LAS CLASES DE GRIEGO MODERNO Y MI TRABAJO COMO PROFESOR DE ESPAÑOL

La Hellenic American Union es un instituto de idiomas dedicado fundamentalmente a la enseñanza de inglés, pero que también ofrece cursos de griego moderno para extranjeros. El curso de verano con el que yo comencé tenía carácter intensivo (mañana y tarde) por lo que en un mes debimos avanzar desde el nivel principiante a la mitad del A2.

Aparte de conocer las letras y no tener problemas para entender los conceptos gramaticales, de poco me sirvieron mis escasos conocimientos de griego clásico en el aprendizaje de la lengua.

El funcionamiento del curso era el habitual en la metodología comunicativa y que cualquier persona que haya estudiado inglés en sitios como International House o el British Council conoce perfectamente: empezábamos aprendiendo a presentarnos, a hablar de nuestra familia, nuestra profesión, nuestros gustos, etc. y, poco a poco, a través de situaciones comunicativas cada vez más complejas, íbamos asentando y ampliando nuestros conocimientos de gramática y vocabulario. Si a esto se suma que en muy pocos días comencé a hacer amigos griegos con los que pasaba todo mi tiempo, a nadie le extrañará que para el final del verano ya fuese capaz de chapurrear en griego con bastante soltura.

Durante el curso normal seguí asistiendo a las clases matutinas de la Hellenic American Union, y por la tarde dando clases como profesor de español en la sección del Instituto Cervantes del Pireo.

Al acabar el año escolar creo que habíamos alcanzado el nivel B2 (equivalente al First Certificate,) y aunque todavía me quedaba muchísimo camino por recorrer en el aprendizaje del griego (y hoy sé que aprender una lengua extranjera es un camino que no se termina nunca), ya me desenvolvía de forma completamente autónoma y era capaz de defenderme con soltura en casi cualquier situación de la vida cotidiana.

Muy interesante me resultó también mi trabajo como profesor de español. Cuando César, el entonces jefe de Estudios del Cervantes, me ofreció el trabajo, confieso que a mí me daba bastante miedo mi falta de experiencia y, sobre todo, por mis todavía escasos conocimientos de la lengua griega, hecho por el cual me parecía muy difícil poder impartir clase a alumnos griegos. Sin embargo, al confesar a César mis temores, éste me respondió: “¿Que no sabes griego? ¡Ni yo tampoco! ¡Pero no te habrás creído que vas a dar clase de español en griego! Eso ni pensarlo, ¡totalmente prohibido!” César fue tan amable que me permitió asistir a su propio curso para principiantes como observador durante los primeros días, de forma que, lo que yo veía que hacía él en su clase, después lo repetía yo también en la mía.

Pero lo que más útil me fue a la hora de preparar mis clases de español fue mi propia experiencia como alumno de griego moderno: en efecto, en las clases a las que yo mismo asistía por la mañana la única lengua que se permitía era el griego (no podía ser de otra forma, pues los alumnos éramos cada uno de países distintos y la única lengua que todos teníamos en común era la que estábamos aprendiendo.) De esta forma en las clases de griego, no sólo aprendía la lengua, sino el procedimiento por el que ésta se aprende, para así poder aplicarlo después yo mismo como profesor. Y debo añadir que tuve unas maestras extraordinarias, pues verdaderamente en la Hellenic American Union sabían muy bien cómo se enseña una lengua.