Logan se quedó con la mirada clavada en la pantalla mientras su mente daba vueltas a toda velocidad intentando comprender lo que estaba viendo.
«¡Jodido hijo de puta!».
El cabronazo de Adam Sterling estaba mirando a las dos sumisas con una expresión de satisfacción absoluta. Le vio sonreír al observar que su empleado violaba a Allison y, cuando la otra mujer presente sollozó, giró la cabeza para admirarle el enrojecido trasero. Se dirigió hacia ella y se inclinó para recoger algo. Logan maldijo al no poder escuchar lo que decía, pero Adam hablaba una lengua universal cuando alzó el brazo y bajó el látigo, que había recogido a los pies de la mujer, sobre las castigadas nalgas. La pobre chica se arqueó y giró sobre sí misma en un vano intento de escapar.
—¡Vamos, hombre! —Xander tiró con fuerza de su brazo—. El tipo del traje debe de ser «Sire». Hemos de conseguir entrar ahí y salvar a esas mujeres antes de que les ocurra algo malo.
De repente, todas las piezas encajaron en su lugar. Antes de morir, su madre había organizado una cuadrilla en la vecindad para localizar a un adolescente perdido. Sterling, con sus conexiones, habría tenido acceso a la investigación. Quizá Amanda se hubiera aproximado demasiado a algo que no debía. Ahora mismo daba igual; saber que Adam había matado a su madre de manera tan brutal indicaba que aquel cabrón era capaz de cualquier cosa. El que estuviera en el Hoyo examinando los «productos» indicaba que si no era el mismo «Sire», estaba involucrado hasta el cuello. La furia casi le cegó. Si se dejaba llevar, mataría a Adam Sterling con sus propias manos.
Y cuando Tara lo supiera… Por ella, Logan casi anheló no haber tenido razón sobre su padrastro. Conocer su participación en esa red sexual, en el secuestro de Darcy, la destrozaría.
Envuelto en la ira, sacó la semiautomática de la cinturilla del pantalón y revisó el cargador.
—El capullo del traje es mío.
Xander le miró con aprobación.
—Me ocuparé del otro.
En cuanto se ocuparan de esos dos, tendría que llamar a los federales para que arrestaran a todo el mundo. Ya estaba dispuesto un pequeño comando que no tardaría nada en aparecer allí y detener a Kantor, Jordan y Sterling… si todavía estaba vivo.
—¿Hay más guardas ahí dentro? —Logan señaló con un gesto a una de las cámaras que captaban el rostro de Adam Sterling en un nítido blanco y negro.
Xander negó con la cabeza.
—Había dos antes. Ahora sólo queda ése.
Un golpe de suerte. Pero había otra salida en esa estancia. Tenían que aprovechar la oportunidad que se les presentaba en ese momento.
Logan salió de la garita del guarda con Xander pisándole los talones. Sacó la tarjeta del bolsillo y la pasó por la ranura. Tomarlos por sorpresa no fue posible cuando la puerta metálica se abrió como una campana anunciando su llegada, pero se ocultaron a ambos lados del acceso, tras las paredes adyacentes, con un arma en la mano esperando la salida del guarda. Si lograban reducirle con rapidez, Adam Sterling se enfrentaría solo a Logan y su furia.
Cuando la puerta comenzó a subir, el Amo del Hoyo abandonó la boca de Allison y se dirigió hacia allí cerrándose la cremallera con un gesto de irritación. Logan miró a Xander, que estaba al otro lado de la puerta, y moduló un «vamos» con los labios.
Su amigo se apartó de la cavernosa pared y se aproximó al empleado. Cuando el guarda reconoció el uniforme de Xander, se relajó visiblemente.
—¿Qué pasa?
—Jordan me ha enviado a ver cómo están las cosas por aquí.
El otro hombre se pasó la mano por el pelo mientras entrecerraba los ojos azules.
—Eres nuevo, ¿desde cuándo conoces la existencia del Hoyo?
—Tampoco tú llevas aquí demasiado tiempo. —Xander hizo la declaración como si no cupiera duda alguna al respecto.
—Varios meses.
—Bueno, con anterioridad trabajé aquí durante años. Me fui de vacaciones durante unos meses, pero ya estoy de regreso. Por supuesto que sabía de la existencia del Hoyo.
—Ah. —Frunció el ceño—. Kantor no ha mencionado nada al respecto.
—Kantor nunca lo dice todo. —Xander puso los ojos en blanco.
—¡Es cierto! —convino el otro hombre—. Sólo tienen en cuenta a los peces gordos; pero, sin nosotros, ¿cómo conseguirían tener sometidas a todas estas furcias con las que se enriquecen?
—Buen punto. ¿Qué tal están estas chicas?
—Jordan es un capullo, siempre sospechando de todo. Pero no me las he tirado. Díselo.
Xander encogió los hombros.
—Déjame catarlas y trato hecho.
Logan escuchó agradecido la conversación de su amigo. Sin él, aquella investigación se hubiera alargado muchísimo más. Xander era un relaciones públicas nato y sus conexiones habían resultado muy útiles.
El hombre le miró con el ceño fruncido antes de suspirar.
—Vale. Ahí las tienes, ya ves que están sanas y salvas. Échame un cabo, anda. «Sire» acaba de salir y me ha dicho que estamos a punto de tener otra entrega.
A Logan se le heló la sangre en las venas. ¿Otra entrega? ¿Y «Sire» acababa de salir? Tenía que referirse a Sterling. ¡Oh, Dios! Tara iba a quedar destrozada. Pero ahora todo tenía sentido. Kantor y Jordan se habían alejado de Tara porque Sterling les habría advertido que pertenecía al FBI; por eso les había ordenado que guardaran las distancias. Si su estancia transcurría sin incidentes, Darcy sería vendida, Sterling sería más rico y a la Agencia le llevaría más tiempo planificar otra misión. Para entonces, el padrastro de Tara habría cubierto sus huellas… Otra vez.
«¡Joder!». Logan cerró el puño. Tenía que encontrar a Cherry antes de que lo hiciera Adam.
—¿De dónde traen a la otra chica? —preguntó Xander.
El tipo se encogió de hombros.
—De donde siempre, supongo. Alguna mujerzuela lo suficientemente estúpida para venir aquí sola o con un Amo pasota. Cualquiera que no tenga a nadie que le importe lo que le ocurra. Ayúdame a mover el cuerpo.
¿Qué cuerpo?
Temió que hubieran llegado demasiado tarde para salvar a Darcy y contuvo la ansiedad como pudo mientras su amigo poma la zancadilla al otro hombre, haciéndole tropezar. Entonces, Xander le cogió del pelo y le estrelló la frente contra la pared. El Amo del Hoyo cayó al suelo.
Habiéndose deshecho de ese obstáculo, Logan entró corriendo en la estancia y, tras saltar sobre el hombre caído, se dirigió hacia las dos mujeres encadenadas. No podía perder tiempo, pero tenía que asegurarse de que estaban bien… Y descubrir a quién pertenecía el cuerpo mencionado.
Xander liberó a Allison tras sustraer las llaves al Amo inconsciente. Después se las lanzó a Logan, que se acercó a la otra mujer. En el momento en que le vio la cara, incluso bajo la capa de mugre que la cubría, reconoció a Darcy por las fotografías que había visto.
—¿Agente Miles? —la apremió con suavidad.
La joven alzó la cabeza y, en cuanto él le soltó las muñecas, se enjugó las lágrimas.
—¿Q-quién lo pregunta?
—Soy Logan Edgington, pertenezco a los SEALs. Vengo a rescatarla.
—Sí, soy la agente Miles. Han m-matado a Robert.
—¿Al agente York? —Se estremeció de horror.
Ella señaló el bulto cubierto con una manta que había en el rincón. Darcy estaba pálida como un cadáver; el miedo a lo que pudieran hacerle y ver morir a su novio y compañero parecían haberla dejado destrozada.
La joven comenzó a sollozar.
—Desertó de la misión. Sabía que jamás lograría resultar un Amo convincente. Consiguió que le contrataran como camarero para salvarme, pero le descubrieron enseguida.
Y le mataron. Era de él de quién hablaba Kantor cuando estaban en el despacho.
Logan se acercó al cadáver y levantó la manta, impidiendo con su cuerpo que Darcy pudiera verlo. Sin duda alguna se trataba del agente York, le habían disparado en la cabeza y tenía media cara destrozada.
Volvió a cubrirle con la manta e hizo una mueca al escuchar los sollozos de la agente. Se acercó a ella.
—Usted está a salvo. Hay más gente en camino. Estoy aquí con su amiga, la agente Jacobs.
Darcy agrandó los ojos azules.
—¡Oh, Dios! ¿Tara está aquí? Su padrastro es…
—«Sire». Lo sé. Ahora me ocuparé de él.
—¡Dese prisa! Estoy segura de que tiene intención de apresarla y venderla con el resto de nosotras… esta misma noche.
Kantor la miró con acusadora ironía mientras Jordan le pasaba protectoramente el brazo por los hombros desnudos. Tara contuvo las náuseas y el terror. El gerente del complejo sabía quién era y qué hacía allí; podía leerlo en su cara. El Amo de las mazmorras no tenía ni idea.
El corazón comenzó a galopar en su pecho mientras consideraba la manera de escapar. No tenía muchas opciones; esperaría, intentaría dar a Logan y a Xander tanto tiempo como fuera posible para localizar a Darcy.
Miró el reloj en la pared disimuladamente. Llevaban allí recluidos casi media hora. Había acordado con Logan que se reunirían en su habitación a las once y aún faltaban veinte minutos. Intentó pensar en alguna manera de mantener a los dos hombres distraídos, pero había forzado tanto la actuación de sumisa patética, que Kantor jamás se creería nada de lo que dijera. ¿Qué podía hacer ahora?
El móvil del gerente comenzó a sonar. Lo sacó del bolsillo, miró la pantalla y respondió con una amplia sonrisa.
—Sí. —Guardó silencio mientras escuchaba—. Sí. Vale.
Cuando lo volvió a guardar, seguía sonriendo.
—Jordan, pásate por el Hoyo y averigua cómo van las cosas.
«Oh, Dios, no». ¿Qué habría ocurrido? ¿Habrían atrapado a Logan y a Xander? ¿Sería ésa la razón de esa expresión de satisfacción? Fuera lo que fuera, no podía permitir que Jordan bajara y diera la alarma. Además tenía que evitar quedarse sola con Kantor por todos los medios.
Se aferró a Jordan con firmeza y parpadeó.
—¡No vaya! Quiero que sea mi Amo, Señor. Deseo continuar mi sumisión con alguien tan experimentado como usted.
Jordan hinchó el pecho y se volvió hacia Kantor.
—La llevaré conmigo.
—Deja de pensar con la polla y ve al Hoyo de una puta vez —gruñó Kantor.
Jordan la soltó y salió de la estancia con el ceño fruncido. Tara dio un paso atrás, alejándose del gerente.
—Tú vendrás conmigo a mi despacho —ordenó con gesto impaciente.
—No.
Santo Dios, desearía haber podido ocultar un arma. Ahora era cuando las cosas iban a ponerse difíciles.
—Puede que Jordan se deje engañar por una cara bonita y una actitud sumisa, pero yo soy un hombre de negocios, no un Amo.
Él sacó una Glock de la parte de atrás de la cinturilla del pantalón y la apuntó con ella.
—Los dos sabemos por qué estás aquí y no pienso permitirlo. No le he contado a Jordan la verdad porque no sabe disimular, nos habría delatado. Venga, andando.
La tomó de la muñeca y tiró de ella sin bajar el arma. Tara pensó frenéticamente qué hacer; sabía sin lugar a dudas que, si conseguía llevarla a un lugar apartado, Kantor la mataría o la vendería. No pensaba permitirlo sin luchar.
Por un instante, ella dejó caer la mirada y los hombros en actitud derrotada, con intención de que el gerente pensara que se rendía, pero en el momento en el que se confió, alzó la rodilla y le golpeó los testículos; remató el ataque con una patada en la cara cuando el gerente se dobló de dolor. Él reaccionó, incorporándose todo lo que le permitieron sus doloridas partes y lanzó un puñetazo con el que la alcanzó directamente en la nariz. En cuanto se recuperó del dolor, Tara se lanzó contra él; le agarró por el pelo canoso y le golpeó la frente contra el escritorio una y otra vez.
Cayó al suelo con un gruñido.
Jadeante y con las manos doloridas, Tara apenas tardó un momento en arrastrar a Kantor debajo del escritorio y cubrirle con la manta del catre para que nadie le viera. Luego miró a su alrededor en busca de una cuerda o unas esposas sin encontrar nada que sirviera para sus propósitos. Sabiendo que el tiempo jugaba en su contra, recogió el arma —que se había deslizado por el suelo— y se puso el vestido.
Apagó la luz de la pequeña estancia y, tras cerrar la puerta, se alejó lo más deprisa que pudo. Tenía que dar con Jordan y entretenerle antes de que llegara al Hoyo. Pero también tenía que conseguir ayuda exterior tan pronto como fuera posible. Cuando Kantor recuperara el conocimiento, pondría el complejo patas arriba para dar con ella. Descubriría su fachada y no podrían regresar a la habitación para contactar con Bocelli y el equipo de apoyo. En inferioridad numérica y desarmados, estarían perdidos.
Y Logan no sabía que Jordan se dirigía hacia donde él estaba.
No tenía tiempo que perder. Rezó para que Kantor permaneciera inconsciente todavía un buen rato.
Ocultó el arma entre los pliegues de la ropa y escudriñó la mazmorra principal en busca de Jordan, pero no le vio en ningún sitio. «¡Maldición!».
Corrió hasta su habitación ocultándose en cuanto hueco, escalera y pasillo vio de camino, intentando hacerse tan invisible como fuera posible. El dormitorio estaba vacío. El olor a Logan y a su pasión anterior flotaba en el aire, y rezó para que ambos salieran vivos de allí.
Tomó el móvil y lanzó la llamada de socorro. Una voz masculina la informó de que la ayuda estaba en camino y llegaría a la isla en cuestión de minutos.
Tara suplicó en silencio que Logan estuviera a salvo y que pudieran disfrutar de una larga vida juntos.
Clavó los ojos en el reloj que reposaba junto a la cama con la ansiedad retorciéndole las entrañas. Logan ya debería haber vuelto; pasaban de las once y no daba señales de vida. Llamó a Xander sin obtener, tampoco, ninguna respuesta.
Cuando la ansiedad se transformó en pánico, se puso unos flojos pantalones de estilo árabe de un tono terroso con un top a juego, que consistía en una banda semitransparente que, aunque le cubría los pechos, no ocultaba el color rosado de las areolas. Su parte más sumisa se preguntó dónde —y cuándo— habría adquirido Logan esas prendas. Esperó tener oportunidad de averiguarlo. De momento estaba más que agradecida de que la prenda, aunque transparentaba su sexo desnudo, tuviera bolsillos a ambos lados. Deslizó el arma en uno y el spray de autodefensa en el otro.
A pesar de querer calzarse para poder correr con más comodidad, no se atrevió; cualquier empleado del complejo notaría que algo iba mal. Sin embargo, dejó la ropa que acababa de quitarse sobre la cama. Si Logan regresaba, sabría al instante que había estado allí y se pondría a buscarla.
Entreabrió la puerta para escudriñar el pasillo en ambas direcciones. No vio a Kantor por ningún lado. Apretándose el estómago con una mano para contener los nervios, salió y se aproximó a la esquina, tomando el camino que llevaba al ascensor que comunicaba con el Hoyo.
El pasillo desembocaba en otro con forma de T y, tras recorrerlo, vio al fondo a una figura familiar, vestida con un traje oscuro y fuera de lugar, que avanzaba decidida hacia ella.
—¡Tara!
Ella parpadeó intentando asimilar su aparición.
—Adam… ¿Qué haces aquí?
—Menos mal que te he encontrado. —Se apretó el pecho con la mano—. Estaba muy preocupado por ti.
—¡No puedes estar aquí! —Estaba en una misión y él lo sabía. ¿Por qué había ido allí? ¿No se daba cuenta de que iba a descubrirla?
—Tranquila, Tara. Todo ha acabado. Hemos liberado a Darcy.
Una profunda sensación de alivio la atravesó.
—¡Gracias a Dios! ¿Cómo te has enterado?
Adam le brindó una tímida sonrisa.
—Le pedí a Bocelli que se pusiera en contacto conmigo cuando todo estuviera resuelto. Él sabe lo preocupado que estaba, así que me dio permiso para buscarte y llevarte a casa.
Tara contuvo un gemido. Como antiguo agente, Adam tenía que saber que su presencia allí al finalizar la misión era, cuando menos, humillante. Si su padrastro pensaba que no podía cuidarse sola, sus compañeros pensarían lo mismo.
Pero ya se preocuparía más tarde por ello. Darcy estaba bien y eso era lo más importante. Pero…
—¿Quién la encontró? ¿De qué manera? ¿Había más agentes en la isla? —Y si era así ¿por qué no tenía constancia de ello?
—No conozco los detalles. Bocelli no me ha contado nada y lo único que me importaba era asegurarme de que estabas a salvo, así que no le pregunté.
Tara frunció el ceño. Aquello no parecía normal. Bocelli no parecía el tipo de hombre que se dejara llevar por sentimentalismos; al contrario, parecía un agente con voluntad de acero, no un tipo que permitiera a su padrastro ir a buscarla. «Es realmente extraño». Ella misma acababa de hablar con alguien del equipo de Bocelli y no le había dicho una palabra de que la misión hubiera terminado. ¿Cómo era posible que Adam tuviera noticias de ese hecho cuando ella misma no las tenía?
—No te haces una idea de lo preocupado que estaba. Es un alivio ver que estás sana y salva.
Aquello parecía un estrafalario sueño en el que los acontecimientos se sucedían sin orden ni concierto. Frunció el ceño.
—¿Princesa? —Adam se acercó a ella con los brazos abiertos, como si tuviera intención de abrazarla—. Ven conmigo, te llevaré junto a Darcy.
«Tu padrastro mató a mi madre». Las palabras de Logan atravesaron su mente como un relámpago. Tan sólo veinte minutos antes no las hubiera creído, pero ahora no estaba tan segura. Su padrastro era un ex-agente del FBI, uno de los buenos. Jamás había sido violento. Sin embargo, su presencia allí no tenía sentido.
¿Qué razones tendría Adam para mentirle?
Su atención se vio atraída por el repentino golpeteo de unos pasos. Miró detrás de su padrastro y vio que Logan se acercaba corriendo al tiempo que apuntaba a Adam con su arma.
¿La intención de Logan era detenerle o tan sólo dispararle?
—¡Tara! —La furia inundaba sus ojos cuando se detuvo cerca de ella y la tomó del brazo—. Ponte a mi espalda.
Ella se resistió.
—¿Qué ha ocurrido?
Logan ni siquiera la miró, tenía los ojos clavados en Adam y le apuntaba con una pistola.
—Ahora no es el momento. Este cabrón no sólo mató a mi madre, además es el dueño de este lugar y quien quiere acabar con la vida de Darcy. Xander está ahora con ella; está destrozada. Los hombres de Adam han intentado disciplinarla, pero se les ha ido la mano. Han matado a Robert York delante de ella. Cariño, tu padrastro es «Sire».
Aquello estaba ocurriendo demasiado deprisa. Tara parpadeó, clavada en el sitio, sin poder apartar los ojos de su padrastro. Las alegaciones de Logan sonaban casi surrealistas, absolutamente descabelladas. Esperó que Adam las negara.
Su padrastro lanzó a Logan una mirada incendiaria.
—Demasiadas acusaciones sin pruebas, ¿no crees? Tú me odias porque siempre quise mantener alejada a Tara de tu mala influencia.
—¡Mentiroso hijo de puta!
Adam suspiró con resignación.
—¿Quieres volver a hacerle daño? ¿No fue suficiente con una vez? Le destrozaste el corazón cuando la dejaste. ¿De verdad esperas regresar a su vida y que ella confíe en ti —chasqueó los dedos en el aire— como si nada? Es más lista que eso. ¿Qué pretendes al interponerte entre nosotros? ¿Apartarla de mí antes de aplastarla otra vez? ¿Eres acaso un psicópata?
Tara contuvo el aliento. Se sentía como si los golpes llegaran por todas partes. Adam acababa de resumir en voz alta todas las inquietudes secretas que la acosaban desde que Logan había regresado a su vida. Su miedo a no ser para él nada más que un reto, un trofeo.
Miró a Logan y observó los sombríos ángulos de su cara. Su expresión era más determinada que nunca, su boca una apretada línea y sus ojos azules eran gélidos. No la miró, no negó aquellas acusaciones y, en el interior del pecho de Tara, su corazón se desgarró un poco. Quería ir hacia su padrastro y abrazarle, buscar el familiar consuelo que le había proporcionado siempre, pedirle que la llevara con Darcy.
Pero tenía dudas.
—Logan, por favor… Aparta el arma. Él tensó la mandíbula. —¿Le crees a él?
Honradamente, no lo sabía. La actitud de Adam era más sospechosa que la de Logan.
—Estoy tratando de decidirlo, pero no puedo pensar en nada si veo que le apuntas con esa pistola.
—No pienso bajar el arma. No me pidas que confíe en él. Acabo de ver su imagen en los monitores del Hoyo; le he visto azotar a Darcy con un látigo y, mientras ella lloraba, él sonreía. ¡Sonreía! Como si estuviera disfrutando del sol en un día en la playa.
Tara se estremeció. ¿Logan había visto eso? ¿De verdad?
—¿Estás seguro?
Supo con certeza que la presencia de Adam no tenía sentido. ¿Por qué su padrastro le había mentido?
—¿Por qué estás aquí? —Clavó los ojos en él.
—Logan ha perdido el juicio. Ya te lo he explicado, princesa. La misión ha finalizado. Darcy ha sido liberada. Puedes volver a casa conmigo.
—No le escuches, Tara —rugió Logan—. Sabes que te amo, que jamás volveré a hacerte daño. —Desvió su atención a Adam—. La dejé una vez porque amenazaste su vida, pero ya no soy aquel adolescente que no sabía qué hacer. ¡Como le toques un pelo te mato! ¡Sé quién y qué eres!
—Oh, es cierto. Soy un presunto asesino, un peligroso criminal que posee una red de esclavas sexuales. Tara, ¿realmente lo crees posible?
Se resistía a creerlo con todas sus fuerzas a pesar de las evidencias, no sabía a qué atenerse. Aunque Adam estaba retirado del FBI, parecía estar en una situación acomodada. Iba a la iglesia los domingos, era amable con todos sus conocidos. ¡Jesús! Si ni siquiera le habían puesto nunca una multa por aparcar mal.
Pero tampoco había negado las acusaciones de Logan.
—Cherry, está tratando de confundirte —insistió Logan—. Pregúntale por las identidades que asumió cuando era agente de campo. Quién era durante las semanas, meses, e incluso años que no estaba en casa. Quizá esa apariencia de padre amoroso no era más que otro papel que interpretar para que nadie sospechara la verdad. Por favor, cariño, créeme y ponte detrás de mí.
Su enorme y poderoso Amo le rogaba. Su padrastro frunció el ceño al tiempo que negaba con la cabeza, como si no fuera capaz de aceptar lo que le decían sus oídos.
Paseó la mirada de uno a otro. Se dio cuenta de que no importaba si Adam había intimidado a su jefe para introducirse en la isla o si Logan había interpretado mal lo que había visto en el vídeo. Fuera lo que fuera lo que estuviera ocurriendo allí, ella tenía que elegir entre ellos. ¿Presente o pasado? ¿Cabeza o corazón? Sus pensamientos giraban sin cesar mientras en su mente resonaba el lento tictac de un reloj.
—Tara… —suspiró Adam, que parecía decirle que fuera razonable.
Logan apretó el arma con más fuerza y le tendió la otra mano.
—Por favor, deja que te proteja.
Su parte sumisa no quería decepcionar a su Amo. La mujer que albergaba en su interior respondió buscando refugio en su hombre. Los recuerdos que ese mismo día se habían grabado a fuego en su cerebro inundaron todo su ser; entonces se había puesto en manos de Logan y él reverenció su cuerpo y su alma. Se habían vinculado por completo, conectando de una manera imposible de olvidar. Se convirtió en su hogar, en su futuro, en aquello que anhelaba con toda su alma. Si él sólo hubiera querido una retorcida venganza, había tenido la oportunidad de conseguirla antes. Incluso aunque se equivocara con respecto a Adam, Logan era el hombre de su vida. Si no confiaba ahora en él, su relación estaba abocada al fracaso.
Con el corazón palpitando de manera salvaje, le tendió la mano y, cuando sus dedos se rozaron, el escalofrío que la recorrió de pies a cabeza la inundó de fuerzas renovadas.
Sin embargo, antes de que Logan pudiera rodearla con sus brazos, notó que le envolvían la cintura desde atrás y que su espalda golpeaba contra un pecho duro. Sintió el frío del metal en la frente. Le llevó un momento darse cuenta de que era su padrastro quien la retenía cruelmente al tiempo que le apretaba una pistola contra la cabeza.
—¡Adam!
—Cállate, perra ingrata. Yo te crié, ¿y qué haces? Elegir al cabrón que te folla.
La sorpresa fue inmensa. Una helada sensación se propagó por sus venas mientras intentaba zafarse de él.
—¿Qué haces? ¡Suéltame!
—Creo que no, princesa.
—¡Suéltala, cabrón! ¡Suéltala de una puta vez! —gritó Logan—. O te volaré la cabeza.
Adam se mantuvo firme, raspándole con el arma la suave piel de la sien. Tara se dio cuenta de que la estaba utilizando como escudo para que Logan no pudiera afinar la puntería. Y la frustración que ardía en sus ojos azules indicaba que él también lo sabía. Clavaba los ojos en el arma de Adam, como un ángel vengador, con el dedo tenso sobre el gatillo de su propia pistola esperando que surgiera la oportunidad de acabar con él.
—No antes de que yo se la vuele a ella. —Adam llevó el brazo con el que le rodeaba la cintura a la garganta y le apretó la tráquea.
Tara jadeó. Jamás hubiera creído que su padrastro fuera capaz de hacerle daño. Ahora no le cabía duda de que cumpliría su amenaza.
—¿Por qué? —susurró.
—En cuanto mis contactos en la Agencia me dijeron que habías logrado entrar en el despacho de Kantor, supe que era cuestión de tiempo que lo descubrieras todo. Siempre se te han dado bien los acertijos.
—¿Qué quieres decir? —Pero Tara ya lo sabía muy bien.
Su padrastro era todo lo que Logan afirmaba. En su interior, la furia y la traición se aunaban en un intenso remolino que la poseyó por completo haciendo que clavara el codo en el estómago de Adam. Él gruñó, pero se mantuvo firme.
—Inténtalo si quieres, princesa, pero soy mucho mejor que tú en este juego. Lo practiqué durante veinte años para la Agencia, pero sólo gané un precioso reloj y una modesta pensión por los servicios prestados al tío Sam. No iba a quedarme de brazos cruzados. Poseía los contactos adecuados para establecer un lucrativo negocio, así que lo hice.
—¿Vender contra su voluntad a mujeres y jovencitas como esclavas sexuales?
—Vaya carácter… —chasqueó él—. Eres joven y aún te quedan veinte productivos y lucrativos años. Seguramente no lo entenderás hasta que envejezcas y el dinero que tienes ahorrado no sea suficiente para mantener tu estilo de vida. No es justo que después de arriesgar mi vida tantas veces tenga que conformarme con unos ingresos ínfimos durante el resto de mi existencia. Esas chicas no importan. Provienen de familias tan pobres que ni siquiera pueden alimentarlas. Y a las mujeres… Sólo les proporciono una vía de escape permanente a sus inclinaciones sumisas.
Ella se estremeció al sentir como si un pesado martillo le golpeara en el pecho, privándola de aire en los pulmones.
¡Maldición!, ¿por qué no había confiado en Logan desde el principio?
Ahora podía ser demasiado tarde. Tara supo que para Adam no supondría ningún problema matarles si así obtenía lo que quería.
Buscó los ojos de Logan e intentó expresarle todo el pesar que sentía a través de su mirada. Era probable que no viviera lo suficiente para decírselo, pero quería que él supiera lo mucho que lo sentía. Deseó poder decirle una última vez cuánto le amaba y que continuara con su vida si le ocurría algo. Que no volviera a ocultarse en el club, negándose a sí mismo el placer de la risa, la pasión y el amor.
Pero se le había acabado el tiempo para decir nada.
—Dos días más, como mucho, y habríais descubierto la verdad —dijo Adam—. Kantor ha sido muy negligente y ha dejado un rastro fácil de seguir, pero yo voy a esfumarme. Sólo necesito un poco más de dinero y podré disfrutar el resto de mis días fuera del país. Tengo un comprador para ti, princesa: un ruso con un montón de ceros en su cuenta corriente; le encanta el sado y las pelirrojas; ha enviado a alguien a buscarte.
El terror le atenazó el corazón. Adam decía cada palabra a sabiendas.
—Será sobre mi cadáver —prometió Logan.
—Oh, eso será lo mejor. Tú vas a poner tu arma en el suelo y permanecerás inmóvil para que pueda dispararte a placer, o le daré instrucciones a mi amiguito ruso para que el resto de la vida de Tara resulte lo más doloroso posible.
Aquélla era su intención y Tara lo sabía. Lo notaba. Su padrastro la había engañado siempre; ahora entendía las salidas a horas extrañas, las llamadas intempestivas… Sí, eran raras, pero lógicas cuando uno se gana la vida traficando con vidas humanas. Si la había traicionado en todo lo demás, no le cabía duda de que ahora no amenazaba en vano.
Tenía que conseguir que siguiera hablando. Cuanto más tiempo ganara, más probable era que Logan o ella pudieran salir con vida, o que el grupo de apoyo apareciera.
—¿Por qué mataste a la madre de Logan? —farfulló.
Ante esa pregunta, Logan se estremeció como si hubiera tocado un cable de alta tensión.
—¿Cómo lo has descubierto? —preguntó Adam a Logan.
—Por el collar —aclaró.
Adam asintió con la cabeza.
—La cadena se enredó en mi mano cuando la maté, así que tiré bruscamente. Cuando Tara la encontró, pensé que sería muy divertido que ella la usara. Fue entonces cuando me di cuenta de que debía separaros. De todas maneras, incluso antes de matar a tu madre no pensaba permitirte tener a Tara. Siempre me has parecido un gilipollas, y ya había comenzado a pensar en la manera de conseguirlo. Tu madre no fue más que un obstáculo en mi camino.
—¿Salías con ella?
—No —se mofó Adam—. No era mi tipo. Tenía un culo demasiado grande para mí.
—Voy a matarte, capullo —prometió Logan con solemnidad.
—No, no lo harás. Te callarás igual que lo hizo Amanda. Intentó pararme los pies cuando descubrió mi pequeño negocio. Acababa de comenzar mis actividades vendiendo a aquel pequeño mocoso de quince años al que ella daba clase. Un jeque saudí me ofreció cientos de miles de dólares por él. No sé cómo lo descubrió tu madre, pero estaba a punto de chivarse. No podía permitir que lo hiciera. «Así que la mató».
La verdad era horrible; Tara se sintió fatal por Logan y por todo lo que había aguantado.
De repente, apareció Kantor cojeando por el pasillo detrás de Logan, que se puso rígido cuando le escuchó a su espalda.
—Por fin apareces —se quejó Adam.
—La zorra de tu hijastra me cogió por sorpresa y me aplastó la cara contra el escritorio. —Se frotó el chichón en su frente.
Adam se rió al tiempo que le apretaba el cuello.
—Te permitiré hacérselo pagar en el avión.
—¡Joder, apenas puedo esperar! Pero antes tenemos que deshacernos de su Romeo.
La última pieza del puzzle ocupó su lugar: la voz que tan familiar le resultó cuando llegaron al complejo. Kantor había llamado a Adam centenares de veces a lo largo de los años.
Jadeó.
—Kantor es un alias. ¡Trabajaba para el FBI!
Kantor sonrió sin dejar de masajearse la frente.
—Agente Stoltz a sus órdenes. Has tardado mucho en darte cuenta, pero nunca es demasiado tarde. Antes de dejar la Agencia era conocido como el Interrogador. Durante los últimos años me trasladaron a Guantánamo para sonsacar información a los detenidos. Aquí, entre nosotros, te confieso que me lo pasé en grande. —Apretó su arma contra la nuca de Logan—. Suelta el arma. Cuanto antes lo hagas, mejor será para todos.
Lentamente, Logan bajó el arma. Tara apretó los labios cuando el terror inundó sus venas y su corazón se aceleró al máximo. Aquello no podía estar ocurriendo, pero Logan y ella estaban desarmados. La culpa era sólo suya; si hubiera escuchado antes a Logan, si hubiera confiado en él… Si no hubiera intentado aferrarse al escudo con el que había protegido su corazón, todo estaría resultando muy diferente.
Ahora, Logan iba a morir por su error.
Se negaba a permitir que ocurriera sin luchar.
—Ahora déjala en el suelo —ordenó Kantor.
Tara concentró su mirada en Logan, intentando comunicarse con él en silencio; rogándole que estuviera preparado para cualquier cosa. Le vio tensar y alzar la barbilla como si la hubiera entendido.
De repente, impulsó su peso contra Adam. Cogido por sorpresa, trastabilló y la soltó. Mientras se dejaba caer, le dio un codazo en los testículos; como esperaba, él gruñó doblándose en dos. Entonces, Tara metió las manos en los bolsillos con rapidez y cogió tanto el arma que había escondido como el spray de autodefensa. Apuntó con el segundo directamente a los ojos de su padrastro y, cuando él comenzó a toser, le pateó la mano haciéndole soltar la pistola.
Se volvió al escuchar a su espalda la detonación de un arma; chilló cuando vio que salía volando un trozo de yeso de la pared junto a la cabeza de Logan. Kantor había cogido el cañón del arma de Logan y tirado de ella, haciendo que éste apretara el gatillo. El gerente alzó la pistola que sostenía en la otra mano.
Tara no parpadeó, no vaciló ni un instante. Disparó. La bala alcanzó a Kantor entre los ojos.
Logan se giró con los ojos abiertos como platos. Tara siguió la dirección de su mirada y vio que Adam iba directamente hacia ella con un puñal en la mano.
Rodó hacia la pared, intentando ganar una posición desde la que disparar de nuevo. No fue necesario; en ese momento, Logan apretó el gatillo tres veces seguidas. Los dos primeros proyectiles alcanzaron a Adam en el corazón, el tercero entre los ojos. El sonido de cada uno de los disparos resonó de manera ensordecedora en el largo pasillo.
Adam se derrumbó; estaba muerto antes de llegar al suelo.
Sólo ellos quedaban en pie. Habían vencido a sus enemigos, pero la enormidad de lo ocurrido cayó sobre ella como un mazazo. La adrenalina que había impulsado su sangre comenzó a disminuir, dejándola floja y temblorosa. Él permaneció en pie con los ojos clavados en ella. No se movió, no dijo nada, pero su mirada mostraba tal angustia que su corazón lloró por él.
Se levantó y corrió a sus brazos, rezando para que todavía la amara a pesar de haber tardado tanto en confiar y creer en él. Si Logan la perdonaba, se pasaría el resto de su vida resarciéndole.
Él vaciló, jadeante, con el cuerpo en tensión. Tara se puso rígida. ¿Qué sentía ahora por ella? ¿Habría dejado de quererla?
—¿Logan? —Le tocó el brazo al tiempo que buscaba sus salvajes ojos azules.
Por fin, él la envolvió entre sus brazos, apretándola con todas sus fuerzas, presionando sus cuerpos y enterrándole la cara en el cuello mientras sus corazones palpitaban al unísono.
—Gracias a Dios que estás bien.
Un largo rato después, él la apartó para mirarla a los ojos, y a ella le sorprendió ver lágrimas en los de él.
Justo cuando ella abría la boca para preguntarle el motivo, Bocelli apareció al final del pasillo empuñando un arma, junto con un equipo de agentes pisándole los talones. Tras ellos llegó también Darcy, envuelta en una manta, con el pelo enredado, las muñecas y los tobillos magullados, pero viva.
—¡Oh, Dios mío! ¿Estás bien? —preguntó Tara a su amiga.
Darcy asintió con la cabeza sin decir nada, estremeciéndose sin parar.
Nada en el mundo hubiera podido evitar que la abrazara. Darcy sollozó sobre su hombro y Tara la consoló como pudo. Sin duda su amiga había resistido una durísima prueba, pero se prometió a sí misma que estaría a su lado durante cada paso de su recuperación, tanto mental como física.
Bocelli se acercó también a ellas y dio una suave palmada en el hombro de Darcy.
—Agente Miles, ya ha visto que Tara está bien. Quiero que la vean los médicos. Es una orden.
Ella asintió con la cabeza y permitió que uno de los agentes la acompañara fuera de allí.
El jefe se volvió hacia ella.
—Buen trabajo, Jacobs. Ya hemos arrestado a Jordan, tiene que decirnos qué cargos presentaremos contra él. —Entonces divisó el cuerpo de Adam y frunció el ceño—. ¿Está bien?
Tara asintió temblorosamente con la cabeza.
—Lo estaré, señor.
Él la tomó del codo.
—Venga conmigo, debe explicarme qué ha pasado aquí.
Mientras Bocelli la acompañaba por el pasillo, ella miró por encima del hombro y se encontró a Logan observándola fijamente. Sabía que tardarían horas, quizá días, en verse de nuevo. Deseó saber qué demonios estaba pensando él. Sabía que se alegraba de que todavía estuviera en una pieza, pero había tardado demasiado en dar crédito a sus palabras, en confiar en él… ¿Seguiría amándola ahora de la misma manera?