SOCUÉLLAMOS

El primer instituto al que me destinaron como funcionario en prácticas estaba en un poblachón manchego llamado Socuéllamos. Allí el profesor de Latín era también Jefe de Estudios, por lo que la plaza por la que se me solicitaba era sólo de griego, teniendo que completar el resto de mi horario con Alternativa a la Religión, Procesos de Comunicación y cosas por el estilo.

A pesar de mi firme intención de enseñar griego clásico con el método comunicativo, enseguida me di cuenta de que una cosa era tener clara la metodología y otra, tener la competencia suficiente como para aplicarla. Como ha quedado dicho yo entendía razonablemente el griego antiguo, pero mi conocimiento era exclusivamente pasivo. No tenía ni idea de cómo hablar griego clásico. Era como si, por ejemplo, pretendiese ponerme a enseñar italiano: por muy bien que entienda el italiano (y cualquier español culto puede leerlo con relativa facilidad a poco que se familiarice con las pocas palabras distintas más frecuentes), una cosa es eso y otra bien distinta ser capaz de dar una clase en italiano.

Como en aquella época internet empezaba a ser una herramienta familiar, se me ocurrió que en la red de redes me sería muy fácil encontrar algún manual para enseñar el griego antiguo de forma comunicativa. Esperaba encontrar algo similar al Epikinoniste Elliniká, con el que había aprendido griego moderno en la Hellenic American Union, pero en griego clásico. Siguiendo ese manual, pensaba, iría aprendiendo yo mismo a la vez que enseñaba.

Para mi desesperación y sorpresa al cabo de unas semanas de búsqueda comprendí que no había nada parecido en griego clásico. Lo más avanzado que existía era el ya comentado Reading Greek, el método de Oxford (que me pareció igual que el Reading Greek, es decir, para nada lo que yo andaba buscando) y algunos métodos más en la misma línea… ¡escritos a principios de siglo! (me refiero al famoso trabajo de W. H. D. Rouse: A Greek boy at home).

Ante la imposibilidad de llevar a cabo mi plan, tuve que posponerlo sine die hasta que yo mismo elaborase los materiales. Ingenuo de mi, me figuraba que con un poco de esfuerzo sería capaz de escribir yo mismo un método comunicativo para griego clásico. Tardaría bastantes años más en publicarse el primer manual de griego clásico que pretende adoptar dicho enfoque; me refiero al interesante método Polis, escrito por Cristophe Rico y del que, de momento, sólo está editado el nivel básico.

Entre tanto, comencé a usar el claro y efectivo sistema de Mª Ángeles que, dentro de la metodología de gramática y traducción era el mejor que conocía, combinado con un método experimental elaborado en los años 70 por el catedrático Martín Ruipérez, y que es uno de los pocos ejemplos españoles que conozco de intentar enseñar el griego clásico con una didáctica distinta a la de gramática y traducción.

Los resultados fueron bastante buenos dentro de lo que se suele obtener con esta metodología: los chavales aprendieron bien las características básicas de la gramática griega, el uso del diccionario, y a aplicar estos conocimientos a la traducción de textos sencillos, así que todos pasaron con éxito la Selectividad.

Pero eso no tenía nada que ver con lo que a mí me hubiera gustado conseguir. Yo sabía que las lenguas se podían enseñar de otra forma, incluso las lenguas clásicas. Pensaba entonces que el único problema era que carecía de materiales adecuados; no me daba cuenta del otro problema, mucho mayor: que yo mismo carecía de la competencia necesaria para dar una clase comunicativa en griego.