¿Estaba sugiriendo Logan que no hicieran el amor de verdad? Mejor dicho, ¿que no mantuvieran relaciones sexuales?
Por mucho que adorara la lengua de Logan —y se moría de deseo con sólo recordar la sensación de su boca llevándola al clímax—, no era eso lo que quería. Además, no creía que pudieran seguir adelante hasta que no estuvieran otra vez realmente conectados.
—Prefiero sentirte en mi interior.
Los ojos azules de Logan se oscurecieron.
—Ven aquí, cariño.
Tara rodó hacia él.
—Déjame ver esos preciosos pezones.
Sonrojada, hizo lo que le pedía. Contuvo el aliento cuando él capturó uno con la boca al tiempo que pellizcaba el otro entre los dedos. La sensación palpitó directamente en su clítoris. Él apretó los dientes en torno al sensible brote y ella se retorció de deseo.
—Separa las piernas —susurró contra su pecho.
Hubiera sido imposible no obedecerle. Lentamente, casi provocándole, abrió los muslos. Logan gruñó advirtiéndole, luego se colocó entre sus rodillas y la forzó a separarlas más.
—Debería darte un azote por esto.
Tara hizo una mueca al oírle.
Él sonrió ampliamente.
—¿Todavía te escuece, cariño?
—Un poco.
—Déjame ver…
Ella vaciló. Odiaba mostrar lo que consideraba un imperfecto trasero, pero en especial odiaba enseñárselo a Logan, que era la perfección física personificada. Sin embargo, sabía que él no dejaría de presionarla hasta que lo hiciera. Con un suspiro, se puso boca abajo.
Él siseó una maldición.
—Siento haberte magullado tanto, Cherry. No lo volveré a hacer.
—Sí, claro que lo harás. No te preocupes, me queda marca con facilidad, pero no me dolió. Bueno, no me dolió demasiado.
Logan le acarició suavemente las nalgas, luego la hizo girar hacia él. Su expresión de preocupación la conmovió más de lo que debería.
—Si alguna vez te hago daño de verdad, quiero que uses la palabra segura, ¿entendido?
—Sí. Pero soy una mujer madura, sé cuidarme.
Él asintió con la cabeza.
—Has avanzado mucho. Mucho más de lo que imaginaba; sobre todo teniendo en cuenta la manera en que ha cambiado tu vida. Estoy orgulloso de ti.
Las palabras de Logan no deberían significar nada para ella. Estaban tratando de encontrar la manera de superar lo suyo y seguir adelante, pero sus alabanzas la calentaron por dentro.
—Gracias.
—Mientras tanto, intentaré compensar estas magulladuras. —Le pasó un dedo entre los empapados pliegues. Tara era consciente de que estaba mojada, pero la realidad resultaba casi embarazosa—. Parece que alguien está excitado.
Ella observó que su miembro se erguía duro y enorme otra vez y le señaló con el dedo mientras esbozaba una sonrisa descarada.
—Es evidente.
—Chica mala. Sí, definitivamente volveré a zurrarte. —Se colocó sobre ella, cubriéndole los muslos, el vientre y el pecho con su cuerpo antes de hundir la cara en su cuello—. Pero no ahora.
Al sentirle encima, una oleada de calor recorrió sus venas como una droga. Le abrazó, le estrechó con fuerza. No era lo más apropiado, pero la ternura de Logan la vencía. Cuando la desplegaba ante ella, conseguía que todo fuera mucho más íntimo.
Él aspiró, oliendo su fragancia.
—Mmm. Dulce y especiada, como a vainilla y cerezas. Me prometí a mí mismo que te lamería de pies a cabeza en cuanto tuviera la oportunidad.
Comenzó a pasarle la lengua por el cuello, por el hombro, envolviéndola a cada paso en un fuego incandescente. Ella se estremeció.
Él siguió bajando por su cuerpo y le apresó los pezones con la boca, primero uno y luego el otro, repetidamente. Los pequeños puntos estaban doloridos por lo que habían sufrido horas antes. Brad era un hombre de culos, así que no solía prestar atención a sus pechos. Sin embargo, la única vez que Logan y ella habían mantenido relaciones sexuales, él se había demorado con voracidad en las rosadas areolas y en los duros pezones.
Cada roce de su lengua, cada pequeño mordisco de sus dientes, la excitaba un poco más. Tara se contorsionó bajo su cuerpo, separando las piernas de manera inconsciente.
—¿Qué quieres de mí, Cherry? —Él le mordisqueó un pezón antes de pasar la lengua por la punta y succionarlo para darle un mordisco más fuerte.
Incluso aunque ella no hubiera decidido ya que seguirían adelante, hubiera sido incapaz de resistirse.
—Por favor…
—Qué dulce súplica. Jamás podré negarte nada, me resultará imposible.
Apenas logró sonreír al escuchar sus palabras antes de que él deslizara las caderas entre sus muslos, colocando el glande justo en la entrada de su estrecha abertura. Ella se puso tensa. Hacía más de un mes que no mantenía relaciones sexuales y Logan era considerablemente más grande que Brad. Aquello iba a doler.
Él le acarició la mejilla con el pulgar.
—Tómame, Cherry. Tómame por completo.
Entonces comenzó a empujar lenta e inexorablemente, un tortuoso centímetro tras otro, sin detenerse, sin esperar, una penetración lenta e implacable.
Ella se retorció al notar una leve incomodidad, pero siguió aceptándole. Quería sentirse llena, quería saber que, en ese momento, él era suyo. La inundaban la emoción y el orgullo de pensar que Logan la había elegido a ella tras haberse negado a otras durante años.
Con ese pensamiento en la mente, Tara arqueó las caderas y se empaló por completo en la dura longitud. Contuvo el aliento mientras su cuerpo se dilataba para albergarle. ¡Oh, Dios! La hacía arder; llenaba cada resquicio de su sexo. Logan era tan grande que la colmaba por completo.
—Eres muy estrecha, cariño. —Echó la cabeza hacia atrás y gimió—. Es tan jodidamente bueno…
Tara sintió que el sonido hacía tañer su cuerpo, que hacía vibrar sus huesos. No había estado tan cerca de Logan Edgington desde hacía doce años y, en algunos aspectos, estar con él era extraordinario. En otros, lo más natural del mundo.
Alzó las caderas con rítmicos envites mientras se hundía en ella hasta que la rozó con los testículos. La sensación de la dura polla en su interior rivalizaba con el asombro que le provocaba pensar que él estaba dentro de ella, que estaban unidos otra vez.
—Es cierto que estás aquí…
—Sí, Cherry. Y voy a quedarme hasta que me eches. La voz, ronca y sensual, hizo que se estremeciera cuando él se retiró casi por completo. La fricción la hizo contener el aliento. El placer sexual que hubiera alcanzado con cualquier hombre que no fuera Logan había sido fugaz, porque estuvo más pendiente de la satisfacción de su pareja que de sentir su propio éxtasis. Ahora, cada nervio de su cuerpo se estremecía de anticipación, cada célula estaba en armonía con él. Logan volvió a ensartarla y el resto del mundo desapareció hasta que sólo quedó él, llenándola de nuevo, introduciéndose hasta el fondo.
—Cherry, dame las manos.
«¿Las manos?».
Tara frunció el ceño, entonces se dio cuenta de que le había clavado las uñas en los hombros. Apartó los dedos y dejó caer los brazos encima de la cama, junto a los de él.
—Lo siento.
—No. —Los ojos azules ardían al clavarse en los de ella. Veía su alma mientras su cuerpo comenzaba a moverse con rítmicos envites. Un hormigueo cada vez más intenso inundó cada poro de su piel—. Es que quiero tocarte por todas partes. Necesito más control.
Ella apenas pudo asentir con la cabeza antes de que él tomase sus muñecas y las llevara por encima de su cabeza, donde las retuvo con firmeza. Entonces comenzó a deslizar la otra mano por su cuerpo, le amasó las nalgas y la alzó para sumergirse más profundamente. Ella jadeó ante la sensación, ante la cálida plenitud. Logan se zambulló otra vez, estimulando su clítoris con cada empuje.
Bajo él, se contorsionó sin dejar de gemir.
—Más rápido.
Él no cambió el ritmo.
—Espera.
El torso de Logan la abrigaba, el áspero vello de su pecho se rozaba contra los tensos pezones. Sus ojos azules la mantenían prisionera mientras se movía en su interior una y otra vez, hundiéndose más con cada penetración, no sólo en su cuerpo, sino en su mirada, en su alma. Era como si toda ella gritara «tómame por completo».
Tara esperaba que estar con ella le sanara, que lo convirtiera en un hombre entero y feliz otra vez… y que ella también pudiera seguir adelante. Pero no esperaba sentirse de esa manera, quedar indefensa ante las incontables y brillantes sensaciones que atravesaban su cuerpo mientras se movía con frenesí bajo él. Era Logan y hacía que se sintiera especial. Poseída.
Así que respondió a todo lo que él le daba, a cada empuje, a cada beso salvaje, a cada susurro.
—Eres increíble, Cherry. —Él cerró los ojos—. Nunca me había sentido mejor. Podría quedarme dentro de ti toda la noche, todo el día, toda la eternidad y todavía querer más.
Tara se rindió por completo. Juntos se esforzaron por alcanzar el placer, los dos aunados en la búsqueda de algo que anhelaban con desesperación y que sólo podían obtener del otro.
Con las manos presas de su férreo agarre, Tara no podía exorcizar la necesidad de tocarle, pero sí alzar la cabeza en busca de sus labios. Al instante, él tomó plena posesión de su boca. Ella se derritió, se entregó sin guardarse nada, le ofreció su corazón, su propia alma.
«¡Oh, Dios! Esto es peligroso».
No podía detenerse.
—Bien, Cherry. —Él tragó saliva entre jadeos con la mirada fusionada con la de ella—. No. Puedo. Estar. Un. Segundo. Fuera. De. Ti —dijo con la voz entrecortada dando un empuje con cada palabra.
Tara gimió al oírle con el cuerpo crepitante de placer. Se vio envuelta en una espiral, una cálida llovizna de sensaciones que la hizo arder hasta que apretó los puños, al borde del precipicio. Se contorsionó entre gritos.
—Dime que necesitas esto —ordenó él, estrellándose contra ella otra vez.
—¡Sí! —Tara se arqueó, introduciéndole más profundamente.
—Dime que me necesitas a mí.
—Oh, Dios, ¡sí! —Nunca había experimentado ese increíble frenesí, ese placer, nunca se había sentido tan cerca del hombre que se lo daba—. Te necesito a ti, por favor, Logan…
Aunque parecía increíble, él se puso todavía más duro y sus empujes se volvieron salvajes. La miró a los ojos mientras deslizaba la mano entre sus cuerpos para rozarle el clítoris con el pulgar.
—Córrete conmigo.
Era imposible detener el orgasmo. Fue una brillante oleada de sensaciones que atravesó su cuerpo, que creció hasta convertirse en algo enorme y trascendental. Ella no pudo respirar cuando en su sexo comenzó una intensa palpitación que subió a sus pechos e irradió hasta cada terminación nerviosa. Incluso sintió un hormigueo en los dedos. El placer explotó, fragmentándola en un millón de pedazos al sentir los estremecimientos de Logan. Él le apretó las manos antes de gritar al alcanzar su liberación y derramarse, caliente y líquido, en ella.
Durante un buen rato, siguió palpitando, incapaz de contener los escalofríos de placer. Logan le soltó las manos y la envolvió entre sus brazos, apretándola contra el rítmico latido de su corazón. Ella le rodeó el cuello y se aferró a él. Nadie la había llevado al límite de la manera en que la había llevado él. ¡Oh, Santo Dios!, ella había esperado que aquello fuera un final perfecto, pero ahora, por el contrario, sentía que Logan formaba parte de ella… Que le necesitaba para vivir.
No, era un espejismo, una falsa ilusión provocada por el placer. Se desvanecería. Tenía que hacerlo.
—¿Cherry? —Logan jadeaba; la miró fijamente mientras le apartaba los mechones de la cara—. ¿Estás bien, cariño?
—Genial.
Pero no lo estaba. Tenía los ojos llenos de lágrimas. Él la había obligado a entregarse, la había convencido para que le diera otra vez una parte de su alma y no entendía cómo lo había conseguido. Se tragó las lágrimas.
—No, no lo estás. —Su expresión era de preocupación—. Sé honesta conmigo. Suéltalo.
Ella negó con la cabeza.
—Sólo siento que… Es como si estuviera en carne viva. No sé lo que esperaba, pero…
No esperaba sentirse como si la hubieran rasgado en dos y vaciado.
—Lo eres todo para mí, cariño. Lo sabes, pienses lo que pienses ahora. Por favor, créeme cuando te digo que deseo abrazarte durante toda la noche. Quiero estar aquí contigo si tú me dejas.
Ella suspiró temblorosamente y él frunció el ceño. Tara intentó sonreír para tranquilizarle. Lo cierto es que estaba completamente abrumada. Había pensado que lograrían superar doce años de nostalgia con una noche de pasión. Quizá el sexo había sido tan explosivo porque hacía mucho tiempo y se deseaban con desesperación. Puede que si se dejaban llevar por lo que había entre ellos durante esa semana, aquello se apagaría por sí solo y podrían continuar con sus vidas.
Quizá…
—También ha sido importante para mí. —No pensaba mentirle—. Estar contigo es todavía mejor de lo que había imaginado.
—Entonces, ¿me dejarás abrazarte durante toda la noche?
¿Cómo podía negarse? Lo cierto es que deseaba sentirle cerca con tanto ardor como él parecía necesitarla a ella.
Asintió con la cabeza conteniendo las lágrimas.
—Sí. Sería perfecto.
Un motel cercano. Sábado por la mañana.
—¿Te importaría explicarme por qué me dejaste un mensaje en el buzón de voz cancelando la cena en el último momento? ¿Por qué no he podido localizarte durante toda la noche? —La voz de su padrastro, Adam Sterling, retumbaba en su oído a las cinco y media de la mañana siguiente, demasiado calmada para su gusto.
Tara suspiró. Cuando Logan se levantó para ducharse unos minutos antes, ella activó el sonido de su móvil y se dio cuenta de que Adam le había dejado nueve mensajes desde las siete de la tarde del día anterior, cada uno más apremiante que el anterior. La pregunta resonó en su mente; llenaba sus pensamientos junto con la ruptura de su compromiso, la terrible vuelta de tuerca del caso que tenía entre manos y todo lo que había hecho en la cama con Logan la noche anterior.
Él la había despertado dos veces durante la noche para hacer el amor, la primera la hizo rodar sobre su estómago, apoyarse en manos y rodillas para masajear los sensibles pechos y pellizcarle los pezones hasta que su sexo se empapó para él. Entonces la penetró desde atrás, montándola con una desesperación que la llevó a aferrarse de las sábanas y jadear su nombre. Más tarde, poco antes de amanecer, Logan se deslizó de nuevo en su interior y la excitó con lentos y pausados envites que acompañó de su devastadora sonrisa.
—¿Tara? —La voz de su padrastro parecía llena de preocupación—. ¿Dónde estás? ¿Te encuentras bien, princesa? Tienes que contarme lo que te pasa para que pueda ayudarte.
Debería decirle que había roto con Brad y ya no vivía con él o seguiría presionándola sin cesar. Así que se centró en su objetivo.
—Brad y yo lo dejamos ayer. Decidimos que era lo mejor para los dos. Estoy bien, sólo un poco cansada.
—Él me llamó para contármelo. Quiero oír tu versión.
¡Oh, genial! ¿Qué habría explicado Brad a Adam? Su padrastro ya no soportaba a Logan cuando era un compañero al que ella ayudaba en literatura. Después de que le rompiera el corazón, el sobreprotector Adam comenzó a odiarle a muerte. Prefería no imaginar su reacción si Brad le había dicho que Logan estaba de regreso en su vida. Suponía que no era así, ya que Adam no lo había mencionado.
Sí, ahora era una mujer hecha y derecha. En teoría, debería poder decir al hombre que la había criado que estaba trabajando con Logan, pero no quería discutir con él, en especial si a su padrastro se le metía en la cabeza que Logan había contribuido de alguna manera a poner fin a su compromiso. Además, Logan estaría fuera de su vida al cabo de una semana. Decirle a Adam la verdad sólo serviría para preocuparle —e irritarle— innecesariamente.
—Tara, por favor. Me has tenido muy intranquilo durante toda la noche. ¿Qué ha ocurrido? ¿Por qué rompiste de manera tan inesperada con Brad? ¿No os iba bien?
«Quizá. No». En realidad no lo sabía.
—No era mi intención alarmarte. Lo siento. No estaba preparada para hablar sobre ello. Puede que nuestra ruptura haya sido repentina, pero estoy bien.
—¿De verdad? Estoy preocupado por ti.
Adam siempre se había preocupado por ella. Era cierto que últimamente siempre estaba ocupado. Que hacía tiempo que no hablaban, pero ¿no era eso parte de la convivencia? Adam no era el tipo de hombre que exteriorizara sus sentimientos, pero siempre estuvo a su lado cuando le necesitó.
—Todo saldrá bien.
Su padrastro suspiró.
—¿Dónde estás? ¿Has encontrado un lugar donde quedarte hasta poder instalarte de nuevo? Ya sabes que aquí siempre tienes un sitio.
—Gracias, estoy bien. Me alojo un motel que no está mal. Me queda cerca del trabajo y me va bien durante unos días. Luego buscaré un apartamento.
—De acuerdo. Cuéntame qué ocurrió con Brad.
—El caso es que… —dijo ella finalmente, eligiendo con cuidado las palabras—, mi misión consiste en rescatar a mi amiga Darcy. La recuerdas, ¿verdad?
—Por supuesto. Pasó algunas Navidades con nosotros. Lamento lo que les ocurrió a sus padres.
—Sí, bueno. Pues se infiltró en una red de trata de blancas con sede en Florida. Yo tengo que introducirme allí en secreto y ayudar a capturar a los responsables. Así que necesito recibir un determinado entrenamiento para poder colarme en el complejo turístico sin despertar sospechas. Siempre has dicho que algunas misiones no son agradables y aún así hay que hacerlas. Brad no ha podido aceptar la mía.
—¿Vas a participar en una misión de campo? —No parecía contento.
—Es una especie de prueba. Me presenté voluntaria y mi jefe estuvo de acuerdo porque tengo la edad y los rasgos físicos correctos. Además, sabe que quiero implicarme en este caso más allá del papeleo. —Se encogió de hombros—. Ya veremos cómo resulta. Me temo que es bastante exigente.
—¿Para qué te estás entrenando exactamente?
Ahí es donde las cosas se ponían peliagudas.
—Para ser una sumisa sexual. Y antes de que digas nada, no es asunto tuyo. Soy perfectamente capaz de manejarlo.
—¿Qué? Eso son palabras mayores. —La preocupación en la voz de su padrastro se hizo más profunda—. Princesa, no quiero que te pase nada. Olvídate del caso, vuelve con Brad. Por favor, arregla las cosas con él. Te ama y es el hombre adecuado para ti. Te dará lo que necesitas.
No, Brad no lo haría. La noche que había pasado con Logan se lo había demostrado. Sí, sabía que el sexo no lo era todo, pero las necesidades que había despertado en ella no eran sólo físicas. La intimidad que Logan y ella compartían era el resultado de una profunda unión a un nivel muy íntimo… Un tipo de conexión que jamás había sentido con su antiguo prometido.
Había descubierto durante los últimos dos días que poseía un cierto amor propio que se proponía fomentar. Sabía que no era perfecta, pero se las arreglaba bastante bien para seguir las órdenes de Logan. Es más, él conseguía que tuviera valor para afrontar cualquier cosa. De alguna manera, obedecerle la hacía más fuerte. Se había sentido impotente de niña, cuando se le rompió el corazón en la adolescencia, siendo una agente que se preguntaba todo el tiempo si podría llevar a cabo misiones de campo; sin embargo, Logan hacía que se creyera capaz de cualquier cosa.
—No, no lo hará. Quiere que deje la Agencia.
Adam suspiró.
—¿Acaso eso sería tan malo? Ser agente de campo consumirá tu vida. Te lo dice alguien que lo ha sufrido en carne propia.
Claro que Adam lo sabía. Era la causa de que hubiera estado pocas veces en casa a lo largo de los años, y ella siempre consideró que ése era el motivo de que se hubiera divorciado de su madre. Sólo había cambiado de actitud tras la repentina muerte de ésta en un accidente de tráfico, cuando ella se quedó sola en el mundo.
—Siempre he pensado que te sentirías orgulloso si seguía tus pasos. —Le dolía que no fuera así, pero lo disimuló—. Ahora que no tengo por quién regresar a casa, que el trabajo asuma el control de mi vida no importa demasiado. Lo cierto es que casi es mejor.
—Es peligroso. —Adam parecía casi frenético por hacerle entender ese punto.
—Gracias por preocuparte, pero necesito atrapar a esta gente. Por mí… Por Darcy. Quiero rescatarla.
—Si no aceptas mis consejos paternales, acéptalos como provenientes de un agente retirado. Te vas a ver envuelta en un asunto muy feo.
—Sé que no quieres que me tenga que enfrentar al peligro, pero preferiría tener tu apoyo. Lo necesito.
—Maldición, jamás pude negarte nada. —Suspiró—. ¿Quieres que te dé mi opinión sobre el caso?
Tara se mordisqueó el labio. Aquello iba contra todo protocolo, pero Adam fue un buen agente con una trayectoria estelar. De hecho, no haber dejado rastro era uno de los factores que le permitió retirarse pronto y abrir una agencia de seguridad. Ahora se dedicaba a viajar por todo el mundo para encargarse de proteger a sus clientes. Y le iba muy bien económicamente. Ella podría sacar algo en claro de su experiencia. Si con ello contribuía a liberar a Darcy, no tenía ningún problema en saltarse las reglas.
Puso a Adam al tanto del caso.
—No sabemos quién es el cabecilla, no barajamos ningún nombre. Este tipo es escurridizo y no le importa pasar por encima de quién sea. Posee buenas relaciones en todos los rincones del mundo.
—Tienes razón —convino Adam—. Es más, apuesto lo que quieras a que nadie sabe quién es. Quizá se dedique al BDSM o a vender jovencitas. Sea lo que sea, seguro que le reporta importantes beneficios. Creo que vuestro hombre es un varón de raza blanca de entre treinta y cinco y cincuenta y cinco años, que viaja con frecuencia. Quizá domine muchos idiomas.
—Lo que yo imaginaba. Definitivamente estamos buscando a alguien sin conciencia ni corazón. Tengo que atrapar a este sinvergüenza.
—¿Cuándo te vas?
—El agente York y yo tenemos programado salir el miércoles que viene. Iremos a un complejo turístico situado en una isla privada cerca de Key West. Si puedo me volveré a poner en contacto contigo, pero si no lo hago, no te preocupes.
Adam se rió.
—Me conoces demasiado bien. ¿Quién te está entrenando? ¿Lo conozco?
—Alguien que contrató la Agencia.
No pensaba darle el nombre de Logan ni a cambio de un millón de dólares. Sólo serviría para que se pusiera a dar voces y liberara el odio que sentía por él.
Entonces, ella no sabría qué decirle. Después de la asombrosa revelación de Logan y de la manera en que habían hecho el amor, no sabía qué sentía.
Camino del Club Dominium. Sábado por la mañana.
Logan miró a Tara a través la cabina del todoterreno. A pesar de lo cerca que la había sentido durante la noche anterior —cuando habían llegado a estar tan sincronizados y compenetrados como él quería—, su Cherry tenía ahora la mente muy lejos de allí. Y a él no le gustaba nada. ¿Creería que se conformaría con una noche de sexo? ¿Se sentiría culpable por haberse acostado con él horas después de poner fin a su relación con Brad?
—¿En qué está tan absorta esta cabecita tuya?
Ella sonrió desvaídamente; parecía cansada.
—En que necesito un café.
No la presionó. Quizá Tara tuviera que reflexionar y necesitara un poco de espacio. Pero a pesar de haberle besado con abandono al despertar, parecía una persona totalmente diferente cuando él salió de la ducha.
—Eso lo solucionaremos antes de ir a trabajar. ¿Te preocupa algo más?
Tara le miró de soslayo antes de clavar los ojos en la carretera.
—No. —El encogimiento de hombros que acompañó a su respuesta era totalmente fingido.
—Me pareció oírte hablar con alguien cuando estaba en la ducha. ¿Has llamado por teléfono?
Ella suspiró con resignación.
—¿No puedes dejarlo?
—Sea lo que sea, te ha dejado preocupada. ¿Te ha llamado Brad? ¿Tengo que hablar con él?
—Estás de broma, ¿verdad? —se burló ella—. No quiero ni imaginar qué clase de conversación sería ésa, pero dudo que fuera agradable.
—No si de mí depende.
—Da igual. No he hablado con Brad, sino con mi padrastro.
—Imagino que no le dirías que estabas conmigo.
—Er… no. No estaba de humor para comenzar la Tercera Guerra Mundial. Ya estaba disgustado porque hubiera terminado la relación con Brad. —Siguió mirando pensativamente a través del parabrisas—. Él también me rogó que dejara el caso.
—Es probable que sea lo único en lo que estemos de acuerdo.
Tara le miró, parecía aturdida.
—Después de todos los progresos que he hecho, ¿todavía quieres que abandone? Crees que no seré capaz de llegar al final, pero te equivocas. Te lo demostraré…
—Tranquila, tigresa. —Logan se detuvo en un semáforo en rojo que no parecía tener sentido en las calles poco transitadas de los sábados a primera hora de la mañana—. Te lo he dicho y lo repito, estás haciendo grandes progresos. Siempre he sabido que eres capaz de cualquier cosa que te propongas y te respeto por ello. Sin embargo, como hombre que te ama, prefiero que te mantengas alejada del peligro.
Ahí estaba otra vez. Una declaración de amor aparentemente casual que él soltaba con toda la naturalidad del mundo. «Qué día más agradable hace. Pásame la leche. Te amo». Tara meneó la cabeza.
Durante la noche anterior habían estado tan próximos como podían estar dos personas. No era raro que ella supusiera que él albergaba sentimientos profundos. Pero cuando pasaran unos días, Logan se daría cuenta de que no había nada entre ellos, de que aquello no era realmente amor. Aun así, sus palabras le agradaron.
En cuanto tuvieron ante sí un copioso desayuno y un humeante café, rebosante de cafeína, Tara miró a Logan.
—No puedo renunciar. Darcy fue mi compañera de habitación en la universidad. Perdió a sus padres en el atentado de las Torres Gemelas; iban en el avión que chocó contra la Torre Sur. Hasta entonces, quería dedicarse a la abogacía, pero después… Le sostuve las manos y lloré con ella. Incluso la convencí de que se uniera al FBI como una manera de honrar su memoria e impedir que se repitiera una brutalidad semejante. Me siento responsable…
—Cherry, shhh… Puede que le dieras la idea, pero lo hizo porque quiso. ¿Querría ella que siguieras sus pasos sin estar preparada?
Darcy no querría que fuera, punto.
—Tengo que hacerlo. Es lista y sagaz, y sé que si alguien puede permanecer con vida en una situación hostil, es ella.
—No has respondido a mi pregunta. ¿Querría que lo hicieras sin estar preparada?
Dios, él no se daba por vencido.
—No. Según ella tengo mucha voluntad, pero me pierde tener un corazón blando. No conocía a Darcy, pero ya le caía bien.
—Eso no es malo. De verdad… Quiero que medites con calma todo esto.
—Me he comprometido a hacerlo. —Cruzó los brazos y le miró con una determinación que Logan no le conocía—. Se lo debo. Me lo debo a mí misma. No es que no me guste trabajar tras un escritorio, pero necesito saber si estoy hecha para este tipo de misiones. Siempre he echado de menos algo en mi vida y no puedo evitar pensar que… No sé, que quiero vivir a fondo.
Normal: Brad era aburrido a más no poder y ella había acabado harta y hastiada. Logan sabía que el sitio de Tara estaba tras un escritorio, solucionando acertijos que se le resistirían a la mayoría de la gente. Eso era lo que siempre le había gustado, resolver acertijos y puzzles, pero era ella quien se tenía que dar cuenta de ello.
Y su trabajo era asegurarse de que vivía el tiempo suficiente para hacerlo.
—Entonces tenemos que centrarnos en que estés preparada. Nos quedan cuatro días y vamos a necesitar cada minuto.
Tras aparcar el todoterreno, los dos bajaron del vehículo. A pesar de haberse pasado media noche dentro de ella, Logan se empalmaba sólo de pensar en la disciplina en la que iba a entrenarla.
Cuando entraron en el edificio, la cogió de la mano. Ella intentó apartarse discretamente. ¡Ja!
Le lanzó una mirada de desaprobación.
—¿Me tomas el pelo? Después de la noche que hemos pasado, ¿no quieres tocarme?
—Una cosa no tiene nada que ver con la otra. Creo que no debemos mezclar lo personal con nuestras sesiones de entrenamiento.
Logan le apretó la mano con más fuerza.
—No vas a poner distancia entre nosotros cuando lo que más necesitamos es confianza y conexión.
Cherry se mordisqueó el labio inferior mientras caminaba a su lado por el largo pasillo del Dominium; era evidente en qué estaba pensando. Logan supo que estaba retrocediendo; no estaba preparada para admitir que la noche anterior había sido el nacimiento de algo nuevo en vez del olvido de sus legendarios sentimientos. Pronto se aseguraría de que lo comprendiera.
—Muy bien.
Logan pasó la tarjeta electrónica por la ranura de apertura de la puerta de su mazmorra y ésta se abrió con un sonido metálico. La empujó y guió a Tara al interior, pero no la cerró a su espalda.
—Ahora estamos en la mazmorra. ¿Qué tienes que decir?
Tara no parecía muy contenta.
—Sí, Logan.
Esbozó un mohín tan condenadamente adorable con los labios que en lo único que pudo pensar fue en besarla hasta dejarla sin sentido.
—Bien, ¿qué más deberías hacer ahora que estamos aquí dentro?
Ella puso los ojos en blanco y comenzó a quitarse la ropa.
—¿Qué encuentras tan fascinante de verme desnuda?
Él le acarició el cuello con la nariz, pasando la lengua por uno de los chupetones que le había hecho.
—Si te quedan dudas después de la noche que hemos pasado, estaré encantado de demostrártelo otra vez.
Ella frunció el ceño y le dio un juguetón puñetazo en el hombro.
—Me refiero a los Amos en general. ¿Si las sumisas no se desnudan el juego quedaría demasiado nivelado?
—No es eso. Cuando una sumisa se desnuda, se siente más vulnerable y es más receptiva. Es un estado natural, aunque nos hayan educado para lo contrario durante la mayor parte de nuestra vida. Es parte del trabajo de un Amo despojar a su sumisa de cualquier artificio y descubrir a la persona que es en realidad. De esa manera la ropa es algo simbólico. Una sumisa tiene menos posibilidades de resistirse a la dominación si no tiene nada con qué cubrirse.
—A mí no me gusta —dijo ella, doblando la última prenda y dándosela a él.
—Porque te sientes vulnerable. Se nota en el rubor que cubre tu piel, en los hombros encorvados y la manera en que intentas mirar a cualquier parte menos a mí.
Tara le lanzó una mirada furiosa.
—Ahora mismo no me caes demasiado bien.
Estaba de broma… y al mismo tiempo, no lo estaba. Era evidente que a Tara no le gustaba sentirse vulnerable con él cuando no era dueña de sí misma. Era algo que sólo solucionaría el tiempo y la confianza. Esperaba poder convencerla de que su amor era firme; y para ello tenía que conseguir que confiara en él antes de que se les acabara el tiempo.
—Una vez que traspasemos esta puerta, no toleraré ese tipo de comentarios. Yergue los hombros, cabeza alta. Mírame, Cherry. Ahora.
Ella respiró hondo e hizo lo que le ordenaba. La postura mejoró y el respeto que él sentía por ella creció de manera exponencial.
—¡Hola, chicos! ¿Habéis empezado sin mí? —les saludó Xander desde la puerta antes de entrar con paso relajado.
Tara se puso rígida, pero no se cubrió. Él supo que había tenido que contener el deseo de hacerlo. Se sintió orgulloso de sus progresos pero, al mismo tiempo, apenas pudo contener las ganas de golpear a Xander por su audacia. No quería explicar a Tara lo que iban a hacer delante de él.
—¡Joder! Es preciosa —comentó Xander—. Comestible incluso. Tengo que saborearla.
Logan lanzó a su amigo una mirada furibunda cuando le vio rodear a Tara rozando su cadera desnuda y dejó caer un beso en su hombro. Ver la lengua de Xander sobre la suave piel femenina, casi le hizo perder la razón.
—No la toques.
Xander sonrió al tiempo que retrocedía.
—¿Qué vamos a hacer? —indagó Tara.
Tanto Logan como Xander la miraron con desaprobación.
—Cuidadito con tu actitud, Cherry —la advirtió—. Puede que no te azote las nalgas hasta que las magulladuras se desvanezcan, pero conozco muchas maneras de hacerte sufrir. Puedo mantenerte al borde del orgasmo durante horas para que no vuelvas a olvidar cómo debes dirigirte a mí cuando estamos aquí dentro.
Al instante, ella apretó los labios.
—Sí, Logan.
—Bien. —Le frotó el hombro con la mano en un gesto tranquilizador—. Xander ha venido para ayudarnos en la siguiente fase de tu entrenamiento. No voy a decirte aún de qué se trata porque tienes que aprender a estar preparada para cualquier cosa. ¿Lo has entendido?
Tara quiso discutir con él, pero se contuvo.
—Sí, Logan.
—Buena chica. Quédate aquí. —Entonces miró a Xander con el ceño fruncido mientras se acercaba al armario—. Y tú no la toques, siéntate.
Xander se acercó a la cama y se acomodó.
—Así que sólo voy a ser testigo de la función. Ojalá hubiera traído palomitas.
Por el rabillo del ojo, Logan observó que Tara lanzaba a Xander una mirada furiosa, aunque hizo como que no se daba cuenta. Su amigo se merecía eso y más. Logan sabía que tenía que asegurarse de que ella aprendiera a respetar al resto de los Amos, pero todavía tenían tiempo.
—Cherry, inclínate sobre el banco de azotes.
Ella le lanzó un vistazo al aparato y luego le miró a él, vacilando. Logan arqueó una ceja pero esperó en silencio. La vio prepararse mentalmente antes de inclinar la parte superior de su cuerpo con aquella elegancia innata que poseía.
Él cogió todo lo que necesitaba y cruzó la estancia para dejarlo sobre una mesa ante los ojos de Tara. La amarró con rapidez y respiró hondo.
Si tenía en cuenta únicamente el propósito de la misión, estar preparada para esto podía salvarla. Pero también sería una parte importante de su relación. Si a ella no le gustaba, no la amaría menos, pero siempre le quedarían las ganas de poseerla por completo. Tras tantos años separados, no le gustaba la idea de que existieran barreras entre ellos.
De hecho, era consciente de que la noche anterior no había usado preservativo. No habían mencionado el control de natalidad y los niños eran un tema del que todavía debían hablar; pero sabía que quería tenerlos con ella, con la misma claridad que sabía que quería disfrutar una existencia plena a su lado. Por primera vez en años, se sentía vivo y anhelaba compartirlo, esparcirlo, engendrar vida.
Deslizó la mirada sobre Tara; pensar que ya podía estar embarazada le puso más duro que el acero.
«Ve poco a poco, tío. Primero que salga de la misión con vida. Luego ya le pondrás un collar en el cuello y un anillo en el dedo».
Logan abrió el tubo de lubricante, e impregnó un delgado dilatador anal de plástico rosa.
«Ha llegado la hora de la verdad…».
Él se movió detrás de ella.
—¿Has practicado alguna vez sexo anal?
Creía que no, pero necesitaba que se lo confirmara.
Tara se puso rígida.
—No.
—Está bien. Te prepararé para ello.
—¿P-para el sexo anal?
—Sí. —Se inclinó sobre ella, cubriendo la preciosa piel marfileña con su cuerpo, para hablarle al oído—. Y, antes de que lo preguntes, sí, conmigo. Quiero ser el primero en poseerte aquí.
«El único».
Ella se estremeció y él puso la palma en la espalda desnuda.
—No te tenses. Iremos despacio.
Pero ella no se relajó. Logan le masajeó los hombros, le pasó los pulgares por los nudos de la columna vertebral, aliviando la tensa musculatura. Le dibujó la curva de la cintura al tiempo que la besaba en el omóplato. Poco a poco, la tensión la abandonó.
—Buena chica. Comenzaremos por lo más sencillo. No debería dolerte. Te llevará algunos días aceptar algo más sustancial. Por ahora, este dilatador será suficiente. Si te hace daño, dímelo. Si no puedes soportar el dolor, di la palabra segura. ¿Entendido?
—Sí, Logan. —La respuesta fue jadeante.
¡Dios!, aquel sonido fue directo a su polla. Había imaginado que tras pasarse la noche follándola tendría un poco más de autocontrol. Pero no era así en absoluto, le estaba costando más que nunca contenerse.
Le acarició la cadera y luego deslizó la mano por la redonda curva del trasero, deteniéndose y frunciendo el ceño al ver una amoratada magulladura. En la otra nalga vio otra, apenas perceptible y de un tono amarillento. Se arrepintió de haberle zurrado; iba a tener que ser muy cuidadoso con ella.
Vertió un poco de lubricante entre los dedos y lo frotó para calentarlo un poco, entonces introdujo los dedos en la hendidura entre las nalgas en busca de la abertura virgen. Cuando la tocó allí, ella cerró los puños.
Lenta y pacientemente, presionó hacia el interior con la punta de un dedo.
—Tranquila, Cherry. Respira hondo.
Ella lo hizo. Dejó de contraer los músculos y él logró introducirse hasta el primer nudillo.
¡Joder! Ardiente y estrecha. Era tocar el cielo. Una vez que la penetrara allí con la polla no aguantaría nada. Iba a tener que practicar la contención hasta que ella se acostumbrara a la penetración anal.
Siempre y cuando le gustara.
Tara aspiró temblorosamente. Alzó la cabeza y le miró por encima del hombro. Tenía las mejillas encendidas y las pupilas dilatadas. Logan no podía seguir sin saber lo que ella sentía ni un segundo más, así que metió la mano entre el banco y su cuerpo y llevó los dedos a su sexo… Sonrió.
—¿Te gusta esto, Cherry?
—No lo sé.
—Estás mojada.
—Me gusta la idea.
Había sido honesta… Y la mitad de la batalla estaba ganada. Quizá sólo era cuestión de que se acostumbrase.
—Pero me asusta un poco —admitió al poco rato.
—Me alegra saberlo. —Se inclinó para besarla en la sien y susurrarle al oído de manera que sólo lo oyera ella—. Voy a hacer que te guste, cariño. Quiero que te imagines lo que sería tomarme aquí, cubriéndote la espalda con el pecho mientras te penetro hasta el fondo. ¿No puedes casi sentir un incontenible placer?
—Sí. —El sonido fue un gemido entrecortado.
—Yo también, cariño. Para conseguirlo tienes que estar preparada. ¿Puedes presionar hacia mí? Sí, así. Con fuerza.
A los pocos segundos, el dedo estaba introducido por completo y rodeado de raso ardiente. Logan comenzó a sudar. Santo Dios, la noche anterior había cambiado algo entre ellos, algo básico y fundamental. Ella había intentado ignorarlo ocultándose tras una fachada de profesionalidad para guardar las distancias, pero ahora estaba despojándola de todas esas barreras artificiales y podía ver cómo se sentía en realidad. Y disponer de su confianza era hermoso. Apenas podía esperar para follarle el culo, para poseerla por completo. Eso requeriría que tuviera un poco más de fe en él, pero si lograba tener paciencia y le daba lo que necesitaba, ocurriría.
En el momento en que Tara le permitiera deslizarse en ese precioso trasero, sabría que ella confiaba en él por completo. Entonces le pediría que se quedara con él, que se pusiera su collar. Y no importaba lo que le hubiera prometido antes: en cuanto esa jodida misión se acabara, la perseguiría hasta conseguir que se convirtiera en su esposa.
—Logan…
—¿Sí, Cherry? ¿Estás bien?
Ella estaba tensa como una cuerda.
—Haz algo.
Él deslizó los dedos por la hinchada vulva, por el duro y anhelante clítoris. Santo Dios, qué receptiva era Tara. Estaba a punto de correrse. Y él también estaba más que preparado.
Pero antes tenía que terminar la tarea.
Retiró el dedo del trasero lentamente y cogió el dilatador que había preparado.
—Voy a penetrarte con esto. Es un poco más ancho que mi dedo, pero lo puedes albergar. Sólo tienes que relajarte.
Tara asintió bruscamente con la cabeza.
—De acuerdo.
Con el corazón resonándole en los oídos, Logan le separó las nalgas y colocó la punta del dilatador contra el ano. Poco a poco lo hundió en las profundidades.
Tara tensó la espalda. Cuando él se detuvo, ella respiró hondo. Volvió a la carga y ella cerró los puños. Pero cuando Logan volvió a quedarse inmóvil, Tara negó con la cabeza frenéticamente.
—No, no te detengas.
Logan le acarició de nuevo las nalgas y empujó el dilatador un poco más. Cuando introdujo una parte más gruesa en el trasero virgen, Tara no respiró.
—¿Es demasiado, Cherry?
Ella comenzó a jadear, y él casi podía escuchar sus pensamientos mientras observaba la situación de manera retrospectiva.
—E-es más intenso de lo que esperaba.
¿Intenso pero bueno? Logan llevó los dedos entre sus muslos otra vez. Estaba más mojada que antes. Más mojada que nunca. Le acarició el clítoris antes de meter dos dedos en su sexo. Se colaron como si estuvieran impregnados de mantequilla derretida. Resbaladiza, húmeda, perfecta.
—Quieres correrte. —No era una pregunta. Él lo sabía.
—No lo entiendo.
—No tienes que hacerlo, cariño. Lo único que tienes que hacer es sentir. Sólo te pido que te contengas unos minutos más. Quiero compartir ese orgasmo contigo.
Tara gimió, pero asintió temblorosamente con la cabeza.
—Respóndeme —ordenó él.
—Sí, Logan.
La sumisión de Tara fue directa a su erección, como siempre. Aún quedaban por introducir un par de centímetros del dilatador y observarla aceptar el objeto en su interior. Sentir la vertiginosa subida de su pasión le excitó de una manera increíble. Había estado dentro de ella hacía menos de dos horas y ya se moría de ganas por volver a estarlo.
—Buena chica. Estás haciéndolo genial. Vas a aceptar el resto del dilatador, cariño. Luego me tomarás a mí. Voy a llenar tu sexo con mi polla —le susurró al oído—. Y mientras te follo, te frotaré el clítoris. Me suplicarás que te dé más.
Ella no dijo nada, sólo podía jadear.
—¿Lo quieres? —Logan sabía que sí, pero quería que lo admitiera. Estar así con ella, con su cuerpo a su disposición, hacía aflorar cada uno de sus instintos más primitivos.
«Tómala. Poséela. Es tuya».
—Sí, Logan.
De alguna manera, cuando ella decía esas dos sencillas palabras, su pene palpitaba en respuesta, dispuesto a darle todo lo que pudiera.
Con un profundo suspiro, él retiró los dedos de su sexo. Ella gimió en protesta, pero un segundo más tarde, él aseguró el dilatador en su ano y el gemido se convirtió en un grito.
—¡Joder! Nunca había visto nada igual —susurró Xander desde la cama.
Fue como si Tara recordara de repente que tenían audiencia y se puso rígida.
—¿Se va a quedar?
—Sí, tienes que estar preparada para actuar ante quien sea. Ahora deja de hacer preguntas, Cherry. Acepta lo que te doy o di tu palabra segura. Lo que hago está pensado para que logres enfrentarte a cualquier situación. Si no puedes soportarlo, dilo.
Al provocarla de esa manera, haría que ella recuperara el valor.
Sí, sin duda alguna, tenía la espalda rígida. Logan la distrajo frotándole el clítoris con los dedos, trazando pequeños círculos con las yemas.
Ella no dijo una palabra más.
Logan se llevó la mano con rapidez a la bragueta y se bajó la cremallera, liberó su miembro y se colocó contra el húmedo portal. Con la otra mano agarró la base del dilatador. Entonces se introdujo en el sedoso y ardiente sexo apretado y la sensación de tener la erección desnuda en su interior le volvió loco. Sí, jugaba con fuego y sabía que tenían que hablar sobre ello, pero la necesitaba demasiado. La imagen de ella con su hijo en brazos hizo que casi se corriera.
Pero sin embargo apretó los dientes, contuvo el aliento y retiró un poco el dilatador. Antes de que ella pudiera protestar, lo volvió a introducir al tiempo que la penetraba con su miembro; repitió el proceso una y otra vez. Tara comenzó a arañar el banco y a clavar las uñas en el cuero oscuro. Su sexo apretaba el de Logan con tanta intensidad que él casi perdió el control. La respuesta era ardiente, pero era su confianza lo que le tenía a punto de explotar. La conexión. Podía sentir, literalmente, cómo se calentaba el cuerpo de Tara, cómo se sobrecargaba y se dirigía justo hacia donde él la guiaba. Con cada suspiro, con cada gemido, con cada tensión en sus músculos o sacudida de cabeza le decía cuál era el mejor camino para hacerla alcanzar al clímax.
Mejor sería hacerlo rápido. No duraría.
Le rozó el clítoris de nuevo, lo rodeó y apretó con los dedos. Tara estaba a punto de explotar. Su orgasmo le arrastraría consigo y no podía esperar más.
Le apretó el clítoris otra vez y se sumergió hasta el fondo de su sexo.
—¡Córrete!
Apenas había terminado de decir la palabra cuando ella comenzó a estremecerse intensamente. Apresó la erección con poderosas contracciones y gritó; corcoveando, palpitando con cada latido del clímax. Un momento después, el orgasmo que él había contenido atravesó como un rayo sus testículos y salió disparado como un ardiente relámpago. Siguió zambulléndose en el sexo de Tara con fieros envites mientras el fuego hacía crecer los estremecimientos, para finalmente vaciarse dentro de ella con un profundo gemido que le salió del alma.
Cuando cubrió con su pecho empapado de sudor la caliente piel de la espalda de Tara y la rodeó entre sus brazos, supo que haría lo que fuera necesario para protegerla y hacerla suya para siempre.