AGRADECIMIENTOS

Tengo fama de dar mucho a leer mi trabajo mientras reescribo una novela y luego la vuelvo a reescribir. Buscar la realidad (o la plausibilidad) fue de particular importancia en este libro. Así pues, aunque reclamo para mí todos los errores y faltas de lógica, hay muchas personas a las que agradecer su ayuda por hacer que ésta sea una novela mejor que la que podría haber sido.

En cuanto a facilidad de lectura y críticas generales, mi agradecimiento a la doctora Cheryl Brigham, Amy Thomsen, George Alec Effinger, doctor Charles Sheffield, doctor Gregory Benford, Jonathan Post, Dean Ing, Christie McCue Harmon, Dan Brin, Steven Mendel, Michael Cassutt, John Ensign, Janice Gelb, Celeste Satter, Betty Hull, Diane Clark, Elizabeth Oakes, Shiela Finch, Greg y Astrid Bear, Daryl Mallet, Barbara Neale, Rachel Neumieir, Robert Jolissaint, Jane Starr, la editora Diane Shanley, la diseñadora Barbara Aronica, y mi excepcional corrector Len Neufeld.

Por sus especiales consejos en incontables detalles técnicos, me gustaría agradecer en particular al profesor John Cramer, doctor Jim Moore, Karen Anderson, doctor Gary Srtathearn, doctor Martyn Fogg, doctor Steven Gillet, Joseph Carroll, Carole Sussman, y el doctor David Paige.

El club literario y de ciencia ficción de Caltech, SPECTRE, fue especialmente valioso al hacer circular y discutir un primer manuscrito, con mi agradecimiento especial a Mark Adler, Ben Finley, Ken McCue, Steinn Sigurdssen, Ulrika Anderson, Amy Carpenter, David Palme, David Coutfal, Paul Haubert, James Cummings, Douglass Bloomer, Erik Russell, Earl Hubbell, Yair Zadik, Eric Johnson, Gorm Nykeim, Erick Christian, Richard Achterberg, Matt Fields, Erich Schneider, Douglas Bloemer y Dick Brown. Del mismo modo, el club ENIGMA, de UCLA, fue muy valioso, especialmente Scott Martin, Phil Adler, Robert Hurt, Pat Mannion, Wayne Bell, Andy Aschroft, y Támara Boyd. Los amables oyentes de la Sociedad de Ciencia Ficción de Nueva Zelanda fueron de gran ayuda al enderezar los detalles kiwis.

Por su gran paciencia, el equipo editorial de Bantam Spectra Books tiene mi admiración, en especial Lou Aronica, por apretar los dientes y esperar, sabiendo que sobrepasaría mi intención declarada de hacer esta novela «breve». Por ayudarme a que mereciera la pena dedicar tanto tiempo a un solo libro, quiero dar las gracias a mi agente, Ralph Vicinanza.

A Cheryl y Dan mi más profunda gratitud simplemente por mantenerme cuerdo mientras terminaba este monstruo.

Y, por supuesto, no estaría bien no incluir a Sol y Gaia, quienes juntos me mantuvieron con vida todo este tiempo. Aprecio particularmente el aire que respiro, la luz del Sol y el agua limpia y clara. No sé qué haría sin ellos. Otra vez gracias.

Los primeros capítulos de Tierra fueron escritos en un antiguo ordenador Apple II con 48 K de memoria, fuego de carbón, energía de vapor, con un número de serie de sólo cinco dígitos. Fue terminada usando un magnífico Macintosh II con cuatro megabytes de RAM, un disco duro de cuarenta megabytes, impresora láser y software WordPerfect, con el complemento del maravilloso programa Quic-Keys. En vidas anteriores solía tallar estos tomos en piedra o escribirlos en tabletas de arcilla. ¡Qué diferencia! Y todavía hay algunos que insisten en que no existe el progreso.