15

SARAH

La nieve me golpeó en la cara al salir del hotel. Hacía más frío que cuando entré, pero lo noté mucho menos. Aun me quedaban unas horas para que Mesut viniera a recogerme, así que decidí perder el tiempo caminando sin rumbo. Cualquier camino me servía con tal de alejarme de Enrico todo lo posible.

No podía creer que conocerle me hubiera aturdido tanto. Tenía ganas de gritar, de llorar, de deshacer mis pasos y volver con él. De pedirle que me llevara lejos de mi vida. Pero yo no tenía derecho a sentir aquello. El amor no estaba diseñado para mí, por mucho que mi corazón e, incluso, mi mente se empeñaran en lo contrario.

Iba a salir de la calle cuando de súbito Enrico apareció ante mí. Me estampé contra su pecho, sobresaltada y toda trémula. El corazón empezó a latirme en la lengua y me olvidé de respirar en cuanto le miré a los ojos.

—No pienso irme sin ti —jadeó cogiéndome de los brazos—. Hice una promesa y voy a cumplirla aunque tenga que llevarte a arrastras a Roma, ¿me has oído?

Sus palabras se metieron bajo mi piel, haciendo que todo mi mundo se tambaleara. Fue imposible remediar mis impulsos y terminé lanzándome a sus brazos. Enrico tardó unos segundos en responder al abrazo, mostrándome lo poco habituado que estaba a una muestra de afecto. Pero cuando reaccionó, lo hizo envolviéndome con intensidad. Hundió su rostro en mí hombro.

«Vete con él. Ahora», me instó mi fuero interno.

—Confía en mí —dijo Enrico.

—Me matará en cuanto me encuentre —murmuré asustada, observando llorosa cómo la gente nos esquivaba en la calle.

—Antes deberá enfrentarse a mí…

Tragué saliva y me obligué a sepárame de él. Todo su perfume había quedado impregnado en mi ropa. Le miré, asentí y me retiré algunas lágrimas.

—Está bien… Llévame contigo.