Un motel cercano. Viernes por la noche.
Con el pelo todavía mojado por la reciente ducha, Tara se peinó los mechones con los dedos mientras rebuscaba en el interior de la maleta con la otra mano. Sacó un camisón con florecitas estampadas y se quedó mirando la maleta a sus pies mientras fruncía el ceño. ¿Sólo había reunido esas pertenencias en el año que había vivido con Brad? Entró con lo puesto y había salido casi de la misma manera. Nada de lo que allí había le pertenecía. No había comprado ni una silla con él. Caramba, ni siquiera una tostadora.
¿Qué decía eso de su relación? ¿Que inconscientemente sabía que no duraría?
Dejó caer la tapa de la maleta y se pasó el camisón por la cabeza. Se sirvió un poco más de vino en uno de los vasos de plástico del motel e hizo una mueca. Prefería emborracharse con tequila, pero al estar en un pueblo que sólo permitía la venta de cerveza y vino, no tenía mucho donde elegir. Sin embargo, tras haberse ventilado la mitad de la botella, no podía decir que se sintiera mejor.
Tampoco es que se sintiera mal, sólo algo entumecida. Y ése era el problema. Se había corrido dos veces en el mismo día con un hombre en el que se negó a pensar durante años; y haber perdido a su prometido, sin mencionar el hecho de que había aparecido un cadáver relacionado con su misión, debería de hacerle sentir algo. Se preguntó si lo que realmente le ocurría era que llevaba años sin sentir.
Todo giraba alrededor de Logan. De alguna manera, a pesar de los kilómetros y los años, él la había mantenido apresada sin ni siquiera tocarla. Y ahora estaba de vuelta en su vida. De hecho, durante una semana sería el centro de su mundo. ¿Llegaría al final sin haber perdido la razón?
Quería hablar con Logan; preguntarle. Pero no era prudente. ¿Y si saber la verdad hacía que le deseara más? Si le aceptaba ahora, ¿cuán destrozada quedaría cuando volviera a abandonarla? Después de todo lo que él había tomado de ella, de todo lo que ella le había dado, no estaba preparada para descubrir su alma. Sin embargo, estaba a punto; lo notaba. Le estaba pasando lo mismo que cuando era adolescente: no podía ocultarse de él. Logan era su debilidad, probablemente lo sería siempre.
Apuró el vino. Ojalá aquel líquido le hiciera efecto de una vez.
Resonó un golpe en la estancia, sobresaltándola. Alguien acababa de llamar a la puerta.
Nadie sabía que estaba allí, ni siquiera Adam. A su padrastro no le gustaría lo ocurrido. Había cancelado la cena que tenía prevista con él porque sabía que consideraba a Brad perfecto y a Logan la semilla de Satanás, y no tenía energía para andar disculpándose y defendiendo sus acciones. ¿Quién llamaría a su puerta a las diez de la noche?
Se acercó de puntillas y miró a hurtadillas por la mirilla. Era Logan. Estaba vestido con una camiseta negra y llevaba una bolsa del supermercado. Por un momento Tara consideró no abrirle la puerta, pero él sabía que estaba allí y no se iría.
Con un suspiro, abrió una rendija y miró a través de ella.
—¿Qué haces aquí?
—Soy un Amo; mi trabajo es encargarme de ti.
Eso era lo último que ella quería oír.
—Sólo cuando estamos trabajando. Sé cuidarme sola. Puede que hayas sido mi guía durante todo el día, pero no necesito que estés conmigo por la noche, mangoneándome y diciéndome lo que…
—No he venido a darte órdenes, Cherry. —Apretó la bolsa con fuerza—. Te traigo algunas cosas; he pensado que podrías necesitarlas.
Sin otra palabra, él le tendió la bolsa. La curiosidad pudo más que ella cuando la tomó y echó una mirada al interior de la misma; vio un botellón de agua, un cepillo de dientes, pasta dentífrica, hilo dental, champú y un cepillo.
Lanzó a Logan una mirada inquisitiva y él se encogió de hombros.
—No sabía si habrías podido recoger tus cosas en casa de Brad y no me gustaba imaginarte sola en un supermercado por la noche. En especial en esta zona.
Tara se sintió conmovida.
—Pude recoger todas mis cosas, pero te lo agradezco igualmente. Pasa.
Tara retrocedió y él entró despacio, deteniéndose de inmediato al ver el desorden y la sencillez de la estancia. Le vio fruncir el ceño.
—Esto es… No, Cherry, ven a mi casa. Te prometo que no te tocaré si no quieres, pero esto no…
—Está bien. —Tara se sorprendió al notar que él parecía realmente preocupado. Dejó la bolsa del supermercado en la mesa de fórmica—. Ya sé que no es el Ritz, pero Misty me dijo que no tenía mala reputación. La puerta tiene un montón de cerrojos y hay pestillos en las ventanas. Nadie podrá entrar ni hacerme daño.
Logan respiró hondo y permaneció en silencio; era evidente que estaba perdido en sus pensamientos.
—¿Ves? Ésta es otra razón por la que me gustaría ser tu Amo de verdad. Podría ordenarte que vinieras conmigo; así podría dormir pegado a tu cálido cuerpo sabiendo que estás a salvo.
«¿Otra razón?».
—Soy agente del FBI, ¿recuerdas?
—Pero también eres una mujer hermosa en un mundo lleno de depredadores.
Ella se conmovió de nuevo.
—Estaré bien. De veras.
—Sí. Eres lista y capaz, lo sé. He venido más que nada para quedarme tranquilo. Gracias por seguirme la corriente.
—Eres muy distinto fuera del club.
Logan encogió los hombros y esbozó una sonrisa casi tímida.
—No soy un Amo las veinticuatro horas del día. En el club, las sumisas saben que deben obedecerme o recibirán un castigo. Fuera del club soy un tipo normal; con preocupaciones, pensamientos y… pesares, como todos.
Él iba a hacer algún tipo de alusión de carácter personal y una parte de ella no quería detenerle.
Le tembló la mano cuando se sirvió otro vaso de vino; alzó la bebida.
—¿Te apetece uno?
—No, gracias. No quiero imponerte mi presencia. —Logan se giró hacia la puerta.
Tara no se detuvo a preguntarse por qué, pero sabía que no estaba preparada para que se fuera.
—¿Logan?
Él se dio la vuelta.
—¿Necesitas algo, cariño?
Antes de pensarlo dos veces, asintió con la cabeza.
—Respuestas.
Se sentó en el borde de la cama y le observó mientras él se acomodaba con medidos movimientos en una fea silla de plástico verde.
—Dispara.
Santo Dios, ¿por dónde comenzar? Había sido un día muy largo y azaroso, pero era lo que le había dicho Xander lo que no podía quitarse de la cabeza. ¿Cuánto de lo que le había contado sería cierto?
—¿Qué es lo que significa de verdad el tatuaje que tienes en las costillas? Sé que me lo has dicho, pero…
—Eso no importa. —Logan ladeó la cabeza y apartó la mirada—. ¿Qué me dices de lo ocurrido en el instituto? ¿No quieres saber la verdad?
Tara llevaba doce años jurándose a sí misma que Logan era un tema superado. Ahora, sabía que había estado engañándose. Brad la había acusado de entregarse a Logan y tenía razón. Él le había hecho recordar otra vez lo que era sentir, desear y sufrir. Había sido golpeada por una avalancha de emociones. ¿Podría ser que hubiera dejado a Brad porque esperaba de manera inconsciente que la relación con Logan floreciera de nuevo?
Sonaba absurdo, pero ella no podía negar que Logan le seguía resultando más atractivo que ningún otro hombre.
Sabía que tarde o temprano tendría que escuchar sus explicaciones, pero quería ser ella quien llevara la voz cantante en la conversación.
—¿Tienes más tatuajes?
Él se quedó inmóvil y la miró con precaución.
—Sí. Estoy en la Marina, me he emborrachado más de una vez y ya sabes…
—¿Lamentas habértelos hecho?
La tristeza de su mirada borró cualquier frivolidad.
—No. Cherry, pregúntame sobre nuestra ruptura.
Logan le había prometido que no se lo explicaría hasta que le preguntara y estaba tratando de cumplir su palabra. Tara se mordisqueó los labios. ¿Y si había una explicación para todo lo ocurrido? ¿Qué ocurriría si lo que le contaba hacía que le perdonara? Tras la magnitud de la traición sufrida años atrás, ¿sería capaz de hacerlo? Estaba segura de que sería más fácil —y más seguro para su corazón— seguir furiosa con él.
«Pero quizá —susurró una voz en su mente—, no sea lo más realista».
—¿Es cierto que no has mantenido relaciones sexuales con nadie en los últimos cinco años?
—Maldito Xander. —Logan cerró los ojos—. ¿Hay algo que no te haya contado?
—Si lo que dijo es cierto, no se guardó demasiado.
Logan se levantó y se acercó a la ventana para mirar fijamente hacia el aparcamiento desierto. Un momento después, pareció tomar una decisión y regresó junto a ella.
—Sí, es cierto. Incluso antes las mantenía con… poca frecuencia.
Cuando Xander le confesó aquel secreto, Tara estuvo segura de que el tipo se había vuelto loco. Escuchar la confirmación de boca de Logan le dejaba la mente en blanco.
—¿Por qué? En el instituto te encantaba el sexo. Si los rumores eran ciertos, andabas todo el día a ello.
—No sé qué escuchaste entonces exactamente, pero sí. Me aproveché descaradamente de ser el quarterback del equipo y el más alto del curso. Estaba convencido de que si lograba que una chica se sintiera especial, no sería difícil llevármela a la cama.
Tara hizo una mueca.
—Santo Dios, eras un cerdo.
Logan se encogió de hombros y la camiseta negra se ciñó suavemente a los anchos hombros y al pecho musculoso.
—Tenía dieciséis años. Estoy seguro de que era un cerdo hasta que te conocí a ti.
Ella puso los ojos en blanco.
—Hace mucho tiempo de aquello. Y no creo ni por un minuto que te impresionara demasiado. Después de que rompiéramos, apenas tardaste más que unas horas en volver a la cama de Brittany.
—Estaba borracho y enfadado. —Tragó saliva—. Después me sentí vacío. Cuando ella se fue… Lloré.
Ella se levantó de golpe y miró fijamente su expresión tensa. Había supuesto que se reiría y no esperaba tal seriedad. La sorpresa la atravesó de arriba abajo.
—El patrón se repitió bastantes veces a lo largo de los años siguientes. Conocía a alguna chica y hacía que cayera en mis redes. Desde el principio me di cuenta de que me sentía fatal después de mantener relaciones sexuales. Luego comencé a sentirme mal cuando íbamos por la mitad. Dejé a un montón de chicas a medias, las mandaba a casa preguntándose por qué no había follado con ellas. —Se encogió de hombros—. Masturbarse era más fácil, implicaba menos emociones.
»Entonces conocí a Mitchell Thorpe y descubrí el BDSM. Se abrió un mundo nuevo ante mí. De repente lo controlaba todo. Las hembras no esperaban sexo. Me di cuenta de que podía absorber la energía de las sumisas y usarla más tarde para alcanzar el orgasmo masturbándome. Funcionó.
—Logan… —Santo Dios, su vida había cambiado por completo tras romperle el corazón. ¿Por ella? ¿De verdad? No sabía qué decir.
Logan se acercó y colocó su mano sobre la nuca de la mujer a la que amaba; la calidez de la palma hizo que le ardiera la piel.
—Funcionó hasta que volví a verte. Jamás te olvidé. Hace una semana no podía encontrar ninguna mujer que me tentara a hacer el amor con ella. Pero fue mirarte una sola vez, incluso antes de saber que eras tú, y sólo pude pensar en sumergirme en tu interior y no dejarte jamás. —Le pasó el pulgar por la mejilla—. Eso es lo que pienso cada vez que te miro, Cherry.
Un escalofrío la atravesó de arriba abajo. ¿Hablaba en serio? La chica que una vez le amó quiso saltar hacia él, rodearle con los brazos y ofrecerle cualquier cosa que él necesitara para volver a sentirse entero. La mujer que era, la que había ardido bajo sus manos hacía unas horas, no estaba segura de qué creer. El día que tomó su virginidad, Logan le dijo una y otra vez que la amaba. Apenas veinte horas después, le rompió el corazón y se fue con otra chica a la cama.
—No estuvimos juntos el tiempo suficiente como para que te colgaras de esa manera, y fuiste tú el que me dejaste a mí…
—Sí, lo estuvimos. —Logan cerró los ojos—. Creo que yo también dejé huella en ti. Cherry, por favor, pregúntame por qué rompí contigo.
Tara se estremeció. Era la pregunta del millón. Si se la hacía, temía que todo cambiaría, que la respuesta podía hacerla caer en picado una vez más. Conseguir ser accesible para Brad, no sólo física sino emotivamente, había sido todo un logro. En la universidad sólo conseguía mantener relaciones sexuales cuando bebía de más; sobria no permitía que nadie la tocara. Sólo había sido capaz con Brad.
Y ahora él ya no estaba.
Pero, si no hacía la pregunta, ¿sabría alguna vez por qué a Logan le había afectado tanto su ruptura? Quizá los dos necesitaban desprenderse del pasado para seguir adelante.
Eso no quería decir que no temiera escuchar la respuesta.
—Bueno. Vale, Logan, dímelo. —Su voz se convirtió en un hilo cuando comenzaron a caerle las lágrimas. Estaba aterrorizada—. ¿Por qué?
—Gracias. —Se dejó caer sobre la cama y la llevó consigo, rodando hasta que ella tuvo la espalda contra el colchón y el cuerpo de Logan encima del suyo. Él apretó la frente contra la suya y respiró hondo.
—Logan… —Tenerle cerca era tan bueno que apenas podía respirar.
—Tara, tuve que protegerte. El psicópata que mató a mi madre me envió más de una nota amenazando con matarte si no te dejaba. Aquel día llegaste tardísimo al instituto y con el brazo roto… —Logan le contó toda la historia. Al principio las palabras fluyeron despacio, como si le costara hablar, aunque según relataba todo lo que había ocurrido, Tara pudo sentir como suyos los sentimientos y la angustia de Logan.
Cuando terminó, ella parpadeó; tenía los ojos llenos de lágrimas. Si le hubiera contado antes esa historia, se la habría lanzado a la cara llamándole mentiroso. Habría pensado que era algo que él ideó durante años con intención de meterse de nuevo bajo sus bragas. Ahora, considerando el tormento que tensaba sus rasgos, le creyó.
—¿Por qué no se lo dijiste a la policía? ¿Por qué no me lo contaste?
—No quise arriesgarme. Eras demasiado importante para mí. —Le acarició la mejilla—. Habría hecho cualquier cosa para protegerte, pero sólo tenía dieciséis años, no se me ocurrió nada más. Por favor, entiéndelo.
Por raro que pudiera parecer, y dadas las circunstancias y su edad, lo hizo. Y se sintió sobrepasada y conmovida por sus palabras. Pensó en el tiempo que nunca habían tenido juntos, en todas las cosas que jamás habían podido hacer… La relación podría no haber tenido un final feliz, pero ¿no se habrían ahorrado los dos mucho sufrimiento si aquella nota no hubiera aparecido en la almohada de Logan y la relación hubiera llegado a su conclusión natural?
—Tu madre era una mujer muy agradable. Lo siento. ¿No llegaron a atrapar al asesino?
Logan negó con la cabeza con profundo pesar.
—Es un caso sin resolver. Un detective novato intentó abordarlo hace cuatro años. Nos llamó por teléfono, interrogó a algunos viejos vecinos, preguntó a compañeros de trabajo de mi madre. Una de sus vecinas dijo que creyó ver entrar a un hombre en el apartamento, pero era mayor y estaba un poco senil. Mi madre jamás mencionó que se viera con nadie, ni a mí, ni a sus vecinos, ni a sus compañeros de trabajo. No había huellas en la escena, ningún rastro de ADN. Supongo que se trató de un psicópata que eligió a mi madre al azar, pero la policía tampoco se tropezó con ningún caso similar. —Cerró los ojos con fuerza y su rostro mostró un profundo pesar—. Nunca olvidaré lo que sentí al llegar a su casa, iba dispuesto a contarle lo nuestro y me la encontré muerta.
Tara lo sintió por él. Con sólo dieciséis años, Logan había tenido que enfrentarse a una prueba muy dura. Y cuando todavía no la había asimilado, recibió una nota del asesino advirtiéndole que se mantuviera alejado de ella o tendría el mismo final que su madre. No podía echarle en cara las decisiones que tomó.
—Cherry, si todo hubiera sucedido como yo quería, habríamos seguido juntos. Habríamos asistido juntos al baile de graduación y hubiéramos recogido juntos el título. —Se encogió de hombros—. Tendríamos una vida en común.
Una parte de ella quería creerlo, pero después de todo lo que había ocurrido, no podía imaginar esa realidad alternativa.
—¿Por qué no intentaste volver a hablar conmigo después de que enterraran a tu madre?
—Cambiaste el número del móvil y sólo podía llamarte a casa de tu padrastro.
Y ella siempre le había dicho a Adam que respondiera al teléfono y se deshiciera de él.
—Podrías haber ido a visitarme.
—Lo intenté. ¿Recuerdas lo que pasó aquellas navidades? Me diste con la puerta en las narices.
Cierto.
—Jamás conoceremos el camino que hubieran seguido nuestras vidas si las cosas hubieran sido diferentes. Puedo entrenarme para ser una sumisa, incluso puede ser cierto que tenga ciertas inclinaciones sumisas, pero dudo que pudiera vivir así.
—Claro que podrías, cariño; bajo las circunstancias correctas. No sería en un club si eso no te gusta. Yo sólo quiero estar contigo. Te prometo que sería el Amo más cariñoso del mundo.
—¿No crees que eso es una contradicción? ¿Qué significa exactamente? ¿Qué me darías las órdenes con ternura? —Ella arqueó una ceja con incredulidad.
—Sí. Pídemelo, Cherry, y te enseñaré lo que quiero decir exactamente.
Sus palabras, unidas al calor de su cuerpo sobre el de ella, la hicieron estremecer.
—Hoy he perdido a mi prometido; me han pasado demasiadas cosas. Y quizá… todo eso que dices sentir no sea por mí en particular. Está también el otro incidente que…
—Sé de sobra lo que sucedió. Lo que hay en mi corazón —gruñó con ferocidad, cerrando los puños sobre la colcha barata—. Eres tú. Siempre has sido tú.
Aquello sonaba casi romántico y la mujer que era quería creer aquellas palabras. Pero parecía imposible. Sí, había sufrido por Logan pero ¿también él lo había hecho por ella?
¡Oh, Santo Dios! La confesión que iba a hacer la dejaría desnuda ante él, pero Logan había sido honesto ¿cómo no iba a serlo ella?
—Visité a un psicólogo poco después de la universidad. Acudí a él al menos durante dos años. Me sugirió que la repentina ruptura que sufrimos cortó lazos que debían haberse roto poco a poco. Me insinuó que quizá sólo necesitaba cerrar el asunto naturalmente. Quizá eso sea lo que tú necesitas también. Quizá lo que tenemos que hacer es discutir a fondo sobre ello y saber que…
—No. Sé lo que necesito. Lo que siempre he necesitado. —Logan contoneó las caderas sobre sus muslos, forzándola a separar las piernas hasta que acomodó el miembro contra su sexo—. Cherry, te necesito a ti.
Entonces, él comenzó a mecerse sobre ella, encendiendo su cuerpo con sensaciones que se correspondían perfectamente con las emociones que ella sentía en su interior. Tara cerró los ojos. Oh, sería tan fácil ceder. Él la deseaba. A veces, perdida entre las lágrimas y el odio, había imaginado cómo sería hacer el amor con Logan otra vez. Pero nunca, ni siquiera en sus más salvajes fantasías, hubiera imaginado que surgiría la oportunidad.
Se humedeció los labios.
—Logan, en serio. Quizá confundas alguna vieja emoción con la necesidad de sentir amor real. Algún día te enamorarás de la persona adecuada y…
—¿Crees que nunca me he enamorado? Cariño, jamás dejé de amarte.
A Tara se le desbocó el corazón. Y algo que parecía alegría corrió a toda velocidad por sus venas como una droga intoxicante. Tuvo que respirar hondo y detenerse. La cara de Logan reflejaba honradez, al menos él creía lo que decía; pero ¿cómo podría tener la seguridad? Si lo que decía era cierto, nunca había tenido más relaciones, así que era posible que se hubiera obsesionado con ella porque era la última chica a la que intentó amar. Quedaban muchas cuestiones sin resolver entre ellos e, incluso dejando a un lado el BDSM, sus vidas iban en direcciones diferentes. Puede que ella sintiera algo por Logan, pero estar con él al poco tiempo de cortar con Brad era… saltar de la sartén al fuego.
Pero tampoco era insensible a su dolor. Quizá ella pudiera echarle una mano para seguir adelante. Tal vez sería bueno que los dos echaran el cierre que su relación nunca había tenido.
—Bésame, Logan. —Cuando notó que él se tensaba, añadió—: Por favor.
—Si empiezo, Cherry, no podré detenerme. —Le pasó la mano por el pelo, le acarició el hombro, la curva del pecho antes de seguir hasta la cintura.
—¿Estás seguro? Llevas cinco años sin… —«¿Podría hacerlo? ¿Sentiría luego aquel vacío, como le pasaba con todas las demás?».
—Oh, me muero por demostrarte que contigo todo será, simplemente, maravilloso.
—Entonces, bésame —repitió ella.
Se preocuparía del mañana cuando llegara. Esta noche estaría con él, intentando sanar su dolor, cicatrizar el de ella. Él había hecho algo increíble para protegerla hacía muchos años. Podía desear que le hubiera dicho lo que estaba ocurriendo pero, a fin de cuentas, era joven y actuó como consideró más conveniente, aunque le había hecho pedazos el corazón en el proceso.
Era evidente que ella le importaba, pero de ahí a hablar de amor eterno…
Iban a estar juntos hasta que ella se infiltrara. Quizá sería más conveniente, para los dos, pasar el resto de la semana juntos; entrenarse duramente durante el día y solucionar los asuntos pendientes por la noche. Quizá al final de la semana ambos estuvieran listos para seguir adelante con sus vidas; cuerdos, felices y enteros.
—Cherry, cariño… —Logan respiró hondo y luego posó su boca sobre la de ella.
El beso fue suave como un pétalo de rosa. Tara supo que él se contenía cuando se hundió en su boca lentamente, casi como si temiera asustarla.
Cuando le rozó con la lengua el labio inferior, tanteando la entrada en su boca, ella la abrió. No había otro lugar en el que quisiera estar esa noche más que allí, con Logan. Quizá no significara que fueran a estar juntos para siempre, pero cada vez que la tocaba sentía que la unión entre ellos se hacía más fuerte. Como si una Enea invisible hubiera permanecido intacta entre ellos, inalterable con el paso de los años.
Logan gimió, entonces llevó la mano al fino tirante del camisón y se lo deslizó por el hombro antes de bajarlo bruscamente para dejarle un pecho al descubierto. El aire frío impactó en el pezón, arrugándolo. Él cubrió el pequeño brote con la mano y lo pellizcó entre los dedos. Luego la miró con ardientes ojos azules, jadeando.
—Quítatelo.
Aquélla era su voz de Amo. Tara conocía muy bien el tono, ronco y sedoso. Su sexo se contrajo al tiempo que asentía con la cabeza.
Él se alzó un poco sobre ella, dejándole el espacio suficiente para quitarse el camisón por la cabeza. Luego lo usó para cubrirse.
Logan deslizó la mirada por su cuerpo. Seguramente la arrugada prenda no lograba ocultarle que no llevaba bragas.
—¡Joder, Cherry! Apenas puedo esperar a estar dentro de ti, cariño. Dame el camisón.
Aquellas palabras dichas en voz baja, con tono de mando, hicieron que le diera un vuelco el corazón antes de derretirse por completo. Ninguno de los amantes que había tenido la había hecho sentirse tan hermosa y deseable como Logan.
Le asombró sentir que se ruborizaba cuando le dio la breve tela.
—¿Podemos apagar la luz?
Logan negó con la cabeza.
—Voy a disfrutar mucho viendo cada una de tus expresiones mientras estoy profundamente enterrado en tu cuerpo.
Presa de la excitación, Tara observó cómo arrojaba el camisón lo más lejos posible. A pesar de que la anticipación se había adueñado de su cuerpo, se rió.
—¡Eh! —se defendió él—. Si por mí fuera, lo quemaría. De todas maneras, me aseguraré de que no lo necesites durante el resto de la noche.
Tara se estremeció.
—Bésame, Logan. No digas una palabra más.
—Sí, señora —prometió, antes de enredar la mano en su pelo y sostenerle la cabeza con los dedos para acercarla a él.
En esta ocasión, su boca se amoldó a la de ella con firmeza. No se limitó a seducirla con un beso; asumió el mando, separándole los labios con los suyos, saboreándola en un interminable enredo de bocas y lenguas que la hizo jadear y pegarse a él. Le rodeó los anchos hombros con los brazos y le clavó los dedos en los duros músculos de la espalda cuando se colocó entre sus piernas y comenzó a acariciarla de pies a cabeza.
La rozó con los labios. Ella se estremeció al notarlos en el cuello, en el sensible lugar donde éste se unía al hombro. Luego la besó en la clavícula mientras le masajeaba un pecho con la mano. Una lánguida corriente de miel ardiente atravesó su sangre al tiempo que sentía que el latido de su corazón se sincronizaba con el de él. Incluso pareció como si su piel quisiera hacerse una con la suya.
—He imaginado esto tantas veces… —susurró Logan contra su carne—. Desde el día que te conocí, fantaseé con desnudarte y acariciarte durante horas enteras, quería explorar cada rincón de tu cuerpo una y otra vez.
Aquellas palabras la hicieron temblar, pero sólo gritó y se arqueó hacia él cuando notó que cerraba los labios en torno al duro pezón. Al instante, la rodeó con un brazo y la sostuvo contra su cuerpo.
—Cuando me emborrachaba o me sentía realmente solo, me permitía pensar en ti. No sabes la cantidad de veces que he rodado en la cama deseando encontrarte allí.
La sinceridad que destilaban sus palabras hizo que quisiera llorar.
—Yo también pensaba en ti, pero cuando me daba cuenta de lo que estaba haciendo me obligaba a dejar de hacerlo. Sin embargo, algunas veces no podía. Recordaba la manera en que me hiciste sentir; como una mujer, como… alguien especial. Nadie me ha hecho sentir así.
—Cherry, eres especial. No permitiré que lo olvides nunca.
Se le llenaron los ojos de lágrimas y los cerró con fuerza. Si continuaba hablándole de ese modo no podría retener nada; ni siquiera querría hacerlo. Sólo desearía aferrarse a él y fingir que los últimos doce años no habían existido. Simularía que realmente podían vivir un cuento de hadas.
Algo que, sin duda, haría que volviera a rompérsele el corazón.
Tara forzó una sonrisa descarada.
—Cállate y quítate la ropa.
Él se detuvo y sonrió.
—Estás muy mandona esta noche, cariño. Si no tienes cuidado, lo pagarás mañana.
Ella se encogió de hombros, pero la pasión corría por sus venas, latía entre sus piernas. Jamás hubiera considerado que le gustaban los castigos, pero si era Logan quién se los administraba, la idea le resultaba terriblemente excitante.
Sin embargo, él acató su orden y se pasó la ceñida camiseta negra por la cabeza. Como cada vez que veía su torso bronceado y musculoso, se le secó la boca.
—¿Vas a decirme lo que pone realmente aquí? —inquirió, pasándole el dedo por la inscripción en japonés que cubría sus costillas.
—¿Cuánto estás dispuesta a compartir tú?
Él respondió con una pregunta que flotó ante ella como un cebo, como esperando que expusiera todos sus secretos ante él.
Tara no podía mentir ni decir que no estaba excitada o… aterrada.
Él suspiró.
—Entiendo que no puedas compartir todo conmigo esta noche, Cherry. Ha pasado mucho tiempo, y Brad… Sé que acabas de romper con él. Lo único que te pido es que te entregues tanto como puedas.
Hacía que pareciera que aquello era significativo, casi trascendental; no el cierre de nada. Tara tragó saliva. Finalmente él también se daría cuenta; aunque había habido algo maravilloso entre ellos, ahora ya no era importante.
¿O sí lo era?
Ella se mordisqueó el labio inferior.
—¿Hay algo que tú no compartirías conmigo?
—No. Yo voy a entregarme por completo hasta donde tú me lo permitas.
Lo que provocó una nueva marea de deseo. Si hacía caso a Xander, Logan no había compartido nada de sí mismo durante años. Que se sintiera diferente con ella encendía en su pecho una tierna y peligrosa llama. Tara sabía que no debería ser más que la manera de sanar una herida, pero no podía negar que una parte de ella quería más.
Sin añadir ni una palabra, él se puso en pie y se desabrochó los vaqueros, luego los deslizó por las caderas junto con el bóxer. Las delgadas caderas, los prominentes huesos de la pelvis y el oscuro vello púbico aparecieron ante ella antes que su miembro. Tara parpadeó.
No le había visto cuando tomó su virginidad. A los dieciséis años, mirarle le había dado demasiada vergüenza. Aquel momento entre ellos estuvo preñado de sensibilidad, pero ahora sabía por qué al principio le dolió tanto. Logan tenía una erección gruesa y poderosa. Se erguía orgullosa con el ancho glande que tan fascinante le resultaba. Tenía, con diferencia, la polla más grande que hubiera visto nunca.
De manera inconsciente se relamió los labios con nerviosismo. Él gimió.
—Cariño, no bromees con esto. Me vas a matar.
Al instante ella supo lo que quería: disfrutar de la oportunidad de volverle loco. Desde que entró en su mazmorra él la había torturado sensualmente. Ahora había llegado su turno y no pensaba pasarlo por alto.
—No estoy bromeando —susurró.
—¡Joder, Cherry! —Logan respiró hondo y se acercó a ella, encerrándole la cabeza entre las manos—. Durante años ésta ha sido una de mis fantasías recurrentes. Chúpamela.
Cuando la condujo hacia su turgente pene, ella abrió la boca, consciente de que él observaba cada movimiento sin parpadear. Podía sentir su arrobada atención en todo el cuerpo. La excitación hizo que le palpitara el clítoris.
Lamió el glande tentativamente. Salado, almizclado, terrenal. Masculino. Se estremeció al notar el sabor de Logan en la lengua haciéndole ansiar más. Volvió a paladearle.
Él tensó las manos en su cabeza y contuvo la respiración.
—Estás tratando de matarme, ¿verdad?
No, pero no podía apartar la boca de su grueso miembro para decírselo. Así que cerró los labios en torno a la hinchada punta y negó con la cabeza, canturreando una dulce negación. Él sacudió las caderas y se estremeció.
—Tómame más profundamente, Cherry.
Se introdujo en la boca casi todo el miembro, deslizando suavemente los labios. No cabía la posibilidad de que pudiera tomarle por completo, así que se dedicó a rodearle con la lengua, lamiendo lo que podía, saboreando de nuevo el glande con una serie de pequeños lametazos antes de descender un poco más. Él volvió a estremecerse y ella le clavó los dedos en los duros y tensos muslos. ¡Oh, Dios! Era como una roca por todas partes, pero, aunque ése era uno de sus atractivos, una de las cosas que más la excitaba de Logan era la manera en que la deseaba; la manera en que tensaba las manos en su pelo. Las susurradas maldiciones que no podía contener la impulsaron a tomarle lo más profundo que podía una vez y otra, hasta que le notó en el fondo de la garganta.
Tenía la boca llena. De repente, sintió que no podía respirar. Le entró el pánico e intentó apartarle. Logan no se movió.
—Tranquila, cariño. No vas a ahogarte. Me quedaré tan quieto como pueda. Respira por la nariz… Así… —Ella escuchó sus palabras pero no se tranquilizó hasta que él añadió—: No permitiré que te ocurra nada.
Y lo cumpliría; lo sabía. Con aquel pensamiento en la mente, se concentró en respirar por la nariz. Tomó aire. Tragó y notó de nuevo el glande en el fondo.
Logan maldijo de nuevo.
—¡Dios! Estoy intentando ser suave, de verdad, pero joder…
La inexperiencia de Tara era más que evidente. Había hecho alguna mamada estando borracha en la universidad e incluso habían criticado su técnica en una ocasión. Y Brad nunca había parecido tan excitado cuando le tomaba en la boca; quizá se había limitado a chuparle sin ganas.
Tara retrocedió y la húmeda erección salió de su boca.
—Siento no saber hacerlo mejor. No he practicado con frecuencia.
Él sonrió de oreja a oreja.
—Cherry, no podrías hacerlo mejor, pero me encanta saber que soy uno de los pocos que ha estado en tu boca. —Le acarició suavemente la mejilla—. Ábrela bien y saca la lengua.
Obedeció al instante, en parte excitada ante la suave orden. Logan se introdujo por sí mismo y friccionó la dura carne sobre su lengua.
—No te muevas —pidió él—. Quiero observar esto.
Poco a poco, deslizó la erección sobre la lengua, frotando el empapado glande, el tallo, toda la sedosa longitud, hasta que chocó contra el fondo de la garganta otra vez.
—Ahora cierra los labios en torno a mí.
Tara no vaciló, albergó la cálida carne en su boca y gimió.
—Muy bien. Quiero follarte la boca. Si es demasiado, chasquea los dedos, ¿de acuerdo?
Apenas le dio tiempo a asentir antes de que él comenzara a marcar un ritmo abrasador entre sus labios. Volvió a enredarle los dedos en el pelo mientras gemía y se deslizaba sobre su lengua hasta golpear la glotis una y otra vez.
Se empapó del sabor de Logan. Su olor le inundó cada poro.
—No puedo parar, Cherry. ¡Dios mío!, me vas a matar. ¡Sí, cariño! Oh, sí… joder… No duraré. Ahora traga, traga cada gota.
Tara se tensó. Jamás había tragado nada. Las pocas veces que había llegado al final de esa manera siempre había escupido discretamente en el lavabo o en un vaso. Pero pensar en tener esa intimidad con Logan, en que podía complacerle así, la ponía nerviosa, aunque no la asustaba.
Le chupó con más fuerza, succionando cuando él se impulsaba para crear todavía más fricción con la lengua en toda la longitud, rozándose contra sus dientes.
—¡Ya! Estoy… ¡Joder! —Le tiró del pelo cuando comenzó a latir en su lengua—. ¡Dios!
Al notar los veloces y salados chorros en la garganta, cubriéndole la lengua, al sentir que Logan se estremecía y susurraba «Cherry, cariño, sí…», se vio inundada por una emoción que no pudo explicar. Decir que era felicidad era demasiado simple, tampoco era orgullo. Era una profunda conexión, la satisfacción de haberle proporcionado lo que más deseaba.
Siguió succionándole suavemente, lamiendo el miembro de arriba abajo. Él le acunó la cabeza antes de acariciarle el pelo, peinando los finos mechones durante un buen rato antes de salir de su boca.
Cuando ella buscó sus ojos, vio en ellos una mirada deslumbrada y feliz. Ahora estaba relajado. Era tan impresionantemente guapo cuando sonreía que la imagen resultaba casi dolorosa.
Logan suspiró, se inclinó y la besó en la punta de la nariz antes de dejarse caer en la cama con una temblorosa sonrisa.
—Ha sido… estupendo. No: increíble. —Se giró hacia ella y le acarició la cabeza con una mano mientras la miraba—. Lo necesitaba.
Tara se sintió feliz. Estaba encantada de haberle proporcionado una liberación que no fuera por su propia mano.
—¿No permites que las sumisas te hagan esto en el club?
Logan negó con la cabeza.
—La última vez que lo intenté, estuve más de veinte minutos sin eyacular. Sabía que no sería capaz, así que abandoné. Era culpa mía, no de ella.
Unas conflictivas emociones la inundaron: orgullo por haberlo logrado, por haber tenido éxito donde otras habían fallado y celos de que otras mujeres le hubieran albergado en su boca. No era racional ni justo. Lo cierto es que era él quien tenía más motivos para estar celoso. Ella se había comprometido, había mantenido relaciones sexuales durante los últimos años. Sentirse posesiva con él no era precisamente lógico.
Imaginó que, al ayudarle a superar lo que le ocurría, era natural sentirse tan cerca de él; sobre todo cuando tenía su olor y su sabor todavía en la boca, y él estaba tumbado a su lado, observándola fijamente. Parecía el momento correcto para poner fin a la aflicción que les envolvía a los dos, para saber que, de una vez por todas, podrían enfrentarse a la vida.
—Te has quedado muy callada y ensimismada. ¿Te he perdido ya?
Ella negó con la cabeza.
—Es sólo que ha sido un día trascendental.
Él se estremeció.
—Dos orgasmos, una azotaina en las nalgas, ser acariciada por un desconocido y una ruptura sentimental. Si estás demasiado cansada para más, me sentiría satisfecho haciéndote disfrutar con la lengua antes de dejarte dormir. ¿Qué es lo que tú quieres, Cherry?