Os oigo, pensó Daisy McClennon mientras unía los elementos que necesitaba, complementos comprados, robados, obtenidos bajo presión, o diseñados por ella misma durante los últimos días de nerviosismo y noches en vela.
Oí oigo, les dijo mentalmente a las voces que vibraban, sonaban, resonaban en el vasto caos de la Red. Y desde luego voy a intervenir.
Oh, estaban los que todavía pensaban que ella era una herramienta, como un perro podría pensar que el único propósito en la vida de un hombre era lanzarle palos y manejar el abrelatas. Pero al igual que los planes de ellos se acercaban a su culminación, también lo hacían los suyos. Y siempre, bajo niveles enterrados de engaño, había capas aún más profundas.
Pronto, les dijo a los que rezaban electrónicamente. Pronto os liberaréis de todas esas preocupaciones que os asedian.
Pronto conoceréis la verdad.