Capítulo 15

—No creo que podamos conseguir nada. El mando a distancia del televisor de nuestra habitación tenía un bicho y alguien registró nuestro equipaje. A menos que me confirmes que ésa es la manera de actuar habitualmente, está claro que sabían quiénes éramos antes de atravesar la puerta.

Xander dio un paso atrás.

—Han pasado varios años desde que trabajé aquí, pero no recuerdo que actuaran así. Es cierto que registran el equipaje para confiscar cualquier equipo de grabación. Lo empezaron a hacer después de que chantajearan a un cliente hace unos años. Si te hubieras leído todo lo que envió Bocelli, lo sabrías. Pero no había oído nunca que hubiera micros en las habitaciones…

Porque no tenía sentido. ¿Por qué espiar a los clientes? A pesar de ser un complejo turístico pequeño y exclusivo, para escuchar las conversaciones de todas las habitaciones —ya fuera al instante o grabándolas para oírlas más tarde— necesitarían gente dedicada a ello durante las veinticuatro horas del día. ¿Y para qué molestarse? Logan le miró muy serio.

—Sólo hay una explicación —afirmó—. Alguien sabe para qué hemos venido.

—No necesariamente. Hace años, a algunos de los chicos que ocupaban los altos cargos les gustaba abusar de su poder. Se dedicaban a espiar a determinados clientes que les resultaban… intrigantes.

Y no se podía negar que Jordan se había interesado por Cherry. Aquella conclusión era desconcertante, pero menos preocupante que pensar que sabían que era el FBI quien les había enviado para descubrir una red de venta de esclavas sexuales.

—Es posible, pero no puedo estar seguro de si es por eso o no. Hasta entonces, es mejor pensar que han puesto el micro por sospecha y no por lascivia.

—Si es así, debéis simular que no me conocéis. Así que será mejor que dejemos de hablar y nos reunamos en otro lugar.

Con un gesto, Xander volvió a mirar la lista de comprobación, cerró la operación y le entregó una copia a Logan. En una esquina del papel se podía leer: «A las diez en la playa».

—Gracias.

Xander miró a su alrededor para ver si alguien les observaba, pero aún no había mucha gente y la que había parecía centrada en sus propios asuntos.

—Intentaré averiguar algo —dijo en voz baja, luego continuó en tono normal—. Ya hemos terminado. Si tiene alguna duda o necesita ayuda, pregunte en administración.

Cuando se alejó, Logan se giró hacia Cherry, que había permanecido quieta y callada durante la conversación.

—¿Lo has oído todo? —le preguntó al oído.

—Sí, la mayor parte. La música está un poco fuerte. Xander te ha explicado por qué está aquí, ¿pero no encuentras su presencia un poco sospechosa?

Si se tratara de cualquier otro, Logan sospecharía, pero Xander siempre había sido imprevisible. Su amigo era un hombre muy reservado, pero él sabía que procedía de una familia de clase alta, una de ésas a las que los banqueros les hacen la ola al pasar. También sabía que Xander jamás había necesitado trabajar para ganarse la vida y que no le gustaba perderse la acción, en especial si podía pasárselo bien.

—No. Xander siempre actúa así. De cualquier modo, tendremos que vigilarle. Si nos echa una mano acabará corriendo riesgos innecesarios.

—Lo que será perjudicial para nosotros. —Tara frunció el ceño cuando Logan le soltó las muñecas—. ¿Qué haces? ¿No vamos a participar en una escena?

—Ahora mismo no; prefiero ir a dar un paseo por la playa.

Algo en la cara de Logan le dijo que aquel paseo era más importante que comenzar a interpretar sus papeles de sumisa obediente y Amo indiferente.

—Muy bien. Vamos.

Nadie les prestó atención cuando se dirigieron a la puerta, recorrieron el pasillo y traspasaron una salida lateral. Atravesaron un pequeño aparcamiento de vehículos pertenecientes al complejo y rodearon un contenedor antes de seguir el camino de piedra que serpenteaba entre las palmeras, lejos de miradas indiscretas, hacia el sonido de las olas que rompían en la le jama.

Cuando sintió la arena bajo los pies y se vio envuelta en la brisa salada, Logan la tomó de la mano. La luna brillaba en el cielo, grande y redonda, y Tara deseó que sólo estuvieran allí para dar un romántico paseo a la orilla del mar.

Pero tenía que ignorar esos frívolos deseos y centrarse en salvar a Darcy. Se preguntó si su amiga sabría que habían previsto matarla en una horrible película snuff al cabo de sólo unos días. Se puso tensa y apretó la mano de Logan.

—¿Estás bien?

No era el momento de vacilar.

—Intento centrarme en la misión. ¿Por qué hemos salido?

—Xander quería hablar con nosotros. No sé para qué. Como siempre que se trata de él, tendremos que esperar a que se digne a decírnoslo.

—¡Ay! —exclamó Xander, saliendo de repente de una pequeña cabaña mientras les guiñaba el ojo—. Intento ayudar y ésta es la manera en que me lo agradecéis. Estamos en uno de los pocos lugares de la isla que carece de vigilancia. Y he arreglado que Freddy os lleve a la habitación un nuevo mando a distancia sin micros ocultos. Hola, ¿qué tal, preciosa?

Tara no pudo contener una amplia sonrisa. Xander era incorregible.

—Un poco sorprendida de verte aquí.

—No pensarías que iba a perderme la aventura, ¿verdad? ¿Habéis averiguado algo?

Logan y ella intercambiaron una mirada y luego él le hizo un gesto. Al parecer su enorme y malvado Amo estaba dispuesto a hacerse a un lado y permitir que fuera ella quien hablara. Sí, era así, pero Logan podría haberla sometido a su mayor experiencia y tomar la palabra si hubiera querido presionarla.

—Muy poco. Hasta ahora no nos hemos encontrado más que obstáculos. —Eligiendo las palabras con sumo cuidado, le explicó el episodio con el Amo de las mazmorras y el gerente—. Pero salvo haber atraído la atención de Jordan y Kantor, no hay nada nuevo.

Xander asintió con la cabeza.

—Todavía conservo aquí algunos amigos: algunos de los Amos contratados, personal de seguridad, camareros. Kantor sustituyó a Newmann, mi antiguo jefe, después de que le despidieran de manera imprevista. Los rumores señalaban que el dueño le pilló cometiendo un desfalco.

—¿Alguien conoce el nombre del dueño del complejo? —preguntó Tara sin ninguna esperanza real. Si el FBI no lo había averiguado, no era demasiado probable que Xander lo supiera.

—Yo no. Si Newmann lo sabía, no me lo dijo. De todas maneras, Kantor lleva aquí sólo seis meses. No le cae bien a nadie. Y si digo nadie, es porque nadie le soporta.

—Hace seis meses… —meditó Tara—. Justo cuando comenzaron a desaparecer las chicas.

—Dudo que sea una coincidencia —repuso Logan por lo bajo.

—Lo que quiere decir que deberíamos asumir que sea lo que sea lo que esté ocurriendo, él está al tanto.

—Es una buena suposición. Le conocí cuando llegué esta tarde. No me cayó bien ni yo a él. Percibí enseguida que oculta algo. Me alegré muchísimo de que no congeniáramos. Definitivamente, creo que no deberíamos perderle de vista.

—¿Bocelli te ha dado alguna información sobre él? —preguntó Logan a Tara—. ¿Le ha investigado a fondo?

—Bueno, el FBI reunió información sobre la dirección del complejo. Kantor no tenía nada fuera de lo normal. Proviene de una familia de clase alta de New Jersey. Asistió a la universidad de Princeton, lo que indica que se trata de un tipo listo.

—Con la personalidad de un psicópata. —Xander hizo una mueca.

Tara no pudo contener la risa.

—Sí, digamos que el resto de su historial es difícil de describir. Su trabajo ha estado siempre relacionado con los hoteles. Se casó y se divorció tres años después. No tuvo hijos. No se le conocen novias, no tiene préstamos ni hipotecas pendientes, no está relacionado con ninguna actividad criminal. Aparentemente, es perfecto. Logan negó con la cabeza.

—No es necesario que sepamos por qué está de mierda hasta el cuello, sólo tener la certeza de que lo está. Cierto, pero…

—Para conseguirlo, tendremos que investigarle.

Aquello le tocaría a ella.

—Creo que primero deberías intentarlo de la manera más fácil —propuso Xander. Tara alzó una ceja.

—¿Cuál?

Él sacó del bolsillo un juego de llaves, rebuscó entre ellas, apartó una y se la tendió a Tara.

—Es la del escritorio del gerente. Todavía debería servir. Las demás que he probado hoy todavía sirven.

—¿Las conservas de cuándo trabajaste aquí? —inquirió Logan, cruzando los brazos.

Xander esbozó una amplia sonrisa.

—Es que a la señora Newmann le caía muy bien y se aseguró de que tuviera acceso desde la zona de servicio a todos los lugares que ella frecuentaba.

—¿Por qué las conservaste? —Tara no lo comprendía—. ¿Por qué guardaste las llaves de un complejo turístico en el que ya no trabajabas?

—Vengo mucho por aquí como cliente. No me gusta encontrarme con las puertas cerradas.

«¿En serio?».

Tara frunció el ceño. Al principio estaba dispuesta a no desconfiar de Xander, Logan pondría la mano en el fuego por él. Sin embargo, ahora no le parecía demasiado normal que hubiera abandonado su vida en Dallas para trasladarse allí a echarles una mano.

Aún así, guardó la llave en el puño.

—Muy bien. Registraremos la oficina de Kantor a ver qué encontramos. ¿Cómo podremos atravesar los pasillos de acceso restringido? Sé que se requiere tarjeta de acceso.

—Se la birlaré a alguna de las criadas y os la daré en el almuerzo. Kantor ofrecerá otra charla mañana a la misma hora. Es un buen momento para rondar por su oficina. Me aseguraré de que la criada esté demasiado ocupada como para darse cuenta de que ha perdido la tarjeta; la llevaré al otro lado de la isla para que tengáis tiempo suficiente. Newmann no utilizaba el ordenador, sino que guardaba todo lo que le interesaba en una caja fuerte oculta en el suelo, bajo la alfombra persa, junto a la ventana. Por si acaso Kantor no ha cambiado la combinación, ésta es la que había antes. —Le tendió a Tara un papel—. Mantenedme al tanto de lo que ocurre.

Ella le miró fijamente, intentando decidir si era en realidad un niño rico aburrido en busca de aventuras o un lobo con piel de cordero. Por desgracia, la única manera de averiguarlo era seguirle la corriente.

—Gracias.

Como si hubiera adivinado sus pensamientos, Xander asintió con la cabeza.

—No pasa nada. Pero antes de irme, quiero que te preguntes a ti misma si te parecí deshonesto cualquiera de las veces que Logan me permitió tocarte.

No, no se lo había parecido. La había presionado hasta el límite, cierto. Había hecho todo lo que se le antojó antes de que Logan le parara los pies, pero jamás había traspasado los límites. Aún así, si estuviera involucrado en aquella terrible subasta humana también habría sido amable con ella.

Tara tomó nota mental para preguntar a Logan sobre su amigo. Porque, el hecho de que Xander fuera un traidor, explicaría que tuvieran un micro en la habitación y que hubiera aparecido inesperadamente en Florida. Por otra parte, ¿para qué necesitaría más dinero un millonario?

—Claro que no.

Logan miró a ambos con el ceño fruncido.

—¿Qué sabes de Jordan?

—Es un sádico. Ese tipo le da mala reputación al resto de los Amos. —Ésa había sido también la impresión de Logan: Jordan era un enfermo—. Me han dicho que no lleva demasiado tiempo aquí, sólo unas seis semanas. ¿Cómo es posible que haya surgido de la nada y ya sea Amo de mazmorras? Kantor acaba de ascenderle por delante de otros Amos más antiguos. Explicó a todos los demás que venía de Phoenix, pero tengo mis contactos y realicé algunas llamadas. Allí nadie le conoce.

Si Xander decía la verdad, era algo a tener en cuenta.

—Me pondré en contacto con Bocelli y le preguntaré si puede investigar al respecto.

—Bien pensado —dijo Logan antes de dirigirse a Xander—. Nuestro objetivo es rescatar a la amiga de Tara. ¿Has oído algo sobre ella?

—Todavía no. Pero estaré al loro.

Llave del Placer Lunes al mediodía.

El camarero sirvió a Tara la ensalada de frutas tropicales y el té helado que había pedido.

—¿Desea alguna otra cosa?

Ella negó con la cabeza.

—No, gracias.

—El resto de la comida se la traeremos enseguida. El Amo Xander me ha pedido que le entregue algo, lo he puesto debajo del plato. Sus instrucciones fueron que lo cogiera con discreción al final del almuerzo, no antes.

La tarjeta electrónica que necesitaban. Tara miró a Logan por encima de la mesa y él hizo un gesto con la cabeza al camarero.

—Gracias.

El hombre de esmoquin asintió antes de darse la vuelta. Tara deseó mirar debajo del plato, pero se contuvo. Podían verla demasiados ojos; tenía que esperar a que la gente se marchara.

—Te dije que cumpliría su palabra —señaló Logan.

Xander había hecho justo lo que les dijo que haría, pero ella seguía sin comprender sus motivos. No estaba tan próximo a Logan como para arriesgar su vida por él, sin embargo era a eso a lo que se arriesgaba. Tara rezaba para que Logan no se viera traicionado por su amigo.

Ella se encogió de hombros.

—Ya veremos…

—No nos delatará, Cherry. Créeme.

Pero a Tara le resultaba difícil confiar en nadie desde que él le rompió el corazón.

—Hay demasiadas cosas en juego. Me pides que apueste el resultado de mi misión a tu convencimiento de que es honesto.

—Si la situación fuera al revés y fueras tú quien me pidiera que confiara en alguien que no conozco, lo haría sin dudar.

Tara dio un respingo y jugueteó con la ensalada mientras meditaba la respuesta. Le gustaría replicarle, pero sabía que decía la verdad. No estaba bien que siguiera echándole en cara el pasado viendo la manera en que había abandonado todo para protegerla ahora. Pero tampoco podía olvidar que cuando la dejó, su única manera de protegerse fue creando un muro de hielo alrededor del corazón que no permitió que nadie derritiera.

Sólo el propio Logan estaba cerca de conseguirlo. Y eso la asustaba de muerte.

—Lo intentaré, pero no me resulta fácil.

Logan dejó el tenedor en el plato y la miró fijamente por encima de la mesa.

—¿Cuándo volverás a confiar en mí? Era una pregunta justa y… dolorosa.

—No lo sé.

—Por eso no quieres hablar de nuestro futuro. No crees que sea sincero.

Logan estaba en lo cierto. No podía imaginarse durmiendo a su lado todas las noches, mucho menos llevando su anillo en el dedo. Había sido su fantasía durante muchos años: él regresaba porque todavía la amaba y le decía que quería estar con ella el resto de su vida; en sus sueños, Logan siempre tenía una justificación noble y razonable para haberla dejado y ella caía de nuevo rendida en sus brazos. Pero ahora que todo se había hecho realidad, que le juraba que era la única mujer que tenía cabida en su corazón, ¿cómo creerlo? No sabía cómo hacerlo tras tantos años, largos y solitarios.

Y aun así, tenía que intentarlo. Si Logan era sincero, ella tenía que encontrar la manera de aceptarlo antes de que sus dudas les alejaran de nuevo.

—Dame un poco más de tiempo, espera a que todo esto… haya pasado. —Siguió jugueteando con la fruta en el plato. Logan vaciló.

—Sé que estos días han sido muy duros y que te resulta imposible enfrentarte ahora al pasado, pero quiero dejar claro que lo que ocurrió entonces no volverá a ocurrir. Era joven y consentí que algo se interpusiera entre nosotros; ahora no lo permitiría. Si confías en mí con todo tu ser, Cherry, y no sólo con tu cuerpo, te prometo que jamás lo lamentarás.

Escuchar tal sinceridad en un hombre autoritario y feroz hizo que una llamita se avivara en su interior. En el fondo de su ser, ella sabía que él era sincero y que, salvo que quisiera seguir con su solitaria vida, iba a tener que olvidar el pasado y seguir adelante.

El camarero regresó y reemplazó la ensalada de fruta por pollo antes de que ella pudiera ver siquiera la tarjeta sobre el mantel. Luego dejó un plato de pescado delante de Logan.

—¿Qué tal está todo?

—Excelente —aseguró Logan con impaciencia. Era evidente que deseaba que el joven se fuera para poder terminar la conversación.

—Me alegro. —El camarero puso también una jarra de té helado sobre la mesa—. Según Xander, deberían salir dentro de diez minutos. Ha dejado uniformes de servicio en la cabaña. Dispondrán de cinco minutos para entrar en la oficina de Kantor, que está en el piso superior. Luego dispondrán de cinco minutos más, diez a lo sumo. Deberán devolver los uniformes al mismo lugar cuando terminen. Él se encargará de recoger la tarjeta en su habitación un poco más tarde.

—¿Por qué nos ayuda usted? —Tara no pudo evitar preguntárselo. Aún no sabía si confiar o no en Xander, a pesar de que Logan pondría la mano en el fuego por él. Hacerlo en aquel camarero desconocido del que sólo sabía que se llamaba Chaz por la etiqueta en la chaqueta, no le resultaba más fácil.

Él sonrió, pero sus ojos brillaban de odio.

—Laken Fox era mía. Había regresado para estar conmigo. Kantor fue la última persona que la vio con vida y sus excusas son estupideces. Quiero que el cabrón que la asesinó pague por lo que hizo.

Buena respuesta.

Cuando notaron que se acercaba otro camarero y que les miraba fijamente, él borró cualquier expresión de su cara.

—Que pasen una buena velada.

Después de que se marchara, Tara se centró de inmediato en la misión.

—Come lo más rápido que puedas.

Los dos dieron buena cuenta de sus platos. Cuando los clientes que les rodeaban comenzaron a abandonar el comedor, ella levantó el plato y puso la servilleta debajo. Tiró de ella y la pequeña tarjeta de plástico cayó en su regazo.

—Vámonos.

Exactamente a las dos, Logan y Tara, disfrazados de empleados de mantenimiento, recorrían un pasillo de acceso restringido de la planta superior. Él se bajó la gorra sobre los ojos al tiempo que empujaba un contenedor de basura vacío, por si acaso les observaban. Cherry hizo lo mismo, asegurándose de que tenía el pelo bien recogido, mientras pasaba el aspirador sobre una alfombra con los colores del complejo turístico.

Pasaron la tarjeta por el cerrojo electrónico y entraron en el despacho de Kantor. Logan buscó a su alrededor cámaras de vigilancia, pero no vio nada. Aún así, debían ser cautelosos.

Siguiendo el plan que habían desarrollado mientras se ponían los monos grises del servicio de mantenimiento, Logan se acercó de inmediato a la caja fuerte situada bajo la alfombra roja y dorada cercana a la ventana. Para su sorpresa, se abrió con la combinación que Xander les había facilitado.

Logan apartó a un lado un montón de billetes y se concentró en los DVD que había detrás. Los examinó con rapidez. Ninguno tenía marca o título, así que por ahora debería dejarlos allí. No podían permitirse el lujo de llevárselos y que alguien los echara de menos.

Después encontró unos libros de contabilidad, lo que querría decir que ésos eran los auténticos y que los que Tara había encontrado en el escritorio de Kantor eran falsos. Echó un vistazo y se dio cuenta de que el complejo gozaba de una fabulosa salud económica, pero fueron las páginas dedicadas a «venta de productos» las que llamaron su atención. Las cifras que había escritas eran asombrosas, reflejaban movimientos de varios millones de dólares. No era posible que la venta de material de BDSM proporcionara esa cantidad de dinero. Los «productos» debían de ser humanos, pero cada uno de los asientos contables era nombrado con un número. La primera venta había tenido lugar aproximadamente seis meses antes. La última había sido el jueves pasado.

Sacó la pequeña cámara que había logrado introducir en el complejo y fotografió las páginas más sospechosas, luego volvió a guardar los libros.

Echó una ojeada al reloj.

—Quedan cuatro minutos.

—De acuerdo —dijo Tara.

Estaba orgulloso de ella. A pesar de ser su primera misión, Tara reaccionaba bien bajo presión. Era evidente que estaban arriesgando su vida y que ella no confiaba en Xander, pero no permitía que el estrés la superara.

Logan registró de nuevo la caja fuerte, pero no encontró nada interesante. La cerró y volvió a colocar la alfombra sobre el suelo de madera antes de acercarse a Cherry.

—¿Has dado con algo?

—Me ha llevado un momento acceder al ordenador, pero ahora estoy descargando en el pendrive todo lo que encuentro. Imagino que estará encriptado o protegido con contraseña. —Le ofreció la llave del escritorio—. Busca en los cajones.

Sin añadir nada, Logan abrió el escritorio y comenzó a revolver en el interior de los archivos sin saber lo que estaba buscando. En el fondo de uno, encontró un rollo alargado de papel que estiró sobre el tablero.

—Vaya, son los planos de este lugar. ¡Joder! Hay una mazmorra debajo del complejo, pero no forma parte de las que nos enseñaron.

Tara apartó la vista del monitor del ordenador con los ojos abiertos como platos.

—Seguro que es dónde retienen a Darcy. Tenemos que dar con ese lugar tan pronto como sea posible.

—Eso puede ser más fácil decirlo que hacerlo. Tenemos que hablar con Xander; puede que sepa cómo llegar.

—Ésta es mi misión, no la suya.

—Estamos aquí gracias a él, reconócelo.

Se escuchó un pequeño pitido y ella retiró la memoria USB de la ranura correspondiente mientras fruncía los labios.

—Aún no estamos fuera de la oficina; todavía podríamos caer en una trampa.

En ese preciso instante, se escucharon pasos en el corredor. Ella se mordisqueó los labios y luego pronunció «¿Kantor?».

Logan se encogió de hombros y le indicó que se metiera bajo el escritorio. Tara apagó el ordenador y se acomodó en el espacio, al lado de la papelera. Logan la siguió justo antes de que alguien entrara en la estancia.

—¿Quién ha dejado aquí tirados un contenedor y un aspirador? Perezosos cabrones… Comenzó a sonar un móvil.

—Kantor —ladró, transcurrió un silencio—. ¿Seguro que ha muerto?

A Logan le dio vueltas la cabeza y todos sus instintos se pusieron en guardia.

—Excelente. Bajaré al Hoyo para ayudar a deshacernos del cuerpo. Y la próxima vez quiero que cualquier empleado nuevo sea investigado a fondo.

Tara se cubrió la boca con la mano; había llegado a la misma conclusión que él. ¿Habrían descubierto que Xander les ayudaba y le habrían matado por ello?

Justo entonces volvió a abrirse la puerta del despacho y una mujer metió la cabeza por la ranura.

—Señor, hay fuego en la cocina. Se extiende con rapidez. Hemos llamado a los bomberos.

—¡Mierda! —gruñó Kantor—. Volveré a llamarte.

Tras esas palabras, salió cerrando la puerta de golpe.

Veinte minutos después, Tara y Logan habían regresado a su habitación sanos y salvos. Logan intentó contactar con Xander dos veces mientras examinaba el nuevo mando a distancia. Pero en ambas ocasiones saltó el buzón de voz. Comenzó a sentir pánico. Dejando a un lado a su hermano Hunter, Xander era la persona más próxima a él. No podía haber muerto, ¡maldita sea!

Vio que Cherry salía del cuarto de baño soltándose el pelo. Ella le miró con aquellos ojos color chocolate llenos de preocupación antes de arrodillarse frente a él para encerrarle la cara entre las manos.

—Sé que estás preocupado… Logan miró fijamente el mando.

—Podemos hablar con libertad. La habitación está limpia, acabo de revisarla —dijo al tiempo que asentía con la cabeza—. ¿Cómo no voy a estar preocupado? Me siento responsable. Apenas teníamos nada para seguir adelante con el caso y Xander llegó como caído del cielo, proporcionándonos justo la ayuda que necesitábamos. Pero no posee el adiestramiento necesario, debería haberlo recordado.

Tara le besó la mejilla y le apretó los dedos.

—¿Sabes? Ésta es una de las cosas que siempre me ha gustado de ti, lo que te preocupas por los demás. Jamás has sido uno de esos gilipollas demasiado inseguro para ocultar sus sentimientos o ayudar a alguien. Por favor, no te preocupes antes de tiempo. Por lo que sabemos, puede estar buscando algo para nosotros.

—¿Crees ahora que está de nuestro lado? —Logan deseaba con tanta intensidad que ella confiara en él, que saber que no era así provocaba un doloroso vacío en su interior. Tragó saliva y jugueteó con la gargantilla que colgaba del cuello de Tara. A diferencia del corazón que latía en su pecho, éste podía tocarlo con facilidad; podía sostenerlo en la palma de la mano para protegerlo y adorarlo. Sabía que ella le daría ése si se lo pedía, pero él quería que le entregara el que palpitaba en su interior.

—Si le han hecho daño, es evidente que no está de su lado, pero todavía no sabemos lo que ha ocurrido. —Le brindó una sonrisa de apoyo que hizo que la opresión que sentía en el pecho se intensificara—. Crees que Xander intentó ayudarnos y, por su bien, espero que tengas razón.

Él cerró los ojos. Le dolían aquellas palabras, pero que quisiera consolarle a pesar de no confiar en él por completo ya era significativo.

No había manera humana de que permitiera que aquella mujer volviera a escapársele. Cuando salieran de allí —si es que salían con vida—, removería cielo y tierra para descubrir quién era el capullo que la amenazaba y lo silenciaría para siempre.

—¿Estás bien? —le preguntó ella con suavidad.

Tenía que separar sus sentimientos, como hacía en todas las misiones. Tener a Cherry allí le descolocaba un poco, pero como no se concentrara en la misión resultaría imposible terminar el trabajo.

—Sí. Nos reuniremos con Chaz dentro de unas horas. Quizá él sepa qué le ha ocurrido a Xander.

Tara sostuvo en alto la tarjeta electrónica que habían usado para entrar en el despacho de Kantor.

—O quizá venga él mismo a por esto. Mientras tanto, tengo que enviar a Bocelli todo lo que hemos encontrado en el despacho para que los especialistas lo analicen.

—Bueno, si hubiéramos tenido que dar con ello nosotros solos, nos hubiera llevado días.

—Que no tenemos.

Logan tampoco tenía demasiados días para intentar convencerla. Dos a lo sumo. Cuarenta y ocho horas no eran muchas para reparar una confianza arruinada y apaciguar todos sus miedos. Si tuviese semanas o meses —incluso años— para probar su adoración y devoción, los usaría. Pero sólo tenía dos jodidos días antes de que ella saliera de su vida para siempre. Durante años la dominación había sido su manera de evadirse, pero lo que le importaba realmente no era perder su status de socio, sólo perderla a ella. Cuando era adolescente había aceptado la pérdida de su familia, pero ahora que era un hombre, quería disfrutar de nuevo de la sensación de formar parte de una. Quería crear una con Tara. Saber que no estaba tomando la píldora le indicaba que, al menos de manera inconsciente, ella quería lo mismo. ¿Sería capaz de darle una oportunidad?

Tara se preparó para enviar los datos recabados. Logan le entregó la cámara digital para que volcara también las imágenes mientras deseaba saber la respuesta a su pregunta.

Con un suspiro, se recostó en la cama y sacó de la cartera la foto de su familia. Había sido sacada la última Navidad que pasaron todos juntos. Hunter acaba de aprobar el carnet de conducir y casi había tenido un accidente de camino al estudio del fotógrafo. Kimber, que tenía seis años, era la única que no había sido consciente de ello; los demás discutían cuando entraron en el estudio… Hasta que su madre estalló en carcajadas. Todos los demás se contagiaron, resultando uno de esos extraños momentos armónicos que el fotógrafo captó a la perfección.

Unos meses después, su madre pidió el divorcio. La asesinaron un año después. Su padre se pasó años amargado. A Hunter se le agrió el carácter cuando su madre se fue. En realidad, ni siquiera llegó a hablar con ella antes de que la asesinaran. Luego fue demasiado tarde.

Logan jamás comprendió el comportamiento de su hermano. Hubiera dejado o no a su padre, Amanda siempre sería su madre. Todavía la añoraba. Ella había sido su ancla, dependía de ella como cuando era niño. Incluso ahora echaba de menos sus consejos. Deseaba que pudiera conocer a Tara, que le diera la clave para conquistarla desde su punto de vista femenino. De hecho, el día que había encontrado su cuerpo, había ido a visitarla para decirle que estaba enamorado.

Su vida convergía en aquel desafortunado día en el que todo había cambiado.

Logan pasó el pulgar sobre la imagen de su madre. Odiaba pensar que, incluso en el caso de que lograra convencer a Tara para que confiara de nuevo en él, su madre no sería testigo de su boda, no conocería a sus nietos; no le vería envejecer junto a la mujer que amaba. Otro jodido vacío en su corazón.

Mientras clavaba los ojos en la foto, un brillo dorado captó su atención. Acercó la imagen a la cara, mirándola fijamente. Se preguntó si la vista le engañaría.

No lo hacía.

—Bueno —dijo Tara, levantándose de la silla frente al portátil mientras acariciaba el corazón que colgaba de su cuello—. Los datos están enviándose. Tardarán un buen rato.

¡Joder! Ahora sabía por qué le resultaba tan familiar aquel colgante.

Con el corazón en vilo, Logan se levantó y cruzó la estancia.

—¿Qué te ocurre? —La preocupación era palpable en el rostro de Tara.

Él tragó saliva, intentando humedecerse la boca. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, estiró la mano para sujetar el pequeño colgante entre los dedos y lo giró. Justo donde esperaba, divisó una pequeña y familiar abolladura.

—¿Por qué lo miras tanto? —preguntó ella—. ¿Te preocupa que me lo haya regalado Brad u otro novio? No fue así. Hace años que lo tengo. Mi padrastro me lo dio… bueno, yo lo encontré en la guantera de su coche y él me lo regaló. Me dijo que era para mí, para que recordara tener cuidado con mi corazón.

—¿Cuándo? —preguntó con voz entrecortada.

—P-poco después de nuestra ruptura.

—¿Cuánto después?

—Ésa misma noche.

Logan apenas logró contener la furia. Durante todo ese tiempo no había entendido… Puede que aún no supiera por qué, pero se enteraría. Al menos ahora sabía quién había sido. Y también estaba seguro de otra cosa: Tara sólo podría llevar puesto el collar de su madre si Adam se lo hubiera arrancado del cuello después de matarla.