Capítulo 14

—¿Qué has descubierto? —murmuró Tara al oído de Logan después de que Jordan y el señor Kantor la escoltaran de regreso a la primera sala, colmándola de sonrisas y atenciones durante el trayecto.

Ambos hombres le resultaban muy sospechosos.

Una rápida mirada a su alrededor le indicó que la pequeña rubia de Logan había desaparecido y que él la esperaba impaciente, con los brazos cruzados sobre el poderoso torso. No era necesario que fingiera estar enfadado.

Cuando ella llegó a su lado, la tomó del brazo y la arrastró hasta un rincón.

—¿Dónde demonios te has metido?

—He estado en una sala VIP. Me han presentado al gerente del complejo. —Tara señaló con la cabeza a Kantor, que estaba en el estrado probando un micrófono. El gerente era un hombre alto y musculoso con apariencia de estudioso de pelo entrecano—. Es ése.

—Hola a todos. Bienvenidos a Llave del Placer —dijo Kantor en el micrófono, esbozando una sonrisa acogedora que a ella le pareció fingida.

Los presentes aplaudieron. Jordan se situó al lado del gerente y comenzó a escudriñar a la gente. Cuando la vio a ella, no apartó la mirada durante un buen rato. Ella interpretó su papel y bajó los ojos.

Logan se pegó a ella durante la charla, que trató sobre las reglas del complejo turístico, los turnos de comidas, de mazmorras y los protocolos a seguir. Tara sólo escuchó a medias, pues su mente no dejaba de dar vueltas sobre lo que había visto antes, intentando asimilarlo.

En el momento en que Kantor bajó del estrado y comenzó a saludar a los presentes, Logan la tomó del brazo y la arrastró hacia la puerta que daba al pasillo.

Tara intentó que se detuviera.

—¿Adónde me llevas?

—A nuestra habitación. Faltan dos horas para la cena y necesitamos ese tiempo.

Estaban allí para realizar un trabajo, así que necesitaban aprovechar cada minuto libre.

—Muy bien, pero ¿podrías ir más despacio? A diferencia de ti, no mido cerca de dos metros.

Logan soltó una maldición, aunque bajó el ritmo.

—¿Qué has visto en la sala VIP?

—Juego duro. —Ella le explicó la escena que había presenciado—. Y, por si no te has dado cuenta, Jordan no me quita los ojos de encima. Lo mismo que Kantor.

Logan la miró con el ceño fruncido.

—Tienen tan poco disimulo que es como si lanzaran señales. Ese Kantor, una de dos, o es un pobre infeliz o sabe exactamente lo que ocurre bajo su techo.

Tara no podía estar más de acuerdo.

—Apuesto por lo último. Es espeluznante, te lo aseguro. ¿Sabes lo más raro? Sé que he oído antes su voz, pero no logro situarla.

Él le lanzó una mirada penetrante.

—¿Estás segura?

—Sí. Me gustaría poder recordar…

—Dedícate a ello. —Logan apretó los dientes antes de tomarla por el codo otra vez. Sus zancadas se hicieron más apresuradas al doblar la esquina.

—En serio, ve más despacio. —Tara se zafó de su mano—. ¿Estás enfadado?

—Enfadado, preocupado… Casi me he vuelto loco.

Logan no se detuvo hasta que llegaron a su habitación y usaron la tarjeta electrónica para abrir la puerta. Al momento la cerró de golpe.

—Desnúdate.

—¿Qué has dicho? —Tara arqueó las cejas boquiabierta. ¿Quería jugar? Incluso aunque fuera un agente novato en misiones encubiertas, sabía que tenían que registrar la habitación en busca de bichos indeseables. Era el protocolo estándar.

—Quítate todo salvo las joyas de los pezones. Ahora… —ordenó.

—¡Vete al cuerno! —gruñó ella por lo bajo, señalando la habitación y luego a sus orejas.

Con un brusco asentimiento, él comenzó a registrar la estancia, rebuscando en hendiduras y rincones, dando la vuelta a las almohadas, levantando las lamparitas e investigando tras los cuadros que colgaban de las paredes. Tara le imitó.

De repente, vio que Logan se ponía rígido y dejaba el mando a distancia en el escritorio.

—Ven conmigo, esclava.

Mientras él le indicaba que se dirigiera al lujoso cuarto de baño, su mente iba a toda velocidad. Logan había encontrado algo en el mando del televisor. ¿Estarían equipadas de la misma manera todas las habitaciones? ¿Sería eso lo usual o en el complejo sabrían quiénes y qué eran antes de que hubieran pisado la isla? ¡Maldición! Si era así, ¿qué decisión deberían tomar?

Entraron en el deslumbrante cuarto de baño; las paredes estaban recubiertas de pizarra y otras piedras naturales de colores más neutros. Había suaves y mullidas toallas y una pecaminosa cabina de ducha con seis chorros de agua a presión. Cuando Logan giró el grifo, ella observó que le palpitaba un músculo en la mandíbula.

—Es mi último aviso. Desnúdate o de lo contrario…

Ésa era la única manera en la que podrían hablar sin que les escucharan. Con las voces amortiguadas por el ruido de la ducha.

Tara tragó saliva y obedeció, deslizando las delgadas tiras de la prenda que cubría la parte superior de su cuerpo por los hombros y dejándola caer al suelo. Logan se la comió con los ojos; tenía expresión tensa y mirada depredadora y feroz. A ella casi se le detuvo el corazón.

Lo vio acercarse; entonces la empujó contra la pared y se arrodilló con un gruñido para bajarle el tanga por las piernas. Dejó caer a un lado la pequeña prenda y, tras incorporarse, la cubrió con su cuerpo en el mismo instante que terminó de arrancarse la ropa, apretando contra sus pechos la tableta de músculos de su abdomen y rodeándola con los brazos. Presionó el duro miembro entre sus muslos y fusionó sus bocas con un hambre voraz que la hizo tambalearse.

Sí, estaban allí para trabajar, y ella estaba exhausta tras las últimas y azarosas cuarenta y ocho horas, pero en el momento en que la besó, se olvidó de todo. En su mente sólo había lugar para el deseo y la desesperada necesidad de sentir a Logan en su interior.

Cuando él apartó la boca, su mandíbula seguía tensa, como si le irritara profundamente dejar de tocarla aunque fuera un segundo. La hizo entrar en la cabina de la ducha y cerró las puertas tras seguirla al interior.

Tara frunció el ceño.

—Logan, yo…

—Hay un micrófono en el mando del televisor —susurró.

—Lo suponía, ¿por qué será?

—No lo sé. Me preocupa que alguien sepa quiénes somos y por qué estamos aquí. A pesar de lo mucho que me disgusta la idea, me pregunto si no deberíamos largarnos.

Ella negó con la cabeza.

—No puedo abandonar la misión sin tener pruebas de que hemos sido descubiertos. No puedo renunciar a liberar a Darcy… Tenemos que encontrarla antes del jueves, cuando la sacarán del país. Recuerda… quieren filmar su muerte en una película snuff.

—Joder… —Logan suspiró—. Sabía que ibas a decir eso. Muy bien, pero si quieres hablar, tendremos que hacerlo aquí o poner música con el volumen muy alto en el dormitorio y hablar en susurros.

—Entiendo.

—¿De veras? —Él la arrastró contra su cuerpo y el agua caliente cayó sobre ellos. El vapor les envolvió como una nube—. Este lugar está lleno de jodidos enfermos mentales que se dedican a vender mujeres a violadores y asesinos de todo el mundo. Es posible que nos hayan descubierto, ¿y todavía me preguntas por qué me pongo nervioso cuando no te veo? Te lo juro por Dios, Cherry, debería darte la paliza de tu vida. Que no se te ocurra volver a desaparecer de mi vista sin decirme adónde vas.

A Tara se le erizó el vello de la nuca. No estaba tan indefensa como él pensaba.

—¿Te comportas así con los otros SEALs? No. Confías en que harán su parte del trabajo. Pues confía también en mí, por favor. Recuerda que soy una agente federal.

—Sí, ya. Una que está desarmada, que no cuenta con el respaldo de la Agencia ni posee experiencia.

Ella entrecerró los ojos, taladrándole con una dosis de la furia que ardía en su interior.

—Bueno, no sé de qué te quejas. Cuando salí de la sala parecías estar demasiado ocupado como para interrumpirte.

—¡Maldita sea! Sólo estaba hablando con Allison. Como sospechabas, ya ha estado aquí antes.

—¿Allison? ¿De veras? —Así que sabía su nombre—. Pues sí que trabajas rápido.

—Estaba obteniendo información.

Ella puso los brazos en jarras.

—Oh, por supuesto…

Logan arqueó una ceja oscura, pero no dijo nada. Tara sabía que parecía una bruja celosa. Él estaba haciendo un trabajo; los dos lo hacían. No podía permitir que sus emociones se vieran implicadas.

Se esforzó en respirar hondo.

—Lo siento. Tengo los nervios de punta.

—Lo olvidaré —le lanzó una sonrisa ladeada—, si eres buena y me obedeces.

A ella se le desbocó el corazón y notó un vacío en el vientre, pero contuvo su reacción.

—¿Qué te ha contado Allison?

Logan tomó el jabón y lo frotó entre sus enormes palmas.

—Que conocía muy bien a Laken Fox, la chica que encontraron muerta hace unos días. Me dijo que iba contra la reglas intercambiar información personal con otros invitados, pero Laken y ella se las saltaron y se hicieron amigas. Allison está aquí esta semana porque quedó en reunirse con Laken. Sabe que le ha ocurrido algo malo. Al parecer, la joven le escribió la semana pasada para decirle que había regresado a Llave del Placer y que aquí había conocido a un gran Amo.

—¿Jordan?

Logan encogió los hombros.

—Quizá. Allison está preocupada.

—Normal. Creo que Jordan debe ser uno de nuestros objetivos aunque sólo fuera porque tiene acceso a las salas VIPs. Te aseguro que nadie se mostró sorprendido cuando entró conmigo. Y Kantor me miró de arriba abajo como si estuviera evaluándome.

—Le vigilaré y le diré a Bocelli que lo investiguen a fondo. Tenemos que idear un plan para averiguar el papel que juega Jordan en todo esto. Pero lo haremos juntos, ¿entendido?

Otra vez usaba su voz de Amo. No le hablaba como a una colega ni como a una socia, sino como un Amo a su sumisa. Y, aunque ella sabía que eso no debía excitarla, su voz la hacía estremecerse y derretirse.

—Sí. Trabajaremos hombro con hombro y… ¡oh!

Logan le aprisionó los pechos con las manos jabonosas y le examinó los sensibles pezones. Tras haber estado tanto tiempo adornados con las delicadas joyas de plata, se mostraban hinchados y erizados; cada roce hacía que jadeara y se aferrara a él.

—Bien. No quiero oír una palabra más.

—Pero…

La acalló alzándola y girando con ella en brazos hasta que la puso justo debajo del chorro caliente. El jabón se deslizó por su cuerpo hasta que los riachuelos fueron sólo de agua y él comenzó a beberlos; el líquido resbalaba por su cara mientras le sorbía los senos y chupaba los apretados y doloridos pezones.

—Cherry, eres tan hermosa. Me encanta comerte los pechos. Me encanta devorarte entera.

Tara casi se volvió loca. Las sensaciones se multiplicaron y la hicieron arder, avivando el fuego en su sangre, y las llamas se incrementaron con cada palabra que él decía hasta que su mente se vació de cualquier otro contenido.

Él afirmó los pies entre los de ella y la obligó a separar las piernas; Tara estaba demasiado excitada para protestar. Sintió un intenso latido en el vientre cuando le cubrió, posesivamente, el monte de Venus con la mano al tiempo que deslizaba un dedo entre los sensibles pliegues.

—No imaginas lo mucho que me excita la manera en que te mojas para mí.

Ella todavía jadeaba cuando él la alzó con sus musculosos brazos y la forzó a rodearle la cintura con las piernas mientras la apretaba contra la pared. Siseó ante las sensaciones duales; frío entre los omóplatos y el calor contra los pechos. El Cielo y el Infierno a la vez.

Y lo deseaba ya. Le enlazó el cuello con los brazos y se deleitó con la sensación de sentir el grueso y duro miembro bajo su sexo.

Él se arqueó, colocándose ante su entrada, y la empaló con un empuje salvaje.

—Tómame —jadeó contra su cara antes de cubrirle la boca con la de él.

Logan la cogió por las caderas y la bajó sobre su erección al tiempo que se impulsaba hacia arriba, intentando introducir el amplio glande hasta el fondo. Ella contuvo el aliento contra sus labios y él aprovechó la ocasión para meterle la lengua en la boca.

Tara no podía sentir, oír, ver, oler o saborear nada que no fuera Logan. Inundaba todos sus sentidos, envolviéndola con su fuerza, con su determinación, con su seducción. Antes sólo había mantenido simples relaciones sexuales. Lo que hacía con Logan era mucho más.

Se retorció con un gemido, intentando albergar el duro tallo en su totalidad. Él soltó una maldición y se retiró un poco antes de penetrarla a fondo, haciendo que dejara caer la cabeza contra los azulejos con un grito.

—No puede ser de otra manera, Cherry. Tómame por completo, cariño. Así. —Logan le habló con voz ronca al oído, acariciándola con su aliento, sin dejar de sumergirse en su interior. Ella se relajó para albergarle.

—Logan. —Le tiró frenéticamente del pelo—. ¡Oh, Dios! Me llenas por completo. Jamás me había sentido tan viva. Él le deslizó los labios por la barbilla.

—Estuve muerto durante años hasta que volviste a mí. No me dejes.

«Nunca», gimió una vocecita en su interior.

Pero ¿sería tan sencillo en realidad? ¿Podrían simplemente decidir estar juntos y ya está? Su padrastro se opondría. Y todavía tenían que llegar a confiar por completo el uno en el otro. Puede que su mente supiera por qué Logan la dejó durante su época estudiantil, pero a su corazón le resultaba imposible olvidar el dolor y creer que no volvería a hacerle daño; no se trataba de una cuestión de lógica.

Sin embargo, cuando estaba entre sus brazos, como ahora, y él lograba que pareciera que no podía estar lo suficientemente cerca, se sentía adorada. Como si fuera la única mujer en el mundo para él.

Logan le apresó las nalgas, alzándola más arriba para morderle el lóbulo y murmurarle al oído.

—Eres tan hermosa, cariño. Soñé contigo, te buscaba, te imaginaba. Para mí siempre has sido tú.

Y con cada palabra, se clavaba más profundamente en su resbaladizo e hinchado sexo, friccionando su sensible carne. Cuando se mostraba así era muy fácil desearle con todo su ser, rendirse a él sin poder recordar ninguna razón por la que no debería hacerlo.

—Así, Cherry. Apriétame en tu interior. —Logan ralentizó sus movimientos, frotándose durante un buen rato contra ese lugar que la hacía volar.

—¡Por favor, Logan! —Le clavó las uñas en los hombros, aferrándose a él como si fuera lo único estable en el mundo.

—Ahí está, cariño. Déjame darte lo que necesitas. —Logan la apretó con fuerza y se sumergió hasta el fondo, friccionando aquel lugar secreto.

Era justo lo que ella necesitaba. Su voz jadeante, sus cuerpos moviéndose como si fueran uno… El placer la inundó. Abrumada por las sensaciones que la colmaron, se deleitó en la manera en que la siguió al éxtasis gritando su nombre mientras eyaculaba, caliente y líquido, en su interior.

Un buen rato, y varios jadeos más tarde, Logan la dejó en el suelo y apoyó una mano en la pared por encima de su hombro para sostenerse. Con la respiración entrecortada, él le acarició el cuello con la nariz.

—No puedo pensar en nada que no sea follar contigo. Vas a matarme.

Ella también notaba las piernas temblorosas.

—¿Te estás quejando? —bromeó.

Él alzó la cabeza. Aun con el agua pegándole el pelo a la frente era el hombre más arrebatador que hubiera conocido nunca. Las espesas pestañas negras enmarcaban sus ojos profundamente azules y centellantes de diversión.

—¡Dios, no! Si muero por follar contigo será la mejor manera del mundo de morir.

Tara puso los ojos en blanco, pero no pudo borrar la amplia sonrisa de su cara. Hasta que comenzó a limpiarse no se fijó en el semen que le resbalaba por el interior del muslo. Se preguntó otra vez por qué no habría tomado la píldora anticonceptiva la noche anterior… De hecho, había sido una decisión consciente. No sabía todavía si confiaba en él, pero le anhelaba tanto que quería atarlo a ella para siempre. La imagen de Logan sosteniendo en brazos al hijo de ambos le hacía sentir mariposas en el estómago.

—Cherry, ¿tomaste la píldora anoche?

Sería fácil mentir y decirle que se había olvidado, pero no era tan cobarde.

—No.

Él le dirigió una sonrisa deslumbrante.

—Cuando me dices cosas así, haces que me vuelva a poner duro. Quiero que te comprometas conmigo. Dime que has pensado en el futuro; en tener hijos conmigo. Yo no puedo sacarme la idea de la cabeza. No hago más que pensar en tener un par de niñas pelirrojas como tú.

Por una parte le gustaría correr un riesgo innecesario y admitir que también ella lo había pensado, pero no había ido a Llave del Placer para arreglar su vida personal. Estarían allí sólo unos días, y ya se ocuparían después del futuro.

—Logan, ahora no puedo pensar en eso. Nuestra misión es rescatar a Darcy y capturar a sus secuestradores. Hablaremos después de que pase todo. No se trata tan sólo de lograr superar el pasado. Adam es mi única familia, el que debe llevarme al altar. Y te odia. No podemos pretender que estar juntos va a ser fácil.

No lo sería. Y no tomar medidas para no quedarse embarazada no era una actitud inteligente, pero había mirado la pequeña pastilla y el vaso de agua y… simplemente no pudo tomarla. ¿Qué significaría eso?

—Es una elección difícil para ti, lo sé y lo entiendo. Desearía poder ayudarte. Sólo puedo decirte que si eliges estar conmigo, haré lo imposible para que no te arrepientas nunca.

Aunque Adam intentaría separarlos con todas sus fuerzas, en realidad sólo había una cosa que su padrastro jamás le perdonaría a Logan: haberle roto el corazón.

—Pero eso no es lo único que se interpone entre nosotros. Eres un SEAL, apenas estás en casa y…

—Puedo pedir mañana mismo el traslado como instructor a California. A la base de Coronado.

¿Cómo instructor? ¿Se quedaría siempre en casa sin ir a más misiones?

—¿Serías feliz de esa manera?

—Me gustan las misiones. Hubo una época en la que eran mi vida. Pero tenerte a ti es todavía mejor. Te amo.

Tara parpadeó. Eso era lo último que esperaba escuchar. Se quedó mirándole fijamente sin poder negar lo mucho que la afectaban sus palabras. Se le llenaron los ojos de lágrimas.

—No podría permitir que renunciaras a algo que te gusta porque me ames.

—No sería así. Me presentaría voluntario. Absolutamente voluntario. —Antes de que ella pudiera abrir la boca, él le puso un dedo sobre los labios—. Piénsalo. Sé que ahora mismo tenemos que centrarnos en otras cosas, lo hablaremos cuando todo esto acabe, ¿vale?

¿No le debía eso a su relación? Lo que había entre ellos ya no se trataba de poner punto final a un pasado compartido, ahora consistía más bien de plantearse juntos cómo sería el futuro. Pero por mucho que su corazón se inclinara por ello, no podía negar que Logan la asustaba de muerte.

Asintió con la cabeza en silencio mientras él cerraba el grifo.

Logan la besó en la punta de la nariz y, tras salir de la ducha, le ofreció una toalla. Cuando estuvo seca, él la enlazó por la cintura mientras miraba la pantalla del móvil.

—¡Joder! Sólo faltan treinta minutos para la cena. ¿Cuándo demonios van a traer nuestras cosas?

Salvo el equipaje de mano en el que había incluido el móvil y el portátil, no llevaba nada encima. Y Tara sólo disponía de algunos artículos de tocador.

No había acabado de decirlo cuando resonó en la estancia un golpe en la puerta.

—Maletas —dijeron desde el otro lado.

Logan se aseguró una toalla alrededor de la cintura y entornó la puerta del baño para darle a ella intimidad antes de atender la llamada. Tara se asomó por la rendija cuando él abrió y vio que sus maletas estaban ante el umbral.

Él las introdujo en la habitación con el ceño fruncido. Tara le leyó los pensamientos. Si la dirección del complejo sólo había pasado los bultos por un escáner para asegurarse de que no había armas en el interior, ¿por qué habían tardado tanto en llevarles el equipaje? No había demasiados clientes, a lo sumo una veintena, y el lugar no era tan grande. Ella se mordió los labios. Definitivamente, pasaba algo raro.

Casi parecía como si en Llave del Placer tuvieran la certeza de que habían ido a espiarles.

Tal vez sería más sensato abortar la misión, pero se negaba a abandonar a Darcy a una muerte segura cuando todavía podía salvarla. La mirada de sospecha en los ojos de Logan indicaba que sus pensamientos seguían el mismo camino.

—Abre la maleta. —«Asegúrate de que está todo»—. Ponte la túnica de seda transparente. Sin sujetador ni bragas. Date prisa. Vamos justos de tiempo.

El puso la maleta sobre la cama, imitándola. Cuando Tara abrió la suya, frunció el ceño. La mayoría de las escasas y poco familiares prendas que Logan había elegido para ella estaban dobladas y pulcramente apiladas. Las joyas que había llevado seguían en su lugar. Pero todo parecía un poco movido, mucho más de lo normal tras un trayecto en avión.

A su lado, Logan hizo lo mismo. Casi al instante, se puso rígido. Su equipaje también había sido registrado.

Forzó una sonrisa antes de volverse hacia ella para besarla en la mejilla.

—Date prisa. Hablaremos después de cenar.

En el pasillo, donde no habría micros registrando cada una de sus palabras. ¿Cabría la posibilidad de que en el complejo espiaran a escondidas a todos los clientes? Pero sabía que lo que preocupaba a Logan era que alguien del complejo supiera que el FBI se había infiltrado allí.

Llave del Placer. Domingo por la noche.

Mientras caminaban por el corredor hacia la mazmorra, Logan volvió a mirar a Cherry… Y casi no pudo pensar en nada más. ¿Dónde tenía la cabeza cuando le dijo que se pusiera eso?

Ya al adquirir la prenda sabía que Tara estaría espectacular con ella, pero no había esperado que le resultase tan excitante que apenas podría comer o hacer cualquier otra cosa más que mirar fijamente la manera en que la tela se ceñía suavemente a cada una de sus curvas. La diáfana prenda tenía un breve corpiño de escote bajo y elástico que se ceñía a sus pechos, mostrando aquellos gloriosos brotes, erizados por la presión de las joyas de pezones. Cada vez que se movía, las erguidas cimas se rozaban contra la tela. Los leves gemidos y los suaves suspiros le indicaban que los tiernos picos estaban muy sensibles. Saberlo le ponía tan duro que su erección se marcaba perfectamente contra la bragueta.

Si bien la había poseído hacía apenas dos horas, la necesidad de sumergirse en el estrecho y suave sexo de Tara ocupaba cada uno de sus pensamientos.

La túnica colgaba recta desde la base de sus pechos, pero los pasillos de Llave del Placer estaban bien iluminados. Las luces traspasaban la diáfana tela y dejaban ver a la perfección el suave monte de Venus y los exuberantes globos gemelos del trasero.

¿Lo malo? Que no era el único que lo veía. Apenas traspasaron las puertas dobles del comedor, Jordan se acercó a ellos y les recordó que debían concretar el nivel de seguridad en sus escenas antes de que tuvieran permiso para utilizar las mazmorras.

—No puedo creer que este capullo nos citara para usar el banco de azotes sin consultarme. Está tratando de desplazarme desde que llegamos —gruñó Logan—. Si pudiera, le estrangularía con mis propias manos.

—No puedes. Se supone que te da igual, ¿recuerdas?

Logan soltó un bufido.

—No pienso perderte de vista otra vez. Punto.

—Si nos limitamos a estar en las zonas más públicas, no pasará nada. Si me vuelve a invitar a la sala VIP, ya trazaremos un plan. Por ahora he obtenido su atención, que era nuestro objetivo.

Tara comenzó a juguetear con un delicado colgante que llevaba al cuello, igual que había hecho durante toda la cena. Se trataba de un pequeño corazón de oro que se acomodaba en el nicho de su garganta suspendido de una delgada cadena de oro. Se podía considerar tanto una gargantilla como un collar. A Logan le resultaba familiar.

Se inclinó hacia ella y frunció el ceño.

—¿Te había visto antes ese colgante?

—No creo. Lo tengo, justo, desde después de nuestra ruptura. No lo suelo usar, pero me lo he puesto porque, cuando estaba en posición de sumisión en la sala, mientras tú te dedicabas a ligar con Allison, se me acercó un Amo y me preguntó si estaba disponible porque no llevaba ningún collar. Pensé que esto podría servir.

Bien pensado.

—No es un collar de sumisión al uso, pero servirá para desanimar a la mayoría. Nuestra situación ya es lo suficientemente complicada sin que te comiencen a perseguir por otros motivos. ¿Estás preparada para la prueba?

Ella se encogió de hombros.

—Lo básico no parecía difícil.

—No, pero es una manera de filtrar a los aficionados que pudieran provocar problemas. Así mantienen la seguridad lo máximo posible.

—Bueno, sí. Y de paso, pueden decidir con comodidad a qué sumisa secuestrar y vender a los millonarios y demás especímenes de Internet.

—Exactamente.

En las mazmorras la intensidad de la luz era más tenue, pero la tela de la túnica era tan traslúcida que él seguía viendo el contorno de su vulva y la hendidura entre sus nalgas, por no hablar de los duros pezones que sobresalían de tal manera que él apenas podía pensar en otra cosa.

Fue casi un alivio llegar hasta el banco de azotes, si no fuera porque Jordan les esperaba allí y devoraba a Cherry con la mirada.

—Bienvenidos a la escena de seguridad. —Le indicó a Tara que se arrodillara en el banco acolchado—. ¿Cuál es tu palabra segura?

Logan observó cómo Tara se ponía de rodillas sobre el cuero rojo. Ella le brindó una sonrisa cómplice que hizo que el corazón le aleteara en el pecho. Era una broma privada; saber el significado real de la palabra segura invocaba su parte más primitiva hasta que no quería más que gritar «¡Mía!».

—Es Romeo —dijo ella finalmente.

—Es aceptable. —Jordan le miró—. ¿Cuáles son sus límites duros?

¡Mierda! No habían tenido oportunidad de discutirlos. Había estado demasiado ocupado follándola sin parar para preguntárselo. Odiaba no tener previstos esos detalles, no quedaba más remedio que improvisar.

—Nada de cortes, marcas, piercings… En general, nada permanente. No le gusta participar en escenas que impliquen funciones corporales, sangre o asfixia erótica. Tampoco practica sexo con desconocidos ni en grupo.

Con eso debería quedarle claro que no iba a catar ni un pedacito de Cherry.

—¿Estás de acuerdo con esta lista, sumisa?

Tara le miró como si buscara su aprobación, luego asintió con la cabeza.

—Lo que ha dicho es correcto, Señor.

Oírla llamar «Señor» a otro Amo le daba ganas de pegar a alguien. Y todavía le cabreaba más el no poder hacerlo. Jordan asintió con la cabeza.

—¿Sus límites suaves?

—Cera caliente y sexo anal. —Logan se frotó la barbilla, intentando pensar en más limitaciones—. No tolera que le venden los ojos ni que la amordacen.

—Anotado. ¿Quieres añadir algo más, sumisa?

Ella negó con la cabeza.

—Muy bien. Veamos cómo usan el equipo. —Le indicó que se inclinara sobre el banco de azotes.

Tara se echó hacia delante cuando Logan le aseguró las esposas a las muñecas y luego acortó las cuerdas a cada lado del aparato. Ella le lanzó una mirada nerviosa. Él quería asegurarle que no se alejaría de su lado, que actuaría como un amortiguador entre Jordan y ella, pero no pudo más que brindarle una mirada de aliento. Le puso también las esposas en los tobillos y una barra separadora entre las piernas.

Cuando se enderezó, Jordan le ofreció un látigo de cuatro colas.

—Supongo que sabrá usar esto y que lo encontrará aceptable.

—Sé como usarlo, pero prefiero uno de seis colas.

Jordan frunció el ceño.

—Ésos son imprevisibles.

Logan sonrió.

—Eso es lo que mejor hago: improvisar. Pero en el caso de esta sumisa debo añadir la pala a los límites suaves. Sólo azotes con la mano o latigazos muy suaves. Pero no con látigos fuertes o palas.

—Consiente demasiado a su esclava. —El Amo de las mazmorras lo dijo en un tono tan despectivo que hizo que Logan quisiera partirle la cara.

—Así es como le gusta.

—Quizá sería una sumisa mejor si se expandieran sus horizontes. Mientras estén aquí deberíamos trabajar a fondo algunos aspectos.

«¿Deberían?». ¿Acaso Jordan tenía algún derecho sobre Cherry? ¿Estaría reclamándola? Si no estuvieran interpretando un papel por el bien de la misión, Logan se desharía en un momento de aquel capullo y le haría saber sin ningún género de dudas que no tenía lugar en el entrenamiento o en la vida de Tara.

—Quizá —se obligó a decir.

Jordan apenas contuvo una afectada sonrisa de superioridad.

—Piénselo, diseñaré un plan.

«Y te obligaré a comerte las pelotas y encima me darás las gracias».

Un Amo alto y vestido de cuero, apareció ante ellos con un látigo en la mano y una máscara cubriéndole la cara. Se aproximó deprisa, con una urgencia que puso a Logan en guardia.

—Maestro Jordan, hay una pelea en la sala de orgías. Aquello está a punto de convertirse en una batalla campal. El señor Kantor me ha enviado a buscarle.

Una expresión de contrariedad cubrió la cara del Amo de las mazmorras.

—¡Mierda! —lanzó un vistazo a la etiqueta en la camiseta del Amo recién llegado—. Quédate aquí con estos dos. No deben abandonar la escena hasta que completen el protocolo de seguridad.

—Puede irse tranquilo, yo me encargo de todo.

Cuando Jordan salió disparado como si tuviera el culo en llamas, Logan se volvió hacia el Amo de la máscara.

—Mire, ya casi hemos terminado. Llevo practicando este estilo de vida más de diez años, así que…

—No me digas, Logan. —El desconocido se quitó la máscara.

Logan apenas asimiló la sorpresa.

—¿Qué coño haces aquí, Xander?

—Yo también me alegro de verte, tío —respondió Xander.

Los pensamientos se agolpaban en la mente de Logan mientras intentaba adivinar por qué su amigo había aparecido de pronto en medio de la misión.

—¿Cómo conseguiste que Bocelli cambiara de opinión y te enviara aquí?

—No lo hice. No sabe que he venido; es más, si lo supiera me mataría. Pero no podía dejar de pensar en lo mucho que os podría ayudar. Conozco este lugar. Todos los que trabajan aquí firman un contrato en el que se les prohíbe hablar sobre los clientes y establecer relaciones con el resto del personal. Os aseguro que lo dejan todo bien atado. Es imposible que ningún empleado os eche una mano si no os conoce. Así que he solicitado mi antiguo puesto; uno de los Amos contratados tuvo un desgraciado accidente esta mañana: se ha roto el tobillo en una excursión. Se recuperará, por supuesto, pero necesitaban que alguien cubriera su puesto. —Sonrió ampliamente.

Logan meneó la cabeza y se inclinó hacia delante para hablar en voz baja.