[1] P. SAINZ, Testimonio…, cit., p. 123; F. SUÁREZ, prólogo a R. de Maeztu, Defensa de la Hispanidad, p. 37. <<
[2] I. GIBSON, Granada 1936. El asesinato de García Lorca, Crítica, Barcelona, 1979, p. 42. <<
[3] El Sol, 23-6-1931. <<
[4] Ahora, 17 de junio de 1936; El mono azul, núm. 4, Madrid, 17 de septiembre de 1936. A. TRAPIELLO, Las armas y las letras. Literatura y guerra civil, Planeta, Barcelona, 1994, p. 86. <<
[5] A. TRAPIELLO, Las armas…,, cit. p. 120. <<
[6] En A. REIG TAPIA, Memoria de la guerra civil. Los mitos de la tribu, Alianza, Madrid, 1999, p. 295. <<
[7] En J. M. GARCíA ESCUDERO, Historia política de las dos Españas, III, Editora Nacional, Madrid, 1976, p. 1495. <<
[8] F. SUÁREZ en R. de Maeztu, Defensa…, cit., p. 38.
Los comentaristas de izquierda suelen despreciar el valor intelectual de Maeztu, contra quien han acumulado invectivas. Cosa llamativa, habida cuenta de la escasa enjundia del pensamiento de izquierda en España. Víctimas de la guerra civil, por ejemplo, presenta al asesinado como «el intelectual de mayor prestigio que pudieron pasear como mártir los franquistas». A. Trapiello, en Las armas y las letras, lo califica de «un invento del franquismo, el escritor muerto que se intentó oponer al otro muerto ilustre, que era García Lorca, en un esfuerzo desesperado por demostrar que la barbarie de la guerra se había propagado en ambas zonas por igual»; o bien: «Era un hombre nada refinado, que no entendía nada de casi nada» (todo lo contrario de Trapiello, claro). El tono sugiere que referirse al crimen apenas vale la pena, o hace el juego a la propaganda franquista. Este sectarismo un tanto brutal persiste de muchas formas: la derecha se ha unido a las conmemoraciones de García Lorca; la izquierda nunca lo ha hecho con las de Maeztu u otros intelectuales víctimas del Frente Popular, cuyo asesinato, da la impresión, se sigue considerando de algún modo justificado. (A. TRAPIELLO, Las armas…, cit., p. 110; A. TRAPIELLO, Los nietos del Cid, Barcelona, 1997, p. 88. <<
[9] A. D. Martín Rubio da una lista de 29 intelectuales de diverso relieve asesinados por el Frente Popular, aparte de otros más directamente políticos, como Víctor Pradera, Ledesma Ramos o José Antonio, y de los religiosos. Los intelectuales de Acción Española fueron literalmente masacrados: además de Maeztu, Pradera o García Villada, A. Bermúdez-Cañete, J. Reina, A. Alcalá-Galiano, E Santander, García de la Herrán, o M. Bueno (A. D. MARTÍN RUBIO, Salvar la memoria. Una reflexión sobre las víctimas de la guerra civil, Badajoz, 1999, pp. 131-133; G. FERNÁNDEZ DE LA MORA en Razón española, núm. 89, Madrid, de 1998. <<
[10] Vuelto a España tras la muerte de Franco, apoyó el terrorismo de ETA. Durante la guerra negó que los intelectuales sufrieran amenazas. María Teresa León, esposa de Alberti, recoge de Juan Ramón Jiménez, a quien encontraron un día en la calle, lleno de euforia: «Llegaron a mi casa unos de la FAI empeñados en que yo era un tal Ramón Jiménez al que iban buscando. Afortunadamente, uno de ellos me metió un dedo en la boca y aclaró: “Pues éste no es, porque éste no lleva dentadura postiza”. Qué bien comprendimos lo sonriente que iba Juan Ramón, llevando entre los labios su documento de identidad intransferible». Y concluye María Teresa con tierna comprensión: «¡Ah, qué Madrid este!». Ella misma cuenta cómo ayudó a detener a dos infelices, cuyo destino no explicita. Alberti hizo más que participar en detenciones ocasionales (M.T. LEÓN, Memoria de la melancolía, Laia, Barcelona, 1977, pp. 171- 173). <<
[11] J. ORTEGA Y GASSET, La rebelión de las masas, Vergara, Barcelona, 1962, p. 282. <<
[12] En «El cultural», suplemento literario de El Mundo, 4 de julio de 2001. <<
[13] Ibid.; M. RUBIO CABEZA, Los intelectuales españoles y el 18 de julio, Acervo, Barcelona, 1975, p. 83. <<
[14] J. M. CUENCA TORIBIO, La guerra civil de 1936, Espasa, Madrid, 1986, pp. 206 ss. <<