La SELECTIVIDAD DE LATÍN EN EL CURSO DE 1992

Como ya he dicho, pasé mis dos cursos de Latín en el instituto descifrando frases y, en total, no creo que en aquellos dos años la cantidad de texto latino que trabajamos en clase alcanzase las doscientas líneas. Lo mismo hubiera dado que hubiesen sido el doble o la mitad, porque con cada nueva sentencia latina lo único que perfeccionaba era mi técnica de descifrado, que consistía en saber identificar cada vez mejor las desinencias diversas y en establecer hipótesis cada vez menos disparatadas de traducción, siempre con el apoyo del diccionario, con el que consultaba prácticamente todas y cada unas de las palabras, incluso aquéllas más evidentes, siempre alerta ante la posibilidad de los “falsos amigos”, y que me hacían que, tal y como se nos había advertido, en ningún momento pretendiese leer el texto de forma lineal, como había sido escrito y pensado por sus autores y como se hace en cualquier otra lengua, sino que lo primero que debíamos hacer era “buscar los verbos” y, a partir de ellos, ir reconstruyendo la frase pieza a pieza, primero comprobando si éstos eran intransitivos o transitivos, de ser así verificando las distintas palabras que pudieran estar en caso acusativo y comprobando si “tenía sentido” que tales fueran el objeto directo de los verbos posibles, y así toda una interminable lista de hipótesis que al final acababan sacando a la luz un engendro, por lo general incomprensible, y que a base de darle muchas vueltas al diccionario y a todas las posibles significados de cada palabra, acababa convirtiéndose en una traducción de cuyo valor no teníamos, por descontado, la menor seguridad.

Como ya he advertido, yo no me contaba entre los alumnos más sobresalientes de mi clase, aunque tampoco era de los peores, así que si digo que después de dos años de latín, a razón de cuatro horas por semana, lo máximo que conseguí fue llegar a traducir cuatro líneas en una hora con ayuda de un diccionario y con resultados bastante penosos, se podrá objetar que la culpa no era tanto del método como de mis escasas dotes intelectuales y de mi, sin duda, excesiva indolencia. Pero si reflexionamos sobre lo que se exigía en el examen de Selectividad de aquel año (que era exactamente lo que acabo de describir) veremos que tampoco había por parte de los legisladores esperanzas de que aprendiésemos mucho más.

A pesar de la opinión general sobre la caída de los niveles de exigencia en el Bachillerato actual, lo cierto es que no hay mucha diferencia entre la Selectividad de entonces y la de hoy. Si no recuerdo mal consistió en traducir (con ayuda del diccionario) dos líneas y media de César o cuatro o cinco versos de la Eneida. Además había que hacer el análisis morfosintáctico de una oración y responder a unas preguntas de derivación y literatura. Aparentemente un examen bastante sencillo para cualquiera que lleve dos o tres años estudiando una lengua y, sin embargo, tanto entonces como hoy, los resultados de la mayoría de los alumnos eran bastante discretos.

Para encontrarnos un examen considerablemente más difícil debemos remontarnos a la época anterior a la reforma de Villar Palasí, es decir, la del Bachillerato con Curso Preuniversitario, donde, según me cuentan, el examen de Latín consistía en una parrafada de unos cuarenta versos de Virgilio. Indudablemente mucho más complicado pero, en cualquier caso, tampoco creo que sea para felicitarse el que una élite de estudiantes (y hay que recordar que en los años del Preu éste era absolutamente minoritario) tras llevar estudiando cinco años una lengua a razón de cinco horas semanales, necesitase dos horas y un diccionario para hacer la traducción… pero claro, se trababa de un texto latino y, como ya se sabe, los romanos debían ser marcianos, porque no hay manera de que nadie aprenda su lengua con los mismos resultados con que se aprenden el alemán, el inglés o el ruso, lenguas éstas, indudablemente, mucho más sencillas para un español que la lengua latina…

Por mucho que le doy vueltas, no deja de asombrarme cómo durante tanto tiempo a todo el mundo le parecía todo esto normal.