19 de abril de 1972. Carta del Dr. J. de P. A., profesor adjunto de patología médica, a C. J. C.
Muy señor mío:
He entrado en conocimiento y con júbilo (como hombre y como español, que no como católico), del episodio que ya por el país viene en llamarse «asunto de Archidona» o, más llanamente, «la paja de Archidona».
La cuestión, a mi modo de ver, es importante y no la debemos dejar pasar. Bien es cierto que debe ser exaltada literariamente como una epopeya de la raza, como un aldabonazo a aquellas conciencias adormecidas que piensan que el garbanzo y la paja han ido haciendo decrépita, secularmente, nuestra raza. Pero no es menos cierto que la cuestión necesita un enfoque científico. Y he aquí la razón de esta carta y de las molestias que conlleva para usted: el «asunto de Archidona» o, más llanamente, «la paja de Archidona», debe estudiarse científicamente.
Hemos sostenido, en algunos trabajos realizados por un equipo rigurosamente científico, con el asesoramiento de diversas colaboradoras escandinavas, conocedoras de la cuestión a nivel internacional, que la potencia de la musculatura penal y vésico–excretora del varón español está muy por encima del resto de los varones, y se aproxima a la del toro. Y a ello, hemos insistido en contra de otras autoridades en la materia, ha contribuido poderosamente la paja autóloga (más raramente heteróloga) que se practica en España desde tiempo inmemorial con tenacidad sorprendente.
La casualidad ha querido (y seguramente también San Cosme y San Damián, patrones de la Fisiología) que en un bello pueblo español haya aparecido el caso necesario para demostrar nuestra hipótesis.
Formamos un apretado grupo de médicos, científicos e investigadores, al cual se ha unido un físico, especialista en las leyes de Poiseuille y Venturi y en la ecuación de la dinámica de líquidos de Reynolds, y ha prometido su colaboración el funcionario municipal encargado del uso y conservación de las mangueras de riego. El grupo puede ser eficaz.
Para comenzar el estudio necesitamos los siguientes datos, que si están en sus manos (expresión figurada), le ruego que nos los remita.
A) Medidas pijométricas del varón en cuestión.
B) Altura alcanzada por el producto y, a ser posible, gráfica de la trayectoria.
C) Hábito anterior de esparcimiento autólogo (entiéndase expansiones pililares en régimen de autoservicio). Si es posible, anótese ritmo y frecuencia, y si el varón en cuestión es, al respecto que nos interesa, diestro, siniestro o ambidextro.
D) Número de vaivenes que la fuerza motriz necesitó para obtener el feliz resultado.
E) Finalmente, sería interesante conocer, aunque no imprescindible, si el varón en el momento de producirse el feliz resultado, exhaló algún alarido de satisfacción o todo se realizó con el habitual quejido suspiroso. Anótese si en el momento se produjo caída de baba y bizquera transitoria.
Con estos datos creo que podremos trabajar. ¡Quiera Dios, y también San Cosme y San Damián, que obtengamos buenos resultados! Si ello fuera así, lograríamos reivindicar, en parte, la maltrecha fisiología del varón hispano, con las consecuencias indudables y beneficiosas que ello tendría de cara al turismo, y quizás, al Mercado Común.
Y para nosotros sería una gran satisfacción científica haber descrito el primer caso del síndrome que, dentro de poco, puede ser conocido en la literatura científica internacional, como «orgasmus hipertónicus archidonensis».
Sin otro particular, pues, a la espera de su valiosa colaboración, le saluda atentamente,