Soneto

Estábanse la Paula y el Antonio,

él todo fuego y ella toda estopa,

cuando, bajo los pliegues de la ropa,

con buen fuelle soplóles el demonio.

El soplo debió ser viento favonio

(el que empreña a las yeguas por la popa),

pues la fuente viril alzó su copa,

y Paula hizo que diera testimonio.

Tal surtidor tenía la alta fuente,

que empapó a un caballero y a una dama,

después de salpicar a mucha gente.

Aunque el caso es muy digno de la fama,

me atrevo a aconsejar que nadie intente

hacer tal cosa fuera de la cama.

Alfonso Canales