—¿B-Brad? —A Tara se le cayó el alma a los pies. Le costaba respirar—. ¿Qué haces aquí?
Él cruzó los brazos, la cólera brillaba en sus ojos casi negros, que la miraban con una intensa expresión de traición.
—Después de las marcas que vi anoche en tu cuerpo y de la discusión que tuvimos, tuve que venir a enterarme de qué pasaba en realidad.
Tara tragó saliva. ¿Cuánto de la sesión con Logan habría visto?
—No deberías estar aquí.
—Tú tampoco. —Brad entró en la estancia con paso firme—. ¿Por qué no me dijiste que era tu primer amante quien te trabajaba… perdón, quien trabajaba contigo en este caso? ¿Acaso se te olvidó, cariño?
Chorradas. Había avanzado mucho y no tenía nada por lo que sentirse culpable.
—No. Me asignaron a Logan ayer. No te lo dije porque no quería que te cabrearas.
—Quizá no me lo dijiste porque no querías que te preguntara si sentías algo por él.
Bueno, eso también. El sarcástico comentario de Brad hizo evidente lo furioso que estaba; no era propio de él. Quizá debía haber manejado las cosas de otra manera, pero ahora ya era demasiado tarde. Era obvio que Logan siempre iba a provocar ese efecto en ella. Era como si sus cuerpos estuvieran unidos por un cable y él sólo tuviera que tirar de éste para obtener una respuesta, y había sido muy inocente por su parte esperar que fuera de otra manera.
—Lo siento —murmuró.
—¡Joder! ¡Bien que deberías sentirlo! Te has quitado toda la ropa y permitido que te pasara la lengua de arriba abajo. Te has corrido con él como una perra en celo. Le has suplicado. Yo siempre te he tratado como a una dama, con suavidad y deferencia. ¿Crees que me merezco esto?
Tara se sintió diminuta y deseó poder desaparecer por completo.
—Esto… Yo no elegí a Logan como entrenador. Fue una decisión de mi superior y del dueño del club. Sabes que Darcy está en peligro. ¿Qué clase de amiga sería, qué clase de agente del FBI sería, si no quisiera que el caso…?
—Nos casaremos dentro de ocho semanas. Justo ayer por la tarde nos llegaron las invitaciones. Y ahora estoy aquí, preguntándome si te conozco. Siempre había pensado que eras franca y honesta. Que jamás me mentirías, porque este cabrón —señaló a Logan lleno de cólera— te enseñó lo que duele eso.
Brad tenía razón. Que fuera abogado, capaz de grandes discursos, tampoco ayudaba demasiado. Peor todavía, ni siquiera podía argüir que no le había mentido. Puede que no hubiera hecho el amor con Logan, pero si diez minutos antes él se hubiera quitado los pantalones y se hubiera hundido entre sus muslos, ¿hubiera encontrado las fuerzas para rechazarle?
Tara temía saber la respuesta.
—Tienes razón. —No lo negó, pero tampoco sabía qué más decir.
—Llama a Bocelli y pídele que te reasigne otro entrenador.
—Lo hice ayer por la tarde.
—¡Maldita sea, Cherry! —Logan maldijo por lo bajo.
Tara le miró de soslayo. Tenía una expresión de dolor. Y, de alguna manera, su sufrimiento le dolía también a ella.
¿Por qué? Ella no le debía nada, sólo trabajaban juntos. Pero esa reciente incursión en el mundo de la dominación y la sumisión había vuelto a establecer la conexión que una vez tuviera con él. Estaba allí, entre ellos, sólo que ahora era más fuerte.
¡Maldición! Lo último que quería era hacer daño a Brad. Si fuera ella quien le hubiera visto mantener relaciones de sexo oral con otra mujer —aunque fuera por una cuestión de trabajo—, también se sentiría traicionada y furiosa.
Apretó los labios y miró a su prometido.
—Bocelli se negó. El dueño del club insiste en que Logan logrará completar el entrenamiento y mi jefe también lo cree. Sospecho que tienen razón. Logan posee una valiosa experiencia en este ambiente. Sé lo que piensas, pero se trata de mi trabajo; tengo que hacerlo. Y, si soy sincera, sé por qué lo eligieron a él. Mira, Brad, sé que te resulta extraño, pero éste es un mundo diferente. Tengo que atrapar a unos criminales que no se ciñen a las reglas establecidas. Si voy a infiltrarme entre ellos, tengo que conocer su mundo y eso incluye aceptar ciertas cosas que podrían no gustarme.
Brad se acercó a ella.
—¿Así que se supone que tengo que verte salir por la puerta cada mañana con la certeza de que te pasearás desnuda ante él? ¿De que vas a dejar que te toque de una manera que conseguirá que le vuelvas a abrir tu corazón? Él se ha interpuesto entre nosotros desde siempre, Tara.
Deseó poder negarlo.
Brad le alzó la barbilla y le obligó a sostenerle la mirada.
—¿Qué me ocultas? ¿Has vuelto a follar con él?
—No, Brad. No hagas esto…
—¿Qué? ¿Qué no pregunte la verdad? No debería decirte esto, pero en los tres años que llevamos juntos, jamás te he escuchado gritar mientras hacemos el amor. Incluso he llegado a preguntarme si eres frígida, pero no me importaba porque te amo y quería estar contigo. Supongo que ahora debería preguntarte cuáles son tus sentimientos hacia mí.
Tara también los cuestionaba. Pero, salvo su padrastro, Brad había sido lo único estable en su vida.
—Jamás hubiera aceptado casarme contigo si no me importaras.
—¿Vas a intentar convencerme de que nada ha cambiado? —la desafió.
Tara vaciló. No. Todo había cambiado. Cerró los ojos. ¿Cómo había ocurrido? ¿Cuándo? Quería, incluso, saber por qué…
Se sentía atraída por dos hombres muy diferentes. Era como comparar una mañana de sol con una tormenta a medianoche. Brad era pura bondad y poseía un desarrollado sentido de la justicia que aplicaba a todos sus actos. Logan era un violento vendaval, testosterona y poder, combinados con cierta picardía, que destruía todo cuanto encontraba a su paso antes de desaparecer como un fantasma.
Pero ella no podía evitar quererle. Quizá nunca hubiera dejado de hacerlo.
¡Santo Dios! Los pilares de su vida se tambaleaban. Puede que cuando la misión acabara, la fiebre que sentía por Logan también lo hiciera. Pero mucho se temía que eso sólo eran buenos deseos.
—Brad, éste no es el lugar adecuado para discutir. Deja que me vista y hablaremos en el coche.
—Nuestra relación se va a pique, ¿y quieres dedicarme diez minutos en el Audi?
El sarcástico comentario la hizo dar un respingo.
—En este momento sólo dispongo de ese tiempo. Esta noche hablaremos…
—No. Decide aquí mismo. Quiero saber ahora qué es lo más importante para ti.
—No hagas esto. —Tara tenía el presentimiento de cuáles serían sus siguientes palabras y no estaba preparada para enfrentarse a ellas después de lo vulnerable que la había dejado Logan.
—Abandona el caso…
—Para. Brad… —Sintió un enorme desasosiego.
—… o devuélveme el anillo. Porque te aseguro que no voy a quedarme de brazos cruzados mientras vienes aquí todos los días a jugar con tu ex como entrenador personal.
El temor hizo que se le cayera el alma a los pies. Desde el día anterior había temido que Brad supiera que Logan era su preparador en la misión. Sabía que él se enfadaría, pero aquélla no era la reacción que se había imaginado. ¿Cólera? Sí. ¿Traición? Sí. ¿Pero esto?
—Esto no tiene sentido, Brad. Logan es el instructor que la Agencia asignó para enseñarme todo lo que necesito saber para poder liberar a Darcy. Sabes lo importante que es eso para mí, para que Adam esté orgulloso de mí, para descubrir si mi sitio está en las misiones de campo.
—Me has hablado de entrevistas, quizá de una comprobación o una visión a fondo de toda esta mierda del BDSM, no de hacer una incursión activa en el mundillo con tu ex.
Logan intervino en ese momento.
—¿De verdad eres tan gilipollas como para querer que se enfrente a una situación potencialmente peligrosa sin el adiestramiento adecuado?
—Lo que necesitas saber te lo puede enseñar otra persona.
—Ya te lo he explicado —insistió Tara—. Los jefazos decidieron encomendar mi entrenamiento al Dominium porque nadie en la Agencia está preparado para enseñarme esto. El dueño del club piensa que Logan es quien mejor me puede entrenar para sobrevivir en ese mundo. Llegados a este punto, creo que lo mejor que debo hacer es obedecer a los que mandan. ¿Qué van a pensar mis superiores si yo, una agente en su primera misión, les dice lo que tienen que hacer? Se reirían de mí. No puedo renunciar al caso sin perder credibilidad.
—Puede que sí, pero no te pueden obligar a trabajar en él. Tara se quedó boquiabierta.
—¿Me estás pidiendo que abandone el FBI por ti?
Eso era llevar los celos demasiado lejos. Era una traición a sus ideales, a aquello en lo que creía. Brad, que trabajaba todas las noches hasta altas horas, le pedía que sacrificara su carrera, afirmando que era por el bien de los dos. ¿Significaba eso que su trabajo era menos importante que el de él?
—Por nosotros —puntualizó él—. Te pido que pienses en nuestro futuro. Que busques un trabajo en el que no tengas que enfrentarte a criminales y crueles bastardos por un mísero salario. Un trabajo en el que no tengas que prostituir tu integridad.
—¿Me estás pidiendo que elija entre mis aspiraciones y tú? Necesito saber si me gusta el trabajo de campo. No puedo permitir que mi dama de honor se muera en la mazmorra de algún enfermo. ¿Y qué me dices de las demás víctimas? ¿Tengo que pasar también de ellas?
—Vamos, Tara. Odio decirte esto, pero lo más probable es que ya estén muertas o que hayan sido vendidas. Pongamos las cartas sobre la mesa. ¿Prefieres a un hombre que pretende amarte durante el resto de tu vida o a un gilipollas que te va a tratar como a un pedazo de mierda… otra vez?
Brad quería que eligiera entre Logan y él, entre el pasado y el futuro. Y la obligaba a hacerlo ahora.
—No tienes ni puta idea sobre mí o lo que siento por Tara —gruñó Logan que, de repente, se puso a su lado—. Has dicho un montón de cosas muy insultantes a la mujer que dices amar. ¿Quieres hacerla sentir culpable para que se quede contigo?
—¿De verdad quieres que te responda? —Brad le lanzó a Logan un mirada retadora a pesar de ser más bajo y menos musculoso que él—. Por lo que he visto, parece que tú tienes que encadenarlas para que no se te escapen, mamón.
—¡Alto los dos! —Tara miró a ambos llena de cólera—. Brad, no se trata de Logan.
Brad tenía los puños apretados y parecía una bomba de relojería a punto de explotar. Logan parecía estar calmado, pero a ella no la engañaba. Bajo esa fachada tranquila ocultaba una mortífera fuerza que podía ser liberada en cualquier momento.
—No te engañes, Tara. —Brad negó con la cabeza—. Vístete y ven conmigo o devuélveme el anillo.
—¿Quién está siendo gilipollas ahora? —dijo Logan, clavando los ojos en Brad con desdén.
—Sí, le dijo la sartén al cazo…
Logan se rió. El sonido no fue agradable.
—Si te hubieras asegurado de satisfacerla por las noches, de que supiera cuánto la amas, no pensaría en otro hombre durante el día. Pero supongo que no lo has hecho.
—He estado trabajando hasta tarde. Tengo un caso importante —se defendió Brad.
—Ella también.
—En el mío no tengo que desnudarme.
—Esa actitud sólo demuestra lo poco que sabes sobre trabajar encubierto. Solucionar el crimen y apresar a esa escoria es mucho más importante que la modestia o tus estúpidas ideas sobre moralidad.
Tara decidió interrumpir la reyerta antes de que Logan y Brad pasaran a las manos.
—Por favor, Brad… Me estás pidiendo que deje pasar la oportunidad de acorralar a un tipo que lleva diez años secuestrando chicas para venderlas a burdeles, a los hombres más pervertidos, ¿y lo único que te preocupa es que alguien me vea las tetas? Soy adulta; puedo soportarlo. ¿Qué pasa con esas pobres chicas? ¿Quién va a luchar por ellas? ¿Debería olvidarlas porque mi prometido es demasiado delicado?
—Estás siendo deliberadamente obtusa. No desapruebo el caso, sino a él —señaló Brad. Logan sonrió.
—Desde la perspectiva del FBI, somos un pack.
—Podría entrenarme cualquier otro y tú tampoco querrías que me tocara así —apuntó Tara.
Una mirada a la cara de Brad le dijo que no iba a razonar. La ansiedad la inundó, iba a tener que enfrentarse a la realidad. ¿Qué haría ella sin el sólido apoyo de Brad? ¿Qué pensaría su padrastro? Se sentiría decepcionado y desaprobaría que Logan formara de nuevo parte de su vida. Se tenían un odio feroz.
Y luego estaba la pregunta definitiva: ¿Qué quería ella? Al final iba a tener que luchar contra su inclinación natural por complacer a todo el mundo y decidir lo que quería en realidad.
—Puede que no, pero él lo empeora todo. Te llevó años exorcizar su fantasma. Cuando pensé que por fin lo habías conseguido, me declaré. Y ahora está de vuelta, y esta vez es mucho peor. Sólo te utilizará para inflar su ego, se asegurará de que no le olvides y luego te destrozará el corazón.
—Brad…
—Elige, Tara. Ven conmigo o devuélveme el anillo.
No se atrevió a mirar a Logan. No quiso mirar a Brad. Un millón de pensamientos daba vueltas en su cabeza y sólo uno importaba: tenía que ayudar a Darcy. Le ardía un fuego en el pecho al pensar en esas jóvenes vendidas para ser usadas como objetos sexuales. Quería ser un buen agente. El fuego que Logan había encendido en su cuerpo luchaba contra el miedo a perder la estabilidad que Brad le proporcionaba. Si Logan supiera que ella ya no estaba comprometida, la perseguiría sin descanso. Y acabaría sucumbiendo.
Si le preocupaba tanto que Logan le robara el corazón, ¿significaba que no podía estar enamorada de Brad? Aquella pregunta tan honesta la sobresaltó, pero no había vuelta atrás. Perder a Brad no supondría perder el amor de su vida, sino al hombre que le hacía creer que por fin tendría la familia que ansiaba. Tras perder a su madre tan niña, vivió con sus abuelos y una tía antes de que Adam la adoptara, y deseaba con todas sus fuerzas tener una casa y una familia propias. Quería que sus hijos nunca se preguntaran dónde vivirían al día siguiente. Brad era el hombre ideal para conseguirlo.
Pero ¿acaso estaba bien atarse a alguien que había sido tan paciente y amable con ella únicamente cuando esa familia que anhelaba sólo existía en su mente y no estaba segura de amarle como se merecía?
Sin mirar a ninguno de los dos, se acercó al armario. Se quitó los calcetines y la bata, sintiendo los ojos de ambos hombres en su cuerpo desnudo. Luego se puso el traje de chaqueta, se abrochó la blusa y, tras ajustarse las solapas, se calzó los zapatos de tacón.
Con el anillo apretado en la mano, cruzó la estancia con la mirada clavada en Brad.
—¿Vamos?
Su prometido puso una expresión de asombro absoluto antes de esbozar una exultante sonrisa que la hizo estremecerse de culpa.
—Tara. —Logan le cogió la mano con el ceño fruncido y la mirada aturdida.
Cada vez que la tocaba ardía de pies a cabeza. No quería dejarle.
—Quítale las manos de encima —gruñó Brad, rodeándole la cintura con un brazo.
Era la primera vez que se mostraba posesivo con ella.
—No puedo hacer esto, Logan. No ahora. —Tara aplastó la sensación de culpabilidad, luego los miró a ambos antes de dirigirse a Brad—: Vámonos.
—Será un placer —dijo Brad antes de lanzarle a Logan una mirada triunfal.
Entonces cerró la puerta de la mazmorra tras ellos y lo último que vio fue la sorpresa y la agonía que atravesaba la cara de Logan. Notó una dolorosa opresión en el corazón.
Brad la besó en la sien y volvió a rodearla con el brazo, pegándola a su cuerpo mientras caminaban por el pasillo.
—Gracias. Por un momento pensé que iba a perderte.
En pocos minutos la odiaría tanto que no le importaría, pero por todo lo que había hecho por ella, por lo que había sido para ella, por los últimos tres años, se merecía el respeto de un poco de privacidad.
—¿Dónde podemos hablar?
Diez minutos después estaban en la casa que compartían. Una propiedad en la que Brad había invertido sus ahorros antes de salir con ella, pero cuando los inquilinos se mudaron y Tara aceptó su propuesta de matrimonio, él abandonó el apartamento que ocupaba hasta entonces y le propuso vivir juntos. Cuando abrió la puerta y entraron en la sala, ella se dio cuenta, con cierto dolor, de que aquel lugar nunca había sido realmente su hogar.
—¿Comemos primero y luego hablamos? —preguntó él con suavidad.
—No… —Tara negó con la cabeza—. No. —Respiró hondo y le tendió el anillo de compromiso—. Lo siento, pero no puedo casarme contigo.
Brad palideció y la miró fijamente, como si no pudiera moverse. Sólo cuando ella le apretó el anillo contra la mano, él cerró los dedos lentamente para cogerlo.
—¿Lo prefieres a él en vez de a mí?
—No es por Logan. Es por mí. Estoy tomando la decisión adecuada.
Brad explotó.
—Puedes decir lo que quieras. Yo sé la verdad. Y él también.
—Se trata de mi caso y de mi amiga, y del deber que juré cumplir cuando entré en el FBI. Se trata de lo que yo quiero. No me rendiré. —«Ni continuaré fingiendo que te amo tanto como me amas tú».
Brad negó con la cabeza mientras se guardaba el anillo en el bolsillo.
—Me pregunto si él esperaba esto cuando escenificó esa actuación para mí.
«¿Actuación?».
—¿Qué q-quieres decir?
—Debió suponer que me quedaría observándoos y que ver eso me desquiciaría.
La sorpresa le heló la sangre en las venas. ¿Logan sabía que Brad estaba observando cómo ella se corría? Se quedó horrorizada. Pero intuyó que era cierto. Por supuesto que Logan lo sabía. Brad había sido ese «incordio» del que había tenido que librarse.
¡Maldito fuera! La traición la inundó como agua hirviendo. Y también la furia. Ella había confiado en él lo suficiente como para someterse, para poder sentir el tipo de conexión que compartían Jason y Greta, y él usaba la escena como una forma de alardear de su deseo ante Brad.
—Es un puto cabrón, Tara —dijo Brad—. Disfruta jodiéndote la vida, volverá a destrozártela de nuevo. Puede que te ofrezca muchos orgasmos, pero sabes tan bien como yo que llegará el día en que pasará de ti, y te aseguro que yo no estaré ahí para recoger los pedazos. Deja la llave en la encimera de la cocina antes de irte. Brad salió de la casa y de su vida.
Y de repente, aquel futuro perfecto con el que tanto había soñado, en el que tendría una familia y una casa con una valla blanca, se esfumó. ¿Cómo diantres había ocurrido?
Tara se sentó unos minutos en el sofá para tranquilizarse. Necesitaba un momento para asimilar que ya no estaba comprometida con un hombre dulce que había jurado que la amaría para siempre. Y que su primer amante era el culpable de esa ruptura. ¿Por qué? ¿Sólo para saber si ella era tan ingenua como para colarse dos veces por él? Todas aquellas sandeces de que quería cuidarla y protegerla… Sospechó que lo que realmente quería era eliminar a Brad de su vida para poder tenerla a su merced. Pero no pensaba darle esa satisfacción.
Club Dominium. Viernes por la tarde.
Dos horas después, Tara regresó a la mazmorra. Logan notó como si su cuerpo se aflojara de alivio. Cuando la vio marcharse con Brad temió que se casaría con aquel memo y que jamás volvería a verla, condenándole a ser un pobre desgraciado durante el resto de su vida.
—¿Has vuelto? —Por Dios, si incluso le temblaba la voz.
Cuando ella se acercó más, él percibió que a pesar de la mirada furiosa que le dirigía, había estado llorando. Notó una opresión en el pecho. La expresión de Tara decía que aún no había derramado todas las lágrimas. ¿Se sentiría tan desgraciada por tener que estar allí con él?
Logan se pasó la mano por el pelo. Si se quedaba, la entrenaría. Pero ¡joder!, lo que él quería era hacerla feliz. No podía soportar ver aquella angustia en su rostro. Esperaba con todas sus fuerzas conseguir que volviera a enamorarse de él, no sólo porque había dicho a Thorpe que quería casarse con ella, sino porque sabía que si Tara volvía a desaparecer de su vida perdería la razón.
Sin embargo, estaba dispuesto a renunciar a ella después de haberla entrenado si la hacía desgraciada.
—He vuelto. —Ella alzó la barbilla con altivez—. No te sientas tan orgulloso de ti mismo; si no fuera por mi trabajo, a Dios pongo por testigo que no hubiera vuelto a acercarme a diez metros de ti.
Sin una palabra más, se desnudó, dobló la ropa y la colocó en un montón a sus pies antes de situarse en posición de sumisión. A pesar de que estaba correctamente inclinada para comunicar su deseo de entrega, temblaba de furia, su cuerpo vibraba de pies a cabeza.
«¡Joder!». Estaba preciosa y él se moría por acariciarla. Pero tenía que apaciguar antes su corazón. Así que las malas noticias que había recibido mientras ella no estaba, tendrían que esperar.
—Cherry, cuéntame qué ha pasado.
Tara le lanzó una mirada airada.
—He roto mi compromiso con Brad.
La sensación de triunfo y esperanza le inundó. ¿Había dejado a aquel capullo? Gracias a Dios. No se trataba sólo de que Brad supusiera una distracción que ahora mismo Tara no necesitaba, sino de que no era el hombre adecuado para ella. Y se interponía en su camino; era un alivio haberse librado de él.
—Supongo que tú habrás manipulado la situación, y a mí, como siempre. —Le lanzó una amarga mirada—. ¿Por qué querrías que te suplicara que me hicieras alcanzar el orgasmo? A menos que supieras que él nos observaba.
—Eso es algo que me encantaría conseguir todos los días. Saber que Brad nos podía estar observando sólo fue un incentivo más. Le dije que se largara, pero sospeché que sería lo suficientemente estúpido como para quedarse a mirar. ¿Crees que quería cabrearle? Lo cierto es que lo que él piense me da igual. ¿Crees que esperaba interponerme entre vosotros? Se lo dejé bien claro y lo sabe. Sabe sumar dos y dos. Lo que hice no fue por él; fue porque no podía mantenerme alejado de ti ni un minuto más. Necesitaba tocarte.
Ella vaciló.
—¿De qué hablaste con Brad?
Sabía que Tara no quería escuchar aquello. La frustración le carcomió por dentro. Había hecho lo correcto al dejar en sus manos la decisión de escuchar las explicaciones. No iba a obligarla a creerle, en especial el mismo día que había roto con su prometido. A diferencia de lo que ocurría dentro de la mazmorra, aquella decisión era suya. Pero aquél había sido un día muy intenso para ella y apenas era mediodía.
—Tengo una idea, Cherry. Hablaremos de esto en otro lugar.
Tara guardó silencio durante un buen rato en el que le miró con furia y dolor. Verla tan herida le afectaba intensamente.
—Has manipulado mi futuro. Había comenzado a confiar en ti… me has vuelto a hacer daño.
Él dio un respingo. Cada palabra era cierta. Había puesto en práctica toda su rudeza; estaba acostumbrado a hacerlo cuando luchaba contra terroristas y, en algunas ocasiones, seguía haciéndolo en la vida real.
—Nena, no quería… —¿Interponerse entre ellos? Oh, sí, claro que había querido. Al menos esperaba conseguir que ella se diera cuenta de a quién pertenecía realmente su corazón—. Lamento haberte hecho daño.
No podía decir que lamentara el resultado, pero sí su dolor.
Ella todavía no le miraba.
—Lo que has hecho es despreciable, pero no debería haber esperado nada diferente de ti. Sin embargo, sé que, físicamente, me enseñarás y protegerás. Así que centrémonos en eso y pongámonos manos a la obra. Esto es sólo trabajo. Cuanto antes aprenda lo que necesito saber, antes te perderé de vista.
«¡Ay!».
Seguramente se lo merecía. Tenía mucho que decir al respecto, pero lo haría a su manera. Obligarla a hablar antes de que estuviera preparada no iba a hacer que se sintiera mejor, ni que él consiguiera sus propósitos.
—De acuerdo, es trabajo —concedió—. Pero el tema no ha quedado zanjado, ni mucho menos.
—Me has traicionado, y destrozado mi vida personal. De ahora en adelante, estoy fuera de tu alcance.
—¿De verdad piensas que tu ruptura con Brad no ha tenido nada que ver conmigo? —Logan sabía que debería callarse, pero si Tara pensaba eso siquiera por un segundo, entonces había mentido al que había sido su prometido y a sí misma—. Tal y como yo lo veo, reaccionaste a mis caricias, a mi boca en tu clítoris, de una manera tan absoluta que es imposible que no sientas algo por mí. Jamás has sido el tipo de chica que se enreda con un hombre por el que no siente nada. Supongo que ése fue el verdadero problema con Brad.
Ella se sonrojó, pero aún así le miró con el ceño fruncido.
—Te equivocas. Ya te darás cuenta. «Ni hablar».
Tenía seis días para convencerla de que siempre la había amado, de que era suya. Se negaba a desperdiciar ni un segundo más.
—Quieres ponerte a trabajar, pues genial. Olvídate de todo lo demás y ve a la cama, allí te daré más órdenes.
—¡Gilipollas! —masculló ella mientras atravesaba la estancia.
Logan la atrapó al instante.
—Para ti, Amo gilipollas.
Tara puso los ojos en blanco. Si seguía manteniendo esa actitud, no iba a aprender cómo comportarse cuando un sospechoso intentara dominarla. Tenía que ceder a su autoridad. Sí, estaba enfadada, pero había roto su compromiso y había vuelto para que él la entrenara. Aunque fuera sólo en su fuero interno, sabía que él era el único, pero todavía no estaba preparada para admitirlo.
Sin embargo, si quería entrenar, lo primero que tenía que conseguir era poner fin a esa actitud de desprecio.
La cogió de la muñeca y la hizo girar hacia él para introducir la mano en la sedosa masa de fogoso pelo rojo. ¡Maldita fuera! Quería recorrerle la piel con la lengua, penetrarla más profundamente que nadie; puede que entonces ella reconociera de una vez por todas a quién pertenecía.
Respiró hondo para tranquilizarse y la soltó. Se sentó en la cama antes de colocarla sobre sus piernas con el culo al aire. Tara se puso rígida.
—¡No volverás a azotarme otra vez, imbécil! ¡Romeo!
Logan acarició las firmes y pálidas nalgas sin dejar de retenerla en esa posición. Tara iba a llegar al final. Pero por si estaba asustada de verdad, hizo una pausa.
—¿Crees que voy a hacerte más daño del que puedas soportar? ¿Que te dejaré marcas? ¿Señales permanentes?
—No, pero…
—¿Temes por tu seguridad física?
—No —suspiró ella.
—¿No qué? Di todas las palabras.
Pasó un buen rato antes de que ella hablara.
—No, no temo por mi seguridad física, Logan —masculló.
—Apenas te he tocado. ¿Te he presionado más allá de lo que puedes aguantar?
Tara no respondió; estaba muy ocupada retorciéndose para intentar zafarse de él. Logan la sostuvo en su regazo.
—Estate quieta y responde a mi pregunta.
Ella se detuvo, pero desprendía cólera por cada poro.
—No me gustan los azotes.
—Claro, tienes tanta experiencia con ellos…
—Lo que hiciste ayer fue…
—Ayer no quería darte placer, sino castigarte. Ya te lo he dicho. Ahora verás la diferencia.
—Si me negara, lo harías de todas maneras. Si te dijera que eres un cabrón insensible, sólo añadirías más azotes. Ni siquiera te detienes cuando digo mi palabra segura.
—Lo haré, pero si no resistes unos azotes ni un poco más de presión, ¿cómo salvarás a Darcy? ¿Cómo podrás tener éxito en la misión? Si un ejercicio de entrenamiento te da tanto miedo, no puedo permitir que vayas.
Ella se estremeció.
—No tengo miedo. Sólo me… irritas.
«Irritar» no era la palabra adecuada; Logan se metía bajo su piel. Aquellas emociones que le provocaba eran culpa del pasado.
Logan estaba seguro de que Tara podría aprender a someterse para la misión, pero los muros que alzaba entre ellos no se derrumbarían hasta que los progresos se extendieran también a ellos como pareja.
—Así que me detienes porque estás enfadada conmigo. ¿Crees que la palabra segura es para eso? ¿Cómo crees que vamos a progresar entonces en el trabajo?
Ella apretó los puños y Logan la escuchó maldecir por lo bajo. Había llegado el momento de usar el as que tenía en la manga.
—Más tarde tengo que hablar con Thorpe y Bocelli. Cherry, si no puedes hacerlo, es por las barreras que pones en tu mente. Posees una naturaleza sumisa, pero no te permites prescindir del control para aprender y obtener lo que necesitas. Le preguntaré a Bocelli si tiene otra agente que pueda llevar a cabo la misión. Estaré en la ciudad diez días más, así que podré entrenarla y…
—No te atreverás —gruñó ella.
La situación era seria, pero Logan tuvo que esforzarse para contener una sonrisa. Conocía a Cherry muy bien. Sí, no quería verse fuera de la misión, pero tampoco le gustaba la idea de que él entrenara a nadie más. Lo supiera o no, al romper con su prometido y negarse a que otra mujer entrara en su mazmorra, Tara le estaba diciendo lo importante que era para ella.
—Por supuesto que me atreveré si creo que no estás preparada. Así que admite que no puedes manejar la situación o soporta el castigo que te has ganado a pulso.
Tara se mantuvo en silencio durante un buen rato. Finalmente, respiró hondo.
—¿Serán los trece azotes que no me diste ayer? ¿Tengo que contarlos, Logan?
Él sonrió y se contuvo para no abrazarla.
—Sí. Añadiré otros siete por mala actitud y salir dos horas sin mi permiso. Prepárate.
—¡Genial! —Se tensó de pies a cabeza como si esperara un golpe fuerte.
Logan le acarició de nuevo las nalgas. Tara iba a encontrar esa zurra muy diferente a la del día anterior. Iba a presionarla hasta el límite, hasta que suplicara más.
Una extraña sensación de anticipación ardió en el vientre de Tara cuando Logan puso la palma sobre su muslo —como si fuera un suave recordatorio de quién estaba al mando—, entonces alzó la otra mano para darle un breve y tierno azote en la nalga derecha. Notó que un sutil hormigueo se extendía por su cuerpo como un rayo.
¿Eso era todo? ¿No iba a darle azotes más fuertes? ¿No iba a provocarle dolor? Quiso preguntarle, pero no lo hizo. El hormigueo se disipó con rapidez y ella se sintió casi… decepcionada.
—Uno. —Tara lo pronunció casi como si fuera una pregunta; estaba, definitivamente, en guardia.
Entonces esperó. Igual que Logan. Mientras pasaban los segundos, ella se preguntó a qué demonios aguardaba. Luchó contra el deseo de mirarle por encima del hombro y se mordió los labios, obligándose a permanecer quieta.
Por fin, él alzó la mano y le zurró la parte inferior de la nalga izquierda con la misma fuerza.
—Dos —contó ella con un poco más de confianza cuando el hormigueo se extendió con rapidez desde sus glúteos; luego se difuminó poco a poco. Tara se retorció, intentando prolongar la sensación, pero no lo consiguió.
Lo bueno era que podría soportar con facilidad veinte azotes como ésos.
—¿Te ocurre algo?
Ella volvió a retorcerse, pero el hormigueo había desaparecido, sustituido por un insistente latido entre los muslos. Había comenzado a mojarse. ¡Mierda!
—No me pasa nada.
—Entonces, estate quieta y acepta el resto del castigo.
«Capullo».
Tara frunció el ceño y contuvo el aliento.
Logan levantó la mano otra vez y le propinó una serie de azotes rápidos en ambos muslos y justo sobre la hendidura que separaba las curvas gemelas.
El punzante hormigueo la atravesó de nuevo, ahora más intenso.
Un poco más caliente. Ella cerró los ojos para disfrutar de la quemazón que se extendía por su piel.
—¿Cherry?
—Tres, cuatro, cinco.
—Bien. —Le acarició el culo, el calor de las palmas intensificó el crujiente ardor.
Tara tenía ahora la respiración un poco jadeante, un poco entrecortada. Sin duda, él también lo notaría. Quería seguir estando furiosa, pero comenzaba a resultarle difícil concentrarse en algo que no fuera el ansia con la que deseaba la siguiente palmada. Los movimientos de Logan tenían un ritmo del que no podía librarse. Se sentía atraída por la cadencia, se hundía en las sensaciones.
—Cherry, ¿sientes calor aquí? —Le frotó la palma sobre el decreciente hormigueo en el muslo derecho, y la fricción sobre la piel provocó algo que ella no entendió. Las sensaciones la hacían sentir como si flotara. Como si una inmensa paz la invadiera.
—Sí.
—¿Has encontrado un lugar en tu interior en el que centrar tus pensamientos?
«¿Cómo sabía eso?».
—Se le llama sumiespacio —le indicó—. Todas las sumisas se hunden en él cuando obtienen lo que desean y necesitan. Es un lugar feliz. Acomódate en él, cariño. Pasarás mucho tiempo allí.
Antes de que pudiera preguntarle lo que quería decir, le propinó otra serie de azotes en el tierno trasero, cada uno un poco más fuerte que el anterior. Ella comenzó a arder a fuego lento. Le palpitaba la zona comprendida entre las caderas y las rodillas, especialmente el sexo. Con el sonido de los manotazos resonando en sus oídos y el cálido hormigueo extendiéndose por su piel, Tara perdió la cuenta.
—Cherry, ¿dónde estás? ¿Cuántos?
Ella parpadeó y se dio cuenta de que había estado mirando ensimismada el suelo de cemento mientras se concentraba en el erótico ritmo de la mano impactando en su piel.
—Seis, siete, ocho, nueve.
Él le palmeó el muslo.
—Concéntrate. Han sido de seis a diez. ¿Tengo que comenzar de nuevo?
—No, Logan. —Pero tragó saliva al pensar en quedarse impotente sobre su regazo mientras él le propinaba un azote tras otro en las sensibles nalgas. Debería odiar siquiera la idea, pero imaginar que podía seguir azotándola hasta quedar satisfecho la calentó y empapó hasta extremos inimaginables.
De repente, él introdujo la mano entre sus piernas y deslizó los dedos entre los copiosos jugos que anegaban su clítoris. Ella contuvo la respiración e intentó retorcerse sin conseguirlo. Logan rozó el sensible brote un par de veces. A Tara le resultó imposible contener un gemido.
—¿Vas a volver a decirme que no te gusta que te azoten?
Ella se mordisqueó los labios. ¿Cómo podía excitarla de esa manera alguien que le había roto el corazón en el pasado y que había arruinado su futuro? Sin embargo, no podía mentir. Sabía que, dada la delicadeza de su piel, iban a quedarle marcas. Tener la certeza de que él dejaría huella en ella, la excitaba todavía más.
—Cherry, te he hecho una pregunta.
—No. —Tragó saliva—. No volveré a decirte que no me gusta.
Tara notó que Logan se relajaba. ¿Acaso sus sentimientos eran importantes para él?
Suavemente, le deslizó la palma de la mano por la columna, por el ardiente trasero, mientras le daba un tierno beso entre los omóplatos. Tuvo que recordarse a sí misma que aquella ternura era falsa.
—Gracias por tu honradez —ofreció con suavidad—. Sé que no te ha resultado fácil.
No. Pero no quería darle más munición, así que no añadió nada.
Logan le acarició el pelo hasta acunarle la cabeza con la palma de la mano. Con la otra comenzó una nueve serie de azotes.
—Sigue contando, cariño —canturreó dulcemente.
—Once, doce, trece… —Los números le salieron de manera automática, pero el resto del cuerpo era todo lo contrario a una máquina. El fuego se extendió por su piel hasta convertirse en una llama en su sangre. Estaba acelerada al máximo, la mente en blanco; el dolor era vivificante. Vencida la bravuconería, rotas las barreras, Logan llegaba hasta el fondo de su alma y le hacía retroceder al pasado. El dolor que había magullado su corazón fluía y se arremolinaba con el ardor de las nalgas hasta volver a separarse. Comenzó a notar que se le llenaban los ojos de lágrimas y no pudo contenerlas; se le deslizaron por las mejillas.
Debería estar enfadada, luchando y gritando por ser tratada como una niña traviesa. En lugar de eso, murmuró «veinte» y rezó para que él no la dejara así: sola, anhelando la liberación y sin ninguna barrera que protegiera sus emociones. Él había llegado a un punto aterradoramente personal.
—Muy bien. —Logan la alzó y la miró. Buscó su rostro y sus ojos llorosos antes de estrecharla bruscamente contra su pecho—. Cherry…
Tara sabía que no debía dejarle, pero la preocupación y la calidez de su mirada la atraparon. Necesitaba que él la consolara. No entendía por qué, y tampoco importaba. Había sido él quien había arruinado su futuro y quién le había propinado aquella ardiente zurra y, aunque no sabía el motivo, tenía la seguridad de que sólo él podría conseguir que volviera a sentirse entera.
—Shhh… —La abrazó con suavidad, acariciándole la espalda y tranquilizándola con un suave roce en el pelo, en la espalda—. Hemos avanzado mucho, cariño.
—No —sollozó ella—. T-tengo que recuperar el control. Esto no es p-profesional.
Y le humillaba admitir que, a pesar de todo, Logan todavía conseguía que le deseara más que a cualquier otro hombre.
Se temía que aquel líder poderoso entre los hombres la considerara no sólo un reto, sino el único reto. El que se le había escapado. La única vez que intentó ponerse en contacto con ella en todos esos años, ella le cerró la puerta en las narices. Y, ahora, temía que él tratara de seducirla, de convertirla en una mujercita enferma de amor para volver a meterse en su cama. Temía haberse convertido en su Everest personal.
—Cherry, ya hemos superado esto. Tu respuesta es honesta, y eso es lo que yo necesito de ti. ¿Quieres correrte?
Sí. Desesperadamente. ¿Y qué clase de chica se corría por tener el culo al rojo vivo, en especial con un tipo que quería joderle la vida por segunda vez?
Tara demoró la respuesta, anhelando con todas sus fuerzas aferrarse a su cuello, aspirar su aroma terroso y almizclado… y evitar la pregunta. Pero se apartó y dejó caer los brazos.
Logan le lanzó una severa mirada.
—Sé honesta. ¿Quieres correrte?
—Yo… —Cerró los ojos con fuerza y se obligó a enfrentarse la verdad—. Sí, Logan.
Él la beso como recompensa.
—Muy bien, cariño. Pronto. ¿Qué más has sentido?
¿Cómo podía explicárselo? Negó con la cabeza.
—Un montón de sentimientos surgieron en mi interior. Con cada azote noté dolor físico, pero de alguna manera se liberó parte del que sentía en mi interior.
—¿Del dolor que te ha estado atormentando?
—Supongo. —Ella se encogió de hombros, como si lo dudara—. Me siento más sensible desde que rompí con mi prometido.
Él le cogió la cabeza entre las manos y la obligó a mirarle a los ojos.
—Cherry, si él hubiera sido importante para ti de verdad, ahora estarías con él intentando arreglar las cosas, no aprendiendo conmigo lo que es el sumiespacio. Piensa en ello esta noche, por favor.
Tara le miró. Oh, Dios, ¿tendría razón? Intentó borrar las emociones de su rostro, pero mucho se temía que había fallado.
—Ahora tengo que decirte algo. —Le acarició la espalda con la expresión apesadumbrada—. Cuando te fuiste, te olvidaste el teléfono. Bocelli no pudo localizarte, así que llamó a Thorpe.
A ella se le cayó el alma a los pies. Se agarró a Logan.
—Por favor, no me digas que Darcy…
—No, que sepamos. —Le acarició el hombro—. Pero la primera mujer que desapareció, ¿Laken Fox…? Un pescador de Key West ha encontrado su cuerpo esta mañana. La ataron y torturaron antes de estrangularla.