EMAIL. RECIBIDO HOY A LAS 12.36 H
Hola, Valeria:
Lo leí de un tirón. No voy a mentirte, no es lo que me esperaba. Esperaba una historia enrevesada de las tuyas, de esas donde los personajes, atormentados y castigados, se debaten entre el bien y el mal en una situación que los supera…
¿Y qué me encuentro? La historia de cuatro chicas de veintimuchos, malhabladas y en muchos casos hasta absurdas.
Pero no te asustes. Me ha gustado. Me ha gustado mucho. Se publicará en verano.
Dale, por favor, la enhorabuena de mi parte a cada uno de los personajes. Sé lo mucho que te habrá costado escribir esto, pero de nuevo has conseguido sorprenderme.
Espero que este trance no esté siendo demasiado duro. Yo también he vivido un divorcio y sé que no es divertido.
Te llamaré para los demás trámites. Prepara la segunda parte, ¿no?
Un abrazo,
Jose
Lola me miró de reojo con los labios rojos perfectamente pintados y bien apretados. Descruzó las piernas, se levantó y, poniéndome una mano sobre el hombro, dijo:
—Te vas a forrar. Déjame que la lea antes de evaluar cuánto dinero tendrás que darme de indemnización.
—¿Indemnización?
—Algo tendrás que pagarnos por airear todos nuestros trapos sucios, ¿no?
Levanté la ceja izquierda y sonreí, con mis labios también pintados. Esa Valeria había vuelto por fin.
—Ya veremos —contesté.
—Bueno, mejor invítame a una copa ahora, que estoy seca. Con eso estaremos en paz.
Me levanté del escritorio y antes de encaminarme hacia la cocina le eché un vistazo al móvil.
«Esperaré a que me llames, Valeria, pero no lo haré eternamente».
Tic, tac, tic, tac, tic, tac…