CRISTIANNO
La aparición de Kathia con Valentino suscitó un gran revuelo entre los medios; más incluso que el nombramiento de Adriano Bianchi como alcalde de Roma. Decenas de fotógrafos se habían concentrado en la entrada del Teatro Dell ópera, lanzando sus flashes para capturar cada segundo. Estaban encandilados con la presencia de tanto personaje importante y los aclamaban sin imaginar que aquella era la mayor congregación de mafiosos que verían jamás. Solo unos pocos se libraban de la ignorancia.
Respiré hondo y guardé las manos en los bolsillos del pantalón de mi traje. Desde mi escondite, pude ver cómo el orgulloso alcalde se apeaba de la limusina, colocándose bien la chaqueta de su esmoquin, y ofrecía su mano a Annalisa Costa, su bendita esposa. Ella, como siempre, iba embutida en un vestido de talla inferior; seguramente, necesitó ayuda para meterse en él. Sonrió, agitó su mano (como si de la reina de Inglaterra se tratara) y contestó a las preguntas de los periodistas.
En cambio, Angelo y Olimpia no atendieron a la prensa. Simplemente sonrieron con aires de superioridad y se deslizaron al interior del teatro dando tiempo a los fotógrafos a captarles como era debido.
Verles me produjo un nudo en el estómago. Me resultaba muy desquiciante saber que ellos habían mantenido retenida a Kathia y yo no había podido hacer nada. Tenía que liberarla de su yugo, fuese como fuese.
El bullicio comenzó a ascender con la llegada de un vehículo. Todos los invitados había hecho ya su aparición, así que solo faltaba… Kathia.
Miré hacia la calle Firenze creyendo que desaparecería. La agonía me asfixió y cerré los ojos intentando dominarme. Tuve un espasmo y, por un segundo, pensé que no sería capaz de contener aquella tensión. No había sido tan buena idea asistir. Me mataría ver a Valentino presumir junto a la que era mi novia. Me dañaría muchísimo saber que Kathia y yo nos pertenecíamos y que nadie lo sabía, más que ella y yo…
Valentino bajó primero. Su fino rostro mostró una sonrisa exultante mientras rodeaba el vehículo. La prensa se agolpó alrededor gritando sobrexcitados cuando abrió la puerta para dejar salir a Kathia.
Lo primero que pude ver de ella fue como su cabello ondeaba bruscamente al recibir una bocanada de aire. Después, apareció su mano, que enseguida capturó Valentino. Ella reaccionó distante y se impulsó hacia delante cortándome el aliento. Todo lo demás se esfumó, no vi a nadie más que a Kathia y su extraordinaria figura moviéndose forzada.
Iba de rojo, en un vestido creado para la incitación. No me costó reconocer que la elección estuvo en manos de Valentino, porque sabía que, de algún modo, yo la vería y que me volvería loco pensar que jamás sería mía. Tragué saliva al descubrir que su espalda estaba al descubierto; la tela se iniciaba justo en el arco del dorso provocando que la imaginación de cualquiera volara libre.
Pensar que una vez acaricié su piel, que estuve dentro de su cuerpo, casi me enloqueció. Apenas me sentí capaz de mantenerme en pie.
Kathia apretó la mandíbula retirándose el cabello de la cara y miró a su alrededor cegada por los flashes de las cámaras y abrumada por los gritos. No le gustó en absoluto ser el centro de atención, como tampoco le gustó que Valentino le agarrara de aquella forma tan posesiva.
Mi fuero interno gruñó y me adelanté inconsciente varios pasos, deseando alejarlo de ella. Pero me contuve. Si me descubrían allí…
«Mírame, mi amor», supliqué.
Por primera vez en toda mi vida, mi corazón y mi mente deseaban lo mismo. Era densa la urgencia con la que necesitaba su mirada.
KATHIA
Salí de la limusina sintiendo una punzada de frío. El viento azotaba con fuerza, pero era una noche en la que se veían las estrellas.
—Joder… —mascullé sintiendo como la piel se me erizaba.
—No seas vulgar —replicó por lo bajo Valentino, sin dejar de sonreír.
—Que te jodan. —Estando en público, no se atrevería a hacerme nada, y él lo sabía. Por eso me miró de aquel modo.
—La próxima vez, ¿quién va a protegerte, amor? —comentó por lo bajo.
—¿Por qué piensas que habrá una segunda vez? —Le miré recelosa, deseando que, por alguna especie de milagro, se atragantara allí mismo.
Estuve lacerándome todo el día con lo que había sucedido entre nosotros por la mañana. Pensando en que, si Enrico no hubiera aparecido, tal vez ahora ya no sería la misma persona. Una parte de mí se había visto muy cerca del colapso, lo había dado todo por perdido y había creído estar más cerca que nunca de perder a Cristianno. Pero conforme avanzaba las horas, resurgió mi fuerza. Ya había conocido esa cara oculta de Valentino, ya sabía de lo que era capaz de hacerme en una situación como aquella. De nada servía lamentarme y pensar en que podría volver a suceder… Porque aquello me había beneficiado: mis enemigos me habían mostrado todas sus caras.
No permitiría que nadie se interpusiera en el camino que me unía a Cristianno. Si hubiera una próxima vez, estaría preparada.
El aire me agitó el cabello bruscamente y tirité, pero intenté mantenerme firme ante todos. Demostraría con mi actitud que estaba por encima de todo aquello.
Los periodistas me empujaron, me gritaron al oído, incluso me exigieron respuestas. Y soporté todo aquello con Valentino exhibiéndome ante ellos.
Cerré los ojos al pensar en Cristianno. Que diferente habría sido todo si él hubiera sido mi acompañante esa noche. Dios sabe que me habría exhibido orgullosa, habría respondido a mil y una preguntas y habría gritado lo enamorada que estaba. Pero no era así, Cristianno no estaba allí, conmigo… Y apenas tenía noticias de él.
Doce días era demasiado tiempo.
Tuve un escalofrío que me atravesó todo el cuerpo y alcé la vista consciente de que todos mis músculos se habían paralizado. Aquello solo me sucedía cuando Cristianno estaba a punto de aparecer ante mí…, como si mi fuero interno predijera su presencia.
Supe que iba a encontrarme con su mirada un instante antes de verle, y una sensación de frío me consumió. Esta vez no era por el aire, sino por la forma que Cristianno tuvo de mirarme en la lejanía. El tiempo se detuvo, dejándome a solas con él y mi deseo por sentir su boca en la mía.
Se había expuesto de aquella manera solo para poder mirarme y gritarme en silencio lo mucho que me amaba.
Sentí una lágrima resbalando por mi mejilla. Él negó con la cabeza indicándome que no llorara. Apretó los labios en signo de impotencia y agachó la cabeza. Dios mío, qué lejos le tenía… y que cerca al mismo tiempo.
Un ligero empujón comenzó a arrastrarme. Valentino se dio cuenta de que me había quedado absorta observando los árboles, pero cuando siguió mi mirada, no descubrió nada. Cristianno ya no estaba y su súbita desaparición no hizo más que agravar mis especulaciones. ¿Y si nada había sido real? ¿Y si mis ansias por verle me habían traicionado?
—Reacciona, ¿quieres? —Ordenó Valentino entre dientes mientras entrabamos en el vestíbulo—. Nos están fotografiando.
—¡Qué importa! —susurré arrastrando las palabras.
—Mucho. Compórtate.
Subimos las escaleras hasta el segundo piso guiados por un acomodador y recorrimos el pasillo que nos llevaba al palco que habían reservado solo para Valentino y para mí. Pero era mi cuerpo el que estaba allí, no mi mente; ella buscaba incasable las huellas de un encuentro real.
Ni siquiera me di cuenta de que había tomado asiento y contemplaba el teatro. El gentío se acomodaba en sus butacas parloteando entre sí. No habían quedado localidades a la venta.
Nadie quería perderse aquel evento; no solo se trataba de la toma de poderes de Adriano, sino también de una de las mejores óperas del mundo.
Serían dos horas muy largas…
… Pero las luces se apagaron, y lo que debería haber sido el comienzo de un suave sonido de violines, se convirtió en silencio para mí. Cerré los ojos sabiendo que nadie podría ver lo poco que me importaba aquella representación.
Y evoqué los finos e increíbles dedos de Cristianno presionando suavemente las teclas de aquel viejo piano. Esa melodía embargó mi cabeza y la lleno de recuerdos tan tangibles que casi creí estar de nuevo en aquel sofá agujereado observándole tocar nuestra canción. Vi cómo cerraba los ojos y como volvía a abrirlos para mirarme con la misma pasión que transmitía la melodía que estaba tocando.
Me reprendí por haberme mantenido tan quieta esa noche. Por no haber sabido encontrar el valor para levantarme, ir hasta él y besarle hasta perder la razón. Ambos lo deseamos. Sin embargo, Cristianno mantuvo su promesa y yo me deleité con su paciencia. Me enamoré completamente de él.
Que desgarrador fue pensar en lo que sucedió después… El asesinato de Fabio, el tiroteo en el aeródromo… los días separados, sin saber el uno del otro… Valentino acorralándome con su cuerpo…
Me alcé impulsiva del asiento.
—¿Qué ocurre? —preguntó Valentino asiendo mi mano.
—Necesito salir de aquí, me siento mareada. —Y no mentí cuando lo miré. Las paredes de aquel palco terminarían por engullirme sino salía y cogía aire.
Valentino me escrutó unos segundos antes de levantarse y asentir con la cabeza.
—¿Necesitas que te acompañe, mi amor? —Acarició mi mejilla con tanta suavidad que me costó reconocerle en su tacto.
Aquel susurro cariñoso me trastocó. Jamás me había hablado así, tan comprensivo y sincero. Tragué saliva y negué con la cabeza. Sus ojos verde esmeralda se clavaron en los míos con intensidad e intentó trasmitirme confianza.
—Tomate el tiempo que necesites, ¿de acuerdo?
¿Qué? ¿Y ahora a qué demonios jugaba? ¿Qué estaba pasando? Valentino notó la suspicacia en mi gesto, pero la pasó por alto acompañándome hasta la puerta.
—Necesita ir al aseo, Thiago. No tardará. —Le dijo a su guardia.
Después, me besó en la frente con ternura, ignorando mi tensión, y me dejó ir.
Al principio, me moví algo forzosa. Me estaba costando muchísimo digerir el comportamiento de Valentino; había pasado de la violencia al cariño en unas horas. Pero, después, me alejé del palco notando las miradas de Thiago en mi nuca.
Aceleré el paso en cuanto salí del pasillo. La estancia reproducía el sonido de mis zapatos, mezclándose con la melodía difusa y lejana de una de las cantantes de la ópera.
De repente, un golpe brusco me detuvo. Lo primero que pensé fue que Valentino había decidido acompañarme, pero me equivoqué.
Cristianno estaba al final de la pasarela.