y siempre laboriosa.
La felicidad aburre al lector.
Mata el amor.
Si el autor tuviera dos dedos de frente, procedería, pues, a una elipsis.
Lo pensó. Consultó su manual de procedimientos literarios:
ELIPSIS: supresión de palabras que serían necesarias para la plenitud de la construcción, pero que las que sí están expresadas dan a entender lo suficiente para que no quede ni oscuridad ni incertidumbre.
¿?¿?
¿Por qué omitir palabras que serían necesarias para la plenitud de la construcción de un relato en el que, justamente, tampoco es que haya habido tantas?
¿Por qué privarse de ese placer?
¿Con el pretexto de la escritura, escribir: «Esas tres semanas en Les Vesperies fueron las más felices de su vida» y mandarlo de vuelta a París?
Es verdad. Esas seis palabras: las, más, felices, de, su, vida, no dejarían ni oscuridad ni incertidumbre…
«Fue muy feliz y tuvo muchos hijos».
Pero el autor refunfuña.
Se ha tenido que tragar taxistas, comidas familiares, cartas-bomba, desfases horarios, insomnios, desbandadas, concursos fallidos, solares embarrados, una inyección de Valium/potasio/morfina, cementerios, morgues, cenizas, cierres de cabarets, una abadía en ruinas, renuncias, negaciones, rupturas, dos sobredosis, un aborto, contusiones, demasiadas enumeraciones, decisiones judiciales e incluso coreanas histéricas perdidas.
Aspiraba también a un poquito de hierba…
Perdón. De verde.
¿Qué hacer?
Seguir leyendo ese manual de procedimientos literarios.
OTRAS DEFINICIONES: 1. Un relato elíptico respeta estrictamente la unidad de acción, evitando todo episodio innecesario y reuniendo todo lo esencial en unas pocas escenas.
De modo que tendríamos derecho a unas cuantas escenas…
Gracias.
La Academia es demasiado amable.
Pero ¿cuáles?
Puesto que todo son historias…
El autor rechaza esta responsabilidad. La de distinguir lo que es «innecesario» de lo que no lo es.
Y, antes que juzgar, prefiere delegar en la sensibilidad de su protagonista.
Ha demostrado lo que vale…
Abre su cuaderno.
En el cual lo más parecido a una elipsis sería una elipse, o, lo que es lo mismo, un anfiteatro romano, la columnata de la plaza de San Pedro o la ópera de Pekín de Paul Andreu, pero en ningún caso una omisión.