[1] J. MARICHAL, «La vocación de Manuel Azaña», Madrid, 1971, pp. 13-14; en VV.AA., Azaña, Madrid, Ministerio de Cultura, 1991, pp. 147, 163 y 179. <<
[2] M. AZAÑA, Tres generaciones del Ateneo, Madrid, 1931, pp. 23 y 27. <<
[3] No obstante se preocupó de seguir recibiendo su sueldo de funcionario. <<
[4] N. ALCALÁ-ZAMORA, Memorias, p. 220. <<
[5] M. AZAÑA, Memorias I, Barcelona, Grijalbo, 1978, p. 384. <<
[6] Las opiniones despectivas de Azaña sobre sus ministros, y sobre los republicanos en general, salpican sus diarios. Véase, por ejemplo Memorias I, pp. 496, 503, 536, 538, 587, o Diarios 1932-1933. «Los cuadernos robados», Barcelona, Crítica, 1997, pp. 309, 332, 334, 339, 408, etc. <<
[7] M. AZAÑA, Diarios, pp. 400-1, 391, 313-4, 396. <<
[8] S. JULIÁ, prólogo a Diarios. <<
[9] A menudo se dice que Azaña y sus reformas eran moderados, pero que erró al adoptar un tono radical y, a veces, provocador. Pero fue bastante más que un «tono». <<
[10] M. AZAÑA, Diarios, p. 106. <<
[11] M. AZAÑA, Mi rebelión en Barcelona, Madrid, 1935, p. 35; E. LARGO CABALLERO, Escritos de la República, Madrid, Pablo Iglesias, 1985, pp. 111- 116. <<
[12] M. AZAÑA, Discursos en campo abierto, Madrid, 1936, p. 240. <<
[13] Discurso, 1 de marzo de 1936, ante las masas, en P. Moa, El derrumbe de la segunda república y la guerra civil, Madrid, Encuentro, 2001, p. 270. <<
[14] Cortes, Diario de Sesiones, 3-4-1936. <<
[15] J. PEÑA GONZÁLEZ, Manuel Azaña, Alcalá de Henares, 1991, p. 195; M. Muela, Azaña estadista, Madrid, Biblioteca Nueva, 2000, p. 190. <<