NUEVAS DIFICULTADES

Otra de las formas con que se penaliza la solicitud de una excedencia voluntaria es que pierdes el destino definitivo y vuelves a concursar con cero puntos de antigüedad.

Ya me veía yo en algún pueblo remoto de Albacete o Ciudad Real cuando, al segundo año de mi regreso de Francia, me asignaron como destino definitivo un instituto de la provincia de Guadalajara casi pegado a la de Madrid.

Pensé que no podían haberme destinado a un sitio mejor pues, dentro de Castilla la Mancha, se trataba del destino que me permitiría estar más cerca de mis padres, que ya van siendo mayores. Además el pueblo me gustó y me pareció un lugar agradable para vivir.

Pronto, sin embargo, descubrí que no todo eran ventajas en mi nuevo destino: el tipo de alumnos de una población industrial y desarraigada en muchos sentidos tiene poco que ver con los chavales manchegos a los que estaba acostumbrado a tratar. No en vano mi nuevo centro estaba calificado como “de difícil desempeño”.

Lo que en la Mancha había sido una excepción (me refiero a alumnos de Bachillerato desmotivados, sin interés por las lenguas, la lectura o la historia, e incluso de actitud disruptiva en el aula) aquí era algo más que frecuente. El primer año tuve suerte y el grupo de segundo era razonablemente bueno así que, al igual que me sucediera en Almagro, pasé el mal trago de tener un primero flojo por la ilusión con que viví las clases de segundo. Pero el curso siguiente me encontré con dos grupos poco motivados, sin hábito de trabajo y con tales carencias que hacían que incluso los alumnos más trabajadores tuvieran dificultades para seguir el ritmo de la asignatura.

Fue un curso muy malo y no solo por los resultados: mi salud se resintió hasta llegar a preocuparme de veras.

Comprendí que el método Ørberg podía ser un arma de doble filo: con él los alumnos motivados y trabajadores cosechan resultados espectaculares; pero aquellos poco aplicados o con carencias importantes corren el riesgo de quedarse descolgados encontrándose perdidos de forma irreparable a mitad de curso.

No sin pesar, al año siguiente adapté la metodología a las nuevas circunstancias hasta conseguir encontrar un equilibrio, si no satisfactorio, al menos adecuado para que todos los alumnos saquen algo de provecho de las clases. Me acordé de un profesor español al que conocí en Vivarium Novum y que procedía de un centro de características similares al mío: me comentó que en su centro era imposible trabajar con el Lingua Latina per se Illustrata; me dijo que él lo que hacía era organizar un seminario por la tarde cuando contaba con alumnos adecuados. Entonces me pareció que exageraba.

Es irónico que en el momento en que me siento mejor preparado para dar clase es cuando me enfrento a las condiciones más difíciles para ello. Creo que, más allá de las características de mi nuevo centro, la agresión que en los últimos años se está perpetrando contra la inmensa mayoría de la sociedad tiene mucho que ver con todo esto: la matrícula del Bachillerato está desbordada, hay grupos de latín de más de treinta alumnos, algo que no había visto nunca en toda mi experiencia anterior como profesor; pero lo malo no es eso, sino que una gran parte de estos chavales ni siquiera querían hacer Bachillerato ni entienden si realmente les va a servir para algo. Se encuentran desmoralizados y angustiados por el drama cotidiano del paro y el endeudamiento que viven en sus casas. Muchos se han matriculado tras haber sido rechazados de unos ciclos de Formación Profesional completamente saturados y otros, sencillamente no querían estudiar. Son chicos a los que ni siquiera les gusta leer, que terminaron la ESO con muchas dificultades y que nunca hubieran pensado que acabarían cursando un Bachillerato, pero se han visto obligados para no quedarse en casa de brazos cruzados. Si han escogido Humanidades es, simplemente, porque piensan que es la opción más fácil. Y, para colmo de males, la próxima ley amenaza con suprimir nuestras disciplinas en miles de Institutos de España: pretenden reducir las modalidades de Bachillerato ofertadas por los centros, por lo que podría suceder que en muchos Institutos desapareciesen las opciones de Humanidades y Ciencias Sociales.

Algo tenemos que hacer. No basta con quejarnos: hay que rebelarse y luchar, aunque el camino se presente largo y doloroso. Como dijo un gran poeta griego: para que vuelva el sol, requiere mucho esfuerzo.