El inspector Curry dijo con bastante impaciencia y malhumor:
—¿Y bien, señorita Marple?
—¿No podríamos, si quiere, ir al Gran Vestíbulo?
El inspector Curry pareció ligeramente sorprendido.
—¿Es ésa la idea que usted tiene de un sitio reservado? Seguramente aquí,… —Y miró hacia el despacho.
—No es eso lo que estaba pensando. Es que quiero enseñarle algo. Algo que me hizo ver Alex Restarick.
El inspector Curry, ahogando un suspiro, se puso en pie para seguir a la señorita Marple.
—¿Es que alguien ha estado hablando con usted?
—No —repuso la solterona—. No se trata de lo que se ha dicho. En realidad es cuestión de los trucos que emplean los ilusionistas. Lo hacen con unos espejos, sabe… esas cosas… no sé si me comprende.
El inspector Curry no entendía nada, y la miró preguntándose si no se habría vuelto loca.
La señorita Marple ocupó su sitio y le pidió que se pusiera a su lado.
—Quiero que imagine que esto es un escenario, inspector, tal como estaba la noche que Christian Gulbrandsen fue asesinado. Usted está aquí entre los espectadores mirando los personajes que aparecen en la escena. La señora Serrocold, yo, la señorita Strete, Gina y Esteban… y lo mismo que en un escenario, hay entradas y salidas y los actores van a sitios distintos. Sólo que cuando uno está entre el público no se sabe a dónde van en realidad. Salen en dirección a la «puerta principal» o «la cocina» y, cuando se abren las puertas, sólo se ve un trozo de tela pintada. Pero en realidad salen a las puertas laterales de la escena… o a la parte posterior donde están los carpinteros y electricistas, y otros actores aguardando su turno… salen… a un mundo distinto.
—Todavía no comprendo.
—Oh, ya sé…, parece una tontería…, pero si usted lo imagina como una representación cuyo escenario es «el Gran Vestíbulo de Stonygates…», ¿qué hay exactamente detrás de la escena…? La terraza…, ¿no es cierto…? La terraza y todas las ventanas que dan a ella. Y así fue como llevaron a cabo el engaño. Fue el truco de la «mujer cortada en dos» lo que me hizo caer en ello.
—¿La mujer cortada en dos? —Ahora estaba convencido de que la señorita Marple era un caso mental.
—Un truco muy emocionante. Debe haberlo visto alguna vez… No es sólo una muchacha…, sino dos. La cabeza de una y los pies de la otra. Y así pensé que también pudo haber sido al revés. Dos personas que en realidad sólo fueron una.
—¿Dos personas y en realidad sólo una? —El inspector Curry estaba desesperado.
—Sí. No por mucho tiempo. ¿Cuánto tardó su ayudante en cruzar el parque, entrar en la casa y regresar? Dos minutos y cuarenta y cinco segundos, ¿no fue eso? Para esto necesitaría menos. Unos dos minutos.
—¿En qué se tarda menos de dos minutos?
—En el truco del ilusionismo. El truco consistió en que sólo era una persona cuando todos creíamos que eran… dos. Aquí… en el despacho. Estamos contemplando sólo la parte del escenario. Detrás está la terraza y una serie de ventanas. Es muy fácil saltar por la ventana del despacho, habiendo dos personas en él, y correr por la terraza (los pasos que oyó Alex), entrar por la puerta lateral, matar a Gulbrandsen y volver, y durante ese tiempo la otra persona que permanece en el despacho hace las dos voces para que todos crean que allí hay dos personas. Y allí estuvieron todo el tiempo, menos durante esos minutos escasos.
El inspector Curry recobró el aliento y le habló.
—¿Quiere usted decir que fue Edgar Lawson quien corrió por la terraza para matar a Gulbrandsen y quien envenenó a la señora Serrocold?
—Pero, comprende, inspector. Nadie estuvo envenenando a la señora Serrocold. Ahí es donde empieza el engaño. Alguien lo bastante inteligente quiso aprovecharse del hecho de que los achaques de la señora Serrocold, debido a su artritismo, eran los mismos síntomas del envenenamiento por arsénico. Era el viejo truco de los ilusionistas de forzar una carta. Es muy sencillo agregar arsénico a un frasco de medicina y unas palabras a una carta escrita a máquina. Pero el verdadero motivo de la venida del señor Gulbrandsen era el más lógico… algo que hacía referencia al Trust Gulbrandsen. Dinero, en resumen. Suponga que hubiera habido un desfalco…, un desfalco en gran escala…, ¿ve usted a quién señala? A una sola persona.
—¿Lewis Serrocold? —murmuró, atónito.
—Lewis Serrocold —dijo la señorita Marple.