Unas pocas líneas…

Tesoro, corazón, mi niña mayor, mi pirateadora preferida…

¿Dónde estás? ¿Qué haces? ¿Surfear o ligarte a los surfistas?

Pienso a menudo en…

El borrador termina ahí. Sonó la campana, y, todavía groggy de haber estado pensando en ella, se reunió con los demás dando un rodeo por la colina. El único lugar en el que se podía pillar un poco de satélite a condición de ponerse a la pata coja, con el brazo levantado y contorsionarse hacia el oeste.

Oyó su voz, su risa, ecos de olas y de piña colada.

Mathilde le preguntó cuándo se venía él también, pero no escuchó los balbuceos de su padrastro hasta el final. Tenía que irse, la estaban esperando.

Le mandó un beso y añadió:

—¿Quieres que te pase con mamá?

Dejó de contorsionarse hacia el oeste.

«Sólo llamadas de emergencia», parpadeaba la pantalla.

¿Qué fingía no comprender esa hija de padres divorciados?

¿Que se había alquilado un pisito de soltero para el verano?

Esa noche bebió poco y se retiró a su mansarda mucho antes del toque de queda.

Le escribió una larga carta.

Mathilde,

Esas canciones que no paras de escuchar todos los días…

Buscó otro sobre.

No tenía esperanza alguna de ganar. No había inventado nada original y, por primera vez en su vida, fue del todo incapaz de proporcionar un esquema preciso.