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SARAH

Hacía frío dentro de aquella furgoneta.

Una gota de sudor resbaló de mi frente provocándome un escozor insoportable en las heridas de la cara. Estaba amordazada con cinta adhesiva y me costaba respirar. Cada vez que lo hacía, sentía una punzada de dolor en el pecho. Mesut se había deleitado soltando patadas.

Intenté tumbarme en el suelo, pero la atadura de las piernas me apretaba y convertían la postura en una tortura. Así que me quedé quieta con las piernas encogidas.

Apoyé la cabeza en las rodillas y volví a llorar. Aquello era agónico. Yo ya sabía que iba a morir de la peor forma, ¿por qué retrasar el momento?

Cogí aire dolorosamente y cerré los ojos deseando que todo terminara.