Club Dominium. Sábado por la tarde.
Logan entró de nuevo en la mazmorra con una bolsa de papel blanco en cada mano y sosteniendo con los dientes otra de plástico. Al verle, Tara dejó el móvil sobre la mesa y corrió a ayudarle, aligerándole de la que sujetaba con la boca. Él suspiró aliviado.
—¿Quién iba a pensar que las latas de refrescos pesaban tanto?
—Te vas a estropear los dientes —le reprendió ella.
—Aún los tengo todos. —Sonrió ampliamente.
—Sí, pero si quieres seguir teniéndolos, no deberías usarlos para eso, ¿sabes?
Con un guiño, él atravesó la estancia y dejó las bolsas en la mesa. A Tara le sorprendió darse cuenta de que habían adoptado la vieja rutina que seguían en el instituto. Entonces, ella siempre trataba de señalar la lógica de las cosas y él era el incorregible travieso que inevitablemente hacía algo que la hacía derretirse. Tara era seria por naturaleza. Poseía un cierto sentido del humor, pero lo enterraba bajo capas de deber y responsabilidad. Logan era más relajado, más extrovertido y, durante el tiempo que estuvieron juntos en la adolescencia, ella siempre se había sentido… completa cuando estaba con él. Feliz.
Aquel día también se sentía ligera y contenta a pesar de que acababa de romper con su prometido, de estar intentando rescatar a su mejor amiga y de tener sobredosis de sexo con el mismo tipo que le había roto el corazón hacía años. Quizá debería meditar un poco.
—¡Eh! —dijo Logan al tiempo que retiraba un envase de estaño con la tapa de cartón de la primera bolsa.
La comida olía genial, pero tenía tal nudo en el estómago que no sabía si podría comer.
—¿Qué?
—Conozco esa mirada. Estás muy seria.
De ninguna manera pensaba decirle que ahora se sentía a gusto con él. Logan ya estaba convencido de estar enamorado de ella y, aunque esas alocadas ideas se desvanecerían en cuanto se diera cuenta de que había conseguido olvidarla, no iba a dejarse enredar de nuevo por aquel hombre increíble. Sí, vale, cuando rompió con ella existían circunstancias atenuantes y no le culpaba, pero que hubiera sido capaz de abandonarla con tanta facilidad la asustaba.
—Estaba pensando en el caso —mintió—. Me voy dentro de cuatro días.
—Estarás preparada, te lo prometo. ¿Has sabido algo de Bocelli?
Tara negó con la cabeza.
—Le he llamado mientras ibas a por la comida. Fue una conversación muy breve; me aseguró que no había nada nuevo.
—Que no haya más cadáveres es una buena noticia, Cherry.
Logan tenía razón, pero eso no hacía que se preocupara menos. Había contenido sus dudas sobre el estado de Darcy y el éxito de la misión diciéndose que el pánico sólo impediría que se concentrara en el entrenamiento. Sin embargo, cada vez que cerraba los ojos veía a su amiga; a veces le pedía ayuda a gritos, otras la veía muerta.
—Cariño, empiezas a alarmarme. —Dejó a un lado la comida y cruzó la estancia hasta ella—. Te has quedado muy pálida.
—Lo siento. Es que estoy preocupada por Darcy.
—Estás haciendo todo lo que puedes.
—¿Y si eso no fuera suficiente? —Sólo pensarlo hizo que se le llenaran los ojos de lágrimas.
Él le masajeó los hombros mientras clavaba en ella sus ojos azules.
—Es lo único que puedes hacer. Piensa que el objetivo de esa organización no es matar mujeres. Tienes tiempo.
—No dejo de preguntarme en qué estado estará ahora.
—No conozco a Darcy, pero debe ser una mujer fuerte.
—Sí, lo es —convino ella, notando que la ansiedad en su estómago se disolvía un poco—. Pero… ¿crees que se han dado cuenta de que no es una verdadera sumisa? —Si fuera así, ¿acabaría como Laken Fox?
Logan vaciló.
—Es difícil saberlo. Si estuvieran convencidos de ello, creo que ya la habrían matado. Lo más seguro es que piensen que es una sumisa rebelde que necesita mano firme.
Tara tragó saliva.
—Si está en las manos equivocadas, eso puede ser terrible.
—Puede ser. Pero ahora mismo sólo deberías preocuparte por ti misma. Tienes que centrarte, prepararte lo mejor posible para que cuando vayas a rescatarla no te descubran y puedas conseguir tu propósito.
—Lo sé. —Era cierto, pero eso no hacía que la situación resultara más fácil—. ¿Qué me dices de Robert? ¿Ha hecho progresos con Axel?
Esta vez, Logan suspiró. La expresión en su cara la llenó de temor.
—No está hecho para esto, Cherry. Ya te lo he dicho. Axel dice que York puede tener control de sí mismo, pero no le gusta someter a nadie. Ayer lo intentó con una de las sumisas del club. Al parecer, ella le tomó el pelo como le dio la gana. York acabó diciendo que estaba harto de jueguecitos mentales y mandándolo todo a la mierda. Darcy y él son pareja, ¿verdad? ¿Ella le importa mucho?
—Se supone que es un secreto, pero sí. Creo que tenía intención de declararse pronto. Al menos eso sospechaba Darcy.
—York no sólo no es el agente adecuado para el caso, es que además no se molesta en aprender lo necesario. Tiene la cabeza en otro lado. Se lo he dicho a Bocelli, y también lo ha hecho Axel. Cariño, necesitáis un plan de emergencia.
Ella se mordisqueó el labio inferior.
—Lo sé. A veces pienso que no podré infiltrarme en ese complejo turístico ni entregar mi cuerpo a alguien que no conozco. Por lo menos, no como me entrego a ti.
Él le acarició la mejilla con expresión tierna.
—Eso es porque confías en mí.
Aquella expresión la asustó muchísimo, era como si esperara que ella también le amase.
—Vamos a conseguir que esa confianza sea todavía mayor, Cherry. Voy a ganármela. Al final me perdonarás y yo…
—Alto.
A Tara se le aceleró el corazón. Sabía lo que Logan iba a decir, y no era lo suficientemente fuerte para resistirlo. La noche anterior, él había derribado sus defensas. Si hubiera sido posesivo y dominante, no le hubiera costado nada pararle los pies. Pero había sido paciente, tierno, seductor. Incluso en el entrenamiento de esa mañana… ¿quién iba a suponer que acostumbrarse al dilatador anal se convertiría en una experiencia que les vincularía todavía más? Aun así, no podía negar que todavía se sentía más conectada a él.
No podía permitírselo.
—Me muero de hambre, y eso huele muy bien. —Señaló con la cabeza el envase. Parecía que contenía comida italiana.
Él suspiró decepcionado antes de quitar la tapa.
—Esto es lasaña. En la otra bolsa hay ensalada.
—Gracias. —Ella se sintió fatal al ver su expresión; le estaba haciendo daño—. Sabes que aprecio todo lo que haces.
—Si me dejaras, me encargaría siempre de ti.
Santo Dios, ¡qué difícil resultaba decir que no! No quería imaginar lo que pensaría tras haber pasado tres días más con él.
—¿Podemos centrarnos en el caso?
—Sí. —Fue evidente que no era eso lo que quería.
—¿Qué tienes planeado para el resto del día?
—No voy a decírtelo. Sólo quiero que sepas que te enfrentarás a la primera prueba auténtica, y abarcará todo lo que has aprendido en una única escena. Es importante que sigas el protocolo y te sometas lo mejor que puedas.
Tuvo un horrible presentimiento.
—¿Thorpe estará presente?
—Te lo aseguro.
Ella hizo una mueca, pero ya llegaría el momento de enfrentarse a eso. Le cogió de la mano.
—Tengo miedo a fallar. —Él le deslizó la mano por la nuca.
—No lo tengas. No lo permitiré. Concéntrate en mí, en estar conmigo y complacerme. El resto vendrá rodado.
Club Dominium. Sábado por la noche.
Con la reconfortante mano de Logan en el hueco de la espalda, Tara atravesó el corredor del club. Puede que pareciera un acto sencillo, pero sólo llevaba puesta la pálida bata de seda que él guardaba en el armario.
Y no se hacía ilusiones, sabía que no la conservaría mucho tiempo.
No debía preguntar otra vez adónde iban ni lo que ocurriría. Él ya se había negado a responderle dos veces antes de asegurarle que, si volvía a preguntárselo, no le permitiría que se corriera durante el resto de la noche.
Estaba claro que era un ensayo para lo que se podía encontrar en Llave del Placer, el complejo turístico donde iba a infiltrarse. Pero allí su Amo sería Robert y sabía que tendría que ser especialmente sumisa con él, pues no resultaría un Amo poderoso.
—Estás nerviosa —susurró Logan—. No tengas miedo. No permitiré que te ocurra nada.
Era cierto y ella lo sabía.
—Eso no hace que me resulte más fácil aceptar lo desconocido.
—Respira hondo. Sé que te gusta tenerlo todo planificado y prever cualquier contingencia, pero ahora no es posible. La sumisión significa un cierto relax para ti porque es la única parte de tu vida en la que te dejas llevar. Relájate, sabes que yo me ocuparé de todo.
Y lo haría. Le sorprendió darse cuenta de lo mucho que confiaba en que él la mantendría a salvo. La presionaría, sí, pero no más allá de lo que ella pudiera aguantar.
El nerviosismo no se desvaneció, pero el miedo que la atenazaba se difuminó un poco.
—Gracias.
Se acercaron a otra puerta que él abrió. Al instante se vieron envueltos por la música atronadora y sexy que inundaba el cavernoso espacio. Se escuchó restallar un latigazo seguido por gritos de pasión. Un hombre gemía a su derecha y le sorprendió ver a una mujer desnuda, de rodillas ante él, chupándole el pene. Unos metros más allá, una mujer vestida de cuero azotaba con una vara el trasero de un individuo encadenado a una cruz. Él tensaba los músculos con cada golpe.
—¡Va a hacerle daño! —El primer instinto de Tara fue correr hacia allí y rescatarle.
Logan le apretó el codo en silencio, recordándole que si el sumiso se veía sobrepasado, tenía una palabra segura que podía utilizar.
—A él le gusta. Y es lo último que quiero escucharte hasta que te dé permiso para hablar. ¿Lo has entendido?
Tenían que seguir el protocolo ante la gente presente. Notó que todos les miraban fijamente; algunos con lujuria, muchos con curiosidad. Una pequeña sumisa con el pelo corto y oscuro servía una bebida a otro Amo sin dejar de observarla como si quisiera asesinarla. ¿Una antigua sumisa de Logan? Si era racional, sabía que eso no importaba; él no había hecho el amor con esa chica, fuera quién fuera. Pero no era sólo por el sexo. Logan demostraba genuino afecto cuando llegaba al final de una escena, y sólo pensar en que esa mujer lo había experimentado…
—Estás muy tensa. —Logan le acarició la cadera.
Tardó un segundo en alzar los ojos y él siguió la dirección de su mirada. Logan apretó los dientes al observar la expresión de desagrado de aquella sumisa; aunque ella la borró rápidamente al sentirse observada.
—Hola, Logan —Xander se acercó por la derecha—. Tara.
—Quédate con Cherry un minuto —dijo Logan a su amigo—. Tengo que decirle dos cosas a Callie.
—Buena idea. Desde que se enteró de que te habías recluido con Tara en tu mazmorra, está de un humor de perros.
—Lo arreglaré ahora mismo.
Tras decir eso, Logan se alejó. No le había dicho qué iba a hacer pero…
Xander arqueó una ceja.
—Puedes preguntármelo, cariño.
—¿Qué es lo que le ocurre a esa chica?
—Que desea a tu Amo con todas sus fuerzas. Lleva más de un año intentando que se la tire. —Xander negó con la cabeza—. Callie no es estúpida. Se ha dado cuenta de que él se comporta de manera diferente contigo.
Logan podía creer que la amaba, y su parte más insidiosa deseaba que fuera cierto, en especial al ver lo bien que estaban juntos, pero aquella clase de deseos no llevaba a ningún lado. Él no conocía a la mujer en que se había convertido; sólo a la chica con la que se acostó cuando estaban en el instituto. Aquellos sentimientos sin resolver y el caso eran lo único que les unían ahora. Una vez que la misión hubiera terminado, y no tuviera que entrenarla, Logan vería las cosas con más claridad y estaría listo para seguir adelante. Estaba segura de que se sentiría aliviado al darse cuenta.
Logan mantuvo una furiosa conversación con Callie. La reprendió con expresión firme y luego le indicó a un Amo de mazmorras que la escoltara fuera de allí. Una vez resuelto el asunto, regresó a su lado.
—¿Qué le va a pasar? —murmuró ella al oído de Xander.
—La castigarán, Cherry. Igual que haré yo contigo si vuelves a abrir la boca —le advirtió Logan.
Y lo haría. Tara apretó los labios.
—Vamos. —Logan se giró hacia Xander—. ¿Está todo dispuesto?
—Exactamente como me pediste.
El desconocimiento hacía que la imaginación de Tara se desbocara. Tenía un nudo en el estómago y respiró hondo intentando calmarse mientras Logan la guiaba hacia la zona más oscura de la parte pública del club. Aún no había decidido si la presencia de Xander le producía más o menos aprensión.
Al fin, llegaron al vestíbulo principal y giraron a la izquierda. Xander se adelantó y, de repente, la gente se separó para dejarles pasar, cada vez más cerca de… ¡Oh, Dios!
Un escenario.
Tara notó todos los ojos clavados en ella. No estaba preparada para eso; iba a someterse a Logan ante un montón de desconocidos. Un sentimiento de pánico y una intensa humillación la atravesaron. Aquella gente quería ver cómo se sometía, cómo imploraba…
Miró a Logan y él le sostuvo la mirada con determinación.
—Dime —le ordenó él.
—Me estoy poniendo mala. Una cosa es someterme a ti en privado, pero delante de tanta gente…
—Calla. —La tomó de la mano—. Lo hiciste muy bien delante de Xander, y aún nos quedan unos días para perfeccionarlo. Estarás bien preparada para la misión, pero no olvides que puedes recurrir a tu palabra segura si ves que no puedes seguir adelante con la escena. Lo conseguirás si confías en mí. Yo sé que puedes hacerlo; no es sólo que tengas confianza en mí, sino que nos acoplaremos para alcanzar lo que ambos necesitamos. Ésa es la belleza de esta clase de actos, Cherry. ¿No lo has notado ya?
Sí, en efecto. Ese mismo día. Logan había ampliado sus horizontes porque había confiado en él, y ella había conseguido que él disfrutara del sexo de una manera que no había experimentado en cinco años; y todo porque estaban conectados por aquel misterioso intercambio de poder y esas emociones que no alcanzaba a comprender por completo.
Asintió con la cabeza.
Él le apretó la mano.
—Ven conmigo.
Ella le siguió mordisqueándose los labios. Xander les acompañó.
Cuando estaban más cerca del escenario, notó que había una titilante iluminación en el perímetro. Docenas de velas ardían suavemente, creando un ambiente casi romántico. Saber que había sido Logan quien le había pedido a Xander que las pusiera la emocionaba. Entonces se percató de que las velas rodeaban una pequeña mesa de azotes y dos cadenas con esposas que colgaban del techo.
Notó que se le revolvía el estómago; su primer impulso fue darse la vuelta y huir, pero había docenas de ojos sobre ella, entre ellos los de Thorpe; era claramente visible entre la gente y la observaba con ojo crítico. Estaba acompañado de un desconocido de traje, con el pelo negro y penetrantes ojos oscuros. El extraño emitía un intenso poder por los ojos, que tenía clavados en ella; casi parecía como si la estuviera evaluando.
Al instante, ella miró al suelo, calculando que el gesto contribuiría a la imagen de sumisa que quería ofrecer, pero seguía notando un nudo en el estómago. ¿Cómo haría para superarlo?
No lo sabía, pero si se iba ahora, toda esa gente pensaría que era una cobarde. Thorpe no tardaría en informar del asunto a Bocelli. Como llevaba trabajando con su nuevo jefe sólo dos semanas, él supondría que no tenía valor para afrontar la misión y quizá eligiera a otra persona. Y si eso ocurría, no podría rescatar a Darcy. Sin olvidar lo mucho que todo aquello decepcionaría a Logan. Para su sorpresa, era esto último lo que le hacía más daño del que podía soportar.
Respiró hondo y dio un paso hacia el escenario. Nadie moría de vergüenza. Además, estaba segura de que Logan lograría que pudiera superarlo. Lo sabía tan bien como su nombre.
Él la tomó del codo y la ayudó a subir las escaleras. Observó que había una mesita entre las sombras sobre la que vio algunos artículos entre los que se encontraban una pala de azotes y un pequeño látigo de mano con suaves colas de cuero.
Tragó saliva.
—Mírame a la cara, esclava. —La voz de Logan resonó profunda y categóricamente dominante, haciéndola estremecer. No pudo más que obedecerle—. ¿Cuál es tu palabra segura? Dila bien alta para que todos la escuchen.
—R-romeo.
—Muy bien. Desnúdate y dale la bata al maestro Xander.
Tara esperaba esa orden en cualquier momento, pero aún así la sorprendió. Sabía que vacilando no conseguiría nada, así que contuvo los nervios y desató el cinturón de seda. Cuando Xander tendió la mano, ella le dio la prenda, sorprendiéndose al notar que estaba temblando.
Logan asintió con la cabeza, mostrando su aprobación.
—Súbete a la mesa y arrodíllate. —Logan señaló la mesita de azotes.
Conteniendo el deseo de lanzarle una mirada airada, se concentró en aquel mueble acolchado con la misma aprensión que si fuera una serpiente. Cuando se subiera, todos verían su enorme culo. Pero no era el momento de dejarse llevar por sus inseguridades, sino de mostrar obediencia. Podría hacerlo por Darcy, por el éxito en la misión. Y para que Logan se sintiera orgulloso de ella.
De cara a la pared, puso una rodilla sobre el vinilo negro, luego la otra… La textura se calentó bajo su piel, pero los grilletes quedaron colgados justo ante sus ojos, y Xander comenzó a accionar una manivela para bajarlos, tintineando contra la pared y haciendo crecer de nuevo sus miedos.
Logan cogió uno.
—Dame la muñeca.
«Oh, Dios. Oh, Dios. Oh, Dios».
Contuvo las náuseas y se obligó a olvidarse de las personas que la observaban. Debería resultarle fácil; no podía verlas y, además, permanecían en silencio. Al haber estado encadenada mientras Xander les observaba, sabía que la mejor manera de superar aquello era concentrarse en Logan.
Por fin, tomó aire temblorosamente y le tendió la mano. Él aseguró la esposa en su muñeca, quedando por encima de su cabeza. Notó con cierta alarma que el abrazo de la esposa de cuero en su piel era casi reconfortante.
—Una vacilación más, esclava, y te ganarás un castigo.
A unos metros, Xander cogió la pala de la mesa y la golpeó contra su mano con una amplia sonrisa. Temió que le golpeara las nalgas con toda aquella gente observando, pero a una parte de su ser debió de gustarle la idea, porque notó que se mojaba. Contuvo el aliento, horrorizada.
Logan le brindó una perversa sonrisa.
—La otra muñeca, por favor.
Ahora no vaciló. El roce de Logan la tranquilizó un poco cuando cerró la otra esposa. Él le apretó los dedos para reconfortarla antes de soltarla y acercarse a la mesita entre las sombras.
Notó otro retortijón en el estómago.
Él se tomó su tiempo antes de seleccionar algo. Tara no vio de qué se trataba porque el cuerpo de Logan le bloqueaba la vista. Pero cuando lo tuvo en la mano, se colocó detrás de ella y le acarició con suavidad la espalda, las nalgas, demorándose en una de ellas.
—Dobla la cintura.
Tara jadeó. Bueno, iba a azotarla. Ya había pasado antes por eso, aunque ahora había un nuevo elemento en la escena. Pensar en el látigo de colas la asustó. Se puso tensa pero obedeció, y se inclinó lo mejor que pudo, hasta que los brazos colgaron de los grilletes, tirándole de los hombros. La sensación era extraña, pero excitaba a la sumisa que habitaba en su interior. Entonces se dio cuenta de que, al doblarse, ofrecía a la audiencia una vista perfecta de su sexo.
La vergüenza se unió a la excitación para recorrer su cuerpo. Se ruborizó y, al tiempo, notó que sus pliegues se humedecían todavía más.
Logan fundió su mirada con la de ella y se inclinó para tomarle un pecho con la mano. Aunque daban la espalda al público, nadie ignoraba qué estaba acariciando. Debería molestarle… pero cualquier cosa que le hiciera Logan la excitaba, así que le gustó. Cuando él le pellizcó el pezón y lo frotó entre los dedos, sólo le importaron la sensación y la intensidad de su roce.
Gimió incapaz de contenerse.
Logan le pasó la uña del pulgar por el pezón erecto.
—Muy bien.
En ese momento, sacó del bolsillo un par de pinzas unidas por una cadena. De cada una colgaban unas bolitas que parecían… ¿cerezas? Levantó la mirada hacia él.
—Sí, hay unos pesos en cada una. Y sí, las compré especialmente para ti.
Le parecía absurdo pensar que le gustaría sentirlas sólo porque las había comprado pensando en ella, pero así era. Por supuesto, cuando le puso la primera, notó un momentáneo pellizco de dolor. Cuando se acostumbró a la sensación, repitió el proceso en el otro pezón.
Una oleada de calor la atravesó y el clítoris comenzó a palpitar demandando atención. Ahora era imposible negar lo mojada que estaba. Notaba el sexo hinchado y sensible. Sin duda todos podían percibirlo, pero aquello la excitaba todavía más. Gimió.
—Silencio —ordenó él.
No pasó un segundo antes de que escuchara una especie de silbido y notara las colas del pequeño látigo —casi como suaves flecos de cuero— en las nalgas. La sensación no resultaba dolorosa; era demasiado difusa para ello. Fue como si una docena de dedos la acariciaran, calentándole la piel. Su piel no se magullaría con aquello, sólo comenzaría a arder.
Tara se arqueó, ofreciendo el trasero para recibir más. Logan le puso la mano abierta sobre la espalda y presionó con suavidad, obligándola a alzar el trasero un poco más. Entonces volvió a azotarla con el látigo, ahora con un poco más de fuerza. Aún así era agradable, y notó como si comenzara a flotar.
Tras cuatro impactos, la piel ya sensible comenzó a arder. El calor se filtró hasta sus huesos. Su sexo se contrajo en protesta por la sensación de vacío cuando el deseo se volvió demasiado intenso. Y cuando él arrastró las suaves colas de cuero por las nalgas, el fuego se extendió bajo la piel, provocando un dulce hormigueo que pronto se convirtió en un suave latido.
Cerró los ojos y se ofreció a Logan por completo, colgándose de las cadenas. La sangre le zumbaba en los oídos mientras esperaba otro impacto del látigo.
No llegó.
Al poco, él se detuvo frente a ella.
—Mírame.
Lo hizo y el deseo en los ojos de Logan hizo que su cuerpo respondiera de inmediato. Fuera lo que fuera lo que él quería, supo que se lo daría sin vacilar.
—Buena chica. Yérguete y separa las rodillas tanto como puedas.
El placer y la aguda punzada de deseo le impedían pensar. Le llevó un momento entender la orden, pero obedeció. Él asintió, mostrándole su aprobación, luego tironeó de las pequeñas cerezas. Un nuevo ramalazo de placer hizo palpitar su sexo. Tenía el cuerpo tenso de deseo. Gimió.
—Estás preciosa —murmuró él en voz baja, alentándola suavemente.
Le vio mover la muñeca con rapidez y desplegar el flexible cuero de las colas del látigo. Las puntas impactaron suavemente en su monte de Venus. La dolorosa necesidad creció de una manera vertiginosa hasta que notó como si cada nervio de su cuerpo estuviera conectado con su clítoris. Sin embargo, la sensación no era suficiente para alcanzar el clímax.
Tara dejó caer la cabeza hacia atrás y gritó, obligándose a contener la súplica. Necesitaba sentirle dentro. Le había deseado la noche anterior, esa misma mañana, pero el dolor que sentía en esos momentos era una intensa opresión que asumía por completo el control de su cuerpo, haciendo desaparecer todo menos el desesperado anhelo de sentir a Logan llenándola por completo con su miembro.
El ardor de sus ojos azules le dijo que él lo sabía.
—¿Estás mojada, esclava? —preguntó en voz alta. Quería que la audiencia lo supiera.
—Sí, Logan.
—Lo has hecho muy bien. Pronto te recompensaré.
Dejó caer el látigo y dio un paso adelante para envolverle la cintura con una mano y recogerle el pelo con la otra. Le cubrió la boca con la suya, exigiendo la entrada de su lengua, seduciendo su sumisión.
Se escucharon exclamaciones femeninas de asombro por toda la estancia. Los gemidos confundieron a Tara hasta que recordó que Xander le había dicho que Logan jamás mantenía relaciones sexuales con las sumisas, que nunca las besaba. Y de repente lo entendió: Logan no sólo la estaba sometiendo en público. Estaba reclamándola ante todos.
Se derritió. Aunque no podía tocarle a causa de las cadenas, transmitió en el beso su deleite y su necesidad, mostrándole a él —y a todo el mundo— lo completamente que le aceptaba como dueño de su cuerpo. Él la estrechó contra sí, apretando los pezones contra su torso desnudo. Ella gimió.
Cuando se apartó, ella le miró inquisitiva y vio que jadeaba. Quiso volver a besarle de aquella manera interminable, unirse a él para siempre, pero Logan le acarició la cara y se alejó. Cada poro de su cuerpo clamaba por él, acataría sus órdenes sólo por complacerle.
Entonces se acercó Xander.
Tara contuvo el aliento. ¿Iba a tocarla? ¿En público?
—Aceptarás que te toque porque yo lo ordeno, esclava. —La voz de Logan retumbó en el aire, pero sus ojos azules no se apartaron de ella, pendientes de su respuesta.
—Sí, Logan. —Las palabras se le escaparon automáticamente.
Con una amplia y taimada sonrisa, Xander se acercó y le deslizó un dedo por el valle entre los pechos, continuando la caricia alrededor de cada areola. Luego se desplazó a su espalda y comenzó a besarla en los hombros. Tara se estremeció y se le contrajo el vientre.
—Si Logan me diera la oportunidad, te follaría aquí atrás —susurró, acariciándole el trasero—. Hundiría mi polla profundamente mientras Logan te taladra el sexo. Sería muy bueno, ¿verdad?
Ella gimió. Deseaba a Logan, acataría sus órdenes, pero este otro hombre la afectaba de una manera que no comprendía. Quizá fuera porque Logan no les quitaba la vista de encima. ¿Habría oído lo que le dijo? ¿Querría poseerla por delante mientras Xander le clavaba la polla en el culo?
Las ardientes palabras dieron vueltas en su cabeza mientras él deslizaba la yema de los dedos por su cuerpo. La oleada de apasionados murmullos de la audiencia la envolvió; casi pudo notar cómo todos contenían el aliento al unísono. Pero a ella sólo le afectaba el ansia en la mirada de Logan. Se contoneó para acercarse a él.
Él cerró el espacio entre ellos y la envolvió en su distintivo olor almizclado, masculino y penetrante. Logan alargó la mano y le rodeó el clítoris con los dedos, acariciándola sin prisa, sin otro propósito que hacer crecer su necesidad y observar cómo se retorcía. El placer recorrió su cuerpo con un ramalazo de anhelo que le resultó imposible ignorar.
—¿Lo que te ha dicho Xander te ha excitado? —La cogió por la barbilla, obligándola a mirarle.
—Sí, Logan.
—Cada vez que dices eso, Cherry, mi polla se estremece. ¿Te han gustado sus sugerencias?
—No estoy segura —jadeó.
—Déjame experimentar un poco más… —murmuró Xander sólo para ella—. Me gustaría lamer tu pequeño y cremoso coñito mientras le chupas la polla. ¿Quieres que probemos?
—No sé lo que le has dicho —comentó Logan a Xander—, pero acabo de notar cómo brotaban sus fluidos.
—Tu chica es muy lasciva.
Logan asintió con la cabeza y la miró sonriente. Tara respiró hondo.
—Comprobemos cuánto.
Un momento después, Tara sintió los dedos de Xander entre sus pliegues, indagando, hundiéndose profundamente antes de rodearle el clítoris con pequeños círculos.
—¿Quieres correrte, cariño? —murmuró Logan besándola en la cara, en el cuello, antes de inclinarse y pasar la lengua en torno a las pinzas que le oprimían los pezones.
Ella jadeó, paralizada, pendiente de las exquisitas sensaciones que conectaban sus pechos y su empapado sexo.
—Sí, Logan. Por favor…
—Ohhh —canturreó Xander, metiéndole dos dedos en la vagina—. Incluso ha dicho «por favor». Qué dulce. —Entonces, con una traviesa sonrisa, retiró los dedos y los lamió con un gemido—. Muy, muy dulce.
Ella se sonrojó de pies a cabeza mientras la tensión se anudaba en su clítoris hasta que pensó que explotaría.
—Xander… —gruñó Logan, advirtiéndole.
—Era sólo una comprobación.
—No lo hagas nunca más —ordenó Logan—. Jamás.
Tara comprendió muy bien el mensaje, pero también le lanzaba a ella una declaración de intenciones. Aunque permitía que Xander la tocara era con el único propósito de entrenarla, no cabía la posibilidad de que le dejara ir más allá.
A pesar de lo excitante que resultaba todo aquello, aquél fue un hecho revelador. Saber que él no permitiría que Xander llegara más lejos le daba la oportunidad de disfrutar sin temor de lo que viniera a continuación.
—Lo sé, lo sé… —murmuró Xander—. Sólo estoy disfrutando un poco ahora que puedo.
Y lo hizo, deslizó otra vez los dedos en su interior. Encontró al instante el punto G y comenzó a frotarlo al tiempo que le friccionaba el clítoris con el pulgar.
Mientras, Logan le acariciaba los sensibles pechos, consiguiendo que volviera a arder. La atravesó un relámpago de necesidad que no pudo controlar.
—No te corras sin mi permiso —le recordó—. No quiero tener que castigarte esta noche.
Ella inspiró y cerró los ojos para concentrarse mejor.
—No. Mírame —ladró Logan—. Mírame siempre.
Tara obedeció parpadeando. Logan le sostuvo la barbilla y le alzó la cara hacia él para darle otro beso, profundo y enloquecedor. Un enredo de lenguas y pasión, de alientos y desesperación. Y, oh, Dios, la necesidad le tensó cada músculo cuando él soltó la primera pinza y la sangre inundó el pezón.
De repente, él alejó la boca de la suya y la aplicó al palpitante brote. Un segundo después, le quitó la otra tenaza y, de repente, Xander apresó el pezón liberado para inyectar más fuego al dolor que recorría sus pechos. Los dos succionaron suavemente mientras Xander continuaba frotando el dolorido clítoris con dedos perezosos, jugando con ella de una manera despiadada.
Ella gimió, apretó los puños intentando combatir el rugido de placer de su interior mientras el palpitar de sus venas resonaba como un cañón en sus oídos. Clavó la mirada en Logan y él se la sostuvo con un silencioso grito de placer no expresado. Tara casi explotó.
—¡Cherry, córrete! —ordenó.
Al instante, un intenso éxtasis la envolvió, creciendo en su interior y tensando cada nervio de su cuerpo. Ella se estremeció como una hoja llevada por el viento; se contoneó, se arqueó, pero el placer siguió infatigable mientras ellos seguían succionando sus pezones. Se estremeció mientras su clítoris palpitaba sin cesar bajo los incansables dedos de Xander.
Lentamente, Tara volvió a la tierra. Tras la tensión que había atravesado su cuerpo, cayó desmadejada. Logan la sostuvo cuando sus piernas fallaron. De repente, percibió los aplausos y recordó a la audiencia. Se puso rígida.
—Tranquila —murmuró Logan, acariciándole la mejilla—. Ha sido muy dulce, Cherry. Eres maravillosa.
Sin energía para responder, asintió con la cabeza mientras Xander abría las esposas.
En el momento en que sus brazos estuvieron libres, Logan la alzó en sus brazos. La acunó contra su pecho y se apresuró fuera del escenario; la gente se separó para dejarle paso. Con rápidas zancadas, y sin dejar de besarla en ningún momento, se dirigió hacia la puerta de seguridad que separaba las zonas prohibidas del club. Los labios de Logan eran exigentes, cada caricia de su lengua proclamaba su deseo por ella.
Cuando llegaron a la mazmorra, él arrancó la boca de la suya a regañadientes y la miró con ardientes ojos azules.
—Cherry, tengo que poseerte ahora.
Una nueva oleada de fulminante deseo la atravesó al escuchar sus palabras. El orgasmo que Xander y él le habían provocado debería haberla saciado, pero la certeza de que él tenía intención de enterrarse profundamente en su interior en sólo unos segundos despertó otra vez su necesidad y sus más calientes fantasías.
Él sacó la tarjeta electrónica del bolsillo y se la dio.
—Abre.
Tara pasó la tarjeta por la ranura. El sordo «clic» resonó a pesar del estrépito de fondo. Logan abrió bruscamente la puerta y traspasó el umbral con impaciencia.
Una vez en el interior, cerró de golpe y la empujó contra la pared. Tara sintió que su corazón se desbocaba cuando él cubrió su cuerpo desnudo con la abrumadora calidez del suyo. La miró con ardor, diciéndole en silencio que tenía intención de penetrarla y hacerla sentir un estridente placer para que no le cupiera ninguna duda de a quién pertenecía.
—¿Quieres decir ahora tu palabra segura? —La voz era grave y llena de tensión. Ella sintió un vuelco en el estómago, su sexo se contrajo.
—No, Logan.
El triunfo brilló en esa mirada depredadora. Aquella caliente lujuria que atravesaba la cara masculina fue directa al anhelo que crecía en su clítoris. Él no pensaba mostrar misericordia, y ella tampoco la quería.
Logan se desabrochó los pantalones de cuero sin dejar de mirarla con ansiedad. Con una mano la alzó contra sí antes de sostenerla con su peso contra la pared.
—Abre las piernas y rodéame la cintura.
Tara no vaciló; palpitaba de impaciencia. En menos de un segundo, él sostuvo la erección con la mano libre y la colocó ante la empapada entrada.
—Cherry, cariño… —La cogió por la cintura y se empaló en ella hasta el fondo sin vacilar ni un momento.
Se hundió en su interior, llenándola de una manera perfecta, proporcionándole la dosis justa de placer y dolor. Notó que él se estremecía al penetrarla y se concentró en eso, en la sensación de rodear su polla. Gritó y le clavó las uñas en la espalda cuando el fuego le hizo hervir la sangre.
—¡Joder, sí! Cherry… —El gemido fue desgarrador.
Salvo por la respiración jadeante y el corazón palpitante, Logan permaneció completamente inmóvil, como si así ya la poseyera. Pero ella necesitaba más. Con un gemido, se retorció contra él, suplicante.
—Dame un segundo, cariño. Tengo que conseguir un poco de control para poder follarte.
Sus palabras, la pasión no dominada que rezumaba de aquel gruñido, hicieron que palpitara en torno a él de una manera incontrolable.
—No te contengas.
Con el cuerpo tenso, Logan le cogió el pelo en una mano y la forzó a mirarle. Su expresión contenía una silenciosa advertencia: no debería haberle dado tal licencia. Pero eso no impidió que le clavara los dedos en las caderas y la alzara antes de bajarla de golpe sobre su poderoso miembro.
La erección de Logan friccionó de una manera deliciosa cada célula de su vagina. Y Tara se consumió como una llama. Él no se quedó quieto demasiado tiempo. Volvió a levantarla otra vez y la dejó caer sobre su polla mientras él se arqueaba para ir a su encuentro, penetrándola todavía más profundamente que antes.
—Nada es comparable a estar dentro de ti, Cherry.
Y nadie la satisfacía como Logan, nadie llenaba el vacío de su interior.
—Sólo puedo pensar en follarte. En despertarme con mi polla en lo más profundo de tu coño. Me pongo duro al pensar en tumbarte sobre la mesa del comedor y tomar mi postre entre tus piernas. Me muero de deseo al imaginarte en mi cama, donde podría amarrarte y tomarte una y otra vez cada noche, todas las noches; donde podría dormirme sin salir de tu interior; donde podría poseerte hasta conseguir que me desees con la mitad de la intensidad que yo te deseo a ti.
—Ya lo hago —gimió Tara.
Las palabras de Logan la excitaban de tal manera que estaba segura de que estallaría en llamas en cualquier momento. Cada sensación estaba en armonía con las de él, con los intensos jadeos cada vez que la alzaba y la bajaba para penetrarla, con el latido de su corazón. El terroso olor a madera, a hombre, inundaba su mente mientras él le hincaba los dedos en las caderas controlando cada movimiento.
—¡Ah!, cómo me aprietas en tu interior, Cherry. ¿Te gusta? ¿Te gusta pensar que quiero poseerte una y otra vez de todas las maneras posibles? Porque es cierto. Soy un jodido obseso. —Él le tiró del pelo haciéndola arquear el cuello para deslizar los dientes por la sensible piel. Dibujó una línea de besos hasta su oreja—. Quiero succionar estos duros pezones cada vez que pueda. Imagino constantemente lo que sería atarte y penetrar este culito apretado que es mío… Sólo mío.
Una nueva oleada de calor bañó su cuerpo. Cada palabra de Logan la llevaba más arriba. Su sexo se contraía en torno al miembro masculino y él tuvo que esforzarse para seguir penetrándola rítmicamente. Pero no aflojó; siguió colmándola con profundos envites mientras su funda le apresaba en su interior.
El sudor perlaba las sienes de Logan y se deslizaba por su cuello.
—¿Quieres correrte, cariño? Te necesito.
Nada podría haberla preparado más rápido que la jadeante demanda en la voz masculina. De repente, el éxtasis estalló entre sus piernas y comenzó a crecer hasta que ella pensó que se vería consumida por el fuego. Dejó caer la cabeza hacia atrás y gritó al tiempo que hundía las uñas en los hombros de Logan.
Las embestidas se hicieron más rápidas, él sumergió brutalmente el duro tallo en su interior mientras apretaba los dientes. Gruñía cada vez que se zambullía en ella hasta hacerla alcanzar un nuevo orgasmo antes de que el último hubiera terminado.
Con los dedos clavados en sus nalgas, Logan se tensó en su interior y comenzó a eyacular con un alarido de éxtasis.
—¡Cherry!
Tara lo envolvió con fuerza entre sus brazos. Dios, no podía respirar, le escocían los ojos por las lágrimas. Cada palabra, cada acción de Logan a lo largo de esos días, decía que todavía sentía algo por ella; algo muy intenso. Auténtico. Se suponía que debía ayudarle a superar el pasado mientras él le enseñaba lo que necesitaba para la misión. Pero nada entre ellos ocurría como debería. Tara se perdía en él. La conexión entre ellos era cada vez mayor, como si unas enredaderas se enroscaran en sus pechos y envolvieran sus corazones.
Santo Dios, no podía permitirse el lujo de enamorarse de Logan otra vez, no ahora. Probablemente nunca.
Con cuidado, él la alzo liberando su pene todavía duro y la dejó en el suelo. El semen le resbaló por el interior de los muslos; se quedó paralizada.
—¿Te he hecho daño, cariño? —Él pareció volverse medio histérico al verla enterrar la cara entre las manos y clavar la mirada en el suelo.
—No hemos usado preservativo. —Recordó todo lo ocurrido esos días—. No hemos usado condón ninguna de las veces.
Logan cerró los ojos y respiró hondo.
—Debería decir que lo siento, pero… No podía soportar que hubiera barreras entre nosotros. Estoy sano y…
—Estaba tomando la píldora, pero con todo lo que ha ocurrido, me he olvidado los últimos dos días.
Logan suavizó la expresión y, para su sorpresa, pareció casi encantado.
—Estoy preparado para lo que sea.
Tara parpadeó, anonadada. ¿Habían jugado a la ruleta rusa con su vientre y a él le parecía bien? La penetrante y profunda mirada de Logan decía que hablaba en serio.
—Amaría a nuestro hijo tanto como te amo a ti.
Cuando él decía cosas como ésa, ella se derretía por completo. Cuando escuchaba aquella devoción en la voz de Logan, era difícil recordar que todavía debía superar y olvidar emociones que seguían rondando en el fondo de su alma.
A menos que menospreciara los sentimientos que decía sentir por ella.
Antes de poder responder, se escuchó un silbido seguido de un «clic» al otro lado de la puerta. Logan se acomodó los pantalones con rapidez y subió la cremallera antes de situarse protectoramente ante ella. Thorpe y el desconocido del pelo negro traspasaron la puerta y se detuvieron ante ellos, que seguían sudorosos y jadeantes.
El dueño del club le ofreció la pequeña bata de seda.
—Vístase. Cuando estéis listos venid a mi despacho. Tenemos problemas.
Thorpe se giró para salir, pero Logan le cogió del brazo para detenerle.
—Tara lo ha hecho muy bien esta noche. Puede que vacilara un poco al principio, sí, pero…
—El problema no está en vosotros dos, Edgington.
La mirada de Thorpe no era feroz, sino fría como el hielo. Eso, junto con la presencia del desconocido, le dijo a Tara que había pasado algo muy grave.
El terror le atenazó la garganta hasta que casi no pudo hablar.
—¿Se trata de Darcy?
Él vaciló y lanzó una mirada de soslayo al otro hombre, luego asintió con la cabeza.
Una terribles imágenes inundaron su mente mientras Logan la envolvía en la bata. Luego la rodeó con los brazos proporcionándole refugio y confort. Miró a Thorpe fijamente.
—Danos unos minutos, ahora vamos.