El rasgo más permanente de la Tierra era el océano Pacífico. Su forma podía cambiar con el paso de los eones, produciendo y perdiendo islas mientras sus placas chocaban, se mezclaban y volvían a separarse. Pero la gran base permanecía.
No sucedía lo mismo con el Atlántico, que se abrió y se cerró muchas veces. Un lento calor construyó en el subsuelo una secuencia de grandes supercontinentes de granito y los separó en ardientes grietas. Entonces, varios millones de años más tarde, el centro ahora frío volvió a hundirse para detener la escisión y atraer de nuevo las placas.
El ciclo continuó, rupturas seguidas de uniones, seguidas a su vez de rupturas. Y esto tuvo importantes efectos sobre el progreso de la vida. Especies que se habían extendido por amplias zonas se encontraron divididas en subpoblaciones. Grupos separados de primos siguieron caminos genéticos divergentes, adaptándose a nuevos desafíos, descubriendo diversas técnicas para vivir. Cuando los familiares dispersos volvieron a reunirse finalmente eones más tarde, al reencontrarse los continentes, los descendientes de un antepasado común a menudo no pudieron seguir ya interrelacionándose. Se encontraron no como vecinos, sino como competidores.
Así, hubo un período posterior en que los caprichos de las placas tecnónicas crearon dos grandes macizos montañosos: el Himalaya y las Rocosas, que virtualmente bloquearon el flujo de aire bajo y húmedo que barría el hemisferio norte. Esto tuvo consecuencias dramática s sobre el clima, que a su vez aisló todavía a más especies, obligándolas a adaptarse.
Flujo, reflujo. Inhalar, exhalar. El ciclo siguió provocando cambios, mejoras.
Por fin, tenues destellos de luz empezaron a brillar sobre la cara nocturna del planeta, destellos en la oscuridad que no eran incendios forestales ni relámpagos.
Tanto calor y enfriamiento, sacudidas y recombinaciones habían creado por fin algo completamente nuevo.
■Grupo Especial de Interés y Discusión para Buscar Soluciones Mundiales de Largo Alcance [n GEI DS, MLP 2537890.546], Subforum especial 562: Teorías Sociales Iconoclastas-Descabelladas.
Todo este pánico porque los hans están decididos a «conquistar económicamente el globo»…, ¡cuántas tonterías! Cierto, su gran poder económico constituye todo un desafío, sobre todo para los grupos comerciales PAN y GEACS. En vez de debatir interminablemente sobre el Modelo de Neodirección de la Universidad de Winnipeg, China ha instituido muchos de sus rasgos revolucionarios. Todos podemos aprender una lección, en especial los soviéticos y los canadienses, que siguen considerándose subestimados en la creación de equipo dosal y nano-cristales.
Los hans ya tienen ventaja con los láseres y lapticks, por no mencionar artículos de consumo como los zenocollares. Pero hablar de «conquista económica» [■ ref: A969802-111, 5/19/38 K-234-09-17836], o de que los han «lo compran todo» [■ ref: A969802-111, 5/12/38 M-4453-65-5545] es ignorar por completo la historia.
Consideramos las décadas de 1950 y 1960. Los Estados Unidos de América, que entonces incluían California y Hawai, pero no Luzon ni Cuba, eran la principal potencia económica del mundo. Un famoso eurolíder llamado Servan-Schreiber escribió un libro llamado El desafío americano, donde predijo que Estados Unidos pronto «poseería todo lo que mereciera la pena ser poseído».
Por supuesto, eso no sucedió. Tras haber tenido éxito, los ciudadanos norteamericanos exigieron la recompensa a todo su duro trabajo. En vez de comprar el mundo, compraron cosas del mundo. Se produjo la más ingente transferencia de riquezas de la historia, que sobrepasó con creces todas las formas de ayuda extranjera. Las compras estadounidenses empujaron a Europa y al este de Asia hacia el siglo XXI, hasta que la burbuja finalmente estalló y los yanquis tuvieron que aprender a pagar como hacen ustedes, como gente normal.
Durante una breve temporada en la década de 1970, la primera y segunda crisis del petróleo hicieron pensar que los nuevos mandamases planetarios serían los jeques árabes. Entonces, en los ochenta, Japón asustó a todo el mundo (¡Cuidado!). Gracias a duros esfuerzos (y aprovechándose con suma atención del frenesí consumista adolescente americano), los japoneses se colocaron a la cabeza del poder económico, asombrando al mundo. Todos predijeron que pronto «lo poseerían todo».
Pero, por lo visto, a todos nos toca el turno para dirigir la economía mundial. Una nueva generación de japoneses, que quería más de la vida que interminables trabajos y un apartamento diminuto, se lanzó a un nuevo frenesí consumista. Luego, en los primeros años de este siglo, ¿no fue Rusia (con casi la mitad de los ingenieros del mundo, prácticamente liberados de dos mil años de zares y comisarios) quienes se sintieron de pronto satisfechos de trabajar duro, crear un nuevo orden y vender barato todo lo que los japoneses quisieran? Muchos de ustedes probablemente recuerden las consecuencias posteriores, cuando el ruso fue propuesto para reemplazar al simglés como segunda lengua franca. Pero esto también pasó, ¿no?
Vamos, amigos. Aprendamos a dar un paso atrás y contemplar las cosas con perspectiva. Llegará el momento (si el planeta aguanta) en que incluso los hans se cansen de acumular dinero en el banco sin gastarlo en nada.
¿Alguien se atreve a predecir dónde se producirá el siguiente grupo de trabajadores infatigables? Apuesto por esos secesionistas puritanos de Nueva Inglaterra. Esa gente sí que sabe dar a un patrono una buena hora de trabajo a cambio de un buen salario…