Terminado mi contrato como asistente de conversación y, como mi mujer estaba bastante harta de las soledades bretonas en donde habíamos pasado el curso, regresamos a España nada más terminar mi contrato a finales de mayo. Tenía por delante más de cuatro meses hasta reincorporarme a mi puesto de profesor de Clásicas. Decidí comenzar el estudio sistemático del método Ørberg siguiendo el ejemplo de Gonzalo.
Como se puede suponer mi avance era ahora muchísimo más lento que en aquella primera y precipitada lectura, cinco años ha. El copiar y resolver meticulosamente todos los ejercicios poniendo especial cuidado en aprender las cantidades vocálicas de cada palabra me llevaba un tiempo y esfuerzo considerable pero a mediados de agosto ya había completado todo el material correspondiente al primer tomo y, con enorme satisfacción, pude comprobar como los frutos de mi trabajo eran incomparablemente superiores.
En efecto: tal y como me había dicho Gonzalo al realizar de esta forma el Lingua Latina per se Illustrata la competencia activa del latín parecía despertarse como por arte de magia. El pasar cientos de horas resolviendo ejercicios de gramática activa (similares a los de los Workbooks de cualquier método de inglés) tenía como resultado que, poco a poco, la mente se acostumbrase de tal forma a pensar en latín que, incluso sin haber tenido ni una clase práctica de conversación, al acercarte al final del primer volumen te dabas cuenta de que eras capaz de expresarte en latín con relativa fluidez sobre cualquier tema cotidiano que se te pasase por la cabeza. Para mi inmensa alegría descubrí que ya podía hablar en latín, si no como un Cicerón, sí con una competencia similar a la que, por ejemplo, tendría un estudiante de inglés de nivel A2. Una vez más estaba eufórico y esta vez con razón.
Eso sí: el esfuerzo realizado había sido agotador. Decidí tomarme un descanso antes de comenzar con el segundo volumen. Empecé a leer los primeros capítulos del Roma Aeterna sin proponerme realizar sistemáticamente los ejercicios como había hecho hasta entonces y para mi alegría y sorpresa comprobé que ahora sí los leía sin dificultad. ¡Los consejos de Gonzalo habían funcionado!
Me reincorporé a la función pública con destino provisional en un instituto de Almagro. Sabía que mi nueva comprensión de la mecánica del método y el trabajo realizado los últimos cuatro meses no sólo habían supuesto una mejora espectacular en mi nivel de latín, sino que iban a suponer un cambio radical en mi aplicación del método en el aula. Por primera vez me veía capacitado para dar una clase de latín ¡en latín! Y estaba convencido de que podía hacer aprender a mis alumnos con el mismo sistema que Gonzalo me había descubierto.
Durante aquel curso viví el mayor éxito de mi vida como profesor de latín con el grupo de segundo de Bachillerato, donde había pocos alumnos y casi todos excelentes. Completé casi todo el primer volumen. Pero esta vez trabajándolo como es debido y haciendo los ejercicios. Los chavales enseguida se engancharon al método, que empezamos de cero, y a las pocas semanas ya estaban hablando en latín, componiendo sus propios textos y resúmenes, y eran capaces de leer el texto y hacer los ejercicios casi tan bien como yo. No quiero ni pensar lo que hubiera logrado con esa clase de haberla tenido dos años. Baste decir que varios de ellos alcanzaron un nivel tan bueno que eran capaces de entender los exámenes de Selectividad a primera vista. Estaba tan emocionado que hasta llamé a un periódico local para que nos hicieran una entrevista.
En el curso de primero, sin embargo, los resultados fueron bastante más flojos: eran también pocos alumnos pero, en general, nada motivados ni trabajadores. La falta de trabajo y, sobre todo, de interés y atención en el aula, provocaron que tanto el ritmo de la clase como el nivel alcanzado se resintieran considerablemente. Fue una desagradable sorpresa encontrar a alumnos de esa edad tan faltos de interés y poco responsables; era la primera vez que encontraba una clase así en el Bachillerato. Por desgracia no iba a ser la última.