LINGVA LATINA PER SE ILLVSTRATA

El volumen que me había llevado conmigo a Atenas era un grueso manual de trescientas veintiocho páginas escrito desde la primera hasta la última completamente en latín; no había ni una sola palabra en ninguna otra lengua.

Más que a un método de idiomas, recordaba a aquellos libros de primeras lecturas que abundaban en la antigua escuela primaria, pero en latín. De no ser por las explicaciones y los dibujos de los márgenes, aquello bien podría pasar por una novela latina antes que por un manual de aprendizaje, al menos no se parecía en nada a otros manuales o libros de texto que yo hubiese visto, ni de latín, ni de ninguna otra lengua.

El capítulo I, titulado IMPERIVM ROMANVM comienza con las siguientes frases:

Roma in Italia est. Italia in Europa est. Italia et Graecia in Europa sunt.

Hispania quoque in Europa est.

Como quiera que en la página de la derecha aparece un mapa de Europa donde se indican los nombres y localización de Italia, Hispania, Graecia y Roma, cualquiera, incluso en el improbable caso de que ignorase por completo a qué se refieren estas palabras, podría deducir el significado de las tres primeras frases y, por consiguiente, también de las palabras in, est, et y sunt. Y fíjense que digo cualquiera; incluso un alumno cuya lengua materna no tuviera ni el más remoto parecido con el latín.

Para un alumno español el significado de las tres primeras frases es evidente por su parecido con nuestra lengua, pero al llegar a la cuarta frase encontramos una palabra cuyo significado no es posible deducir de su similitud con el castellano y, sin embargo, cualquier alumno mínimamente despierto será capaz de comprender el sentido de quoque gracias al contexto en que aparece.

Al igual que sucede con este primer ejemplo, por increíble que pueda parecer, todas y cada una de las casi cuatro mil palabras latinas que van apareciendo en el método, siempre pueden deducirse, la primera vez que aparecen, de su contexto. Es gracias a este sistema que el manual no necesita incluir ningún vocabulario auxiliar en ninguna lengua extranjera y que cualquiera que aprenda latín con este método no necesita recurrir ni una sola vez en su aprendizaje al auxilio de un diccionario. Y esto sucede desde el primer capítulo hasta el último.

El alumno que complete con provecho el primer volumen descubrirá que ya es capaz de leer de forma fluida textos latinos sencillos como los libros narrativos de la Vulgata o algunas crónicas latinas medievales, por ejemplo. El que asimile con éxito los contenidos del segundo volumen puede disfrutar como verdadero lector de cualquier obra de la literatura latina.

Exactamente el mismo sistema de enseñanza se emplea para la explicación (más bien deberíamos decir ejemplificación) de la gramática: cada nuevo concepto gramatical es introducido de tal forma que el aprendiz puede llegar a deducir su mecánica mediante la comprensión del contexto.

Por si todo esto fuera poco, al final de cada capítulo (cuyas historias poco a poco van configurando una simpática novela de aventuras protagonizada por una familia romana del siglo II d. C.) se ofrece un claro resumen (también en latín, por su puesto) de los nuevos contenidos gramaticales aparecidos en la lectura, dos ejercicios para practicar la gramática y el vocabulario, y una lista con todas las palabras nuevas aparecidas en el capítulo para que el lector pueda verificar, fuera de contexto, si ha retenido todos los significados.