Capítulo 2

—¿Cherry? ¿Tu Cherry? —Xander le miró aturdido.

Logan no podía apartar los ojos de ella ni pensar con la claridad que requería la pregunta de Xander. Hacía doce años, un mes, quince días, seis horas y unos cuantos minutos que no la veía. Y ahora ella estaba en una mazmorra para entrenarse como sumisa. Con él.

Ella se retorció zafándose de su mano y se puso fuera de su alcance antes de taladrarle con una mirada furiosa. Una intensa emoción le hizo sentir un cálido latido sexual en las entrañas. Su primer impulso fue empujarla contra la pared y sepultarse en su interior.

—No me llamo Cherry —siseó ella—. Me llamo Tara. Aunque no esperaba que lo recordaras.

Oh, claro que lo recordaba. ¡Joder!, ¿cómo iba a olvidarse? ¿Cómo podría hacerlo si despojarla de la virginidad a los dieciséis años le había arruinado literalmente para cualquier otra mujer? Deseó poder negarlo, pero si lo hiciera, mentiría.

La observó, vio a la mujer en que se había convertido y a la jovencita que había sido. Había visto hembras más hermosas, pero ninguna le volvía tan loco como ella.

—Tara Jacobs —murmuró, sin poder apartar la mirada como si ella fuera un espejismo que pudiera desaparecer de un momento a otro—. No habría aprobado segundo curso si tú no me hubieras echado una mano. —Siguió mirándola sin ser realmente consciente de las palabras que escapaban de su boca, simplemente espoleadas por la sorpresa que le embargaba—. Ya veo que sigues teniendo tan buen carácter. Y supongo que también seguirás siendo una inconformista. ¿Todavía tienes esa pequeña marca en el interior del muslo izquierdo?

Ella le miró boquiabierta, con los dulces labios separados. ¡Santo Dios!, cómo le gustaría que le rodeara la polla con ellos. No habían llegado a hacer eso… Ni otras muchas cosas.

—Eso no es asunto tuyo. —Ella cruzó los brazos.

Cómo si con ese gesto defensivo pudiera mantenerle a distancia.

¡Ja!

—¡Oh, Santo Dios! —exclamó Xander—. Es tu Cherry. No me lo puedo creer.

—Cierra el pico, Xander —gruñó Logan—. Lárgate.

Axel se aclaró la voz.

—Parece que ya conoces a la agente Jacobs, Logan. Bueno, ya no me necesitáis. ¿Agente York? —El enorme Amo miró al agente masculino—. Acompáñeme al despacho de Thorpe, tenemos que hablar.

York lanzó a Tara una mirada de preocupación que irritó a Logan. Cuando estaba a punto de ofrecerse para hacerle una cara nueva al agente, Tara hizo al hombre un gesto con la cabeza mostrando su conformidad.

—Xander, ven tú también —dijo Axel—. Algo me dice que Logan no va a necesitar que le eches una mano con ella.

Su amigo se encogió de hombros y siguió a Axel hasta la puerta.

—Ya veremos.

Logan contuvo la irritación y observó al trío que se marchaba. La puerta se cerró tras ellos.

¿Podría ahora aplastar a Cherry contra la pared y sepultarse en su interior? Una mirada a su cara le dijo que ella no estaría por la labor. Pero iba a entrenarla, pasaría mucho tiempo a solas con ella. Conseguiría tocarla. ¡Santo Dios!, no podría ser mejor ni aunque lo hubiera planeado.

Tara atravesó la estancia alejándose, con su pelo rojizo alborotado tras haber luchado contra él. La vio quitarse el prendedor. Los fogosos mechones cayeron sobre su espalda mientras se acercaba al armario de la pared para coger una bata que se puso de inmediato.

—¿Qué haces aquí?

Él no le había dado permiso para cubrirse con la prenda de seda, pero ya llegarían a eso. Tenía preguntas que hacerle y estaba seguro de que ella también tendría algunas para él.

Logan se encogió de hombros.

—Lo cierto es que paso mucho tiempo aquí. Al menos cuando estoy de permiso.

Ella frunció el ceño.

—Sí, he oído que eres militar. ¿Infantería?

—Marina —corrigió él—. Soy un SEAL.

Ella arqueó las delicadas cejas color jengibre.

—De quarterback a soldado. Todo un avance. Supongo que sigues siendo un jugador de equipo.

Aunque pudiera parecer raro, esos comentarios afilados como una navaja eran una de las cosas que más había echado de menos desde que la dejó en el instituto. Otra había sido su ternura.

Doce años antes Logan le había hecho daño, aunque a él también se le había roto el corazón cuando tuvo que dejarla. Consideró que el hecho de que ella todavía sintiera aquella cólera, después tantos años, era una buena señal. Si no siguiera significando algo para ella, la única emoción que mostraría sería una suave sorpresa. No estaría enfadada ni se aferraría a la bata como si fuera un escudo.

—De autora en ciernes a agente del FBI. Menudo avance.

Fue entonces cuando se dio cuenta de algo evidente; tendría que entrenar a su Cherry para que se infiltrara en un club para realizar una misión, para que supiera someterse a algún cabrón poco escrupuloso que vendía mujeres como medio de vida, un hombre que la tocaría y que, quizá, le haría daño. Ya había desaparecido una agente, incluso podría estar muerta. Cherry se había presentado voluntaria para correr ese enorme peligro y él no estaría allí para guiarla, sino el pusilánime de York.

«¡Joder!».

Cruzó los brazos sobre el pecho, quizá de esa manera ella no notase los fuertes latidos de su corazón ante la idea de que se hubiera presentado voluntaria para infiltrarse en ese nido de serpientes.

—Ya que perteneces al FBI, doy por hecho que sabes disparar un arma y tienes nociones de defensa personal, pero como no dispongas del tiempo y el valor para entrenarte de cara a poder infiltrarte en un ambiente BDSM puedes correr un gran peligro. Si no piensas seguir mis órdenes, no te entrenaré para esta misión.

—Oh, tengo el tiempo y el valor, pero tienes razón; no me entrenarás. Encontraré a otra persona. Te aseguro que llevaré a cabo esta misión. Darcy Miles, la agente desaparecida, es mi amiga. Y lo que yo haga no es asunto tuyo.

Porque él había perdido el derecho a opinar cuando tenían dieciséis años, al final de su segundo año en el instituto. Ella no dijo las palabras en voz alta, pero éstas quedaron suspendidas en el aire entre ellos, llevándoles de nuevo a aquel terrible día…

Doce años antes.

Instituto de enseñanza secundaria de Tyler.

Logan sacó el móvil y marco de nuevo el número de Tara. Una vez más escuchó aquella alegre voz diciéndole que dejara un mensaje… Igual que las últimas cien veces que había llamado. Cerró de golpe el teléfono y se pasó una mano por el pelo. ¡Santo Dios!, aquello no podía estar ocurriendo. ¿Dónde se había metido Tara? ¿Por qué no había asistido a clase de literatura inglesa esa mañana? Aferró con fuerza la puerta de la taquilla abierta intentando contener la ansiedad y no pensar en aquella nota amenazadora.

—Hermano. —Hunter, su hermano mayor, se detuvo a su lado y frunció el ceño. La mirada en sus ojos azules estaba llena de preocupación.

—¿Así que ahora los graduados vienen al instituto? —intentó bromear.

Hunter frunció los labios, pero no sonrió.

—Estoy preocupado por ti. Estuve aquí antes, pero me dijeron que acababas de salir de clase. ¿Cómo estás?

—Bueno, mamá fue asesinada ayer y fui yo quien la encontró muerta. ¿Cómo crees que estoy?

Logan no lograba olvidar el instante en que descubrió el cuerpo sin vida de su madre, la sangre que cubría las paredes y que formaba un charco bajo ella.

Hunter suspiró.

—Lo siento. Sé que tampoco ha sido fácil para ti. —Logan se pasó la mano por el pelo—. Pero ha sido peor para ti. Yo no quise volver a verla después del divorcio. No le volví a dirigir la palabra desde que dejó a papá el año pasado. Y tendré que vivir con ello. —Hunter entrecerró los ojos—. Sin embargo, ahora mismo me pareces más preocupado que consternado. Lo peor ya ha pasado. ¿Qué ocurre? ¿Tiene que ver con la ausencia de Tara?

Logan abrió la boca pero no dijo nada. Quería confiar en Hunter, pero… ¿sería prudente? Al sopesar las posibilidades, se quedó paralizado. Aunque confiaría la vida a su hermano, la nota había sido muy elocuente sobre las terribles consecuencias que tendría no cumplir las órdenes.

Hunter le pasó el brazo por los hombros.

—Mira, me han contado que perdiste los nervios cuando ella no se presentó a clase. ¿Hay algo que yo no sepa?

Quizá. Logan casi esperaba que todo aquello fuera de una broma pesada que su hermano hubiera querido gastarle. Si era así, pensaba destrozarle la cara antes de suspirar de alivio.

—¿Me dejaste anoche una nota sobre la almohada?

Hunter le miró con el ceño fruncido como si pensara que le faltaba un tornillo.

—No. ¿Cuándo iba a hacerlo? ¿Mientras estábamos en la comisaría? ¿Cuando tranquilizaba a Kimber en su cama?

«Cierto». Kimber, su hermana de ocho años, había estado aterrada la noche anterior. Tras pasar horas en la comisaría, su hermanita se había dado cuenta de que jamás volvería a ver a su madre, pero era demasiado pequeña para superar ese hecho sola. Hunter había dormido con ella. Y no era conocido por su sentido del humor, así que pensar que hubiera sido una broma suya había sido una esperanza vana.

Lo que significaba que la amenaza era real. Logan maldijo por lo bajo. ¿Qué demonios iba a hacer?

Lanzó un vistazo al pasillo con los nervios de punta, asegurándose de que Hunter y él estaban solos.

—Anoche, no mucho después de llegar de la comisaría, me encontré una nota sobre la almohada. Era… era del asesino de mamá, amenazaba con matar a Tara si no me mantengo alejado de ella.

Hunter abrió los ojos azules como platos.

—¿Qué dices? ¿Se lo has contado a papá? ¿Has llamado a la policía?

—No puedo —tragó saliva—. La nota decía que si se lo contaba a alguien, ella sufriría. Anoche esperaba que fuera una broma macabra. Y… necesitaba hablar con Tara.

—¿La has llamado? —El sombrío tono de Hunter indicaba que desaprobaba ese impulso.

Tras todos los interrogatorios policiales, después de que les hubieran devuelto el cuerpo de su madre, Logan había necesitado hablar con la única persona que entendía lo que era perder a su madre. También había querido saber algo de Tara, asegurarse de que nadie le había hecho daño. Y después de haberla despojado el día anterior de su virginidad, lo más seguro es que la chica necesitara algo de cariño. Y su Cherry se había desvivido, a pesar de todo, por confortarle. Resultó tan compasiva por teléfono, comprendió tan bien su incredulidad, cólera y confusión, que sólo oír su voz ya le había apaciguado.

Pero después, no había logrado volver a localizarla.

Notó una opresión en el estómago mientras asentía con la cabeza.

—Se mostró de acuerdo en reunirse conmigo en el parque a las nueve. La esperé una hora, pero no apareció. Cuando iba a buscarla a su casa, me tropecé con papá y me obligó a regresar a casa con él… —Emitió un hondo suspiro de preocupación—. Intenté ponerme en contacto con ella durante toda la noche. No me respondió, y esta mañana no ha venido a clase. —Logan se frotó los ojos—. Tengo miedo de que la hayan matado también.

En ese momento sonó el timbre que anunciaba el comienzo de la tercera hora. Logan buscó a Tara con la mirada en los abarrotados pasillos, pero no vio señal alguna de ella. El pánico le ahogaba.

Maldita sea, ¿por qué no había prestado atención a la amenaza? Hunter frunció el ceño.

—Dada la brutal manera en que asesinaron a mamá, yo me tomaría muy en serio que alguien amenazara a mi novia. Creo que sería mejor que desaparecieras del mapa como te dicen.

¿Alejarse de Cherry? Le escocieron los ojos. Hasta el día anterior no había llorado por nada ni nadie desde que tenía nueve años. Pero había llorado por su madre… y ahora quería hacerlo por Tara.

Puede que el impacto por la muerte de su madre le hubiera cambiado, pero mucho se temía que no podría vivir sin Tara Jacobs. Y no podría enfrentarse a otra pérdida, en especial no a la de ella.

—Pero la amo.

Hunter le miró con cara sombría.

—Si es así, querrás que siga viva, ¿verdad?

Santo Dios, ¿qué clase de pregunta era ésa? Por supuesto. Pero… Joder… Odiaba aquella sensación de desamparo, era como si toda su vida estuviera yéndose al garete y él no fuera capaz de impedirlo.

—Supongo que sufrirás —dijo Hunter, dándole una palmada en el hombro—, pero mejor tú que ella.

«Tiene razón». Tragándose el enfermizo temor que le atravesaba, Logan se dio la vuelta y abrió la taquilla. Le invadió una intensa sensación de alivio al ver un papel pulcramente doblado. Quizá Tara había llegado tarde al instituto y le había dejado una nota. Había hecho eso una vez después de haber ido al dentista. Dios, Dios, que estuviera bien. Alargó la mano y cogió el papel.

«No hiciste caso. Tara lo ha pagado».

Se quedó sin aire de golpe, como si le hubieran dado un puñetazo en el estómago. ¡Oh, mierda! No podía respirar, no podía parpadear. La gente se movía a su alrededor pero el tiempo se había detenido para él mientras gritaba para sus adentros.

Hunter leyó la nota por encima de su hombro y maldijo por lo bajo.

—Quienquiera que sea no es estúpido. Sabe quién eres, dónde vives y cómo te sientes.

Cada palabra de su hermano fue como una puñalada. ¿Qué coño iba a hacer?

—¿Por qué ella? ¿Y si está muerta?

—No lo sé. Pero si está viva, deberías mantenerte alejado de ella.

Arrugó la nota con el puño mientras intentaba no llorar. Se la metió en el bolsillo y sacó el móvil para marcar de nuevo el número de Tara. Tenía que saber si estaba viva. Saltó otra vez el buzón de voz. Cerró bruscamente el teléfono y lo volvió a guardar.

«Por favor, que esté bien. Por favor…». Tenía que estar a salvo. Si no lo estaba sería culpa suya por llamarla, por haber hecho aquello que le advirtieron que no hiciera. Y entonces, perdería a otro ser querido, víctima de una terrible violencia.

—Tengo que hacer una prueba para el Ejército —murmuró Hunter—. Te veré al mediodía en casa. Hablaremos entonces.

Logan asintió distraídamente con la cabeza, que seguía dándole vueltas sin control cuando su hermano se alejó.

La cuarta clase estaba a punto de comenzar. Y Tara todavía no había pasado por su taquilla, sólo tres lugares más allá de la suya. Si no lo volvía a hacer, sería por su culpa. Se pasó una mano por el pelo. Era una chica lista y responsable. Jamás faltaba a clase a menos que pasara algo.

De manera automática, se volvió hacia la taquilla y cogió los libros; el miedo le roía las entrañas. Decir que el día anterior había sido el mejor y el peor de su vida era una declaración comedida. Las emociones que había sentido con Cherry se trocaron en horror cuando descubrió el cuerpo de su madre. La preocupación que le embargaba ahora por el destino de Tara sólo lo empeoraba todo.

—¿Logan? —escuchó un tímido susurro.

«¡Cherry!».

Se dio la vuelta con rapidez y ella estaba al lado de la taquilla, buscando su mirada con aquellos hermosos ojos castaños y expresión preocupada. El alivio le inundó y deseó abrazarla, besarla y volver a sumergirse en su interior. Se armaría un buen revuelo si hiciera algo más que cogerla de la mano. A él no le importaría, pero el sobreprotector padrastro de Tara le desaprobaba; un tipo estirado que miraba a todos por encima del hombro. Si él fuera el niño de papá que iba a dar el discurso de despedida, Adam Sterling no intentaría separarles con tanto ahínco.

—Te he estado llamando. —Fue una acusación, pero Logan estaba demasiado nervioso y preocupado para disculparse.

—Lo siento, ayer por la noche se me cayó el teléfono y se rompió.

Logan soltó el aire que retenía. ¿Era eso lo que había ocurrido? Gracias a Dios que no había sido nada más serio y que nadie le había hecho daño.

Al menos todavía.

La miró fijamente, sin saber cómo explicarle su comportamiento. No sabía cuánto tiempo más podría aguantar sin tocarla.

Entonces, se dio cuenta de que no debería hacerlo. Ni siquiera debería hablar con ella.

Bajo su atenta mirada, un ardiente rubor cubrió la piel de Tara, desde el escote de la chaqueta blanca de punto hasta las mejillas, ligeramente sombreadas de pecas. Ella comenzó a juguetear con el colgante que llevaba al cuello y bajó los ojos con timidez. ¿Estaría recordando lo ocurrido el día anterior, cuando por fin habían llegado al final? Deseó poder regresar a ese inolvidable momento, cuando pudo experimentar lo que era de verdad hacer el amor… Cuando aún no conocía los horrores que le esperaban.

Una imagen de Tara, tan brutalmente maltratada como su madre, atravesó su mente como un relámpago. Si no quería que se convirtiera en realidad tenía que poner fin ahora a todo aquello.

Maldición, Tara estaba a sólo dos pasos y él apenas lograba contener la mano para no tocarla. ¿Cuán agonizante sería verla día a día sabiendo que daría lo mismo que estuviera a un millón de kilómetros?

Logan tragó saliva.

—Me tengo que ir.

Ella le cogió del brazo. Con sólo esa leve caricia, le tranquilizó. Él cerró los ojos y saboreó el placer por un egoísta segundo, deseando que pudiera durar para siempre.

Luego se apartó bruscamente.

—Siento no haber podido estar contigo anoche —se disculpó ella, suplicándole con su dulce rostro que lo entendiera—. Tú me necesitabas y yo…

—Estoy bien. —Estaba seguro de que había una buena razón para ello. Su Cherry era compasiva y tierna. Quizá su padrastro se había enterado de que habían hecho el amor. Quizá estuviera dolorida.

Frunció el ceño.

—No estás bien, Logan. Encontraste muerta a tu madre después de dejarme ayer. ¿Por qué razón estás hoy aquí?

—Mi padre ha insistido en hacer vida normal. Ya conoces al Coronel. ¿Por qué cambiar la rutina a causa de algo tan insignificante como las emociones? —No debería estar hablando ahora con ella. Cualquiera, incluido el asesino, podría verles—. Tengo que irme.

—Logan, espera… Pareces desolado. Lamento no haber podido estar contigo cuando me necesitabas. —Se le llenaron los ojos de lágrimas. Por él—. Ahora estoy aquí. Sé lo que se siente cuando se muere tu madre. Te ayudaré a superarlo. Hablaremos todo lo que necesites.

Logan tragó saliva. Ésa era su Cherry, ofreciéndose, dispuesta a hacer cualquier cosa para consolarle y ayudarle. Pero él quería que siguiera viva.

—No necesito nada de ti. —Se dio la vuelta.

—¡Espera un momento! —Le agarró por el hombro e hizo que se girara de nuevo—. Déjame explicarte lo que ocurrió anoche. Salí de casa a oscuras y cogí la bicicleta para reunirme contigo en el parque. Apenas había recorrido dos manzanas cuando un coche se abalanzó sobre mí.

A Logan le dio un vuelco el corazón.

—Oh, Dios mío… ¿te pasó algo?

Ella sacó el brazo de debajo de la chaqueta. Estaba cubierto por una enorme escayola blanca. Y lo llevaba en cabestrillo.

—El coche salió de repente de un callejón. Supongo que quien conducía no vio mis reflectores. Me eché a un lado con rapidez y conseguí que no me atropellara. Entonces tropecé con una valla y me caí; fue cuando se me rompió el teléfono. El imbécil que conducía se dio a la fuga. Total: me he dislocado el hombro y se me ha roto el brazo. Mi padrastro y yo estuvimos en urgencias hasta pasada medianoche.

«No hiciste caso. Tara lo ha pagado». La advertencia resonó en su cabeza.

Se tragó el miedo como pudo.

—¿El conductor no se detuvo a ayudarte?

—No. —Levantó la mirada hacia él y negó con la cabeza—. Ni siquiera frenó, debía de tener prisa.

O no quería que nadie le viera. El «accidente» de Tara había sido una última advertencia para él, y lo sabía. Incluso ahora, en el pasillo del instituto, notaba como si estuviera a punto de caer sobre ellos la espada de Damocles. Quien hubiera escrito esa nota había matado a su madre… de una manera brutal. La dejó desangrarse; una muerte lenta y dolorosa. Logan sabía que si permanecía cerca de Tara…

¡Joder! Ni siquiera podía terminar la frase. Las imágenes golpearon su mente y lo inundaron nuevas oleadas de pánico. Se obligó a apartarse de ella y retroceder.

—Da igual. —Logan respiró hondo y se volvió para cerrar la taquilla.

Apretó los ojos con fuerza durante un momento. No quería hacerlo. Vivir sin Cherry iba a ser lo más doloroso del mundo. La necesitaba. La amaba. Pero él no era lo importante.

Respiró hondo. Una vez que se diera la vuelta y hablara, ella no volvería a mirarle de la misma manera. De hecho, era tan compasiva y estaba tan preocupada por él, que tendría que asegurarse de que no volviera a hablarle nunca.

¡Santo Dios! Le odiaría por eso. Y saber que le haría daño le mataba.

Logan vaciló, apretó los labios. No importaba el dolor que le infligiera, necesitaba cortar por lo sano. Mejor su pesar que la muerte de Tara.

Contuvo la angustia que le desgarraba antes de darse la vuelta.

—Lamento que te hicieras daño, pero que no vinieras a la cita no es importante. Tara, ya no podemos seguir juntos.

La expresión de ella se volvió reservada.

—¿Por fin te has convencido de que los deportistas como tú no pueden salir con las cerebritos como yo?

Tara parecía a punto de llorar, lo que le hacía sentir un orgullo agridulce. Logan quería llevarla al baile de graduación, sorprender a todos sus amigos. Sí, salía con una chica lista. Y la amaba. Y si no les gustaba, podían besarle el culo.

Pero jamás tendría la oportunidad de presumir de ella.

Tara le señaló con el dedo.

—No lo creo. Te has pasado tres meses intentando convencerme de que esto no es sólo un rollo. No cambiarías de opinión con tanta facilidad.

—No eres precisamente mi tipo. Estoy acostumbrado a salir con otra clase de chicas. —Insípidas, con mala fama y totalmente descerebradas. Santo Dios, ¡cómo iba a echar de menos a Cherry!

A Tara se le llenaron los ojos de lágrimas.

—Sin mí vas a suspender el examen de Romeo y Julieta.

Sí, cierto, pero compensaría esa nota con otro trabajo y, de todas maneras, graduarse o no era ahora la menor de sus preocupaciones.

Sonó el timbre para ir a clase. Tara levantó la mirada y se dio cuenta de que los pasillos estaban vacíos.

—Llego tarde, ¿podemos hablar de esto después de clase?

Logan se obligó a mirarla con frialdad.

—No. ¿Para qué molestarse?

Vio que ella se estremecía y contenía el aliento.

—Pero después de lo que pasó ayer…

«Ayer». Cuando él tiró sus libros al suelo y se dejó caer en la cama con ella, donde la besó mientras la despojaba de la chaqueta, la camiseta, los zapatos, los pantalones… y, finalmente, del sujetador y las braguitas. La tocó por todas partes. Cuando hubo terminado, sólo quedaba una razón para que siguiera llamándola Cherry: su marca de nacimiento.

—Hola, Logan. —Brittany Fuller, su ex-novia, pasó junto a ellos y le guiñó un ojo.

—Brit. —La saludó con la cabeza, esperando con todas sus fuerzas que ella siguiera caminando.

Era guapa, tenía grandes tetas y le encantaba el sexo; cuanto más salvaje, mejor. Pero Tara le había enseñado que él necesitaba que la mujer con la que estaba tuviera además corazón y cerebro. Y Brit carecía de ambas cosas.

Gracias a Dios, ella siguió hacia su siguiente clase.

Cuando miró a Cherry notó que estaba celosa. No podía soportar a la animadora. Su antigua novia era perezosa y sólo se preocupaba por su apariencia. Tara, en cambio, era concienzuda, trabajadora y muy lista. El desprecio que sentía por chicas como Brit era de sobra conocido. Una vez que pensó sobre ello, se dio cuenta de que Tara tenía razón. Lo que provocaba que lo que estaba haciendo fuera todavía más terrible.

Logan apretó los puños.

—Se acabó. No quiero que me ayudes con los exámenes, no quiero más sexo contigo. Ya no me interesas.

Ella contuvo la respiración y se puso pálida como un fantasma. Sus ojos oscuros se llenaron de lágrimas.

—Estás… estás enfadado. Tu madre acaba de morir. Ayer por la noche me necesitabas y te fallé.

—Te has pasado semanas diciendo que no tenemos nada en común. —Él se encogió de hombros—. Reconozco que tenías razón. Pienso volver con Brit.

Era lo último que quería, pero pasar un par de semanas con ella convencerían a Tara de que todo había acabado.

—¿Con Brit? Pero ayer… nosotros…

—Follamos, ¿vale?

Ella le miró con la boca abierta y la cara blanca como la tiza.

—Dijiste que me amabas.

Lo había hecho, sí. Porque era cierto. Pero la amaba lo suficiente para preferir romperle el corazón a verla muerta.

—Bueno, así aprenderás que no debes creer todo lo que te digan.

Tara dio un paso atrás como si la hubiera golpeado.

—¡Cabrón! Mi padrastro me advirtió que me harías daño. Anoche me regaló este collar diciéndome que me protegería el corazón. ¡Lástima que me lo regalara demasiado tarde! —Se mordió los labios, luchando con furia para contener las lágrimas—. Espero que alguien te rompa el corazón algún día, capullo.

Agarrando los libros firmemente, Tara se dio la vuelta y corrió por el pasillo para ocultarse en el cuarto de baño de chicas.

Logan la observó mientras sentía que dentro de su pecho algo se fragmentaba en un millón de pedazos.

—Alguien lo acaba de hacer. No sabes cómo lo siento, Cherry.

Presente.

Club Dominium.

Tara apretó los labios mientras cogía el bolso y la ropa del armario, haciendo una pelota con ésta. Era eso o mirar fijamente a Logan Edgington. Y si lo hacía, tendría que admitir que estaba todavía más guapo que la última vez que le vio y que aún conseguía que le temblaran las rodillas… Y eso sólo haría que se cabreara más. No pensaba darle esa satisfacción.

Doce años antes él había sido un chico guapo, pero algo torpe. Aunque había sido alto y delgado, se intuía la anchura que tendría su pecho y lo devastadora que sería su sonrisa traviesa. Por lo que veía, así había sido. Los hombros, anchos y bronceados, eran inmensos bajo la camiseta blanca que se ceñía a los musculosos pectorales. Los ángulos de su rostro, los pómulos severos, la mandíbula afilada como un cuchillo y el hoyuelo de la barbilla habían hecho que antaño pareciera interesante. Ahora le hacían parecer un depredador, efecto al que contribuían también sus peligrosos ojos azules.

¡Santo Dios!, ¿por qué se lo había encontrado allí? No importaba. Se iba a largar en ese mismo minuto.

Tara colocó la pelota de ropa bajo el brazo. Le habría gustado ponérsela. Estar vestida con sólo una bata que cubría un sujetador deportivo y una corta malla negra delante del gilipollas que le había arrebatado la virginidad no era precisamente cómodo, pero de ninguna manera iba a dejar que supiera que su ardiente mirada la enervaba. Nada en el mundo conseguiría que ella se quedara ni dos segundos más en aquel palacio del BDSM.

Bueno, era lógico que él acabara pasando una buena cantidad de tiempo en un lugar donde primaban los juegos mentales y en el que los hombres utilizaban a las mujeres para obtener placer. Ya apuntaba maneras para ello incluso en el instituto. Y ella se negaba a permitir que volviera a utilizarla.

Se dirigió hacia la puerta sin siquiera mirarle.

—Tara.

Su primer instinto fue darse la vuelta y mirarle. ¿Porque su voz destilaba poder y hacía que su sexo palpitara? ¿Porque se estaba intentando engañar a sí misma pensando que contenía una nota de dolor?

Tara continuó caminando.

Estaba tan enfadada que escupía fuego. Sabía que era irracional.

Logan no le había hecho nada hoy, salvo tomarla por sorpresa. Suponía que lo que le pasaba era el resultado de demasiada frustración acumulada, dormir poco y temer lo que le habría ocurrido a su amiga y compañera, Darcy Miles; que podría estar muriéndose cada minuto que ella pasaba en esa mazmorra intentando aprender a ser sometida para interpretar bien su papel.

Pero su nuevo jefe, Jon Bocelli, no había vacilado a la hora de encomendarle la misión. Le habían dado esa oportunidad porque se le daba bien resolver acertijos, mantenía la calma, era buenísima con un arma y se ajustaba al perfil de las víctimas. Por supuesto, habría más agentes que cumplían todos esos requisitos, pero al parecer, ella era el cebo perfecto porque poseía los atributos físicos que los hombres buscaban. Era voluptuosa pero tenía la mirada suave. Y, por muy poco que le gustara la descripción, era pelirroja. Pero lo que había inclinado la balanza a su favor era que poseía algo que faltaba a las demás y que, según su perfil psicológico, ella poseía: una veta sumisa. Se estremeció; incluso la idea la hacía temblar de sorpresa. Odiaba que le dijeran lo que tenía que hacer, pero si le habían asignado la misión gracias a ese error, podían creer lo que quisieran. Si negaba su «naturaleza», Bocelli la mandaría ipso facto detrás de un escritorio a filtrar información.

Se había presentado voluntaria a más misiones porque se había entrenado para ser agente… Y le gustaría seguir los pasos que enorgullecerían a Adam, su padrastro. Le habían dado ésta porque Bocelli no había conseguido una opción mejor. Nadie sudaría tanto como ella para rescatar a Darcy.

Y Logan se interponía en su camino.

Si quería deshacerse de él, tendría que hablar con el dueño del club. El señor Thorpe parecía un hombre tranquilo y racional. Así que, con un poco de suerte, no volvería a ver a su pesadilla del instituto.

Pero Logan fue más rápido que ella y la agarró por el codo.

No ejerció presión; no lo necesitaba. Su contacto hizo que vibrara como si hubiera sufrido un calambrazo. Para su completo horror, notó que se mojaba.

—Alto.

La orden seca atravesó su cuerpo; su voz, hipnótica y profunda, la impulsaba a obedecer. La necesidad fue casi imposible de resistir. Sus pezones se erizaron y notó una quemazón entre las piernas.

Vaciló, aunque todo su cuerpo permaneció en tensión.

—Mírame —ordenó él.

¡Maldición! No quería. Pero aquel tono casi la sedujo y, desde luego, le aflojó las rodillas. Negarse sólo la haría parecer ridículamente terca. O asustada. Lo último que quería era dar a Logan una razón para que pensara que seguía siendo importante para ella, para que pudiera presumir de que medía a todos sus amantes por el mismo rasero que él y que ninguno daba la talla.

Respiró hondo buscando valor, se giró y le miró.

—Bien —murmuró él—. Vamos a sentarnos a hablar. Me puedes contar un poco más sobre esta misión y comentaremos los pasos a seguir.

De ninguna manera iba a arriesgarse a desperdiciar un tiempo precioso para Darcy hablando con Logan. Sí, era una profesional, pero tendría que estar muerta para no percibir lo atractivo que era el hombre que clavaba los ojos en ella. Si tenía en cuenta además su despiadado pasado, aquello era como si lloviera sobre mojado.

—O podrías soltarme y dejarme en paz. —Tara se zafó de él y continuó caminando hacia la puerta.

No se engañó; si Logan quería sacar provecho de su inesperado encuentro, lo haría. Bien sabía Dios la implacabilidad con la que la había perseguido cuando tenía dieciséis años hasta que logró conquistar su corazón. Pero a diferencia de entonces, sabía muy bien que dedicarle siquiera un segundo era una pérdida de tiempo y energía.

Y no, no pensaba en él cuando permanecía despierta en la cama y comenzaba a frotarse el clítoris en busca de satisfacción. ¡Maldición!

Tras colarse en el cuarto del baño que había en el pasillo, Tara se puso el traje chaqueta gris y se recogió el pelo tal y como lo hacía siempre para ir a trabajar. Se calzó los zapatos de tacón y se arregló el maquillaje. Con mucha más confianza en sí misma, abrió la puerta medio esperando encontrarse con Logan bloqueándole el camino, pero el corredor estaba vacío.

Esperando que se hubiera dado por aludido, se aproximó al despacho del señor Thorpe. Sus tacones resonaron contra el suelo de cemento. Al llegar a la puerta, llamó y esperó.

—Adelante, agente Jacobs.

Tara contuvo la sorpresa mientras abría la puerta. O bien tenía cámaras en el pasillo o Logan le había dicho que la esperara. Pero a ella no le importaba la razón.

—Hola.

La apremiante sonrisa que estaba a punto de esbozar, murió en sus labios.

—Siéntese.

Era una orden, no una invitación. Si quería obtener su cooperación, no debía correr el riesgo de enfadarle.

Ella se acomodó en la silla de cuero ante un gigantesco escritorio de nogal y cruzó las piernas. El resto del despacho tenía acabados metálicos, además de unas librerías de vidrio en las que se podían ver libros, plantas de tela y piezas de alfarería muy caras. En la pared había colgado un Picasso; no le cupo ninguna duda de que era auténtico.

—Señor Thorpe, sé que está ocupado, así que iré al grano.

—Quiere que la entrene otra persona. —La miró de manera penetrante mientras apoyaba la firme mandíbula en los dedos índices—. Cuénteme por qué.

Así que Logan había hablado con él.

—El señor Edgington y yo nos conocemos del instituto. Si le soy sincera, no confío en él. Jamás lo haré.

Como resultado de su investigación, Tara sabía que la confianza era lo más importante en una relación entre una sumisa y su Amo. Así que empezaría por ahí. Se recostó en la silla y esperó.

En cuanto ella pareció tranquila, Thorpe se puso en pie y usó la ventaja que le proporcionaba su altura. Parecía muy civilizado, pero bajo esa carísima camisa blanca y los impecables pantalones de pinzas se intuían un montón de músculos. Él la inmovilizó con una aguda mirada, como si intentara leerle la mente. Al diablo.

—¿Por qué?

—Porque es un mentiroso. —Un tipo cruel que no parpadeaba cuando destrozaba el corazón de una jovencita. Thorpe se acarició la barbita corta.

—Agente Jacobs, ¿es usted la misma persona que iba al instituto?

Ella supo por donde iban los tiros e intentó pararle los pies.

—Todos hemos madurado desde el instituto, pero en lo básico, los rasgos del carácter de una persona no varían. Da igual los años que se tengan.

—Hmm… —Thorpe se paseó por la estancia—. Además de ese lejano pasado, ¿tiene alguna objeción actual para que sea Logan quién la entrene?

¿Qué pasaba con el tema de la confianza?

—¿No me ha oído? Sé que mientras aprendo a decir «Señor» y «por favor», cada segundo estoy totalmente en manos del Amo. Intuyo que el agente York necesitará un montón de entrenamiento antes de poder interpretar su papel y soy muy consciente de que tenemos poco tiempo. He asumido que tengo que entrenarme y estoy dispuesta a hacerlo, pero no con el señor Edgington.

Thorpe crispó los labios como si estuviera conteniendo una sonrisa. No era necesario que ese imbécil se riera a su costa.

—Responda a mi pregunta. —La orden restalló en el aire como un látigo—. ¿Tiene alguna objeción actual contra Logan? Es un SEAL muy bien cualificado que acude a este club desde hace ocho años. Yo le entrené, así que le conozco muy bien. ¿Y usted?

Santo Dios, ¿Logan se había metido en ese rollo sólo un par de años después de salir del instituto? ¿Por qué? ¿Qué necesidad tenía? Tara negó con la cabeza. No importaba. Él no era asunto suyo.

—Su trabajo en la Marina, aunque admirable, no me dice nada. Estoy segura de que por muy buen entrenador que sea no lograré nunca llegar a confiar en él; no puedo cambiar mis sentimientos. Señor Thorpe, estoy informada de que su club es el mejor de la zona y de que la Agencia le contrató para prepararme para esta misión, pero…

—Lo hicieron —le interrumpió él—, y mi obligación es que esté lo mejor preparada posible. Axel se ha sentido muy frustrado con usted durante toda la semana por su obstinación y falta de madurez. Ha sido usted muy poco cooperadora.

Decidida a comportarse como toda una profesional, Tara se negó a mostrar la cólera que sentía.

—Disiento. He estado aquí, medio desnuda y de rodillas, durante diez horas al día, todos los días de esta semana. He pasado mis noches y fines de semana investigando este estilo de vida… He leído, me he informado y buscado todo lo que podía servir para aumentar mis conocimientos.

Él mostró su aprobación.

—Si lo vemos desde un punto de vista teórico, ha sido correcto. Posee los conocimientos adecuados. Sin embargo, mental y emotivamente ha mostrado unas fuertes reticencias a ceder el control. Le aseguro que casi me da vergüenza ver la manera en que niega su naturaleza sumisa.

Aquella ridícula afirmación una vez más. Ni Bocelli ni Thorpe la conocían lo suficiente para decir eso.

—Señor Thorpe, mi naturaleza no es el tema de discusión, sino mi confianza. Estoy aquí para aprender a fingir lo que sea necesario y ponerlo en práctica para rescatar a la agente Miles.

—Fingir es, seguramente, la razón por la que capturaron a la agente Miles. Un Amo con experiencia puede detectar a la legua a una falsa sumisa. Cuando se finge la necesidad de complacer a un Amo, él se da cuenta. Si realmente quiere ayudar a la agente secuestrada, será mejor que se centre en encontrar a la sumisa que lleva dentro.

Las palabras la envolvieron como una mordaza y se sintió ahogada. Su padrastro siempre había dicho que era una persona muy complaciente y que por eso había permitido que Logan se aprovechara de ella. Por supuesto, le gustaba la idea de que un hombre la conociera en cuerpo y alma y pudiera satisfacer cada una de sus fantasías. No podía negar que tenía un par de ellas en las que era una sumisa, pero eso no la convertía en una. Pensar en ceder su poder de decisión a otra persona… Tara se estremeció. ¡Ni hablar!

Pero estaba en el Dominium por su amiga, su compañera de habitación en la universidad, con quien se emborrachó por primera vez, con la que había compartido fiestas, consejos de belleza, enfermedades y rupturas. Eso no tenía nada que ver con Logan…

—Intentaré interpretar bien el papel. Trabajaré lo más duro que pueda para interiorizar todo con respecto a la sumisión antes de infiltrarme. Pero le ruego que mi entrenador sea cualquier otro, y no el señor Edgington.

Thorpe se había apoyado en el borde del escritorio. Sin duda, sabía que la manera en que la superaba en altura la desconcertaría.

—Una bonita súplica… pero no. Antes vamos a llegar al fondo del asunto.

—No me he resistido a ceder el control.

Entonces él sonrió, fue una amplia y ladina sonrisa que la irritó sobremanera.

—Claro que sí, y si fuera yo su Amo, la azotaría por haber dicho esa mentira. De hecho, su obstinación es la razón de la falta de progresos por parte del agente York. Intenta aplacarla en vez de hacer las cosas como es debido. Por otro lado, Logan es el mejor entrenador de sumisas que conozco; el único capaz de corregir su actitud. Es paciente, lógico e inquebrantable. Y usted, agente Jacobs, necesita mano firme. No dude que eso será lo que él le dé.

«¡Cabrón!».

—Usted está prolongando este «entrenamiento» de una manera innecesaria. En lugar de enseñarme su estilo de vida, quiere obligarme a tratar con un Amo en el que jamás confiaré. ¿Con qué objeto?

—Su Agencia me pagó una buena suma para prepararla para una misión lo más rápido que pudiera. Lo que yo hago es eso, prepararla. Y para eso tengo que decidir. Usted tiene que acostumbrarse a ser una sumisa, y eso no consiste sólo en decir que sí y claudicar. Eso es lo que no entiende. En el contrato consta que, dentro de los límites legales, puedo hacer lo que considere necesario para asegurar su entrenamiento. Y eso es lo que voy a hacer. ¿O prefiere abandonar la misión antes de intentarlo?

Eso era un golpe bajo. Tara no quería renunciar a ayudar a Darcy y Thorpe lo sabía. Luchó por contener la ira que la inundaba.

—No.

Él arqueó una ceja color whisky. Quería que dijera «Señor», maldito fuera. Pero decirlo implicaba que ella comprendía el protocolo, y que podría seguirlo.

Y si quería otro Amo, tenía que seguir su juego.

—No, Señor —murmuró—. Pero…

—Su respuesta ha sido lenta y poco sincera. Necesita trabajar la actitud, agente Jacobs. Puede que se sienta incómoda con Logan, pero será lo más efectivo. La he observado con Axel esta semana. Y estaba en la habitación adyacente cuando usted se dio cuenta de que sería Logan quién la entrenaría. Su reacción fue muy… elocuente. —Volvió a rodear el escritorio—. Por primera vez desde que está aquí, prestó atención y escuchó. Le apuesto lo que quiera a que incluso se excitó. Hay una razón para que una sumisa como usted niegue su naturaleza, y Logan logrará descubrirla. Además, si realmente es incapaz de confiar en él, será también una buena preparación para su misión. No confiará tampoco en un tratante internacional de esclavas que le exigirá que se arrodille ante él para venderla al mejor postor. Será bueno que aprenda a fingir obediencia.

—Pero no puedo perder el tiempo preparándome si…

—No se quedará sin recursos —la interrumpió Thorpe—. Siempre será monitoreada, para su mayor seguridad. Si Logan llegara a presionarla más allá de lo tolerable, o le impone cualquier acto a la fuerza, deberá decir su palabra segura. Si realmente necesita usarla, entonces discutiremos sus opciones. —Se levantó y abrió la puerta—. Adiós.

Tara se puso en pie con rigidez. Aquel tipo pensaba que lo tenía todo controlado. ¡Genial! Si no quería creerla no iba a perder más tiempo discutiendo. La única prioridad era llevar a cabo la misión y rescatar a Darcy. Thorpe le había facilitado la salida a ese disparate. Ahora sólo necesitaba la oportunidad de ponerla en práctica.

Se giró para enfrentarse al dueño del club y abrió la boca… La cerró al ver que no estaban solos. Logan estaba apoyado en el marco de la puerta, con los ojos azules clavados en ella de una manera que prometía un castigo ejemplar. Notó que se le tensaba el vientre contra su voluntad.

—Venga, Cherry. Parece que necesitamos darnos prisa. Vamos.