CRISTIANNO
—¿Me… va… a doler? —pregunté, mirando a Enrico entre las lágrimas que se empeñaban en tomar protagonismo.
—Lo suficiente. —Le escuché decir antes de que se agachara frente a mí. Sonrió perverso y me enseñó un mechero—. Ciao, Cristianno. Que tengas un buen viaje.
Así es como moriría.
Encendió el encendedor y lo lanzó a unos metros de mí antes de dejarme a solas en la sala de música.
Me rodeó un relámpago naranja y ardiente. De momento, no sentía dolor físico. Solo un ligero picazón en la extremidad de mi cabeza. Enrico supo bien donde darme para conseguir que me quedara inconsciente.
Estaba sitiado de llamas. Un paraíso infernal cubierto de un follaje tembloroso. La espesura y la consistencia del fuego iba creciendo a cada segundo que pasaba, y mi vida…, poco a poco, se iba.
La pared que había a unos metros de mí, fue engullida por las llamas, las cortinas eran mantos de humo y fuego y el suelo se convirtió en un mar de ascuas que lamían lo que antes había sido madera deteriorada.
«Me voy», pensé imaginando a Kathia hacía apenas una hora, mientras hacíamos el amor.
En realidad, había sido una buena despedida. Había tenido la oportunidad de decirle lo muchísimo que la quería y lo orgulloso que estaba de haberla conocido. No me arrepentí de nada de lo que había hecho, de absolutamente nada… Excepto de no haberme esforzado más por mirarla cuando ella me lo había pedido.
Todo podía suponer un gesto demasiado egoísta de mi parte. Yo sabía que iba a morir, lo supe desde el principio. Y, sin embargo, fingí secuestrar a Kathia para poder despedirme de ella sin pensar que con ese gesto estaba engrandeciendo su dolor.
Puede que lo mejor hubiera sido dejar las cosas como habían quedado cuando me fui de aquel probador. Pero entonces Kathia habría arrastrado el sentimiento de culpa. Conociéndola como la conocía, sufriría de todos modos. Así que preferí que fuera por lo mucho que nos amábamos.
Pero cuando se está a punto de morir, la mente te juega malas pasadas y me obligó a pensar en el dolor aterrador que estaría sintiendo Kathia en ese momento.
No quería que sufriera por mí. Una vida sin Kathia no era vida, y no podía soportar que ella pensara lo mismo.
Ojalá tuviera la oportunidad de conocerla en otra existencia.
—Te quiero, Kathia… Te quiero —exhalé.
Su rostro, sus ojos, su cuerpo…toda ella fue mi último pensamiento antes de irme… Antes de morir.