KATHIA
Ni siquiera cuatro hombres pudieron retenerme. No era consciente de cómo había conseguido librarme de ellos, pero lo hice y eso era lo único que importaba, porque tenía que volver dentro. Tenía que salvar a Cristianno y no me perdonaría jamás no haber luchado por ello.
Pero apenas tuve ocasión de pisar el vestíbulo. Enrico se interpuso en mi camino, me cogió de las rodillas y me levantó con el hombro, colgándome como si fuera un maldito y vulgar saco de arena. Le dieron igual mis gritos, le dio igual que pataleara y le pegara puñetazos, que incluso le aruñara. Nada de lo que había hecho con sus esbirros, sirvió con él. Y el fuego no hacía más que extenderse por la casa.
Dios mío, se me agotaba el tiempo. Si Cristianno moría, yo me iría tras él.
—¡¡¡TENGO QUE ENTRAR, TENGO QUE SALVARLE!!! —bramé con la poca voz que me quedaba.
Enrico me bajó y me miró con un destello del hombre que había sido horas antes de aquello. Por un momento, pensé que era el Enrico de siempre, el protector, considerado… el mejor hombre…, pero habló y sus palabras me hicieron odiarle hasta la saciedad.
—Ya está muerto, Kathia. Cristianno. Está. Muerto.
—No. No. No. No… —gemí—. ¡¡¡NO!!! —Le empujé, estampándole contra la carrocería del Bugatti de Cristianno, y salí corriendo hacia la casa sin mirar atrás. Sin pensar que ardería entre las llamas.
Nadie me siguió, pero entendí por qué demasiado tarde.
La puerta principal y el resto del porche desaparecieron tras una luz dolorosamente naranja. La explosión me elevó del suelo y me envió varios metros atrás. Todavía estaba en el aire cuando fui consciente de que todo había acabado y que ninguno de mis malditos esfuerzos había merecido la pena.
Cristianno estaba muerto y yo solo deseé poder acabar igual que él en cuanto tocara suelo, para que esa certeza no me devastara por dentro.
Pero nada de eso ocurrió. Continué respirando, y sentí cada vestigio de la realidad: el golpe violento cuando me estampé contra el suelo, el gemido de dolor, la respiración entrecortada, la sangre en mi boca, las heridas de mi alma…
… Cristianno… Mi amor…
Acaban de aniquilarme. Me resquebrajaron hasta hacer girones mi piel. Me abrieron en canal y me arrancaron el corazón. Devoraron todo lo que en mí era humano.
Mi vida…había terminado…con el último aliento de Cristianno…
—Cris —tia —nno —tartamudeé ordenando a mi cuerpo que se levantara una vez más. Solo una más. Porque mi mente aun no quería entender que ya no le encontraría en el interior de aquella casa.
Miré la fachada engullida por las llamas; las misma que seguramente estaban acabando con lo que quedaba de su cuerpo.
—¡¡¡CRISTIANNO!!! —protesté al cielo.
Después, me dejé llevar por la desolación.
Había muerto con él.