A Tara se le revolvió el estómago. ¡Santo Dios! Iba a vomitar.
—¿La han matado? Pensé que se limitaban a venderlas como sumisas y…
Logan asintió con la cabeza; parecía pensativo.
—Si tenemos en cuenta que la encontraron en Estados Unidos, no creo que la hubieran vendido aún. Y dada la situación en la que se encontraba el cadáver, diría que alguien perdió la paciencia durante el entrenamiento, o que sus gustos se inclinan más por el juego duro que por una sumisión consensuada. Esta gente no tiene corazón, Cherry. Si vas a seguir en el caso, y me gustaría que no lo hicieras, tienes que dejar a un lado todos tus prejuicios. No puedes retener nada mientras te entreno.
A pesar del miedo que le secaba la boca, ella no tenía ninguna duda respecto a su decisión. No había manera de que abandonara a Darcy —ni a ninguna otra mujer— a su suerte. No podía perder la esperanza en la misión. Aquello iba mucho más allá de complacer a Adam o de perseguir su secreta ambición de convertirse en agente de campo. Necesitaba salvar a esas chicas.
Logan tenía razón; tenía que abrirse por completo. Secuestrar mujeres y traficar con ellas era terrible, pero si se añadía la tortura y el asesinato… Sintiera lo que sintiera por Logan personalmente, las últimas veinticuatro horas le habían enseñado que se vería en apuros si intentaba ocultar su respuesta a un Amo bien entrenado. Aprender a someterse era necesario para la misión. Y, si era honesta consigo misma, ser sumisa llenaría un vacío en su mente que no había querido admitir hasta entonces. Le asustaba y había luchado contra Logan desde que atravesó el umbral de su mazmorra. Pero ya no podía permitirse ese lujo.
—Tienes razón —convino—. Me concentraré por completo en adquirir un buen entrenamiento.
Una expresión de alivio y orgullo cruzó por la cara de Logan mientras le acariciaba la mejilla.
—Muy bien, Cherry. Eres muy valiente.
Tara tragó saliva. No quería pensar en lo bien que la hacía sentir la aprobación de Logan. Era mentira. Como Brad había señalado, Logan le había causado sufrimiento durante toda su vida, pero si realmente quería someterse a él, tenía que olvidarse de ello. Sin embargo, tenía que protegerse de alguna manera. De lo contrario, no acabaría el entrenamiento sin volverse loca.
—Tienes que prometerme una cosa.
Él arqueó una ceja.
—Dime qué es y lo consideraré.
—Te daré todo lo que tengo. No lucharé contra ti. No fingiré someterme ni que no me excitas. Te ofreceré absoluta honradez sexual. A cambio, una vez que la misión haya acabado, saldrás de mi vida y no volveremos a vernos. Si esos términos no son aceptables para ti, hablaré con mi padrastro, que es amigo íntimo del almirante Pierce, para que revoquen tu permiso de inmediato —alardeó—. ¿Trato hecho?
Logan clavó los ojos en su pequeña e inteligente Cherry. Enfadarse sería fácil, pero no tendría sentido. Si no accedía, lo más probable es que le enviaran a algún agujero del Tercer Mundo al día siguiente por la mañana y Tara se saldría con la suya: que la entrenara otro Amo. «¡Joder!». Eso no.
Logan la dejó sobre las sábanas de seda y se pasó la mano por la cara. Estaba entre la espada y la pared. O bien se negaba al trato y se rendía ahora, o corría el riesgo esperando que en el tiempo que les quedaba juntos pudiera enseñarle todo lo que necesitaba saber y volver a conquistar su corazón. No había duda.
—De acuerdo. —La cogió por la barbilla y la obligó a mirarle a los ojos—. Pero necesito tu cooperación absoluta en todo, en mis términos. Si vuelves a desafiarme siquiera una vez, si me mientes o no confías en mí, el trato queda roto.
—Vale —convino.
—Sin dudas, Cherry. Si no, cuando la misión termine, te perseguiré con todas mis fuerzas.
Tara se zafó de él y le miró colérica, como si intentara comprender sus motivos. Si no la hubiera estado mirando, no habría sido consciente de la curiosidad y la confusión que ella intentaba ocultar. Deseó que le preguntara; se sentiría más que feliz de explicarle por qué la había dejado años atrás. Admitiría con gusto que todavía la amaba tanto que le dolía. Pero Tara aún no confiaba en él. Las pullas que él había lanzado a Brad esa mañana no habían contribuido a su causa precisamente, y sabía que, si le confesaba ahora sus sentimientos, ella no le creería. ¿Por qué iba a hacerlo? No es que él hubiera llamado a su puerta todos los días intentando reconquistarla. No, había intentado, a su manera, seguir adelante; igual que ella.
Ella le miró con el ceño fruncido antes de asentir con la cabeza.
—Vale. Pero tengo que hablar con Bocelli antes de que sea demasiado tarde en la Costa Este. Tengo una cita con el agente York a las seis y cenaré con mi padrastro a las siete y media. Y, además, tengo que encontrar un lugar donde dormir antes de llevarme mis cosas de casa de Brad.
¿Había estado viviendo con ese capullo? Quizá aquel hecho no debería sorprenderle, pero sus palabras fueron como un puñetazo en el estómago.
—Puedes quedarte en mi casa.
Tara negó con la cabeza.
—No creo que sea una buena idea. Misty me dijo que conocía algunos moteles en los alrededores. Iré a uno de ellos. Así no interferirá con el trabajo.
—Como quieras. Pero no puedes salir de la mazmorra antes de las cinco. Tengo algo planeado para esta tarde. De hecho, tenemos mucho trabajo por delante antes de que estés lista, necesitaremos de todo el tiempo del que disponemos. Durante el resto de la semana, empezaremos a las seis de la mañana.
—Muy bien —murmuró ella.
Logan respiró hondo e intentó concentrarse. Lo único en lo que podía pensar era en envolver a Cherry entre sus brazos, meterla en el todoterreno y llevarla a su casa, a su cama —donde no había estado con ninguna otra mujer—, atarla y penetrarla. Tan profunda e intensamente que ella jamás olvidara la manera en que la llenaba.
Joder, ¡vaya ironía! Había rechazado a infinidad de sumisas que le hubieran proporcionado todo el sexo que quisiera. Cuando finalmente encontraba a una que encendía todo su ser, no la podía tener.
Al menos, todavía no.
Mientras ella se pasaba la noche tratando de darle sentido a su vida, él buscaría la manera de conseguir que fuera suya. Planearía qué hacer. Su tiempo con Cherry era limitado, así que tendría que recurrir a todo lo que tuviera a su alcance para demostrarle cómo se sentía. La entrenaría lo mejor que supiera, se aseguraría de que no fallaba en la misión y le mostraría quién era el dueño de su corazón de una manera que no podría negar.
—De pie —ordenó Logan.
Sin decir nada, ni vacilar, Tara se puso en pie ante él con las manos en la espalda, los pechos erguidos y la mirada clavada en la suya de manera desafiante.
—Ten cuidado con tu actitud —le advirtió con voz sedosa—. ¿Alguna vez has oído hablar del juego duro?
—Sí. —Ella rebuscó la información en su mente mientras observaba que Logan estudiaba cada rincón de su cuerpo desnudo—. Se refiere a juegos sexuales de extrema dureza, al límite de la seguridad y la cordura, como la asfixia erótica o realizar cortes deliberados.
—Correcto. A muchos practicantes del BDSM, entre los que me incluyo, no les gusta, así que no llegaremos tan lejos. Me refiero a otro tipo de juego duro.
Unos momentos después, Logan introducía su código de seguridad en la puerta de la mazmorra. Tara estudió al hombre que entró.
Era alto, de pelo oscuro y ojos color ámbar. Parecía hispano o italiano. Su cutis bronceado indicaba que pertenecía a alguna raza exótica. Cuando entró, parecía aburrido. En el instante en que la vio, sus ojos se iluminaron como si se hubiera tropezado con un nuevo y fascinante juguete y apenas pudiera esperar a disfrutarlo.
Tara movió los brazos, dispuesta a cubrirse los pechos.
—Quieta —ordenó Logan en voz baja.
Ella se tensó y se obligó a dejar caer las manos a los lados.
Logan asintió con la cabeza en señal de alabanza.
—Te presento a mi amigo, y Amo asociado, Xander.
—¿Qué hace aquí?
—Por regla general no respondería a esa pregunta, pero dado que te estoy entrenando para una misión, te lo explicaré. En el mundo del BDSM, se considera de buena educación compartir a tu sumisa con otros Amos. Cuando estéis infiltrados, el agente York puede recibir peticiones para dejar que otros te toquen. Tienes que tener asimilada la idea de que eso ocurrirá y de que no tendrás ningún control sobre ello. Ahora, preséntate ante nosotros.
Mil pensamientos atravesaron la cabeza de Tara. Estaba sorprendida y enfadada porque Logan quería que otro hombre la mirara, la tocara. ¡Maldición! Si acababa de hacer lo imposible para apartar a Brad de su vida.
Pero además tenía que prepararla para todo lo que pudiera ocurrir a puerta cerrada.
Se negó a revelar su ansiedad o a romper el trato, así que asintió con la cabeza y acató la orden de Logan, arrodillándose sobre el frío cemento ante ellos. Xander recorrió con los ojos cada centímetro de su piel desnuda, tal y como Logan quería.
—Es preciosa. —La profunda voz de Xander le erizó la piel y le hizo sentir un hormigueo ante la elocuente sinceridad de sus palabras.
—Cherry siempre lo ha sido.
El tono de Logan rezumaba calidez. Aquello iba de mal en peor, pero por alguna razón escuchar el deseo y el orgullo que mostraba hizo que se mojara sin remedio.
—También es muy inteligente y dulcemente espinosa. Y… sumisa —agregó Logan finalmente.
—Eres un cabrón afortunado —murmuró Xander—. ¿Puedo?
—Sí. Yo te dirigiré.
Antes de que ella pudiera preguntarse lo que significaban aquellas palabras, Xander tendió una mano. ¿Qué querían que hiciera? Miró a Logan llena de duda.
—Ya te mira buscando instintivamente tus órdenes —observó Xander, claramente sorprendido—. Has hecho muchos progresos en apenas veinticuatro horas.
—Aún nos queda mucho camino por recorrer —respondió Logan. Luego la miró—. Dale la mano, Cherry. Haz cualquier cosa que él te pida a menos que yo ordene lo contrario. ¿Entendido?
—D-de acuerdo, Logan. —Puso la punta de los dedos sobre la áspera palma de Xander. Tenía la piel caliente. Olía a lluvia y a madera recién cortada, a algo muy masculino. Sin añadir nada, él la ayudó a ponerse en pie y la condujo a la cama.
Logan cruzó los brazos, observando. La certeza de que él estaba allí la tranquilizaba, pero sus siguientes palabras no lo hicieron.
—Túmbala boca arriba, átale muñecas y tobillos.
Tara estuvo a punto de protestar, pero se contuvo y se obligó a examinar su reacción. La orden había hecho que comenzara a palpitarle el clítoris, y eso la asustó. Odiaba admitirlo, pero había prometido honradez y no podía fallar. Si permitía que Xander hiciera lo que Logan le había pedido, quedaría completamente vulnerable ante ellos. Pero también se excitaría. Y Logan lo sabía.
—¿Qué va a hacerme, Logan?
—No debes preguntar eso, Cherry. ¿Quieres dejarlo aquí?
—No.
Tara tomó aire, deseando poder calmarse. Luego la enorme mano de Xander se tragó la suya y la condujo hasta las sábanas de seda negra, dispuesto a atarla. Con el corazón acelerado, se agarró a él con fuerza. Suavemente, Xander le apretó la mano para tranquilizarla.
—No te haré daño —susurró.
No, pero la presionaría más allá de lo que ella estaba acostumbrada. Y Logan le explicaría exactamente cómo hacerlo. Y, por mucho que la desconcertara admitirlo, pensarlo la excitó y sensibilizó.
Llegaron hasta la cama demasiado rápido para ella. Xander la ayudó a subirse al colchón antes de asegurarle los tobillos y muñecas con las correas de velero que había en las esquinas. Ella cerró con fuerza los ojos, dolorosamente consciente de su sexo expuesto.
Xander se sentó sobre los talones y le separó más los muslos con las cálidas palmas. Luego clavó la mirada en su vulva. Le vio entrecerrar los párpados con lujuria y alargar la mano. Le frotó el resbaladizo clítoris con el pulgar.
Aquello incrementó su excitación y se retorció.
—Mmmm —murmuró Xander—. Me encanta su coñito. Entiendo por qué no la has depilado. Ese vello rojo y la carne rosada… hacen que parezca una joya.
Logan se acercó despacio, le rozó el dolorido pezón, la mejilla.
—Me podría pasar todo el día tocándola, jugando con ella, saboreándola, observando cómo se corre una y otra vez.
Tara contuvo el aliento. Las palabras de Logan la turbaron por dentro. Pensar en estar atada e impotente mientras él jugueteaba con ella con dedos y labios, dientes y lengua, con el único objeto que proporcionarle un placer interminable… El deseo tensó su cuerpo.
Incapaz de contener su reacción, emitió un gemido.
—Muy bien —la alabó Logan—. Ésa es una respuesta honesta.
Tara se mordió los labios. «Demasiado honesta».
Xander le pasó un dedo por los pliegues empapados.
—Definitivamente, a ella le gusta la idea.
—Recuerda, Cherry, no te corras a menos que yo te lo diga. —Miró a Xander—. Véndale los ojos.
Xander se dirigió al armario del rincón sonriendo ampliamente y regresó con algo que parecía un antifaz para dormir en forma de lazo negro.
Ella luchó, negando con la cabeza.
—Necesito ver lo que ocurre.
—Recuerda tu promesa. No eres tú quien dirige la escena, así que no necesitas ver nada. Yo mando.
—Si no puedo ver, cómo comprenderé el sentido de este ejercicio —improvisó ella.
Lo cierto era que ser estimulada por los dos con los ojos vendados la asustaba de muerte.
Logan esbozó una erótica sonrisa.
—Confía en mí, te acostumbrarás enseguida. Xander, hazlo.
Demasiado rápido para su gusto, le cubrió los ojos con la máscara y se vio perdida en la oscuridad. De inmediato, intentó contener el pánico y se concentró en los demás sentidos. El aire frío que le acariciaba los duros pezones y los ardientes pliegues de su sexo. El aliento de Xander en su cara cuando se cernió sobre ella. La sequedad aprensiva de su boca. Una sensación de vacío cuando se apartó para colocarse entre sus piernas. Le rozó el clítoris con el pulgar un par de veces. El deseo se enroscó en su vientre. Otra vez, él se apartó. Unos momentos después escuchó un zumbido eléctrico, justo un momento antes de que algo vibrara sobre su clítoris. Se estremeció de placer.
—¡Oh, Dios! —gritó.
—¿Te hace daño? —preguntó Logan.
Xander movió el dispositivo hacia un lado del clítoris, luego al otro, avivando su deseo. Justo cuando la estimulación llegaba a su punto máximo, regresaba al capuchón y volvía a empezar. Según le indicó Logan, Xander movió el juguete de un lado a otro hasta que el ansia se extendió también a su piel y a su sangre. El sexo de Tara comenzó a contraerse por el doloroso vacío. Cada vez que el otro Amo rozaba ese aparato de goma sobre ella, la hacía arquearse, quedarse sin aliento cada vez más excitada.
—¿Lo hace? —exigió Logan.
«¿Qué le había preguntado?». Maldita sea, no podía recordarlo, sólo podía ahogarse en el deseo.
—¿Te hace daño? —repitió—. No volveré a preguntarlo.
—N-no. —Tara jadeaba. No podía ocultar que el orgasmo estaba apenas a unos segundos y era incluso más potente porque Logan había exigido que ese desconocido, su amigo, la excitara.
Aún así, una parte de ella no quería alcanzar el clímax con Xander. Quería rogarle a Logan que la tocara, que le hiciera alcanzar el éxtasis en sus brazos. Tenía poco sentido desear de esa manera a ese bastardo manipulador, pero el pensamiento la llevaba más cerca del límite. Por Dios, sólo un segundo más…
—Alto —exigió Logan.
Al instante, Xander alejó el juguete para deslizar dos dedos sobre el sensible y excitado brote. Tara se estremeció entre gemidos.
—Está duro y palpitante —dijo Xander como si estuviera tan excitado como ella.
Entonces cesó el suave roce. El susurro del cuero le dijo que se había alejado de nuevo.
—Excelente. —Logan parecía satisfecho.
Después ella se querría morir de vergüenza y golpearle, pero ahora le anhelaba demasiado. ¿Qué clase de juego estaba jugando? ¿Estaba intentando demostrar que podía controlar su orgasmo y por tanto controlarla a ella? Era algo digno de un cavernícola y, sin embargo, la certeza de que se encontraba indefensa ante él, de que sólo la dejaría gozar cuando lo estimara oportuno, la excitaba peligrosamente.
—Basta, por favor. —Ella negó con la cabeza de un lado a otro.
—Apenas acabamos de empezar —le aseguró Logan.
Xander —era gracioso lo bien que les diferenciaba— se rió divertido.
Los dos hombres se alejaron de la cama para hablar en voz baja de manera ininteligible. El cuerpo de Tara protestaba, pedía a gritos otro toque, otro roce. Escuchó un chirrido, una especie de chasquido a la izquierda. Habían abierto la puerta del armario. ¿Qué demonios guardaba Logan allí dentro?
Mucho se temía que estaba a punto de enterarse.
Un instante después, Xander se acercó de nuevo. Le distinguió por el olor. Él se inclinó sobre ella y rozó los labios contra su piel desde el hombro hasta la curva del pecho. Tara contuvo el aliento. No era bueno; ni malo; sólo una sensación que la sorprendió.
De repente, escuchó el susurro de una tela, un golpe, y un suspiro de resignación de Xander. Tara no sabía de qué se trataba. Notó que el amigo de Logan se acercaba otra vez y se preparó para lo que fuera. Casi podía ver a Logan observándola.
Ahora, algo frío y con textura de goma se deslizó entre los pliegues empapados e hinchados de su sexo, esparciendo los fluidos. Al poco, Xander deslizó aquello en su interior. El plástico también le tocaba el clítoris. Ella no respiró, no sabía qué esperar.
Sus amigas decían que los juguetes sexuales eran los mejores amigos de una chica sin pareja. Tara jamás había tenido uno. Ahora lo pagaría muy caro, porque no tenía ni idea de qué era eso ni lo que pensaba hacer Xander con él.
Contuvo el aliento.
Escuchó un leve «che» y la resbaladiza goma que tenía en su interior comenzó a moverse. Entonces dio inicio el tortuoso placer. El plástico que le rozaba el clítoris comenzó a vibrar, friccionando el ya estimulado brote. Peor todavía: el juguete comenzó a frotar un sensible lugar en el interior de su vagina y, en el mismo segundo en que sintió ese sorprendente placer, perdió el control y gritó.
—Muy bien —la alentó Xander—. Oh, le gusta que le estimulen el punto G. Esto va a ser divertido.
Su voz contenía una pizca de perverso regocijo que hizo que Tara quisiera y temiera más.
—Ciñete al plan. —Le pareció que Logan apretaba los dientes.
«¿Qué plan?».
—Vale —respondió Xander, contrito.
Comenzó a mover el juguete por los lugares más sensibles, adelante y atrás, centrando el placer hasta que ella no pudo tomar aire y se arqueó, gritando. Impotente, Tara apretó los puños y se contorsionó cuando la necesidad de alcanzar el orgasmo se convirtió en una tortura no aliviada. Se mordió los labios, intentando con desesperación no perder la cabeza. Logan había obligado a Xander a detenerse la última vez cuando les reveló con un gemido el inminente orgasmo. Puede que si permanecía en silencio, él no se diera cuenta hasta que fuera demasiado tarde.
Las sensaciones siguieron fluyendo, retorciéndose y creciendo, atravesándola por completo. Su corazón se había desbocado y no podía hacer otra cosa que tensar los músculos de los hombros, los muslos y las nalgas. Casi…
—Alto —ordenó Logan.
Xander apagó el dispositivo.
—¡No!
—No vas a alcanzar el orgasmo sin mi permiso, Cherry. Te azotaré si lo intentas.
—No me hagas esto. —La suplica salió de su boca antes de que pudiera contenerla.
—¿Y qué piensas exactamente que estoy haciendo? —preguntó Logan.
Xander sacó el juguete de las húmedas profundidades de su cuerpo. Luego deslizó los dedos por la resbaladiza carne entre sus piernas, deteniéndolos cerca del clítoris, rozando la piel a su alrededor pero sin tocarlo, sin proporcionarle más que la estimulación necesaria para que fuera consciente de que su cuerpo —y su placer— estaba en sus manos.
—Me mantienes al límite.
—Sí, es una de las cosas que se hacen en el juego duro. Podría hacerlo durante todo el día, cariño. ¿Qué te parecería?
¡Oh, Dios! Iba a dejarla así, una masa suplicante de deseo y ansiedad hasta que le implorara.
—¡Cabrón! Quieres castigarme.
—¿Tal vez por haber salido sin permiso y no haberte disculpado?
Y tal vez ella debería preguntarse por qué soportaba eso. Sí, Xander la había estimulado con aquel juguete, pero eso no la excitaba ni la mitad que saber que era Logan quien controlaba su placer. Tara sentía que si bien su deseo se había vuelto frenético, el de él también era febril. Como si estuvieran conectados. ¿Qué significaba aquello?
Tras dejar caer el juguete en la mesilla de noche, Xander se alejó de nuevo, pero esta vez Logan permaneció donde estaba. Tara sintió su ardiente mirada sobre ella incendiando su piel, haciendo que se le tensaran los pechos, que le palpitara el clítoris. Dios, saber que la miraba con deseo no servía precisamente para aplacar su excitación.
—Lo necesito —insistió ella—. Tiene que tocarme alguien. Ya he demostrado que no me he retraído cuando Xander me ha acariciado entre las piernas.
—No es el único propósito. Una sumisa bien entrenada retiene el orgasmo hasta que le autorizan para alcanzarlo, es así como más complacerá a su Amo. Ayer gritaste, imploraste y te corriste sin permiso casi en el momento en que puse la boca en tu sexo.
Ella se sonrojó.
—Gracias por compartirlo con Xander.
—La privacidad y la modestia no tienen cabida en un club de BDSM. Ningún Amo tolerará que te corras sin permiso. Si quieres salvar a la agente Miles y hacer bien el trabajo, concéntrate y deja de preocuparte por algo que no depende de ti. ¿Entendido?
Una vez más, Logan le recordaba que debía contener la cólera que él despertaba en ella y centrarse en su objetivo. Había prometido dejar de resistirse y necesitaba lograrlo hasta el final.
—Sí, Logan.
—Buena chica. ¿Xander?
Tara se tensó al instante. Tercer asalto, allá iba. Con la venda cubriéndole los ojos, no sabía qué esperar. Se estremeció de miedo y anticipación, concentrándose en su mente y no en su cuerpo, sencillamente dejando que ocurriera lo que fuera.
Una húmeda lengua le lamió el tenso pezón. Era Xander. El pequeño pico se apretó todavía más. Tara respiró hondo asimilando la sensación. Sin embargo, cuando él capturó todo el pezón con el calor de su boca y lo chupó hasta dejarla sin aliento; apretó los puños.
Poco a poco, Xander soltó la dura cima y repitió el proceso en el otro pezón mientras retorcía el primero entre el pulgar y el índice.
Tara arqueó la espalda involuntariamente en una súplica silenciosa.
Un segundo después, él se alejó. Antes de que ella pudiera asimilar la decepción o pensar que Logan todavía les observaba, sintió dos intensas punzadas de dolor, una en cada pezón. No pudo respirar.
—Oh, Dios. No puedo sopor… No puedo…
—Respira hondo —le exigió Logan—. Asimilarás el dolor, puedes hacerlo.
¿Se había vuelto loco?
—No.
—¿Estás diciendo tu palabra segura?
No podía librarse tan fácilmente de la situación.
—No.
—Entonces, acepta el dolor. Por mí.
Dios, debía de haberse vuelto loca porque aquellas palabras la conmovieron. Se sintió indefensa como nunca antes. No podía hacer otra cosa que aceptar lo que él eligiera darle. No quería decepcionarle.
Como era algo que no podía cambiar, se dejó llevar por el dolor. Poco a poco, la punzada se difuminó hasta convertirse en un latido soportable que se enroscó con el que ya sentía en el vientre haciendo que el fuego que ardía en su interior se intensificara. Gritó.
—¿Quieres correrte?
—¡Sí!
—Dilo correctamente.
—¡Sí, Logan! Por favor…
Una mano se deslizó por su estómago, unos dedos rondaron más abajo hasta que se colaron entre los empapados pliegues y le rodearon el clítoris. Supo, por el tacto y el olor, que se trataba de Logan.
—Xander —le apremió Logan, sin ninguna aclaración más.
Él le acarició los pechos y tironeó suavemente de las pinzas. Tara se contoneó, suplicante. Los dos la agasajaron, manteniéndola justo al borde del clímax.
Se le llenaron los ojos de lágrimas cuando sintió como si su cuerpo albergara una creciente tormenta. Eran tantas las sensaciones que la inundaban que no podía asimilarlas, ni procesarlas… no podía hacer nada salvo sentirlas.
De repente, Xander le quitó las pinzas. La sangre le inundó los pezones con un agudo dolor al tiempo que Logan jugueteaba con su clítoris otra vez. Tara se arqueó, intentando buscar más presión donde la necesitaba.
Logan se detuvo al instante y le dio un leve azote en el monte de Venus con la yema de los dedos.
—Deja de moverte. No te corras.
Tara contuvo una maldición, casi incapaz de pensar por culpa de la necesidad.
—¿Qué quieres de mí?
—Respira, Cherry —le susurró al oído—. Para empezar, tu sumisión. Hablaremos del resto más tarde. Concéntrate en contener el orgasmo.
Ella recurrió a toda su voluntad para detener el clímax que se avecinaba. La sensación era tan intensa que casi resultaba dolorosa. Intentó calmarse respirando hondo. Poco a poco, funcionó.
Tara aflojó los puños y dejó de clavarse las uñas en las palmas. Relajó la cabeza y los muslos, dejándolos caer en la cama antes de apoyar los hombros sobre las sábanas de seda. Volvió a respirar profundamente, esperando —rogando— haber recuperado el control.
El sonido del velero y el aflojamiento de las ataduras le dijo que estaba libre. Xander le quitó la máscara. Al unísono, le frotaron las muñecas y los tobillos.
Después de un minuto, Logan se inclinó sobre ella y le cogió la cara entre las manos.
—¿Estás bien ahora, Cherry? ¿Tranquila y relajada?
—¿Esto es todo? ¿No vas a permitir que me corra?
Con un meneo de cabeza, Logan recuperó la bata de seda y se la ofreció. Mientras ella se la ponía, él miró el reloj. Tara no pudo evitar notar la tensión en sus hombros y la enorme erección que contenía la bragueta.
—El entrenamiento no siempre conlleva placer. Son las cinco. Vete a casa. No te masturbes o lo sabré y te pondré el trasero rojo como… bueno, como una cereza. Nos vemos mañana por la mañana. —Miró a Xander—. Y tú, no me cabrees.
Su exótico amigo levantó una mano.
—Ni se me ocurriría. Hablaremos cuando salgas de la ducha.
—Cabronazo —masculló Logan, dirigiéndose hacia la puerta. De eso nada. Ella no pensaba dejarle marchar. Enfadada y dolorida, Tara salió disparada tras él y le retuvo por el brazo, duro como el granito.
—¿Qué clase de dominación es ésta?
Él arqueó una ceja con impaciencia.
—Te lo he explicado ya.
—Sí, ya, mucho blablabla. ¿No crees que hoy me has presionado demasiado? He perdido a mi prometido. Incluso Dios sabe lo rápido que me has despojado de la dignidad. Por ti, no tengo privacidad. No me permites ser modesta. Me lo quitas todo. ¿Eso es lo que te proporciona un enfermizo placer? ¿Doblegarme y…?
—Ohhh. —Xander negó con la cabeza, en su dirección—. Tara, si yo fuera tú, huiría.
Tara siguió hablando sin soltar el bíceps de Logan.
—No me voy a ningún lado hasta que me explique qué intenta conseguir.
—Te lo he explicado ya. —Logan repitió cada palabra con tranquilidad—. Me oíste perfectamente. Pero no es por eso por lo que estás enfadada. Lo estás porque no permito que te corras.
Antes de que Tara pudiera parpadear, Logan la alzó entre sus brazos y se dirigió a la cama con los dientes apretados. Parecía que tenía tenso cada músculo del cuerpo. Y ella tuvo el presentimiento de que había despertado a la bestia.
El corazón se le desbocó.
—¡Suéltame!
—No eres tú quien da las órdenes, Cherry. —Con ese recordatorio, Logan se dejó caer pesadamente en la cama y la colocó a horcajadas sobre sus caderas—. Lo hago yo. Si quieres, córrete.
Ella no sabía a qué se refería, sin embargo, la oportunidad de estar más cerca de él era un aliciente que supo que debería resistir pero no pudo. Apoyó las manos en sus hombros y contoneó las caderas hasta que sus empapados pliegues se acomodaron contra la dura erección.
—Rodéame el cuello con los brazos.
Con la respiración jadeante, ella deslizó las palmas sobre su nuca y le envolvió con sus brazos. Sus caras quedaron muy cerca y el ardor que emitían los ojos de Logan la bombardeó con algo que intensificaba el fuego que latía en su vientre.
—¿Cuál es tu palabra segura? —ladró él.
—R-romeo.
—Bien. Úsala o frótate contra mi polla hasta que te corras.
Oh, Dios, la intención de Logan le resultó clara como el agua. La obligaba a negar que le deseaba o a usarle para masturbarse. Sin importar lo que hiciera, perdería.
Maldito fuera, ¿no era aquello una metáfora perfecta de su relación con él?
—Cabrón —siseó.
—Elige, Cherry. Tienes tres segundos.
La furia y el deseo crecieron como la espuma en su interior. Ella le deseaba tanto como le odiaba. Pero siempre había sido así con él; la atracción que sentía por Logan era innegable e inevitable.
Tara se inclinó sobre él y capturó sus labios en un intenso beso mientras mecía el dolorido clítoris sobre la gruesa erección. Se quedó sin aliento cuando la necesidad atravesó su cuerpo y le hizo hervir la sangre en las venas. Logan frotó su lengua contra la de ella y le agarró el pelo en un puño.
Ella se contorsionó como una salvaje; jadeando, esforzándose, necesitando todo lo que él podría darle. Y aún no era suficiente. Gimiendo, le clavó las uñas en la espalda desesperada por alcanzar un orgasmo que le asustaba por la intensidad que prometía.
De repente, él interrumpió el beso.
—¿Quieres correrte?
Por Dios, ella apenas podía escapar de la neblina de necesidad. Pero no podía hacerlo. Miró a aquellos ojos azules; no podía apartar la vista de la ardiente demanda que la quemaba viva.
—Sí —jadeó ella—. Por favor, dámelo…
—No. Tómalo. —Sus ojos llameaban al mirar los de ella—. Tómalo ya.
Como si sus palabras hubieran sido justo lo que ella necesitaba, el muro que contenía las sensaciones, se derrumbó. Gritó, no podía respirar, sólo sentir cómo se dejaba llevar por el placer que la inundaba.
Y su alma explotó.
Cuando los intensos latidos de su vientre se apaciguaron, se aplacó y respiró hondo. Entonces vio a Logan, quieto como una estatua, con una expresión que decía que él también estaba a punto de estallar.
—¿Logan?
—¿He tomado algo de ti? ¿Te he impuesto algo a la fuerza?
Las preguntas la hicieron sentirse pequeña y la obligaron a admitir la verdad. Le picaron los ojos, pero parpadeó para hacer desaparecer las lágrimas.
—No.
—Entonces te veré a las seis de la mañana. —Le dio un beso duro y rápido en los labios y la dejó sobre la sábana de seda. Apenas le dio tiempo a observar el lugar que había mojado con sus fluidos en el frente del pantalón de cuero cuando él atravesó la mazmorra a grandes zancadas y cerró la puerta desde fuera.
Tara lo observó marchar sintiendo como si se llevara consigo una parte de ella. Estaba enfadado; dolorido. Volvieron a llenársele los ojos de lágrimas. ¿Qué había pasado? Hacía sólo un minuto estaba furiosa con él. Entonces él la obligó a admitir su necesidad, a tomar lo que deseaba ardientemente, y volvió a derribar sus barreras otra vez.
Xander se rió de ella, de la expresión aturdida que iluminaba su cara.
Tara se ciñó el cinturón de la bata.
—¿Qué te parece tan gracioso?
—Jamás le había visto tan afectado. Ese orgasmo fue para ti, ¿sabes? El Logan que yo conozco habría hecho que la sumisa aprendiera una importante lección. —La miró con la cabeza ladeada—. Pero consintió que te corrieras porque no soportaba dejarte en ese estado. ¡Joder, eres perfecta para él! Me río porque se va a la ducha a masturbarse pensando en ti, como siempre. Pero no creo que esta vez el ritual se alargue mucho.
Aquel discurso de Xander la sorprendió tanto que apenas sabía dónde mirar.
—¿Crees que Logan piensa en mí cuando se masturba?
—Sé que es así. Todos los días que yo le he visto hacerlo durante los últimos cinco años.
—¿Durante los…? —«Imposible».
Abrió la boca para protestar, aunque no sabía exactamente por qué, así que la cerró. Pero las preguntas siguieron sucediéndose en su interior.
—¿Cómo sabes que piensa en mí?
—Lo admitió un día que bebió demasiado tequila. Hemos hablado sobre ello. Incluso he tenido la desgracia de verlo en la ducha. —Xander la miró con expresión interrogativa—. ¿Has visto sus tatuajes?
—Vi símbolos japoneses en sus costillas.
—¿Y sabes lo que significan? —preguntó Xander, arqueando una ceja oscura.
—Sí, «no te rindas». Él mismo me lo tradujo.
—Te mintió. ¿Le has visto sin los pantalones de cuero?
¿Qué intentaba decirle Xander?
—No, nunca se los ha quitado.
—Pues oblígale. Te voy a decir algo más: Logan no ha hecho el amor con una mujer desde que le conozco.
Tara se quedó boquiabierta.
—De eso nada. Pasa aquí mucho tiempo y…
—Cuando está de permiso, sí. Entrena sumisas, las excita, consigue que se corran; pero nunca las besa y, definitivamente, jamás se las tira. Cuando quiere que alguien las folle, me llama a mí.
Tara se estremeció sin control.
—No puede ser cierto.
—Pregúntale a cualquiera en el Dominium. —Xander se acercó para añadir en voz más baja—. Mira, es mi amigo y llevo mucho tiempo preocupado por él. Su comportamiento no es normal. Puede que sea un Amo, pero es casto como un monje.
Aquello no tenía sentido para ella. Comprendía las implicaciones de lo que decía Xander. Según él, Logan estaba colado por ella. Pero ¿cómo era posible? Él la había dejado. ¿Por qué se acordaría tantos años después de una relación que él mismo había cortado de raíz?
—No lo entiendo. ¿Por qué me dices esto?
Él negó con la cabeza.
—Te he abierto un poco la puerta. Ahora eres tú quien debe traspasarla… O no.
Después de todo lo que había ocurrido ese día, no podía romperse más la cabeza.
—Logan me dejó. Cuando estábamos en el instituto, se deshizo de mí como si fuera una mierda y se largó sin mirar atrás. Puede que se sienta culpable, pero no le importo en absoluto.
Xander negó con la cabeza.
—Para él, el sol sale y se pone donde tú estás. Si decides buscar la verdad, una vez que veas y comprendas todos sus tatuajes, quizá me creas.