Capítulo 20

Logan se paseó por el blanco mirador de uno de los parques más antiguos de Tyler mientras la gente charlaba esperando que su hermano renovara los votos matrimoniales con su mujer. Justo ese día hacía un año que Hunter y Kata se habían casado. El sol brillaba y los pájaros cantaban.

Se sentía feliz por ellos, pero la incertidumbre le corroía por dentro. La ceremonia empezaría en diez minutos y Tara no había aparecido todavía.

Hallie, la descarada rubia amiga de Kata, le guiñó el ojo. No sabía si su intención era coquetear o darle ánimos, pero tampoco le importaba. Bueno, quizá debería ser más educado, pero resultaba jodidamente difícil cuando tu corazón está rompiéndose en mil pedazos. El resto de su vida se extendía ante él tan desoladora como los doce años anteriores, con un interludio de una breve semana paradisíaca.

Y ahora, su edén particular había desaparecido.

Había revivido mentalmente una y otra vez lo acontecido en Llave del Placer. Tara confió en él, creyó que tenía razón sobre su padrastro. Aquel día se habían salvado la vida mutuamente. Ella le entregó su seguridad, su cuerpo… Incluso su corazón.

O eso había creído él.

¿Estaría enfadada porque había matado a su padrastro? Sterling había sido un cabrón indecente al que no se podía considerar parte de la raza humana y merecía estar bajo tierra. El mundo estaba mejor sin él. Pero también había sido el único padre que ella había conocido durante años. El que fuera un monstruo con dos caras no quería decir que Tara quisiera verle muerto. Y tampoco sabía si quería que él siguiera siendo su prometido.

¿Aquella última pelea en Llave del Placer le habría incluido en la categoría de ex?

Logan metió la mano en el bolsillo y rozó la caja que guardaba allí mientras miraba de nuevo al aparcamiento, deseando poder invocarla con el pensamiento.

—Vas a gastar la hierba si sigues pasando más veces por el mismo sitio.

Logan se dio la vuelta. Hunter parecía feliz, mucho más relajado que antes de su matrimonio. Se alegraba por su hermano, pero quería disfrutar de lo mismo.

—¿Es la hora?

—Casi. No te preocupes. Vendrá.

Logan tenía que centrarse.

—No, no lo hará. Llevo dos días llamándola por teléfono y dejándole mensajes. No he obtenido más respuesta que «hablaremos pronto».

—Tara vendrá.

—Quizá lo ocurrido haya sido demasiado para ella. —Logan volvió a pasearse de un lado a otro.

—Lo único que es demasiado es tu preocupación.

Justo en ese momento se acercó Kata. Estaba absolutamente preciosa, con un vestido blanco informal con una profunda abertura en la falda. Se había recogido el pelo oscuro dejando sueltos algunos mechones alrededor de la cara y, desde la coronilla, le caía un corto velo hasta la mitad de la espalda. La felicidad le sonrojaba el rostro mientras flotaba hacia los brazos de su marido, que la abrazó con ternura antes de besarla en la boca.

—Hola, cariño. ¿Te he dicho ya que estás guapísima?

—Sí. —Le sonrió con descaro—. Pero puedes decírmelo cuantas veces quieras.

—Estás guapísima. En cuanto la fiesta… hum…

Ella le dio una palmada en el hombro.

—Más tarde. Y como no seas bueno, será mucho más tarde. Caleb y mi madre dicen que ésta es su primera cita «oficial». Tenemos que quedarnos para hacer de carabinas.

—Venga ya. Mi padre se portará bien.

Ella emitió un bufido.

—Pero yo no estoy segura de que mi madre lo haga. Creo que quiere ser todo lo mala que sea posible con tu padre.

—Mira, deberíamos permitir que los niños se diviertan como quieran, así podremos irnos antes y dedicarnos a… nuestros asuntos.

—Justo lo que necesitaba escuchar… —Logan estaba tentado a ponerse los dedos en los oídos y tararear una cancioncilla.

Kata se rió y se volvió hacia su marido.

—Sígueme la corriente, ¿vale? Estamos celebrando nuestra boda con nuestros amigos y familiares, no podemos dejarles plantados. Hunter se puso serio.

—Sólo bromeaba, cariño. Sé lo importante que es para ti que tu hermano esté aquí. Pero no lo dudes… cuando llegue el momento de la luna de miel, mi entusiasmo se desbordará.

Logan emitió un bufido.

—Has puesto cara de memo; dejad eso para cuando estéis solos.

Con una risita, Kata le besó en la mejilla y se dirigió hacia Hallie, una de sus damas de honor. Kimber, la hermana pequeña de Logan y Hunter, era la otra. Al fondo, Deke, el marido de Kimber, se ocupaba de su hijo, el pequeño Caleb, que intentaba alejarse gateando de su padre para experimentar sus nuevas habilidades sobre dos pies. Hunter siguió a su esposa, riéndose de las travesuras del bebé.

—No pareces estar de buen humor —dijo una voz familiar a su espalda. Logan se volvió con rapidez y miró a Xander con el ceño fruncido.

—Te he invitado para que me lleves a casa si me emborracho porque Tara no aparece, no para que me largues un sermón.

Xander se rió. Sí, él siempre se lo pasaba en grande cuando veía a alguien en una situación difícil.

—He oído que hablaste con Thorpe el otro día; ¿te ha pedido que le devuelvas el carnet de socio?

Otro asunto espinoso. Tara todavía no se había puesto su collar y no podía probar que había aceptado ser su esposa. Si apareciera por allí de una vez, también podría solucionar eso. Si no lo hacía…

—Le he dicho que se meta el club por el culo.

—Sí, definitivamente estás de un humor de perros. En serio, Logan, Hunter tiene razón; Tara vendrá.

—¿De veras? ¿Y dónde coño se ha metido durante los dos últimos días?

—No lo sé. Pero confía en mí: ella te amaba entonces y lo hace ahora. Sólo tienes que pensar en eso, no importa lo que ocurriera en el pasado, se ha entregado de nuevo a ti.

¡Oh, Dios! ¡Quería creerle!

Pero, incluso aunque Tara no apareciera, iría a buscarla en su próximo permiso. Y en el siguiente. Y todos los días que tuviera a su alcance, hasta que ella se rindiera. Porque no pensaba vivir sin la única mujer que significaba para él más que cada nuevo amanecer, que cada momento de su vida, que cada aliento.

Logan respiró hondo.

—Gracias, tío.

Xander le lanzó una mirada sardónica.

—¿Qué opinas ahora de mis sermones?

—Capullo…

—¿Estás dispuesto a apostar cincuenta dólares a que viene?

Miró su reloj. Faltaban dos minutos para que la ceremonia diera comienzo y ella no había llegado todavía. Bueno, se toparía con un SEAL ebrio y cabreado en la puerta en cuanto la fiesta hubiera acabado.

—Claro. —Sería el dinero que menos le hubiera costado ganar en su vida.

—¿De veras? —Xander sonrió—. Pues ya puedes pagarme. Alzó la barbilla señalando hacia el aparcamiento al tiempo que le daba una palmadita en la espalda.

Él se volvió con rapidez y se le desbocó el corazón. «¡Joder! Tara».

La sangre comenzó a hervirle en las venas, haciendo palpitar todo su cuerpo. La mayor parte abandonó su cerebro para dirigirse a su erección cuando observó el provocativo vestido dorado que la cubría. Se ceñía a su figura desde los finos tirantes, que dejaban los pálidos y pecosos hombros al descubierto. Estaba seguro de que no llevaba sujetador. Ella le brindó una tímida sonrisa mientras le miraba con cierta vergüenza desde debajo de las pestañas.

Bueno, si llevaba sujetador él podría quitárselo en un santiamén si le dejaban a solas con ella unos segundos. Y de paso le robaría también las bragas.

Tara aminoró el paso cuando él comenzó a correr hacia ella. Se detuvieron a dos pasos.

—Hola.

«¿Sólo eso? ¿Simplemente hola?».

—Gracias por venir. ¿Estás bien? —Joder, no sabía qué más decir.

Ella asintió con la cabeza.

—Me has dicho que querías que viniera, así que no iba a perdérmelo.

La esperanza brotó en su corazón, pero había mucha diferencia entre que asistiera a la renovación de votos de su hermano y que llevara puesto su anillo. Por lo que él sabía, podía estar allí por gratitud o porque se sentía culpable.

—Me alegro de que hayas venido. —La tomó de la mano y la acercó a su cuerpo, feliz al ver que no se apartaba—. Te he echado de menos. Lamento… —Santo Dios, podía pasarse el día disculpándose por sus muchos pecados, incluido disparar a Adam—. Todo.

Ella cerró los ojos. Vio que le vibraban las pestañas; tenía la expresión tensa y un mohín tembloroso en los labios. ¡Joder! Iba a llorar.

—Cherry…

Tara se cubrió la boca con la mano, se enderezó y sorbió por la nariz.

—Y-yo también te he echado de m-menos. Eres mi vida. Siento no haberte creído hasta que c-casi fue demasiado tarde. Me he pasado demasiados años intentando convencerme de que te odiaba. —Respiró hondo temblorosamente.

¿No estaba enfadada con él?

—Sácalo todo fuera —la alentó. Con tal de que le hablara, él la escucharía.

—Me equivoqué. No confié en ti. Tenía que tomar una decisión y, a pesar de que sabía que tú no me engañabas, no podía convencerme de que fuera verdad lo que decías. No te creí. Sé que en cualquier relación es importante la confianza, pero en una de BDSM es…

—Shhh… —Él quería tomarla entre sus brazos, pero temía que ella no se lo permitiría hasta que hubieran dejado todo claro—. La confianza es importante, pero yo conseguí que dejaras de confiar en mí hace años. Durante mucho tiempo viviste convencida de que te había traicionado, no sabías que yo jamás dejé de amarte. Te daré todo el tiempo que necesites para volver a confiar en mí.

Ella sollozó de nuevo y, esta vez, él tuvo que estrecharla contra su pecho. No había nada mejor en el mundo que tenerla entre sus brazos, le acunó la cabeza contra su hombro.

—Tú necesitabas que yo te creyera y no lo hice.

—Quería que me creyeras —la corrigió—. Lo que necesitaba era que siguieras con vida, y lo hiciste. Odio que todas las mentiras de Adam salpicaran tu infancia y cambiaran el rumbo de nuestra adolescencia. Estoy dispuesto a hablar de ello todo lo que sea necesario.

—No. —Tara negó con la cabeza—. Me he pasado los últimos días recordándolo todo. El psicólogo me ha hecho ya montones de preguntas. Darcy ha salido del hospital esta mañana y la he llevado a su casa. Echa de menos a Robert, pero lo superará. Tuve que hacer los trámites necesarios para el entierro de Adam. Y durante todo ese tiempo, mi única preocupación era haber estropeado lo que hay entre nosotros.

La esperanza creció decidida en su pecho, iluminándole por dentro hasta que tuvo la impresión de que podía volar.

—No te preocupes por lo que creas que siento o por lo que podría ocurrir. Es mucho más simple que todo eso. Sólo debes responderme a dos preguntas, Cherry. ¿Confías ahora en mí?

—Por completo. Jamás volveré a dudar de ti otra vez. —Él notó que ella contenía un nuevo sollozo.

Le secó las lágrimas.

—Buena chica. Era tu padrastro, así que sé que debe de resultarte difícil. Quería que él pagara por sus crímenes, que se enfrentara a la familia de sus víctimas. No entraba en mis planes dispararle, pero no podía dejar que te hiciera daño.

—Lamento lo que él te hizo. —Tara le acarició la mejilla mientras le escudriñaba la cara—. Que matara a tu madre.

—Tú no tienes la culpa —le aseguró él—. Dime, ¿qué es lo que quieres ahora?

—Lo que quiero es pasar mi vida contigo. Te amo.

El alivio y la alegría se derramaron por su pecho. Una cálida oleada de afecto y devoción, de anhelo por envejecer a su lado.

—Lamento que él nos robara tantos años —añadió ella.

—Pero ahora estamos juntos.

Ella le sonrió entre lágrimas a pesar de que sus ojos brillaban de júbilo.

—Sí…

Logan la condujo a una silla cercana y sacó algo del bolsillo mientras la obligaba a sentarse en su regazo.

—Cherry, cariño. Te amaba cuando tenía dieciséis años; te sigo amando ahora; te amaré siempre. Este anillo era de mi madre. —Abrió la caja y le ofreció el que había sido el anillo de compromiso de Amanda.

Ella contuvo el aliento y se puso a llorar otra vez.

—Me sentiría muy honrado si te casaras conmigo. ¿Quieres pertenecerme?

—Sí. —Ella asintió con la cabeza mientras nuevas lágrimas le resbalaban por las mejillas—. Siempre.

Tara le rodeó el cuello con los brazos y él la encerró entre los suyos, hundiendo la cara en su cuello. Habían superado todos los obstáculos, volvían a estar juntos y su unión era todavía más fuerte. Ahora sólo quedaba que eligieran el día en que harían sus votos ante Dios y sus seres queridos y podría abrazarla durante el resto de su vida.

A su alrededor la gente comenzó a aplaudir y su hermano acudió corriendo para felicitarle con un vigoroso apretón de manos. Mientras intentaba con todas sus fuerzas no ponerse a llorar él también, deslizó el anillo en el dedo de Tara. Ella le ofreció su más hermosa sonrisa y le iluminó el corazón.

—¿Cuándo podemos casarnos? —La idea de esperar seis meses hasta su siguiente permiso no le gustaba nada, pero sabía que una boda requería cierta planificación. ¡Joder! A él le daba igual toda la pompa y el boato; lo único que necesitaba era a Tara.

—Cuanto antes mejor. —Ella se llevó la mano al vientre plano, se mordisqueó los labios y sonrió—. Por si acaso.

¡Dios! Él esperaba que su amor hubiera dado fruto y tener pronto un hijo. Si se salía con la suya, el primero de muchos.

—¿Qué te parece una escapada rápida a Las Vegas? —le preguntó, sonriendo ampliamente—. ¿Qué tal esta misma noche?

Oyó que su padre gemía por lo bajo en algún lugar y que Hunter se reía.

Tara le besó en los labios.

—Me parece perfecto.