Encontraron a la familia reunida en la biblioteca. Lewis paseaba de un lado a otro y se respiraba cierta tensión en el ambiente.
—¿Ocurre algo? —preguntó la señorita Bellever.
—Ernie Grey no estaba esta noche al pasar lista —replicó Lewis.
—¿Se ha escapado?
—No lo sabemos… Maverick y algunos profesores andan buscándole por los alrededores. Si no damos con él, habrá que avisar a la policía.
—¡Abuelita! —Gina corrió al lado de Carrie Louise, asustada por la palidez de su rostro—. Pareces enferma.
—Estoy muy disgustada. Este pobre chico…
—Esta noche iba a interrogarle por si ayer noche había visto algo de interés —dijo Lewis—. Me han ofrecido un buen empleo para él y pensé hablarle de ello, después de discutir lo de anoche. Ahora… —interrumpióse.
La señorita Marple murmuró por lo bajo:
—Pobrecillo… el muy tonto…
Meneó la cabeza, compasivamente y la señora Serrocold le dijo:
—¿Así que tú también piensas lo mismo, Juana?
Esteban Restarick entró en la estancia, diciendo:
—Te he echado de menos en el teatro, Gina. Creí que habías dicho que querías… Hola, ¿qué pasa?
Lewis volvió a repetir la información y, cuando terminó de hablar, apareció el doctor Maverick acompañado de un muchacho rubio de mejillas sonrosadas y expresión angelical. La señorita Marple lo recordaba por haber cenado con ellos la noche que llegó a Stonygates.
—Me he traído a Arturo Jenkins —dijo el doctor Maverick—. Al parecer, ha sido el último que habló con Ernie.
—Vamos, Arturo —apremió el señor Serrocold—. Ayúdanos, si es posible, por favor. ¿Dónde ha ido Ernie? ¿Es sólo una travesura?
—No lo sé, señor. De verdad que no lo sé. No me dijo nada. Estaba entusiasmado con la obra que preparan. Dijo que tenía una idea estupenda para el escenario, de ésas que la señora Hudd y el señor Esteban consideran de primera clase.
—Hay otra cosa, Arturo. Ernie declaró haber estado vagando por el parque ayer noche después del toque de silencio. ¿Es cierto?
—Claro que no. Sólo quiso darse importancia, eso es todo. Ernie es muy mentiroso. Nunca salió por la noche. Solía decir que era capaz de hacerlo, pero no era tan hábil como para abrir los cerrojos. No podía hacer nada ante un cerrojo que fuese un cerrojo. De todas formas, anoche estuvo dentro, me consta.
—¿No dirás eso para complacernos, Arturo?
—Lo juro —repuso con seriedad.
Lewis no pareció muy satisfecho.
—Escuchen —dijo el doctor Maverick—. ¿Qué es eso?
Se fue aproximando un rumor de voces. La puerta abrióse de par en par, dando paso al señor Baumgarten, pálido y descompuesto tras sus eternos lentes.
Balbuceó:
—Les… les hemos encontrado. Es horrible…
Se dejó caer sobre una silla, secándose la frente. Mildred Strete le preguntó con aspereza:
—¿Qué quiere decir…, les hemos encontrado?
Baumgarten temblaba como una hoja.
—En el teatro. Tienen las cabezas destrozadas…, el contrapeso debe de haber caído sobre ellos. Los dos han muerto… Alexis Restarick y ese muchacho, Ernie Greg…