Agradecimientos

Mi más sentido agradecimiento a la MacDowell Colony —y a todos los que la hacen posible— por ofrecer el entorno más sugerente que un artista pueda encontrar. Las hago extensivas a los artistas con los que compartí residencias en MacDowell y a la Corporación de Yaddo, cuyo compartido amor por su trabajo alimentó el mío.

Tengo una deuda con Judi Farkas, quien me ofreció los primeros ánimos y puso mi manuscrito en manos de alguien del que no sólo recibí fe y entusiasmo, sino también brillantes consejos editoriales: mi agente, David Kuhn.

Quiero agradecer a Jennifer Brehl, de la agencia William Morrow, su perfecto oído y su no menos perfecto bolígrafo rojo. Gracias, también, a mi familia de amigos y a esos otros amigos —muchos de ellos, conocidos tan sólo por carta— que llevan tiempo leyéndome. Os tengo presentes en todo lo que escribo.

Mi hija y primogénita, Audrey Bethel, me ayudó a celebrar este libro —así como una unión más duradera que el granito— escalando conmigo, el Día del Trabajo, nuestra montaña favorita, Monadnock.

Y, como siempre, todo mi amor para el hombre cuya confianza y apoyo nunca han flaqueado durante doce estaciones que no han sido nada fáciles: David Schiff.