Capítulo 18

Tara clavó los ojos en Logan mientras repetía las palabras varias veces para sus adentros. Simplemente no podía asimilarlas. Tenía que estar equivocado.

—No. Eso no es… ¡No!

Intentó zafarse de su abrazo. El agua caliente debería ayudarla a liberarse, pero Logan la apretó contra su cuerpo.

—Cherry, escúchame. El collar que llevas puesto era de mi madre.

—Estás equivocado.

Adam me lo regaló.

—Me has dicho que tú lo encontraste antes.

—Sí, es cierto, pero dijo que lo había comprado para mí.

Logan negó con la cabeza y la apretó todavía con más fuerza.

—Escúchame. Él conservó el colgante como una especie de trofeo de su crimen. Cuando tú lo encontraste, te dijo que te lo había comprado para que no sospecharas nada. Pero reconozco ese collar. Mi padre se lo regaló a mi madre tras su última discusión; quería hacerle comprender lo mucho que la amaba. Ella debía de llevarlo puesto cuando la mató; el forense certificó una leve abrasión en el cuello. Incluso incluyó en el informe que seguramente fue producida por una cadena metálica. Este colgante es lo único que desapareció de la escena del crimen.

Tara cerró los ojos al imaginar muerta a la madre de Logan y lo que él debió de sentir al encontrarla.

—Eso no prueba que Adam lo hiciera. Puede que… si tu padre se lo compró a tu madre, quizá mi padrastro lo consiguiera de la misma manera. Quizá los vendían en un centro comercial cercano o…

Él alzó la mano, tomó el colgante entre los dedos y le dio la vuelta.

—¿Ves esta abolladura? —señaló—. ¿La habías visto antes?

«¿Cómo podía saber él que el corazón tenía esa marca?».

—Sí, la percibí después de habérmelo puesto ya. Siempre he supuesto que se la hice al cerrar de golpe el joyero.

Logar cerró los dedos en torno al colgante.

—Pues fue un picotazo del loro de mi hermana. Recuerdo que mi madre se puso a llorar cuando vio que aquel estúpido pájaro había hecho esta marca.

A Tara se le cayó el alma a los pies y casi no sintió el agua caliente que resbalaba por su espalda y resonaba en sus oídos. Las acusaciones eran casi imposibles de refutar, pero ella las negaba con todo su ser.

—Eso no quiere decir que se trate de la misma abolladura. Es de oro, el oro es un material maleable y…

Él la tomó por los hombros con un gruñido.

—Sé que te resulta difícil de aceptar, pero estoy diciéndote la verdad. El collar de mi madre desapareció al mismo tiempo en que él te regaló éste, y tiene una marca exactamente igual. Y, si tu padrastro asesinó a mi madre, es el mismo hombre que amenazó con matarte a ti…

—¡Él jamás lo haría! —Tara se liberó de sus manos—. Ese hombre me acogió cuando no tenía por qué hacerlo. Me crió desde que cumplí doce años. Me cuidó antes de que mi madre muriera. No puedo creer que él… —Negó con la cabeza—. Sencillamente, no.

—¿Crees que no sería capaz de amenazar con matarte? ¿No te das cuenta de que sabía que en el momento en que yo viera el collar que llevas puesto le señalaría como el asesino de mi madre? Claro que lo haría; sabe que, si no, acabaría en la cárcel. Incluso antes de matar a mi madre intentó separarnos por todos los medios, aunque no tuvo éxito. Pero una vez que tú encontraste el colgante y te lo pusiste en el cuello, tenía que impedir que volviéramos a vernos. Cherry, en el momento en que yo lo viera, lo habría sabido. Incluso aunque se hubiera deshecho del collar, hubiera habido cualquier otra cosa que le delatara.

Tara le miró fijamente, parpadeando. Oyó las palabras, percibió la lógica que encerraban… Pero su mente no podía aceptar la idea de que Adam matase a alguien a sangre fría y amenazara con asesinarla a ella también.

—Eso es… simplemente…

—Sé lo difícil que es para ti aceptarlo. —Golpeó con el puño la pared de la ducha—. Estoy casi seguro de que ese cabrón mató a mi madre. Todos sospechábamos que ella estaba viéndose con alguien. Intenta recordar, ¿Adam estaba saliendo con alguna mujer en esa época?

Ella frunció el ceño, haciendo memoria, pero la sorpresa le impedía pensar.

—No lo sé. Adam es muy discreto. Nunca me fijé.

—Quizá su relación se complicó.

—Adam siempre salió con muchas mujeres y terminó con ellas de manera amigable.

—De acuerdo, eso sólo demuestra que con mi madre algo salió mal. La mató. Apostaría mi vida.

Tara se rodeó con los brazos y se estremeció a pesar del calor del agua.

—¿Por qué me cuentas ahora este… esta teoría? Él apretó los labios.

—Acabo de deducirlo y tú me has dicho que no quieres que te oculte más cosas.

Ella parpadeó, intentando asimilar la sorpresa.

—Por eso mirabas mi collar.

Él asintió con la cabeza y le acarició el pelo antes de acariciarle la nuca.

—Cherry, cuando terminemos la misión no puedo arriesgarme a que permanezcas cerca de él. Sabe que has estado conmigo; podría intentar cumplir su amenaza. No se arriesgará a que descubramos que asesinó a mi madre.

¡Oh, Dios! Sus palabras le oprimían el corazón como una garra. Se cubrió la cara con las manos, intentando asimilar la acusación. Aquello era demasiado imprevisto.

—Logan…

—No me hables en ese tono de disculpa, Tara. Parece como si estuvieras pensando en pasar de mí. Sólo te pido que confíes en mí como tu futuro marido, como tu Amo. Jamás te provocaría un dolor innecesario.

—Sé que no es tu intención. —Ella negó con la cabeza—. Que crees en lo que dices, pero…

Logan la miró haciendo gala de toda la paciencia que tenía.

—Prométeme esto: no vuelvas a quedarte sola con él hasta que tome precauciones.

«¿Hasta que tomara precauciones?».

—¿Vas a hacer que lo arresten?

—Si cometió el crimen y puedo probarlo, sí. Mató a una mujer de apenas cuarenta años y dejó huérfanos a tres niños. ¿No crees que, si es así, debería pagar?

Tara parpadeó. Si lo que Logan sospechaba era cierto, sí.

—Adam ha trabajado en el FBI. Es uno de los buenos. No es un asesino.

La frustración crispaba los rasgos de Logan cuando le dio la espalda.

—Ya veremos.

Tan pronto como salieron de la ducha, Logan se sintió aliviado al escuchar el timbre del teléfono. Al menos la llamada les proporcionaría otro asunto en el que centrar la atención. Contuvo la desilusión como pudo; que Tara no le creyera era una puñalada en el corazón. ¿Dónde demonios había ido a parar toda la confianza que había intentado lograr de ella? Sí, le pedía mucho; pero ¿no podía al menos concederle el beneficio de la duda?

Fue ella quién cogió el teléfono.

—Jacobs.

Tras facilitar la clave de acceso, Logan pudo escuchar una amortiguada voz masculina al otro lado de la línea. A continuación, Tara pronunció una gran cantidad de «sí, señor» y, por fin, «lo tendremos en cuenta».

Tres minutos después, apretó el botón para finalizar la llamada al tiempo que lanzaba un suspiro enorme.

—Han procesado algunos de los datos. Todavía no saben nada sobre el misterioso dueño de Llave del Placer. En los archivos se le cita únicamente con el sobrenombre de «Sire». Los analistas han encontrado referencias cifradas sobre las subastas de esclavas. La próxima se realizará a las 23:00 del jueves. El «producto» está retenido en el Hoyo.

Logan asimiló la información.

—¿Crees que el «producto» es Darcy?

—Sí. —La vio estremecerse y supo que temía por su amiga—. Seguramente se refiere a la mazmorra que descubrimos en los planos, bajo el complejo. Necesitamos llegar allí y ver si existe alguna manera de liberar a Darcy. Si es así, podríamos conseguir una orden para, al menos, arrestar a Kantor. Sus huellas están en el ordenador y su identificación de usuario en los archivos. Lleva la palabra «culpable» escrita en la frente.

—Lo es, pero estoy seguro de que no es ese «Sire» que mencionan. Si nos descubrimos antes de tiempo, ¿tendremos posibilidades de atrapar también al pez más gordo? No creo; éste huirá y establecerá su negocio en otro lugar.

—Lo sé. —Alzó la mirada y clavó los ojos en el techo; su expresión reflejaba incertidumbre y ansiedad a partes iguales—. Aun así, no puedo cruzarme de brazos y permitir que Darcy muera.

Logan deseó hacer algo para tranquilizarla.

—Tenemos que intentar dar con alguien que pueda identificar a «Sire». Aunque no sepan su nombre, es imposible que dirija el negocio sin estar presente en algún momento. Alguien tiene que haberle visto la cara o conocer su identidad. Le pediré a Xander que indague; haremos todo lo posible para dar con ese capullo.

Ella asintió distraídamente; su mente ya estaba en otro lugar. A pesar de la dureza de lo que se le venía encima, su Cherry seguía con la mirada fija al frente. Una vez más, se sintió orgulloso de su valentía, de su brillante inteligencia. Le llevaría un tiempo asimilar las acusaciones contra Adam. Nadie creería, sin pruebas, que un familiar querido era un frío asesino. Y menos en cuestión de minutos. Pero haría cualquier cosa para salvar a Darcy y llevar la misión a buen puerto. Su primer objetivo era salvar a su compañera, el FBI no dejaba a los suyos en la estacada; después se centraría en atrapar a un asesino.

—Creo que tengo una idea. —La vio mordisquearse los labios, todavía perdida en sus pensamientos—. Pero necesito hablar con Xander, su ayuda será imprescindible.

Logan empuñó el móvil.

—Le llamaré ahora mismo. Solucionaremos las cosas, cariño. Liberaremos a Darcy.

Y le probaría que su padrastro era un peligroso hijo de perra, la protegería y la mantendría a salvo. Por todos los medios que fueran necesarios.

Tara jugueteó con los trozos de fruta que llenaban su plato para evitar la furiosa mirada de Logan.

—No me gusta —gruñó él.

—¿Tienes un plan mejor?

No lo tenía y ella lo sabía. Todo surgió cuando consultaron con Xander. Necesitaban acceder al Hoyo. Sospechaban que tanto Kantor como Jordan entraban y salían de allí con total libertad. El gerente quedaba fuera de su alcance, pero Tara sabía exactamente cómo engatusar a Jordan a pesar de que el Amo de mazmorras la había tratado con absoluta frialdad a partir del día de su llegada a la isla. Ese hombre la deseaba y ella pensaba utilizar aquella ventaja.

Logan suspiró.

—Me estás enfadando mucho.

—Dudo que sea la última vez en nuestras vidas. —Ella intentó sonreír.

—Seguramente.

Él frunció los labios y Tara supo que estaba pensando en el peligro que iban a correr. Y, además de preocuparse por ella, quizá meditara sobre lo que ocurriría cuando regresaran a casa y se reunieran con Adam. En eso último también había estado pensando ella. No le parecía posible que su padrastro fuera un asesino… Pero Logan parecía muy convencido. Quizá, mientras él trataba de buscar pruebas para acusar a Adam, ella pudiera descubrir lo que había sucedido realmente y al verdadero asesino. Sabía que esos dos hombres tan importantes para ella jamás serían amigos, pero le gustaría poder disfrutar al menos de un poco de armonía durante las fiestas familiares, especialmente por los niños.

Parpadeó. ¡Niños! Pensar en tenerlos con el hombre al que siempre había amado en secreto era una mágica y brillante fantasía que jamás había esperado hacer realidad. Logan sería un gran padre, un buen marido con el que compartiría todo el amor, la pasión y la alegría de la vida en cuanto rescataran a Darcy y salieran de esa maldita isla.

—Es mejor que comas algo, Cherry. Vas a necesitar todas tus fuerzas. —Sus roncas palabras contenían una amenaza sensual. Ella contuvo un estremecimiento.

—¿Intentas asustarme?

—No. Me limito a constatar un hecho. Y quiero que estés bien mojada.

Tara no pudo evitarlo, se le contrajo el vientre.

—Te preguntaría si sólo piensas en el sexo, pero sé que es una pregunta estúpida.

—No puedo negar que cuando estoy contigo, el sexo capta casi toda mi atención.

Logan intentó sonreír, pero no fue una sonrisa sincera. Tara sabía lo que sentía, igual que sabía que le hacía daño al no confiar en él con respecto al asesinato de su madre. Lamentaba decepcionarle, pero lo primero era la misión, ya se ocuparía después de probar la inocencia de Adam. Sólo cuando todo lo demás estuviera resuelto, sería el momento de discutir con Logan.

—¿Necesitan alguna cosa más? —Chaz, el camarero, se detuvo junto a la mesa y comenzó a recoger los platos medio vacíos—. ¿Postre?

—Yo no quiero nada más. —La idea de seguir comiendo le revolvía el estómago.

—Yo tampoco, gracias —murmuró Logan.

Chaz les miró con ojos atormentados y la piel cetrina.

—Detrás de ustedes hay una mesa vacía.

Logan miró disimuladamente hacia donde les indicaba.

—Sí.

—Es la mesa que le fue asignada a Allison, la amiga de Laken, hasta el domingo. Jordan la invitó a la sala VIP anoche. No la veo desde entonces y tampoco consigo localizarla.

A Tara se le heló la sangre en las venas.

—La doncella de planta que atiende su habitación es amiga mía —continuó Chaz—. Me ha confirmado que Allison no pasó la noche en su cama. Sabía que estaba preocupado por la desaparición de Laken y que le aterraba pensar lo que podría haberle pasado. No se habría ido sin avisarme.

—Investigaremos lo ocurrido —aseguró Tara.

Con una firme inclinación de cabeza, el camarero se dio la vuelta y se alejó.

—Apuesto lo que quieras a que Kantor también está involucrado en la desaparición de Allison —masculló Logan.

Tara asintió con la cabeza mientras maldecía por lo bajo.

—Supongo que es el cerebro en la isla. Es probable que Jordan y él necesitaran más «producto» para reemplazar a Laken.

Logan hizo una mueca.

—Puede que la vendieran antes de su muerte.

—Si es así, tendrían que encontrar a alguien con quien sustituirla lo antes posible.

—Allison me dijo que tanto Laken como ella habían acudido aquí porque buscaban al Amo perfecto, y me informó también de que ninguna de las dos tiene familia, así que nadie las echará de menos hasta dentro de mucho tiempo…

No era lo que ella quería oír.

—Mantén los ojos y los oídos bien abiertos esta noche, cuando pongamos en marcha el plan.

—Eso haré —afirmó Logan—. Pero sigue sin gustarme nada todo esto.

A Tara tampoco le emocionaba, pero se les acababa el tiempo y, habiendo desaparecido otra mujer, sus opciones eran cada vez más escasas.

Era necesario que Tara lograra obtener la tarjeta de acceso de Jordan. Nadie lograría llegar al Hoyo sin ella.

Su plan era ofrecerse como sumisa a Jordan. Le llevó una hora encontrarlo en las mazmorras públicas, vestido con pantalones de cuero. En medio del sonido de los latigazos y de los gritos, tanto de placer como de dolor, él le sonrió ampliamente mostrando la apariencia del típico héroe americano. Sin embargo, los tatuajes de alambradas de sus bíceps, la tableta de abdominales y el chaleco de cuero negro hacían que ofreciera una imagen absolutamente dominante. La miró de una manera tan mordaz y penetrante que supo al instante que aquel tipo seguía muy interesado en ella.

Tara contuvo el deseo de escapar y de cubrir su semidesnudez con más ropa y compuso su mejor sonrisa de niña buena, aunque quedó algo deslucida cuando observó que un Amo de edad madura rodeaba los pechos y los muslos de su sumisa con una serie de nudos complicados, rozándole los pezones o el clítoris cada vez que ésta se movía. No tuvo que fingir sorpresa ante tal escena.

—Se trata de Shibari, sumisa. ¿Qué haces aquí sin tu Amo? ¿Ha vuelto a dejarte sola?

Tara bajó la mirada con falsa sumisión, aprovechando para revisar el cuerpo de Jordan en busca de alguna llave o área plana en los bolsillos.

—Sí, Señor. Me dijo hace treinta minutos que iba a buscar agua.

Jordan disimuló su desaprobación acariciándole con suavidad la mejilla. Ella permitió que le alzara la cara presionándole la barbilla con los nudillos.

—No es consciente de que eres un tesoro, dulce sumisa. Tara, cualquier otro Amo se sentiría muy orgulloso de ti.

A ella se le aceleró el corazón. ¿Sería ése el primer paso para separar a una vulnerable sumisa de su protector? ¿Señalar los fallos de su Amo y convencerla de que otro podía tratarla mucho mejor?

—C-creo que no le importo demasiado, Señor.

Jordan frunció el ceño antes de tenderle la mano.

—Ven conmigo. Tenemos que hablar.

«¡Ni de broma!». No pensaba ir a ningún lugar a solas con él. Era demasiado peligroso. ¿Y si Logan y Xander no lograban encontrarles?

Bajó la mirada antes de jugar su mejor mano.

—El Amo Logan me dijo que no me alejara de aquí.

Él la tomó del brazo.

—¡Qué dulce y obediente eres! Es una pena que… —suspiró—. Ven, junto a la pared hay un sofá. No está lejos.

Tara respiró aliviada. Estaba oculto entre las sombras, pero a falta de armas, tenía entrenamiento en defensa personal. Además, Logan y Xander la verían perfectamente e intervendrían si algo se torcía.

Mostró su aprobación con una inclinación de cabeza. Él se sentó en el sofá y se palmeó los muslos. Ella vaciló.

Jordan la miró con el ceño fruncido.

—No voy a castigarte… aún. Eres una sumisa que necesita consuelo y mi trabajo como Amo de las mazmorras es proporcionártelo.

Él se aprovechaba de los privilegios de su puesto, pero Tara intentó parecer convencida.

—Él Amo Logan podría azotarme si me viera… pero me vendría bien un abrazo.

Tara intentó sentarse en su regazo con naturalidad y permitió que la rodeara con los brazos. Bajo el glúteo izquierdo notó algo duro y plano. Simuló acomodarse con un contoneo y se frotó contra el objeto. Al mismo tiempo observó el gancho prendido en el chaleco; de él colgaba una cadena que desaparecía en el bolsillo del pantalón. ¡Bingo!

—Gracias por consolarme, Señor —lloriqueó—. Me sentía muy sola.

Probablemente estaba resultando demasiado frágil para alguien a quien le gustaba someter mujeres, pero él picó el anzuelo y la acunó entre sus brazos. Ella se obligó a relajarse, tragándose la bilis, mientras le deslizaba la mano bajo el chaleco, cerca de la cintura. La maniobra hizo que sus pechos se elevaran, y Jordan no perdió la oportunidad de recrear la vista.

Intentando tranquilizarse, alzó más los senos mientras deslizaba la mano hasta el gancho. Fingió un suspiro y, cuando captó su atención, liberó la cadena.

—Eres muy suave, dulce sumisa.

—Gracias, Señor.

Tara intentó pensar algo con lo que prolongar la conversación sin despertar sus sospechas. Sabiendo que era posible que supiera que ella era una agente, no podía pedirle que la llevara a la sala VIP ni decirle que había estado buscándole. Así que intentó una aproximación más sutil.

—No sé por qué no puedo retener la atención del Amo Logan —fingió un tono triste mientras rodeaba con los dedos la delgada cadena de la que esperaba que colgara la tarjeta de acceso.

—A mí también me desconcierta. —Él le apartó el pelo de la cara—. Kantor me ordenó que me mantuviera alejado de ti, pero me resulta imposible. Eres un tierno bocadito en el que quiero deleitarme.

Tara se quedó paralizada. ¿Por qué le habría dicho eso Kantor? A menos que sospechara de ella, claro está. Pero ¿por qué se lo decía Jordan a menos que quisiera ponerle una trampa? Un buen acertijo que debería solucionar más tarde.

En ese momento, volvió a removerse sobre su regazo para disimular el lento tirón con el que esperaba sacar la tarjeta del bolsillo.

Ésta se deslizó un poco pero, al estar él sentado, no consiguió extraerla limpiamente.

Hizo el gesto acordado sin que Jordan la viera. Al cabo de unos segundos, escuchó las fuertes pisadas de Logan acercándose a ellos. Miró por encima del hombro y le vio cargar como un depredador irritado dispuesto a hacer trizas al macho que se había atrevido a infiltrarse en su territorio. Estaba segura de que la aterradora expresión que mostraba no era totalmente fingida.

Se levantó del regazo de Jordan; éste la imitó, permitiéndole tirar de la tarjeta, que ocultó a su espalda. Contuvo el aliento al ver que Jordan bajaba la vista con desconcierto. ¡Había notado algo! «¡Joder!».

Entonces Logan fue al rescate; se aproximó amenazadoramente al Amo de las mazmorras con una mirada que prometía guerra mientras le apuntaba con un dedo acusador. Al ver que Jordan respiraba hondo, Tara se dio cuenta de que Logan era bastante más alto y fuerte que el otro hombre.

Siguiendo el plan trazado, Logan la empujó tras la espalda. Con disimulo, ella le deslizó la tarjeta en el bolsillo trasero del pantalón.

En cuanto lo hizo, se centró en la acción que se desarrollaba ante ella. Estaba segura de que si no se tratara de un acto fingido, Logan daría una lección al Amo de las mazmorras, pero de esa manera no ofrecería la imagen desinteresada que quería dar.

—No vuelvas a poner las manos encima de mi sumisa.

—La has dejado sola y necesitaba consuelo. Se lo proporcioné al ver que te habías ausentado.

Logan tensó la espalda.

—La manera en que la trato no es asunto tuyo. Quizá estaba castigándola.

—¿Lo hacías? —Jordan arqueó una ceja.

—No es algo que te interese. No vuelvas a interferir en mi propiedad. Tara necesita un castigo ejemplar y se lo voy a dar.

Ella tuvo que morderse la lengua para no replicar.

«¿Su propiedad?».

Logan se giró con rapidez y la arrastró hasta la cruz de San Andrés; ella no tuvo que fingir renuencia. Sí, vale, había sido idea suya, pero eso no quería decir que le gustara.

—No te preocupes, Cherry —susurró Logan—. Estarás bien.

Lo único que tenía que hacer era confiar en él.

Cuando llegaron allí, Logan se detuvo para mirarla severamente con los ojos entrecerrados.

—¿Por qué voy a castigarte, esclava?

Oh, ésa era su voz de Amo. Debería de sentirse un poco intimidada, pero lo único que notó fue que se licuaba por completo.

—P-por haberme alejado del lugar en que me dejaste, Logan.

—¿Y por qué más?

Tara intentó parecer agitada e incómoda. Jordan se había acercado a observarles y le clavaba la mirada en la espalda.

—Por sentarme en el regazo del Amo Jordan.

—No, por aceptar un consuelo que no estabas autorizada a recibir. Ponte de cara a la cruz.

Ella obedeció, aunque se estremecía sin control.

—Desnúdate. Dobla la ropa y dámela.

Debía quitarse la ropa en público. Intentó no parecer cohibida; la cruz estaba apoyada en una pared, así que nadie le vería los pechos ni el sexo; sin embargo, todos podrían estudiar su exuberante trasero. De acuerdo, a Logan le gustaba, pero ella aún no había logrado alcanzar la confianza necesaria para mostrar en público con naturalidad la parte de su cuerpo con la que menos satisfecha estaba.

—Esclava, te he dado una orden. Obedécela o el castigo será todavía mayor.

Respiró hondo antes de llevar las manos a los tirantes del vestido para quitárselo. El borde elástico se ciñó a sus pechos, a su cintura, a sus caderas; luego cayó al suelo, dejándola completamente desnuda.

Logan le acarició las nalgas, demorándose en las pronunciadas curvas.

—¡Oh, Dios!, me encanta tu culo —le dijo al oído antes de empujarla contra la cruz, obligándola a alzar los brazos.

Demasiado pronto, se encontró amarrada a la enorme cruz de madera. Logan tomó un látigo de la pared y ella tragó saliva. No habían hablado de cómo la castigaría. Tara había supuesto que sería con un látigo de colas o con la mano, pero el que había cogido era tan largo como ella. Observó que él lo probaba en el aire, como sopesando su peso. Se le aceleró el corazón.

Al escuchar el primer chasquido, dio un brinco y contuvo la respiración. Luego miró por encima del hombro. Logan, con el látigo en la mano, resultaba una imagen aterradora.

Cerró los ojos. Podía lograrlo. Logan no le haría daño. Lo único que tenía que hacer era confiar en él.

Jordan se acercó más.

En ese preciso instante, Xander apareció en escena con su uniforme de Amo contratado. Se situó a la izquierda de la cruz y le lanzó una mirada de apoyo al ver que Jordan observaba cómo Logan probaba el látigo.

—Cuenta, esclava —ordenó Logan.

Ella se tensó mientras esperaba el primer latigazo.

—Alto —intervino Jordan—. Estamos ante uno de sus límites. —Uno en el que estamos trabajando. Jordan se aclaró la voz.

—Aún así, no es recomendable administrar disciplina con uno de los látigos grandes.

—Soy más que capaz de proporcionarle a mi sumisa el castigo que necesita. Apártate —gruñó.

—Pienso quedarme observando. —Jordan le lanzó una mirada de advertencia—. Un solo movimiento en falso e intervendré.

—Relájate —le murmuró Xander al oído—. Te dolerá más si estás tensa.

Tara se obligó a soltar el aire y a relajarse todo lo que pudo. Entonces, Logan levantó el látigo.

Le golpeó con él justo en la parte más carnosa del trasero. El cuero casi la acarició, provocándole una leve quemazón que se disipó con suavidad, dejando a su paso nebulosos hormigueos.

Ella contuvo la respiración.

—Uno.

Antes de que pudiera tomar aire de nuevo, Logan movió de nuevo el látigo. Esta vez impactando en la sensible curva de las nalgas. El golpe fue un poco más fuerte y la sensación más intensa. Como antes, y casi a la vez que él alejaba el látigo, la suave picazón se disolvió en un tierno hormigueo.

Para su sorpresa, quería más.

Tara se retorció y luchó contra las cadenas. Se suponía que debía odiar aquella experiencia. Para que su plan funcionara, ella tenía que gritar en público su palabra segura. Pero lo que Logan le hacía le resultaba tan maravilloso que estaba empapada.

—Cuenta, esclava. Si tengo que volver a recordártelo, empezaremos otra vez.

«Sí, por favor».

Tara se guardó el pensamiento y se forzó a hablar con voz temblorosa.

—Dos. No sigas, por favor.

—Mentirosa —susurró Xander—. Alguien tiene los pezones duros como guijarros —canturreó—. ¿Te he dicho alguna vez que me encanta la manera en que te sonrojas cuando te excitas?

Tara le lanzó una mirada de reproche y se dio cuenta de que él contenía la risa.

Mientras estaba distraída, Logan le golpeó de nuevo con el látigo, esta vez en la parte superior de las nalgas, envolviéndole las caderas con la punta de cuero.

Bueno, lo cierto era que en esa ocasión sintió más dolor que placer. Siseó, se estiró, prometiéndose a sí misma que le iba decir un par cosas a Logan por haberse pasado tanto.

Cuando el dolor se desvaneció, un montón de intensos hormigueos bailaron bajo su piel. Sus músculos comenzaron a arder. Oh, la sensación resultaba maravillosa.

—Tres —jadeó.

—Esclava, ahora los dos últimos. No quiero escuchar ninguna queja. Te has ganado el castigo a conciencia.

Tara asintió con la cabeza, intentando controlar la respiración y la excitación que inundaban su cuerpo. Maldición, se estaba dejando llevar por la confianza que realmente tenía en Logan. Se ahogaría en el amor que le profesaba.

Pero las acusaciones que había vertido contra su padrastro eran una sombra que se interponía entre ellos.

El pensamiento seguía rondando en su mente cuando Logan movió de nuevo el cuero; ahora impactando en vertical sobre la nalga derecha. El golpe fue mucho más fuerte e hizo que la sangre aflorara a la superficie de la piel. En realidad le dolió bastante.

Se tensó de pies a cabeza; no tuvo que fingir rechazo hacia el castigo y sabía que aún quedaba un latigazo más.

El pánico la inundó de nuevo haciéndole respirar hondo. Aunque se suponía que Logan tenía que asustarla, un miedo muy real atravesó su cuerpo.

—Hermoso verdugón —comentó Jordan—. Imagino que debe de ser todo un espectáculo verle el culo rojo.

—Sí. Necesita otra marca a juego —dijo Logan en voz alta—. Quizá tener el culo al rojo vivo hará que no se siente en el regazo de otros Amos.

El látigo surcó el aire una vez más y el miedo se convirtió en un pánico helado que inundó sus venas. Tara sabía que su mente quería más, todavía le palpitaba la nalga derecha, pero aún tenían que poner el plan en marcha.

—¡Romeo! —gritó.

Logan la ignoró y dejó caer el látigo en la nalga izquierda. Aunque no lo hizo con tanta fuerza como la vez anterior, sí la hizo contener de nuevo el aliento.

—¡Romeo!

—Es el castigo que te mereces, esclava. No haces más que interrumpirme y sabes de sobra que no estoy haciéndote daño.

—Alto —intervino Jordan con firmeza—. Continuar después de que la sumisa ha pronunciado la palabra segura va contra las reglas del club. Libera a tu esclava de la cruz y proporciónale el consuelo que necesita o lo haré yo.

—No interferirás en mi relación con la esclava —rugió Logan, dejando caer el látigo sobre los muslos de Tara.

Éste fue otro impacto suave, casi una caricia, pero Tara ignoró el placer y lanzó un grito de terror digno de un Oscar.

—¡Basta! —rugió Jordan.

Tara escuchó sonidos de lo que parecía una pelea y Xander se alejó de la posición que ocupaba ante ella.

—Voy a ocuparme de él, volveré en cuanto pueda —masculló antes de irse.

—Lleva a este capullo al despacho de Kantor y espera allí con él —dijo Jordan a Xander—. Me ocuparé de la esclava antes de reunirme con vosotros. —Luego se volvió hacia Logan con un gruñido—. Señor Flint, será un placer escoltarle personalmente fuera de la isla.

A Tara se le aceleró el corazón al ver que Logan luchaba contra Xander como habían planeado, permitiendo finalmente que éste le redujera. Cuando Jordan la liberó de la cruz, ellos ya habían desaparecido.

—¿Te encuentras bien? —susurró él, tendiéndole el vestido semitransparente. Parecía realmente preocupado.

Ella no tuvo que fingir un estremecimiento. La adrenalina que había atravesado su cuerpo comenzaba a evaporarse, dejándola en un estado tembloroso. Casi se le doblaron las piernas, pero él la sostuvo y la guió hacia una puerta cerrada.

Tara no quería ir con él a ningún lugar privado, y menos desnuda, pero su labor era distraerle. Ofrecer resistencia ahora sólo levantaría sospechas.

—Estoy avergonzada, Señor.

—¿Es tu primer castigo?

Ella asintió con la cabeza mientras él abría la puerta y la empujaba. Cuando encendió la luz, la nítida luminosidad casi la cegó. Tras una rápida mirada a su alrededor, que reveló un catre, un armario y un escritorio con un teléfono, le miró con los ojos entrecerrados para protegerse de la claridad.

Jordan la llevó hasta el catre y la urgió a tenderse sobre el estómago. Luego le palpó la nalga derecha y ella se tensó. No le gustaba que le tocara.

—Bueno, te han salido unos hermosos verdugones y te dolerán un poco hasta que te acostumbres a ellos. Deja que te ayude. «¿Los verdugones eran hermosos? Ufff».

—Gracias, Señor.

Ella se mantuvo boca abajo, tolerando sus cuidados antes de permitir con docilidad que la envolviera entre sus brazos. Kantor apareció tan pronto como Jordan le llamó. Tara le contó la historia en tono vacilante, perdiendo todo el tiempo que pudo. Cuanto más tiempo les entretuviera, más fácil resultaría a Logan y Xander llegar al Hoyo. Rezó para que Kantor no supiera quién era y la matara.

Xander sujetó las manos de Logan a su espalda y, usando la tarjeta de acceso que Tara había robado, se dirigieron hacia el Hoyo.

Logan estaba muy preocupado por Cherry. Sabía que era capaz de cuidarse, pero estaba desnuda y desarmada. No podría luchar contra Jordan si éste decidía atacarla; ni tampoco contra Kantor si la elegía como «producto».

Cuando llegaron ante una puerta con un pequeño ventanuco cuadrado, el guarda, que ocupaba una garita llena de controles y monitores de vídeo, les detuvo.

—¿Qué queréis?

Fue Xander quien respondió.

—Jordan me ha pedido que encierre a este capullo aquí abajo.

No dejaba de ser un riesgo presuponer que Jordan tenía autoridad para enviar a alguien al Hoyo. Pero dado que su tarjeta de acceso les había permitido usar el ascensor y recorrer el largo pasillo, Logan pensaba que usar su nombre les abriría las puertas del lugar.

—¿Un prisionero? ¿Un tío? —Logan escuchó la sospecha en la voz del guarda.

—No te imaginas la bronca que estaba montando. —Xander simuló que le costaba trabajo contenerle y Logan fingió luchar contra él—. Jordan quería mantenerle separado del resto antes de que hiciera daño a alguien. Por favor, déjame entrar.

Logan esperó que aquellos forcejeos impidieran que el guarda fuera a comprobar si era cierto lo que le estaba diciendo. Así que se movió con agitación otra vez, como si intentara librarse de las manos de Xander.

Por fin, el guarda suspiró.

—Métele en la segunda jaula —indicó bruscamente.

En cuanto Xander abrió la puerta, entraron en un ambiente cavernoso y húmedo con convenientes modernidades. Había cámaras siguiendo todos sus movimientos. La luz no era muy intensa, pero iluminaba la larga fila de jaulas metálicas y rectangulares que se sucedían una tras otra. En la primera había una chica morena que no era Darcy. Parecía inconsciente; rezó para que estuviera durmiendo. El resto estaban vacías.

«¡Joder!». ¿Habrían llegado demasiado tarde?

Logan estaba ansioso por registrarlo todo, por descubrir si el Hoyo tenía áreas ocultas, pero tendría que esperar unos minutos a que Xander se ocupara del guarda.

Su amigo abrió bruscamente la puerta de la jaula y le empujó al interior. Cuando entró introdujo un trozo de masilla en la cerradura.

—Jordan vendrá enseguida —le advirtió Xander en voz alta antes de dirigirse a la garita del guarda. Ahora sólo faltaba que ejerciera su magia.

Fingió no mirar cómo Xander subía las escaleras que llevaban a la garita. El guarda se negó al principio a dejarle entrar, pero al cabo de diez minutos, había abierto la puerta y hablaba con Xander como si fueran amigos de toda la vida. Mientras el tipo se reía golpeándose las rodillas, Xander vertió un narcótico en su café.

A los pocos minutos, dormía sobre el escritorio, fuera de combate.

Logan salió de la jaula al mismo tiempo que Xander se acercaba para darle una tarjeta electrónica y la semiautomática que había introducido de contrabando en la isla.

—Ve con cuidado. Rubén, el guarda, me ha dicho que «Sire» llegó a la isla hace una hora. Al parecer se encuentra ahí dentro. —Señaló una puerta corredera metálica.

¿De veras? La adrenalina inundó su sangre; quería capturar a ese hijo de puta. Después de la muerte de su madre odiaba a cualquier hombre que abusara de las mujeres, así que se sentiría más que feliz de conseguir que ése pagara por lo que habían hecho todos los demás.

—Vayamos a por él.

—Sí. —Xander se acercó a la morena que ocupaba la primera jaula—. Ve delante. Yo voy a hablar con la chica. Creo que será mejor que entres en la garita y eches un vistazo a los monitores. Algunas cámaras están enfocando lugares que no conozco. Bueno, la verdad es que tampoco conocía el Hoyo. Te aseguro que no me gusta nada lo poco que he visto por ellas.

Con algo de suerte verían a «Sire», quizá incluso podría llevarse la película de la cámara de seguridad.

Logan se giró y corrió ante la puerta metálica, que casi ocupaba la pared entera, para dirigirse a la garita.

Escuchó un grito femenino tras el panel metálico.

Su primer instinto fue correr hacia allí, pero se convenció de que sería mejor tener paciencia. Irrumpir en una estancia sin saber lo que podía encontrarse al otro lado no ayudaría a aquella mujer y daría a «Sire» la posibilidad de escapar.

Al llegar a la cabina de seguridad, apartó a un lado el cuerpo del guarda y clavó los ojos en los monitores que parpadeaban ante él. Calculó que serían unas tres docenas y cubrían todos los rincones del complejo. Pudo ver la mazmorra donde había azotado a Cherry hacía sólo unos minutos, pero ahora ella no estaba allí; de hecho, no la veía por ningún lado.

Conteniendo el pánico, se obligó a respirar y a centrarse en el plan: encontrar a «Sire». Recorrió varios monitores con la vista sin encontrar nada raro; por fin, dio con uno en el que se veía una puerta metálica al fondo de la imagen. En esa pantalla pudo ver a dos sumisas, desnudas, encadenadas a la pared de la caverna. La primera era una esbelta rubia de pelo corto que había sido azotada sin piedad. ¿Se trataría de Darcy? Quizá. Sólo le veía la espalda y no podía asegurarlo. La otra prisionera había sido obligada a arrodillarse a los pies de un Amo que le resultó conocido, y tenía las mejillas llenas de lágrimas. Sus pechos se bamboleaban al ritmo con que aquel bastardo movía las caderas para introducirle la polla en la boca. Cuando el hombre se retiró durante un momento, Logan pudo ver la cara de la mujer: Allison.

Xander entró en ese momento en la cabina.

—La morena dice que está siendo castigada por su Amo y no quiere ser rescatada.

Logan contuvo una maldición.

—Ya regresaremos a por ella.

Primero tenían que salvar a las mujeres en peligro y detener a «Sire». Después se preocuparían de lo demás.

Volvió a centrarse en la imagen; no se veía a ningún otro hombre y temió que «Sire» se hubiera ido ya. Tenía que dar con él y regresar con Tara. Estaba sola con el Amo de las mazmorras, sabía Dios dónde; cada minuto que estaban separados era un minuto que su miedo por ella se incrementaba.

—Vamos —ordenó Xander.

Cuando estaba a punto de salir de la cabina de seguridad, Logan lanzó una última mirada al monitor que mostraba la mazmorra del Hoyo. Justo en ese momento se abrió una puerta al fondo de la imagen y lo que vio hizo que se le congelase la sangre. No pudo contener un estremecimiento de horror.