INTRODUCCIÓN

INTRODUCCIÓN

por el profesor ALAN WACE

Uno de los descubrimientos más importantes de los últimos ochenta años ha sido sin duda el de la civilización de la Grecia prehistórica, la civilización egea como se la suele llamar. Antes de 1870 la historia de Grecia empezaba aproximadamente con la Primera Olimpíada en el año 776 antes de Cristo. Todo lo anterior a esta fecha era legendario y mítico. La Edad de Homero, así como los héroes homéricos y sus ciudades, eran también considerados como parte de una historia fantástica.

Ahora, gracias a la investigación arqueológica, la historia de Grecia ha retrocedido más allá del principio del tercer milenio antes de Cristo. La Primera Olimpíada ya fue posterior al principio de la Edad de Hierro. La arqueología ha reconstruido la historia griega antes del principio de la Edad de Hierro, abarcando también toda la Edad de Bronce e incluso la época neolítica hasta los albores de la civilización.

Estos conocimientos se deben al trabajo de los sabios de muchas naciones, pero principalmente a las geniales investigaciones de dos hombres Heinrich Schliemann y Arthur Evans. La historia de sus descubrimientos parece una novela. Schliemann, el modesto recadero que se convirtió en una gran figura del mundo mercantil, soñó desde sus días escolares con descubrir Troya y demostrar que los poemas de Homero tenían una sólida base histórica. Solía afirmar que había descubierto un mundo nuevo para la arqueología, pero no pudo ver en vida todo su alcance. Sus excavaciones de Troya, Micenas y Tirinto han abierto un campo casi ilimitado para la investigación. Sus colaboradores y discípulos, fueron poco a poco completando los detalles que faltaban. Más tarde, diez años después de la muerte de Schliemann, Evans, con sus excavaciones de Cnosos en Creta, reveló otro aspecto de este nuevo mundo, un aspecto de un esplendor insospechado. Evans hizo sus descubrimientos inspirado por el convencimiento de que una cultura tan brillante como la de Micenas no pudo ser muda. Estaba seguro de que los creadores de la gran cultura prehistórica de Grecia que Schliemann había descubierto y cuyo esplendor perdura en los poemas homéricos, tenían que haber conocido la escritura. Continuando la gran obra de Evans en Cnosos, otros han excavado en Creta y, en los últimos años, con las nuevas excavaciones en Tirinto y en Micenas, y el descubrimiento de la Casa de Cadmo en Tebas y del Palacio de Néstor en Pylos, donde se ha hallado gran número de tablillas de arcilla con inscripciones, el continente griego se ha convertido de nuevo en un centro de gran interés. En el verano de 1952 se excavó otro círculo de tumbas, una generación más antigua que el de las tumbas reales que Schliemann descubrió en 1876 y se encontraron tablillas en una casa particular con inscripciones que confirman nuevamente la verdad de la hipótesis de Evans.

En tiempos pasados primero Troya y después Creta fueron consideradas como las fuentes más antiguas para la historia de Grecia, pero en vista de las excavaciones realizadas en el continente griego durante los últimos treinta y cinco años, la solución del problema de la llegada de los griegos y el comienzo de la civilización griega y europea debe buscarse en el mismo continente de Grecia, donde, aunque muchos detalles están aún por aclarar, la estratificación arqueológica principal es ahora indudable. La historia de Grecia empieza con una Época Neolítica que termina como unos 3000 años a. C. Sucede a ésta la Edad Antigua de Bronce, cuando un pueblo que ya conocía el bronce, emparentado con los primeros habitantes de Creta y de las Cícladas, entró en Grecia por las costas del sudeste. Aparentemente, este pueblo no era indoeuropeo e introdujo en Grecia muchos nombres de lugares y plantas que terminan en —nthos, —ene, —ssos; lugares con nombres tales como Korinthos, Mykene, Parnassos, y nombres de plantas como terebinthos y kolokynthos, y otros nombres como labyrinthos y asaminthos. No mucho después del año 2000 a. C. apareció en Grecia un nuevo pueblo que se cree fueron los primeros griegos que penetraron en Hélade. No sabemos de dónde llegaron, pero es posible que vinieran por los Dardanelos. Del mismo modo que las gentes de la Antigua Edad de Bronce parece que se fusionaron con el pueblo neolítico, este pueblo de la Edad Media de Bronce, los primeros griegos, se mezcló también con los habitantes anteriores. Así, a fines de la Edad de Bronce Media, poco después de 1600 a. C., la población de Grecia era ya una raza mixta, aunque probablemente con la llegada de nuevas corrientes de tribus griegas la proporción de los griegos aumentaba constantemente.

Entre la Edad de Bronce Media y la Edad de Bronce Reciente, que empieza alrededor de 1580 a. C., no hubo salto repentino sino simplemente una lenta evolución de una fase a otra. La característica principal que marca el comienzo de la Edad de Bronce Reciente es la influencia que entonces ejerció en el continente la civilización minoica de Creta. Al parecer durante la Edad de Bronce Media, el contacto directo entre el continente y Creta fue insignificante. Poco a poco, hacia el final de la Edad de Bronce Media, la influencia de Creta fue haciéndose cada vez más marcada y al principiar la Edad de Bronce Reciente el continente había adaptado y adoptado mucho de la cultura minoica. Con el comienzo de la segunda fase de la Edad de Bronce Reciente (Minoico Reciente II y Heládico Reciente III, 1500-1400), parece que se estrecharon mucho las relaciones entre Cnosos, cuya cultura era por entonces notablemente diferente de la del resto de Creta, y el continente. Esto no quiere decir que Cnosos colonizara o ejerciera una dominación política sobre el continente. No cabe duda de que en la cultura del continente por aquella época existía una gran influencia de origen cretense, pero también en la cultura de Cnosos se encuentran muchos elementos del continente. La exacta relación que prevalecía entonces entre Cnosos y el continente sería investigada y definida más adelante. En la última fase de la Edad de Bronce Reciente (1400 hasta la ultima parte del siglo XII a. C.) después de la destrucción del Palacio de Minos en Cnosos, alrededor del año 1400 a. C., Micenas y el continente se convirtieron en la fuerza predominante del mundo egeo. Al finalizar el siglo XII, entre la Edad de Bronce y la Edad de Hierro tuvo lugar una transición que se distingue por un cambio gradual en la cerámica. Esta es la época cuando, según la tradición, entraron en Grecia los dorios.

No debemos dar por sentado que con la llegada de los dorios se produjera en Grecia un cambio racial o cultural. La cultura de la Edad de Hierro es una evolución natural de la última fase de la Edad de Bronce y entre las dos etapas hay un período de transición bastante amplio. Puesto que aceptamos que hubo griegos en Grecia desde el principio de la Edad Media de Bronce en adelante, resulta contradictorio suponer, como lo hacen algunos eruditos, que la historia y la cultura de Grecia no empiezan sino con la Edad de Hierro. Desde la Edad Neolítica en adelante, la historia y la cultura de Grecia estuvieron en un estado de evolución continua. La raza griega, los helenos, empezó a desarrollarse desde el comienzo de la Edad de Bronce Media. Fue una raza mixta formada por los pobladores neolíticos, los de la Edad de Bronce Antigua y las olas sucesivas de pueblos de habla griega que empezaron a llegar a Grecia durante la Edad de Bronce Media. Esta continuidad en el desarrollo de Grecia desde los tiempos primitivos es una de las muchas cosas que hemos aprendido siguiendo los pasos de Schliemann y Evans.

Así vemos cómo a través de la obra de dos exploradores geniales, se han añadido a la historia de Grecia por lo menos dos milenios, al mismo tiempo que nuestro conocimiento del desarrollo de la raza griega, a la que tanto debe nuestra civilización, se ha incrementado en un grado que supera a todas nuestras esperanzas.

En este libro el Sr. Cottrell relata la historia de los dos hombres a los que se debe esta tremenda expansión del conocimiento. Uno de ellos, Schliemann, no disfrutó de una verdadera educación, habiéndose preparado y formado por sí solo. Como excavador abrió un nuevo campo de investigaciones, porque en su época la excavación arqueológica estaba aun en su infancia.

Como tantos iniciadores, para que reconocieran la importancia de sus descubrimientos, Schliemann tuvo que luchar con una falta de comprensión general. Durante algún tiempo fue como un profeta solitario clamando en el desierto. Hoy se reconoce universalmente el valor de sus descubrimientos así como su arrolladora importancia y las débiles voces contrarias pueden muy bien ser ignoradas.

Evans tuvo todas las ventajas propias de la educación que se impartía en su época en las escuelas publicas inglesas y en Oxford. Tuvo también la oportunidad de hacer estudios superiores en una universidad alemana. Sus aficiones arqueológicas las heredó en parte de su famoso padre y en parte fueron fruto de su propia inteligencia investigadora que por todo se interesaba. Desde muy joven demostró que tenía disposición especial para los viajes de exploración, pero carecía totalmente de preparación adecuada para trabajos de excavación. Por eso fue tan extraordinaria la obra que llevó a cabo en Cnosos. Gracias a su educación, conocimientos y experiencia, supo exponer ante el mundo los resultados obtenidos, en tal forma que todos pudieron comprender la importancia de sus descubrimientos y apreciar su significado.

El Sr. Cottrell revela todo esto al lector, presentándolo con la amenidad de una novela de aventuras, que en realidad lo es. Esta labor de exploración erudita constituye efectivamente una aventura y debe relatarse como tal. Esperemos que esta obra del Sr. Cottrell, tan amenamente escrita, estimule a otros jóvenes de esta generación y de las futuras a imitar a estos dos grandes hombres, Schliemann y Evans. Descubrieron un mundo para la arqueología y para los estudios clásicos, pero si mucho se ha aprendido, mucho queda todavía por aprender. Uno de los grandes problemas es el del lenguaje y el descifre de las tablillas de arcilla con inscripciones en la escritura llamada Lineal B. Si, como ahora creen los más distinguidos investigadores en esta materia, el lenguaje de las tablillas de Pylos, Cnosos y Micenas es griego, cuando se descifren nos descubrirán un aspecto enteramente nuevo del mundo minoico-micénico así como de los albores del griego y de los griegos, con cuyo genio estará eternamente en deuda toda la humanidad. El representante más grande de ese genio es Homero, el poeta supremo del mundo, cuyos inmortales poemas brillan con un resplandor más deslumbrante todavía a la luz de los descubrimientos de Schliemann y de Evans, realmente trascendentales.

ALAN WACE