Vio que Logan se quedaba paralizado.
—¿Qué has dicho?
Tara notó que cada músculo de su cuerpo protestaba al verse privado de las caricias. Pero si no se distanciaba ahora de él, estaba segura de que no encontraría la voluntad necesaria para alejarle otra vez.
Miró al espejo de doble cara a través del cual debía de estar observándoles Thorpe.
—¡Romeo! —gritó.
La afligida cara de Logan parecía decir que le había arrancado el corazón del pecho. No podía estar más sorprendido. Él se levantó de golpe y se puso en pie tambaleándose.
Un minuto más tarde, Thorpe irrumpió en la estancia con una manta con la que la envolvió protectoramente.
—Venga conmigo.
Logan se abalanzó hacia ellos.
—¡No la toques! Está jugando con nosotros obligándote a reemplazarme.
Thorpe alzó una mano para detenerle.
—Da igual. Ya sabes cómo funciona esto. Has terminado. Mantente alejado de ella.
Apartamento de Logan. Jueves al anochecer.
Dos horas después, Logan se paseaba de un lado a otro de la sala y se frotaba la nuca con una mano. Con la otra sostenía el teléfono.
A su hermano mayor, Hunter, ni siquiera le dio tiempo a saludar antes de que le empezara a hablar.
—Tengo una pregunta.
—Dispara.
Suspirando con agitación, Logan se paseó otra vez por la sala; de la cruz de San Andrés a la pared, pasando ante el banco de azotes y la mesa acolchada en la esquina. ¡Maldición! Su Cherry debería de estar allí, atada y tomándole de todas las maneras que él necesitaba. Que ella necesitaba. Tara era una fiebre que le hacía hervir la sangre en las venas, y antes muerto que cedérsela a otro. Ningún Amo del club podía prepararla mejor que él para la misión, para la vida que ella anhelaba. Ningún hombre podía amarla tanto como él.
Porque después de lo ocurrido esa tarde, Logan no dudaba que todavía la amaba con la misma intensidad que cuando tenía dieciséis años. Tal vez más. Y ella también sentía algo por él. Pero para conseguir que lo reconociera y llegara a ser suya, iba a tener que vencer algunos obstáculos.
—No tengo tiempo para explicártelo extensamente, así que iré directo al grano. Hoy he visto a Tara. —Logan se esforzó en respirar con normalidad mientras los recuerdos le bombardeaban.
—¡Vaya, has dicho su nombre! Es todo un progreso, ¡enhorabuena!
—No empieces, ¿vale? No quiere tener nada que ver conmigo. Para ella, el pasado está muerto y enterrado.
—Te comportaste como un cabrón, ¿qué esperabas? Sabías que la ruptura era definitiva.
—Odié el dolor que le causé. Por mi culpa se largó al día siguiente a una de esas academias para chicas remilgadas. No volví a verla. —Salvo la Navidad que había ido a visitarla y ella le dio con la puerta en las narices—. Pero lo di todo por bueno creyendo que así estaba a salvo.
—Con el asesinato de mamá sin resolver y sabiendo que ese cabrón enfermo la había fijado como objetivo, no te quedaba otra opción.
—Todavía no comprendo esa obsesión por parte del asesino. ¿Por qué se interpuso entre nosotros? —Logan negó con la cabeza—. Bueno, ésa no es ahora la cuestión. Lo es su seguridad. Ya que el caso jamás llegó a resolverse, debemos suponer que el asesino de mamá sigue suelto. Pero no me ha vuelto a amenazar desde que puse punto final a nuestra relación hace ya doce años. ¿Crees que Tara correría algún riesgo si volviera con ella?
—Puede ser; y, de todas maneras, ¿estás preparado para volver con esa chica?
Desde la ruptura, Logan había esperado que Cherry fuera feliz. Sabía que Tara fue a la universidad, que obtuvo un buen trabajo y que, a pesar de lo que había sufrido por su culpa, estaba comprometida con otro hombre. Sabiendo que era feliz, él podría hacer frente al negro agujero que tenía en el lugar donde antes estaba su corazón. Después de todo, ella no podía satisfacer sus necesidades… o eso creía. Pero cuando la había besado unas horas antes y notado que su dominación la excitaba, se dio cuenta de que Tara poseía una naturaleza sumisa.
Y la manera en que había respondido a él… Ese tipo de besos no los daba una mujer felizmente enamorada, sino una hembra hambrienta que anhela satisfacción y no la tiene. Él removería cielo y tierra para dársela.
—Sí. —Logan no vaciló—. Quiero volver con ella. Para siempre.
—Bueno, no debería sorprenderme. Jamás llegaste a superar lo vuestro. Quizá ella sea lo que necesitas.
—Estoy trazando un plan para conseguirla, pero no puedo ponerlo en práctica si creo que al hacerlo la pongo en peligro.
—¿Qué has pensado?
Logan suspiró.
—Ahora mismo no puedo pensar más que con la polla.
La profunda risa de Hunter resonó en su oído.
—Si es cierto que estás dispuesto a follarla y poner fin a cinco años de abstinencia, estoy a favor, sea lo que sea.
Sólo decía eso porque apenas era capaz de salir de la cama que compartía con su esposa.
—Pero ¿qué me dices de Tara? —indagó Logan—. ¿No la pondré en peligro?
—Han pasado ya doce años. No creo que pueda responder a esa pregunta más que diciéndote: adelante, veamos qué ocurre. Si no lo hicieras, acabarías volviéndote loco preguntándote siempre qué habría pasado.
Joder, Hunter tenía razón. Sintió una gran agitación. A él no le gustaba correr ningún riesgo innecesario, pero igual que ocurría en sus misiones como SEAL, no podía predecir el resultado antes de poner en práctica los planes. Estructurar, guardar la calma, poner atención en los detalles… eso era lo único que valía. Cuando todo estaba bien entrelazado, cualquier cosa resultaba un éxito.
Caminó hasta la cruz de madera e imaginó a Tara allí. Sería asombroso verla atada y desnuda, mojada e implorante.
Esa fantasía no le ayudaba a pensar con claridad.
Respiró hondo. Cuando tenía dieciséis años no sabía cómo protegerla. Ahora era adulto, un soldado con un entrenamiento especializado. Podía matar a sus enemigos con sus propias manos, algo que, de hecho, ya había tenido que hacer. Y estaba dispuesto a protegerla fueran cuales fueran las consecuencias.
—Tienes razón. Además, si alguien la amenaza, le arrancaré la garganta de un mordisco.
—Ése es mi Logan. No lo dudes, te ayudaré en lo que necesites. Ve a por ella.
Sólo había un problema menor…
—Tara ha dicho su palabra segura. Thorpe no va a permitir que me acerque a ella.
—Oh, esto sí que es bueno. ¿Se sometió? ¿Voluntariamente? ¿Sabía de antemano que serías tú quien la sometería?
Logan deseó que su hermano no disfrutara tanto con esas elucubraciones.
—Estábamos en ello, pero perdí la cabeza. La presioné mucho demasiado pronto. Tengo que tranquilizarme un poco y sopesar bien las opciones que tengo antes de acercarme de nuevo a ella.
—Además tendrás que convencer a Thorpe. Una vez que lo consigas, tienes que decirle a Tara por qué la dejaste; si no, nunca confiará en ti.
Una vez más, Hunter tenía razón, pero no era tan sencillo. Thorpe siempre llevaba las reglas del club a rajatabla. E incluso aunque encontrara la manera de sortear esa parte, se enfrentaría a lo realmente difícil: explicarle a Tara la verdadera razón de su cruel ruptura. Se negaba a comentárselo en el Dominium. No pensaba revelarle ante Thorpe algo tan personal. No le importaba compartir los entrenamientos, pero mostrar sus sentimientos reales era otra cosa muy distinta.
Y no tenía ninguna duda de que revelar a Tara la verdad sobre el pasado iba a resultar peliagudo. Ella ya no era una chica influenciable que escucharía su explicación sólo porque él se lo pidiera. Al contrario, se había vuelto muy testaruda. Ahora podía llegar a someterla para que le hiciera una mamada, pero no para que le perdonara. Y, por mucho que le gustara lo primero, era lo segundo lo que él quería. Si la presionaba, acabaría odiándole más.
Logan hizo una mueca.
—He pensado sobre ello. Dudo mucho que le importe saber por qué la dejé. Aunque lograra que me escuchara: ¿piensas que me creería? Si no me hubiera pasado a mí, saber que la amenazaba un asesino me sonaría descabellado. Puede que ella me desee, pero no confía en mí. No sé cómo enfrentarme a esta situación. Al contrario que tú, no soy tan rebuscado como para casarme con una mujer cuando está borracha.
—¡Eh, que fue idea de Kata!
—Claro, claro, y tú te resististe, ¿verdad? —ironizó.
Hunter se rió.
—Pues no mucho, pero funcionó. Hablando de eso, mi mujer está de vuelta en casa, así que si no quieres nada más, te voy a colgar.
—¿Qué? ¿Vas a esperarla desnudo?
—No es mala idea, hermanito.
—Eres un jodido enfermo. Acabarás asustándola.
—No, Kata me conoce muy bien.
—Lo tiene que hacer si va a seguir casada contigo.
—¡Qué gracioso! —Hunter suspiró—. En serio, sé que ahora mismo no puedes tragarte el nudo que tienes en la garganta, pero tienes que encontrar la manera de decirle a Tara por qué rompiste con ella en el instituto.
Sí. Todo sería mejor una vez que volviera a estar con ella y hubiera restablecido la confianza. ¿Le creería algún día? ¡Maldición! Si la situación fuera al contrario, lo más seguro es que jamás creyera nada de lo que le dijera. ¿Un misterioso desconocido amenazando a una cría del instituto? Parecía una excusa para largarse con otras chicas. Pero puede que si lograba que confiara en él de nuevo le escuchara. Por el momento, estaba demasiado enfadada para oír sus explicaciones o aceptar excusas sobre lo acaecido años atrás. ¡Joder! Deseaba que ella quisiera saber la verdad.
—Lo haré cuando sea el momento adecuado —murmuró Logan.
—Buena suerte.
—Gracias.
Colgó el teléfono y se dirigió al dormitorio, donde lanzó el aparato sobre la cama. Comenzó a rebuscar en los cajones del escritorio. Guardaba allí las reglas del Dominium.
Cuarenta y seis minutos más tarde, había encontrado lo que necesitaba. Se metió el documento en el bolsillo de atrás y corrió hacia la puerta, que cerró de golpe. El tráfico resultaba imposible en hora punta y era imprescindible que llegara al club antes de que Thorpe se fuera; tenía que hablar con él muy seriamente.
Club Dominium. Jueves por la noche.
Menos de ocho minutos después, Logan se bajaba de la moto en el aparcamiento del Dominium para dirigirse a grandes zancadas a la puerta principal. Se encontró con los socios habituales y los empleados de la noche. Axel se preparaba para una escena con látigo. Jason revisaba el cuarto de juegos del club. Debía ayudarle, pero sería después de que hablara con Thorpe.
Recorrió el pasillo golpeando con las botas el suelo de hormigón; las luces emitían un suave charco de luz tras otro sobre el interminable suelo gris. Cuando llegó ante la puerta del despacho del dueño del club, entró sin llamar.
Su amigo levantó la cabeza y, al instante, le lanzó una mirada llena de ira.
—Sea lo que sea lo que vayas a decirme, no quiero escucharlo. La agente Jacobs me avisó de que no podría trabajar contigo. En cuanto estuvo desnuda, perdiste el control. Aquello no fue un entrenamiento. No sé cuál es tu problema, pero no es asunto mío ni de ella. Largo.
Logan dejó caer sobre el escritorio las reglas del club.
—Reclamo la regla veintiuno, punto tres cinco.
—¿Derecho preferente? —Thorpe no se habría quedado más sorprendido aunque le hubiera dicho que era el conejito de Pascua—. ¿Porque te has tirado a esa chica en el pasado?
—Sí.
Thorpe ladeó la cabeza, mirándole fijamente.
—Si no hubiera escuchado como ella lo reconocía durante la sesión, pensaría que me estabas mintiendo. ¿Sabes con cuántas mujeres te has negado a compartir las sábanas?
Logan contuvo la impaciencia y se inclinó sobre el escritorio.
—Si escuchaste todo lo que ella dijo, entonces sabes que tengo el derecho preferente fundamental: tomé su virginidad.
—¿De veras? —Thorpe apoyó los codos en el escritorio—. Esa cláusula está ahí por una razón: evitar que dos Amos se enfrenten por una sumisa; no para que tú consigas tus objetivos. Y dado que nadie amenaza con…
—Yo. Si alguien toca a mi Tara, le destrozaré.
—Intentar marcar tu territorio de esa manera no es propio de ti.
Thorpe le observó fijamente como si esperara que apartara la vista, pero Logan le sostuvo la mirada con furia.
—Todavía no hemos comentado el resto de las condiciones de la cláusula —señaló el dueño del club—. El derecho preferente sólo puede ser reclamado si el Amo que lo hace tiene intención de hacer suya a la sumisa o casarse con ella.
¿Era eso lo que él quería? Sí, si pudiera conseguir de nuevo su confianza y la hiciera más feliz que Brad Thompson. Sí, si pudiera estar con ella al finalizar la misión. Tara, o bien había jugado con él o bien había renunciado a un deseado orgasmo cuando dijo la palabra segura. Había una razón para que ella la hubiera usado: mantener el control. Estaba seguro de ello. No dudaba que ella mantenía la cabeza clara y había pronunciado la palabra porque estaba asustada o a punto de claudicar. Y era una mujer que jamás se rendía. La conocía. Tara se entrenaría y haría el trabajo sin importar lo que él dijera. Sólo había querido deshacerse de él y que la preparara otro entrenador.
—Tengo intención de hacer ambas cosas.
—¿Quieres vincularte a la agente Jacobs de manera permanente a pesar de que ella te odia?
—Eso no es cierto. Y sí, tengo intención de atarme a ella en todos los aspectos posibles.
—¿Harás el amor con ella y no recurrirás a Xander?
Logan sonrió ampliamente.
—En cada posición que pueda. En cuanto me sea posible.
Thorpe le observó durante largo rato.
—Has reclamado una regla viable del club y pareces hablar en serio. Esa cláusula estipula que tienes una semana para conquistarla sin obstrucciones ni interferencias. Pero el FBI me paga para que esa mujer salga de aquí bien entrenada. Su vida amorosa no es importante para ellos. Está en juego la vida de otra agente.
—Ya he considerado ese punto. Ningún otro Amo la preparará mejor que yo. Nadie tiene más interés en que salga con vida de la misión. Sé que sólo tengo una semana. Si me veo obligado a elegir entre conquistarla o entrenarla para la tarea… Que siga con vida será siempre prioritario.
Thorpe lo miró fijamente.
—Dejar en tus manos todas las decisiones durante los próximos siete días, aunque diga su palabra segura, no me parece correcto.
—Si piensa que diciéndola se saldrá con la suya, está perdida. Me encargaré de ella, pero lo haré en mis términos o jamás se someterá. No puedes dejar que se descontrole sólo porque te den un cheque. Tiene que sumergirse en nuestro mundo, no en una versión sesgada de él. O aprende las reglas o cualquiera se dará cuenta de sus intenciones. No jugamos con las reglas del FBI, sino con las nuestras.
Logan permaneció firme mientras esperaba. Los Amos eran víctimas de sus propias reglas en algunas ocasiones, como ahora. Tara no aprendería —ni tendría éxito— si no comprendía ese estilo de vida. La ejecución selectiva de las normas para salirse con la suya no sería bien recibida por los demás miembros del club, y él lo sabía.
—Eres un cabrón muy listo. —Thorpe se levantó, agitado—. De acuerdo. Dispones de siete días, pero no tendrás tanta manga ancha. Si llego a considerar que has cruzado los límites con la agente Jacobs, o creo que no la estás preparando de manera adecuada, revocaré tu reclamación y dejarás de pertenecer al club. Y, por supuesto, si no consigues tus objetivos dentro de una semana, las consecuencias serán las mismas. ¿Lo has entendido bien?
El muy capullo no le dejaba muchas opciones, pero Logan sonrió.
—Perfectamente.
Club Dominium Viernes por la mañana.
A la mañana siguiente, Tara cerró de golpe la puerta de la mazmorra de Logan. Estaba tan furiosa que la sangre le hervía en las venas.
Había esperado entrenar con otro Amo, uno contra el que no se hubiera restregado como una gata en celo. Pero no. Thorpe le acababa de explicar que estaría en manos de Logan durante toda la semana. Y sólo tenía que mirarle para recordar lo completamente que había respondido a él.
Peor todavía, la noche anterior había discutido con Brad cuando él percibió las rozaduras de barba en la barbilla, cuello y pechos. Si hubiera llegado a saber quién se las había hecho, se hubiera vuelto loco; sobre todo si tenía en cuenta que ya le había pedido que renunciara al caso y ella se había negado.
¡Maldición! Su vida sería mucho más fácil si Logan desapareciera de ella.
Intentó controlar su temperamento mientras dejaba la bolsa en el suelo y se alisaba la falda negra. La cólera que la embargaba no sería de ayuda. Pero verle a él con una ceja arqueada como si supiera por qué estaba enfadada y no le importara, casi la hizo olvidar sus buenas intenciones. Eso sin mencionar que aquella hambrienta mirada azul le decía que apenas podía esperar para estimular su sexualidad otra vez. Y cuando estaba con él notaba como si le ardiera la piel.
—Buenos días. —Logan miró el reloj—. Llegas tres minutos tarde. Desnúdate y comencemos.
Lo dijo como si el día anterior no hubiera ocurrido nada especial. Ella no había logrado dormir intentando descubrir en qué se había equivocado, incapaz de olvidar la boca y las manos de Logan sobre su cuerpo ni la manera en que se había sentido viva otra vez. ¡Maldición! Tenía un trabajo que hacer y él parecía empeñado en echarlo a perder.
Tiró de las solapas de la chaqueta de su traje para cerrar la prenda.
—No. Acabo de hablar con Thorpe. ¿A qué estás jugando?
Él ladeó la cabeza.
—No estoy jugando. Hablaremos, pero ahora no es el momento y éste no es el lugar.
—Te equivocas, éste es el único sitio donde nos veremos. Lo que ocurrió ayer…
—Eso no importa. Lo que se interpone entre nosotros es la manera en que rompimos en el instituto.
Sus palabras no podrían haberla conmocionado más, sobre todo cuando no sabía por qué él querría discutir sobre eso.
—Yo era una chica inocente y tú un adolescente impulsado por las hormonas. Después de la muerte de tu madre, estabas dolido y la tomaste conmigo. Fin de la historia.
Logan negó con la cabeza.
—Fue mucho más que eso. Me gustaría explicártelo. ¿Querrás escucharme?
¿Se había vuelto loco? ¿De verdad quería que le diera la oportunidad de justificar sus mentiras? ¿Que le permitiera adularla hasta llevársela a la cama otra vez para que volviera a hacerle daño?
—No.
Pareció decepcionado, pero no la presionó.
—Eso no forma parte de tu entrenamiento. Es una cuestión personal entre nosotros. Si cambias de opinión, pregúntame; pero no cuando nos estén mirando. Creo que, de verdad, te sentirás mejor cuando lo sepas.
Tara abrió la boca y la volvió a cerrar. La chica humillada y enfadada que tenía en su interior quería escuchar su explicación, pero sólo si terminaba con una confesión de amor eterno por su parte. Soltó un cínico bufido. «Estúpida». Lo más probable era que él se hubiera sentido confuso y triste y hubiera preferido la comodidad de la relación con la legendaria Brittany Fuller. Además, ¿de qué serviría discutir sobre el pasado? Lo que ella necesitaba era mantenerle a distancia y concentrarse en su trabajo.
—Lo dudo mucho, así que paso.
—La oferta queda sobre la mesa. Ahora, comencemos el entrenamiento. Te he ordenado que te desnudes. Y, aunque no estaba en mis planes, si no sigues mis órdenes terminaremos el castigo de ayer. Añadiendo más azotes.
—Ayer dije mi palabra segura. Deberías respetarlo, igual que debería hacerlo Thorpe. ¿Por qué demonios ha violado las reglas del club volviéndome a entregar a ti?
Logan se acercó a ella; Tara no quiso fijarse en la manera en que la camiseta negra se amoldaba a los músculos de su torso ni en cómo los pantalones de cuero abrazaban cada centímetro de su erección. No dejaba nada a la imaginación. No podía negar que estaba bien. Bueno, era impresionante. Apetitoso. Pero iba por muy mal camino.
—Thorpe y yo tuvimos… una conversación personal ayer noche. Llegamos a un entendimiento. Durante los próximos siete días estás completamente en mis manos. ¿Alguna pregunta más, Cherry?
—¿Cuál es tu intención? ¿Qué esperas acorralándome así? ¿Pincharme de nuevo para ver si sangro? ¿Humillarme?
—Jamás he querido hacerte daño. Ni entonces, ni ahora. Además ¿realmente piensas que humillarte era lo que ocupaba ayer mi mente cuando tenía la lengua en tu boca y los dedos en tu coño?
Tara quiso encogerse, pero se repuso con rapidez.
—Gracias a Dios mi gusto en hombres ha mejorado mucho desde los dieciséis años.
—Cuando estábamos en el instituto, Brad se agenció las respuestas de los exámenes y se metió metadona, así que permíteme que disienta. —Logan sonrió forzadamente—. Quiero que entiendas que recurrir a la palabra segura hará que pongamos fin a la escena que nos ocupe, pero seguiré siendo tu entrenador. Detenme cuando te sientas muy incómoda con lo que esté ocurriendo, pero que grites «Romeo» no hará que me pierdas de vista, ¿lo has comprendido?
Es decir, que a menos que quisiera dejar morir a Darcy y perder la oportunidad de seguir los pasos que harían que su padrastro estuviera orgulloso de ella, estaba ineludiblemente comprometida con Logan durante una semana. ¡Genial! Tragó saliva. Sin embargo, sabía que era el cebo perfecto para la misión y no pensaba fallar a sus colegas.
—Sí.
Además, no pensaba permitirle volver a acceder a ella de la misma manera.
—Sí, Logan —la corrigió—. Quiero escuchar mi nombre en tus labios.
Ella suspiró con resignación.
—Sí, Logan.
—Ten en cuenta que los resultados de tu actitud los notarás en el trasero. Si yo fuera tú, me pensaría cuidadosamente qué hacer y qué decir.
—Pero tú no eres yo, Logan.
Él apretó los dientes.
—Cierto. Vamos a comenzar trabajando tu actitud. Para empezar, me gustaría disculparme por haber perdido el control de la situación. Te presioné mucho demasiado rápido.
Ella se retrajo. ¿Estaría tratando de hacerle bajar la guardia para seducirla otra vez? ¿Sería ésa la explicación de por qué quería hablar de pronto del pasado? Parecía sincero pero… sólo se había disculpado por presionarla, no por besarla.
—Asumiendo que sea verdad lo que dices, y dado que vamos a trabajar hombro con hombro, tengo una condición: no vuelvas a besarme. Tu trabajo es enseñarme a someterme para que realice una misión, no seducirme.
Él esbozó una leve sonrisa, aunque no parecía divertido.
—Enseñarte a someterte es mi objetivo, pero eso implica tocarte de todas las maneras posibles. No eres tú quien dicta las órdenes. Así que si lo que quieres es salvar a la agente Miles, es mejor que dejes de discutir y te desnudes.
¡Dios! Odió esa orden. La hizo sentirse vulnerable ante él, que era justo lo que Logan pretendía. Pero él también parecía afectado y ella pensaba usar esa ventaja si volvía a presionarle.
—No va a gustarte si tengo que volver a repetir la orden. —Logan cruzó los brazos sobre el pecho, esperando.
Tara se contuvo para no rechinar los dientes. Una vez infiltrada, podría ser ofrecida a un Amo que insistiera en tenerla desnuda todas las horas del día. Tenía que superar su inhibición y la incomodidad que suponía no tener un cuerpo perfecto. Y tenía que dejar de interactuar con Logan a nivel personal. Era su entrenador. Quería que se desnudara y ella lo haría.
—¿Tengo que doblar la ropa y colocarla a tus pies? —Incluso decir las palabras hacía que ardiera de cólera y le provocaba una peligrosa punzada de deseo en el vientre.
Los ojos azules se ensombrecieron.
—Sí.
Sin otra palabra, se desnudó prenda a prenda, que dobló pulcramente y dejó en un pequeño montón ante él. Una vez hecho, esperó mientras el frío le erizaba los pezones. Los tenía palpitantes. Logan le lanzó una mirada tan ardiente que ella encogió los dedos de los pies.
¡Maldición!, ¿por qué era capaz de provocar en ella esas sensaciones? Tenía que superar el deseo que sentía por él. Su cuerpo y sus emociones no eran lo importante, sino la misión.
Pero eso era más fácil pensarlo que hacerlo cuando Logan estaba tan cerca y notaba la calidez y la dureza de su cuerpo. Él alzó una mano y le puso la punta del dedo entre los pechos, desde donde le trazó una lenta y tentadora línea por el abdomen hasta detenerse encima del monte de Venus. Lo dejó allí, inmóvil. Aunque pareciera increíble, el ligero roce hizo que su sexo se contrajera con una dolorosa sensación de vacío. La sangre se agolpó entre sus muslos y sus pliegues se cubrieron de humedad, aunque él apenas la había tocado.
Finalmente, movió el dedo más abajo. Logan sonrió mientras lo deslizaba entre los mojados rizos rojos para frotarle el clítoris, que se hinchó y endureció bajo su roce.
La sonrisa se hizo más amplia.
—Muy bien, Cherry. Hoy comenzaremos con una prueba. Las instrucciones que te daré me ayudarán a comprender mejor cómo proceder contigo. Vamos.
La giró hacia la puerta y ella se zafó de su mano.
—No puedo salir desnuda.
En el mismo momento en que dijo las palabras, supo que no eran las más adecuadas.
—Estar desnuda no debe preocuparte. —La cara de Logan mostraba un terrible desagrado—. Mientras te entrenas conmigo tu cuerpo me pertenece, igual que tú. Como siempre, puedes decir la palabra segura. En ese caso, discutiremos y resolveremos el asunto, luego seguirá el entrenamiento. O puedes abandonar la misión, en cuyo caso, estoy seguro de que Thorpe y el FBI interrumpirán cualquier contacto entre nosotros.
Aquel frío discurso le hizo apretar los dientes. Era una mujer hecha y derecha. Ponerse en manos de alguien era para ella algo completamente extraño. Trabajaba todos los días en un ambiente en el que se esperaba que controlara las emociones y usara la lógica, así que tener que hacer lo contrario no le resultaba fácil. El entrenamiento de Logan la asustaba de muerte, pero si quería solucionar ese caso y llegar a ser una agente de éxito, tenía que contener el carácter y tragarse el orgullo.
—Entendido, Logan.
Esperó que la diversión brillara en los rasgos de su Amo, pero lo único que vio fue un resplandeciente deseo en sus ojos profundamente azules y el rubor que le cubría los pómulos. Una mirada más abajo le dijo que la erección pugnaba contra los pantalones de cuero.
Su respiración se hizo más superficial cuando se volvió hacia ella para hacerle poner la mano en su brazo y, tras colocarle la suya en su cadera, guiarla hacia el corredor. Una aterradora sensación de vulnerabilidad la inundó mientras caminaban. Aunque el club no estaba aún abierto al público, Thorpe y algunos otros Amos estaban por allí. Se había cruzado con ellos mientras iba hacia la mazmorra de Logan. Pero entonces estaba vestida. Ahora, Logan la hacía desfilar por los pasillos sin que la cubriera prenda alguna y él iba a su lado, marcándola con su mano.
La aterraba, y aún así… Sentía el deseo de Logan flotando en el aire, entre ellos, acompañado de una extraña sensación de orgullo y placer por ser capaz de conseguir que ella acatara la orden a pesar del miedo. Por mucho que odiara admitirlo, aquello la excitaba.
Ella le lanzó una mirada de desconcierto por encima del hombro.
—No comprendo lo que me está ocurriendo.
Él observó las mejillas enrojecidas.
—¿No entiendes por qué respondes a esta situación? Porque en tu interior sientes la sexualidad. Sabes que me complaces cuando confías en mí, lo que para una sumisa es un placer por derecho propio.
—Me importa muy poco si te complazco o no. Y a ti no te importo nada.
Logan clavó en ella sus ojos azules.
—Eso es mentira. Hay cosas que no sabes, cosas que quiero decirte… —Negó con la cabeza—. Lo haré cuando estés dispuesta a escucharme. Sólo déjame decirte que tu felicidad es lo más importante del mundo para mí. Si me lo permitieras, cumpliría todas tus fantasías. Tu sumisión, si realmente me la das, me otorgará el privilegio de hacerte disfrutar.
Sus palabras hicieron que la atravesara una oleada de calor que ella aplastó con determinación.
«Céntrate en la misión».
—Nada de esto tiene sentido.
—Lo tendrá. Ven conmigo.
Cuando doblaron una esquina se tropezaron con otro Amo. Ella no conocía su nombre, pero poseía una especie de aura que indicaba lo que era. Sería peligroso hacer negociaciones con él. Bajo esa inmaculada camisa y aquellos pantalones a medida era un depredador. Logan y él tenían eso en común.
—Jason —le saludó Logan.
—Edgington. —Sus ojos grises brillaron cuando la miró.
Tara se movió con inquietud cuando sintió la mirada del otro hombre en la cara, en los pechos, en el vientre, y luego, tras un breve momento, en los rizos rojos que protegían su sexo. Cruzó las piernas y puso los brazos sobre los pechos.
—Aparta las manos y separa los pies —ordenó Logan.
¿Quería que Jason la mirara? Sabiendo que tenía que superar ese obstáculo para llevar a buen término la misión, se obligó a obedecer. Logan la recompensó con una sonrisa de aprobación que la encendió de pies a cabeza.
Maldición, ¿por qué? En condiciones normales correría en busca de algo con qué cubrirse, se negaría a permitir que la mirara un extraño y se preguntaría si la encontraba defectuosa o no. Pero comenzaba a arder cuando Logan le ordenaba algo y, aunque no debía importarle nada lo que él pensara sobre su comportamiento, esas buenas costumbres e inseguridades se disolvían cuando veía el destello de su sonrisa. ¿Por qué?
—Deja de pensar, acabarás volviéndote loca —le aseguró Logan—. No le busques la lógica. Sólo siente.
Cierto. La incomodidad que pudiera notar no era importante. Tenía que aprender a someterse a él por el bien de la misión.
Jason esbozó una sonrisa y dio una palmadita a Logan en la espalda.
—¿Una sumisa en período de entrenamiento?
—Y necesita mucho entrenamiento. Lo cierto es que iba a preguntarte si ibas a reunirte hoy con la policía que estás instruyendo.
—Greta tendría que estar aquí dentro de diez minutos. Es el único momento que tiene libre, he almorzado pronto para venir. —Sonrió ampliamente—. Me encanta el sexo al mediodía.
—¿Te importa si entramos en el cuarto de seguimiento? Esta hembra necesita ver qué significa realmente la sumisión.
—No, claro. Creo que descubrirás que Greta ha sido una buena alumna.
Tara intentó contener la curiosidad cuando entraron en el cuarto. Era un espacio diminuto que estaba a oscuras y dominado por una enorme ventana a través de la que se veía una sala de juegos que no conocía. En ese pequeño recinto sólo había un futón para permitir algún tipo de comodidad a los observadores, que podría convertirse en una cama si fuera necesario.
—¿De qué va todo esto, Logan?
Él cerró la puerta cuando entraron, quedándose solos en aquel estrecho espacio. La pared la acorralaba por un lado, Logan por el otro. Él la miró en medio de la oscuridad.
—Quieres saber por qué he permitido que Jason te viera desnuda.
—Para empezar.
—No es nada personal con él y, en condiciones normales, no te compartiría. Pero tienes que sentirte cómoda estando desnuda durante la misión, no importa a quién tengas al lado. Por lo tanto, seguiremos así hasta que superes tu incomodidad. Es algo que delataría enseguida a una falsa sumisa.
Probablemente eso había sido lo que delató a Darcy y desencadenó su desaparición. El pasado existente entre ellos no tenía importancia. Lo primordial era que aquella misión fuera un éxito.
—¿Vas a prepararme realmente para poder infiltrarme? ¿Sin ningún juego mental por tu parte?
—Me aseguraré de que estés preparada para cualquier situación que te puedas encontrar. —La miró con seriedad—. Pero ese tipo de juegos forman parte de todo esto. La dominación y la sumisión no dejan de ser juegos mentales.
—Si lo sé de antemano, podré soportarlo.
—¿Eres buena disparando y en defensa personal?
—Sí, y voy a un gimnasio todas las noches para estar en forma. Practico boxeo. Robert es un hacha en esa disciplina.
—York nunca será un Amo convincente.
Era lo que ella se temía.
—Quizá si Axel sigue trabajando con…
—Nunca —subrayó Logan—. Y es algo que discutiré en breve con Thorpe. A partir de mañana, Axel y yo informaremos a Bocelli sobre los progresos que hagáis. Si York no es el adecuado, seremos brutalmente honestos con él.
—No podéis apartar a Robert de este caso. Tardaríamos demasiado tiempo en conseguir a otro agente. Hemos invertido muchas horas en esto y…
—Ya nos ocuparemos de eso si se da el caso. Ahora tienes suficiente con concentrarte en lograr ser una sumisa convincente para dentro de siete días.
—Pero…
—Durante esta semana, ¿quién es tu Amo? —Incluso en la oscuridad, ella vio la ceja arqueada y la postura, más agresiva.
—Tú. —Cuando él le lanzó una penetrante mirada, ella suspiró—. Logan.
—¿Qué es lo que desea un Amo por encima de todo?
—Obediencia.
Él negó con la cabeza.
—Confianza. Una vez que se obtiene, la obediencia es la continuación natural. Y bajo esa fachada de ruda agente del FBI, estás tú. Quién eres de verdad. Sé que conseguir que confíes en mí será más difícil debido a nuestra historia del pasado, pero quiero que sepas que jamás haría nada que te pusiera en peligro. Nunca. Prefiero morirme.
¡Santo Dios! La gravedad de su tono confundió a Tara, parecía que hubiera un mensaje oculto en sus palabras. Frunció el ceño.
—Háblame sobre la desaparición de la agente Miles —le pidió él, cambiando de tema.
Era una orden, una que Tara encontró muy fácil de cumplir.
—A Darcy la enviaron cerca de Key West para asistir a un fin de semana de solteros en un complejo turístico que atiende necesidades de dominación y sumisión. Fue allí donde desaparecieron otras dos mujeres. Informó durante los dos primeros días desde el lugar, nos comunicó que había asistido a conferencias y hecho algunas investigaciones. La asignaron a algunos Amos, pero no ocurrió nada fuera de lo normal. Entonces nos dijo que había sido invitada a una reunión especial por el director del complejo, un tal Lincoln Kantor. Tres horas después, recibimos una señal de socorro durante ocho segundos antes de que se interrumpiera bruscamente. No sabemos nada de ella desde entonces. Eso ocurrió hace siete días.
—Y ahora os estáis preparando contrarreloj.
Tara asintió con la cabeza, preocupada por el nudo que le apretaba el estómago.
—Sé que necesito como mínimo una semana para entrenarme, pero no estoy segura de que Darcy disponga de tanto tiempo.
Logan le tomó la mano y entrelazó sus dedos. Tara encontró el gesto ridículamente reconfortante.
—Pero no te dejaré ir si no estás preparada. El FBI sólo perdería otra agente.
—Lo sé.
Con un apretón de mano, él admitió la dificultad para reconocer esa realidad.
—Si hay una manera de salvar a Darcy, la encontraremos. Centrémonos en tu preparación.
Ella asintió con la cabeza y, momentos después, Jason y su policía entraron en la estancia. En el mismo momento en que la puerta se cerró, Jason cuadró los hombros. De repente pareció más grande y autoritario.
No le dijo una palabra a la mujer, sólo la miró como si esperara algo. De inmediato, ella se quitó el uniforme, prenda a prenda, hasta quedarse desnuda, con las puntas de su largo pelo oscuro rozándole la mitad de la espalda. Entonces se arrodilló a sus pies con las piernas separadas, las palmas hacia arriba y la cabeza gacha. Aun desde allí, Tara sintió lo desesperadamente que ansiaba agradar a su amo.
Jason le acarició el pelo.
—Muy bien, cielo. ¿Has hecho lo que te pedí durante la última sesión?
—Sí, Amo. —Enséñamelo.
Greta no vaciló, estiró las piernas y se reclinó sobre la espalda con las piernas separadas para que Jason la viera.
Él se arrodilló y su mano desapareció entre las piernas de la joven.
—Muy agradable. ¿Te has afeitado o te has hecho la cera?
—Me he hecho la depilación brasileña con cera —jadeó ella.
—Y veo que también has accedido con respecto al dilatador anal. ¿Es éste el más grande?
—Sí, Amo. Me lo he puesto por la mañana. Fue difícil, pero ahora estoy preparada para ti.
Tara percibió en la voz de Greta la necesidad de obtener la aceptación y el placer de Jason. Sus conocimientos sobre el oscuro mundo del BDSM eran casi académicos e incluso así… Tara comprendía perfectamente cómo se sentía la otra mujer. Se sintió identificada con ella, como cada vez que había hecho lo que pensaba que complacería a Brad o a alguno de sus otros amantes, peinándose de determinada manera o comprando unos zapatos más sexys. La mayoría de sus esfuerzos habían pasado desapercibidos.
Por un alocado momento, Tara quiso un hombre que la viera de verdad, hasta el último detalle. Un hombre como…
No se atrevió a terminar el pensamiento.
Pero los recuerdos la acosaron mientras miraba de reojo la figura de Logan. En el instituto él había notado cualquier cambio, incluso un suéter nuevo. La tarde que tomó su virginidad, él enumeró todo lo que había percibido en ella, desde la marca de nacimiento hasta la manera en que se sonrojaba.
Jason sonrió y acarició a Greta otra vez entre las piernas. El muslo de la mujer bloqueaba la vista, pero fuera lo que fuera lo que le hubiera hecho, ella gimió.
—Estoy muy orgulloso de ti, cielo —canturreó Jason con dulzura—. Mereces un premio, que recibirás en cuanto nos ocupemos de tu castigo por lo ocurrido el martes.
A pesar de que tensó la espalda, Greta bajó la mirada. Era la viva estampa del arrepentimiento.
—Lo siento, Amo. No te fallaré. Tuve… miedo.
—Tú defiendes la ley. Jamás permitiría que te arrestaran por escándalo público. El ejercicio era para probar tu confianza en mí, y fallaste. ¿Creíste de verdad que permitiría que te afectara profesionalmente?
Greta se mordisqueó el labio.
—No pensé. Sólo me dejé llevar por el pánico.
—No confiaste en mí.
La mujer se inclinó y bajó la oscura cabeza.
—Deseo complacerte, Amo. Aceptaré cualquier castigo que decidas.
Él asintió.
—Antes te daré la oportunidad de realizar lo que te negaste a hacer el martes, así me darás placer. Ahora mismo estamos siendo observados. No te diré por qué ni por quién. Acaríciate el clítoris.
La mujer lanzó una rápida mirada al espejo. Los ojos de aquella sensacional belleza estaban abiertos como platos y tenía las pupilas dilatadas. Puede que tuviera miedo pero… aquello también le excitaba.
Jason chasqueó los dedos.
—Quién esté ahí no es asunto tuyo. Yo sí.
Con un tembloroso asentimiento, Greta se apoyó en los codos e introdujo la mano tímidamente entre las piernas abiertas.
—Vuélvete hacia el espejo —ordenó él.
Greta se quedó paralizada.
—¿Por qué la presiona de esa manera cuando es evidente que ella sufre? —susurró Tara.
—Esto es lo que quiere y Jason lo sabe. La sumisa está intentando controlar la escena al no dejar su bienestar en las manos del Amo. Por supuesto, ella sabe que no tiene nada que temer de la situación. El trabajo de Jason es presionarla hasta vencer sus inhibiciones y satisfacer sus fantasías de sumisión.
Tara lo entendió, pero se sintió identificada con la incomodidad de Greta. Pensar en masturbarse delante de un amante, ante testigos desconocidos, la hizo retorcerse de aprensión y sentir una perturbadora excitación.
Por fin, Greta pareció armarse de valor y se puso de cara al cristal. Tara percibió la piel de gallina de la joven, cada aliento jadeante, los pezones puntiagudos, la resbaladiza vulva sin vello y la base rosada del dilatador introducido en el ano.
Greta deslizó la mano entre las piernas. Cerró los ojos y comenzó a frotar lentamente con los dedos el pequeño nudo de nervios.
—¿Por qué quiere él que haga esto en público? —Tara no lo entendía, pero la idea de tener esa clase de confianza en su pareja provocaba en su interior una extraña espiral de deseo.
—El martes quedó con ella en un parque después del turno. Era un lugar oscuro y vacío. No se lo había dicho a Greta, pero había limpiado el lugar y tenía un par de amigos protegiendo la entrada. A Jason le gusta mucho practicar sexo al aire libre, y a Greta la excita pensar que alguien la pueda estar observando.
—Pero es evidente su desasosiego. —Tara frunció el ceño. Notó que a la mujer le temblaban todos los músculos del cuerpo.
—Pero también está ruborizada y separa las piernas todo lo que puede. Sus pezones están duros como guijarros.
Tara clavó los ojos en la otra mujer. Logan tenía razón. Ahora que veía las reacciones de la sumisa a través de los ojos de un Amo, notó más cosas.
—Comienza a acariciarse más rápido.
—Exactamente. ¿Realmente la ves incómoda? ¿Perturbada? ¿Inhibida?
Tras otra larga mirada, Tara negó con la cabeza.
—Ya no.
—Él la ayuda a liberar su naturaleza y a cumplir sus fantasías. Ése es su papel.
—¿Es por eso por lo que te gusta a ti? —La pregunta se le escapó antes de que pudiera contenerla.
Logan se volvió hacia ella bruscamente.
—Eso es lo que ansia cada Amo. Algunos lo hacen por eso, otros no.
Tara estaba segura de que tenía razón, pero no había respondido a su pregunta.
—Detente —ordenó Jason a la mujer.
Greta sollozó, pero apartó los dedos que revoloteaban sobre su clítoris. Arqueó la espalda y rechinó los dientes. Debía de haber estado justo al límite. Tara se tensó por la empatía. Sentada al lado de Logan, en el pequeño espacio, comenzó a moverse con nerviosismo, muy consciente del latido que comenzaba en su estómago y crecía entre sus muslos.
—Estate quieta —le exigió Logan.
Como si él supiera exactamente el incómodo deseo que bullía en su interior.
—De pie —ordenó Jason a Greta.
Lentamente, la policía se puso en pie al tiempo que lanzaba una mirada suplicante a su Amo. Él pareció impertérrito cuando se sentó sobre una lujosa chaise cercana. Se palmeó los muslos.
—Sobre mis rodillas, cielo.
—Amo… —Greta parecía a punto de llorar.
—Lo has hecho muy bien. No lo estropees ahora.
Greta cerró los ojos como si buscara coraje para seguir adelante. Al final se tendió sobre los pantalones oscuros de Jason.
—Cuenta cada uno de mis azotes. Y no te corras.
El Amo comenzó a dejar caer una ráfaga de azotes sobre las insolentes nalgas de la mujer. Greta contó todas y cada una, jadeando con cada número.
Tara se retorció.
—Por si te lo preguntas —murmuró Logan—, no te excitaste cuando te di los azotes porque mi intención era castigarte, no darte placer. La próxima vez, sentirás la diferencia. Y si me fío por la manera en que te mueves ahora, creo que te gustará.
Si alguien le hubiera asegurado diez minutos antes que la excitaría ver una paliza erótica, se habría reído, pero ahora no podía negar que sentía más que curiosidad. Había un ritmo en los cuerpos, un movimiento en contrapunto, casi como un baile. Cuando él terminó, ella contuvo el aliento jadeante. Entonces Jason gimió y le pasó la palma sobre las nalgas enrojecidas, ella arqueó el trasero hacia la mano, una y otra vez.
De repente, Greta se tensó. Jason la alzó hasta ponerla a horcajadas sobre sus muslos y fundió su boca con la de ella. Unos segundos después, se había bajado los pantalones y puesto un condón.
La cogió de las caderas con los dientes apretados.
—Móntame.
Con un gemido de alivio, ella se empaló sobre la gruesa erección y la introdujo hasta el fondo de su sexo con una embestida brutal.
Jason dejó caer la cabeza y gimió. En el siguiente movimiento, la detuvo y le pasó el pulgar por el clítoris.
—Córrete, Greta.
No tuvo que decírselo dos veces. Su cuerpo se crispó y le clavó los dedos en los hombros mientras le sostenía la mirada, impotente, luego cerró los ojos llevada por el placer, entregándose a él.
Jason siguió penetrándola mientras la atravesaba el primer orgasmo y la conducía al segundo. Cuando Greta alcanzó el tercero, con la cara roja y el aliento entrecortado, el Amo se enterró profundamente en ella y extendió la mano sobre su espalda, enredando la otra en su pelo. Entre ellos no pasó ni una gota de aire mientras la besaba durante el lapso de tiempo que duró aquel clímax conjunto.
Tara soltó el aliento que no sabía que contenía. Todo su cuerpo vibraba de necesidad. Ardía de deseo. Ver a Jason y a Greta la había excitado… Pero era mucho más. Era más profundo. Él había dado; ella había tomado… y ofrecido todo a cambio. El acto parecía una especie de compañerismo. Esa conexión de cuerpos, mentes y almas de la que hablaban los poetas y que describían los compositores en sus creaciones. Ella jamás había visto o sentido nada igual.
Y deseaba sentir lo mismo… con desesperación.
Se arriesgó a mirar a Logan. Él le sostuvo la mirada con una silenciosa confianza que parecía decir «sí, puedo darte eso».
—¿Lo entiendes ahora?
Ella no tenía palabras para decirle lo profundamente conmovida que estaba y lo bien que lo comprendía.
—Sí, Logan.
Él le tendió la mano.
—Comencemos.