Sólo había una entrada al complejo de las profundidades de la caverna. Cuando del cielo llovieron hombres armados con cascos azules y parapentes asistidos por jets, tuvieron que abrirse paso por la jungla antes de encontrar aquella abertura oculta. Entonces, en silencio, empezaron a descender por la oscura chimenea.
Sepak Takraw despertó con el sonido de las alarmas y al principio creyó que se trataba de otra tanda de pruebas con el gázer, fuera lo que fuese aquello. Los kiwis que trabajan para George Hutton habían permanecido con la boca cerrada en lo referido al propósito esencial de las sondas de gravedad, aunque era evidente que estaba relacionado con el interior de la Tierra. Fuera lo que fuese lo que estaban haciendo los técnicos de Tangoparu en Nueva Guinea, se tomaban su trabajo sumamente en serio, ¡como si el mundo fuera a acabarse si cometían un puñetero error!
Sepak había trasladado por fin su saco de dormir a una grieta en un estrecho surco abierto por el agua, debido al ruido que hacían cada vez que el enorme resonador empezaba a disparar, enviando redobles y sacudidas por las profundas galerías.
Esta vez, sin embargo, cuando avanzó tambaleándose y frotándose los ojos hacia la cámara iluminada, se detuvo de repente y contempló una escena de total caos. ¿La habían hecho por fin los neozelandeses con tanto ruido? ¿Habían invocado a Tu, el dios maorí de la guerra?
Se agitaban como pajarillos espantados y el brillante resonador cilindrico oscilaba salvajemente dentro de su rejilla mientras hombres armados irrumpían en la sala. Sepak se deslizó hacia las sombras y se quedó quieto.
Maldito George Hutton. ¿En qué lío me has metido? ¡El gobierno no puede haberse molestado tanto por haber mantenido en secreto unas cuantas cavernas!
De cualquier forma, no eran policías regulares. ¡La mitad de los soldados ni siquiera eran papúes! Sepak silbó en silencio mientras los comandos avanzaban más allá de los aturdidos técnicos para asegurar la zona. No, no eran locales, ni siquiera pacificadores de las Naciones Unidas. Maldición, eran soldados de verdad, ¡marines de la ANSA!
Cualquiera que hiciese las investigaciones necesarias sabía que la Tierra rebosaba todavía de poder militar soberano. Tal vez bastante más del que existía en los malos tiempos. Y aún más, había más armas «en reserva», en almacenes sellados bajo tratado. Las alianzas aún contaban, manteniendo un equilibrio de poder que era muy real, pese a todas las generaciones de estabilidad. Sólo que, en un planeta repleto de cámaras que emitían en directo y con una opinión pública volátil, esos estados y bloques generalmente se lo pensaban mucho antes de usar sus fuerzas bélicas a la ligera.
Por eso, Sepak supo que no se trataba de una simple incursión por alguna infracción de las leyes antisecretos. Mientras los marines rodeaban rápidamente a los ingenieros, buscó en vano los emblemas de las Naciones Unidas o cualquier otra agencia internacional. Buscó los inevitables periodistas de las red-vistas.
Nada.
Ningún periodista. Ningún observador de la ONU.
Entonces es nacional, comprendió. Lo que significaba que estaba involucrado algo más que sólo el gobierno de Papua-Nueva Guinea. Mucho más.
Y estos tipos no quieren más filtraciones que George Hutton. Sepak se encogió aún más en la oscuridad.
Por la carga, bendita, de John Broom… George, ¿dónde diablos me has metido?
■ Actividades y ocupaciones arcaicas u obsoletas:
… tallar el pedernal, leer en las entrañas, hacer flechas… herrero, tonelero, tasador de obras de arte… relojero, pastor de renos, dentista, escritor a mano… presentador de concursos, zapador, ufólogo… traficante de drogas, instructor de golf, banquero confidencial… tomar baños de sol, beber agua del grifo…
Nuevas profesiones de servicios:
… inspector de toxinas a domicilio, consejero genético prematrimonial, especialista de ajustes de recuerdos… micro-ecologista interno, biotécnico, tutor prenatal, consejero de balances cerebroquímicos… consultor de la Red-GEl, arbitro voxpop, diseñador de hurones, ajustador de estilos de vida…
La población humana en cifras:
1982: 4300 millones
1988: 5100 millones
2030: 10.300 millones