29 de abril de 1972. Carta de C. J. C. al Dr. J. de P. A., profesor adjunto de patología médica.

Muy señor mío y amigo,

Le agradezco —como español y patriota— su generoso diagnóstico sobre la musculatura de la pija hispánica, orgullo del país y espejo de foráneos. Como jamás negué mi colaboración a la ciencia, ahí van los datos que me pide.

a) De forma cilíndrica —o quizá levemente troncocónica— el cipote de Archidona da, en estado de lucimiento y descapullez, las siguientes medidas: diámetro de la base, 8,5 cm.; longitud, 42 cm.; diámetro de la cúspide, 7,6 cm. ¡Qué los clementes dioses lo bendigan!

b) El mozo archidonero se corrió de cuchara, esto es, hacia atrás y por encima de la cabeza, como chutaba Zarra, y su engrudo vital, en el suceso que nos ocupa, describió una trayectoria parabólica de 5,40 m. de alcance. Como verá se trata de un problema de balística y opino que quizá fuera prudente que consultara usted a un artillero.

c) Acostumbra a autocascársela tres veces al día —al despertarse, de postre del almuerzo y al acostarse para adecuar los buenos sueños— salvo moza propicia a la que, claro es, no desaira. Su ritmo es rápido y breve y no suele pasar más allá de los primeros compases del pasodoble El gato montés. Se la zurra con la derecha porque, dada su edad y prepotencia, no precisa cambiar de mano.

d) La despiadada catarata se produjo al quinto vaivén profundo, tras no más de dos de tanteo.

e) Rugió ¡Viva España!, y se fue. ¡Angelito! Según informes de la guardia civil, ni babeó ni bizqueó.

Deseando haberlo complacido con el acopio de estos datos que tanto pueden redundar en el mejor provecho de su labor científica, quedo suyo affmo.,