Capítulo 1

Club Dominium, Dallas, jueves por la tarde.

«¡Zas!».

Logan Edgington azotó las enrojecidas nalgas de la sumisa siguiendo el ritmo de la vieja canción de Depeche Mode que resonaba en la mazmorra del Club Dominium. Con los dientes apretados, alzó la mano y la dejó caer.

La sumisa jadeó, pero le ofreció su trasero. ¡Oh, sí! A Callie le gustaban el dolor y el castigo, por eso frecuentaba aquel club de BDSM. Pero a lo largo de las últimas dos horas había demostrado que su actitud no era tan sumisa como su cuerpo. Aunque si le daba un poco más de tiempo, él conseguiría cambiar por completo aquella disposición.

La joven tenía la espalda cubierta de sudor y se le habían soltado algunos mechones negros que se le pegaban al cuello húmedo. Tenía la cabeza caída entre los brazos extendidos. Logan dio un paso atrás y la observó contorsionarse todo lo que le permitían las ataduras. Su sexo brillaba, empapado e hinchado.

—¡Más! —exigió ella.

Él se inclinó para susurrarle al oído.

—No aprendes, sumisa. ¿Quién manda aquí?

—Pero lo necesito —lloriqueó.

—Lo que necesitas es disciplina, por eso estás aquí conmigo. Dices que quieres aprender a complacer al que será tu amo algún día, pero no te esfuerzas por conseguirlo. Creo que sólo quieres obtener esa pizca de dolor que hace más intensos tus orgasmos y que todo lo demás te importa una mierda.

—Eso no es cierto. ¡No seas idiota!

«¡Zas!».

—Eres demasiado irrespetuosa, sumisa. ¿Cómo debes dirigirte a mí?

—Señor —Ella contuvo el aliento—. Lo siento, Señor. Estoy muy excitada. Me ha llevado una y otra vez hasta el límite…

—Han sido sólo treinta minutos —la interrumpió él—. Y tu obligación es llegar al límite tantas veces como yo desee, acatar mis órdenes con honradez, dignidad… y absoluto silencio.

Callie inclinó la cabeza. Logan movió los hombros, estirando el cuello; dejó pasar el tiempo mientras tomaba un sorbo de agua. La sumisa iba a tener que decidir qué era más importante, si alcanzar la meta a largo plazo o su necesidad de alcanzar el orgasmo de inmediato.

La oyó sollozar, luego respiró hondo y se contuvo.

—Sí, Señor. Tiene razón, Señor. Lo siento.

¡Joder! Por fin progresaban un poco esa tarde.

—Pero… —continuó ella con un gemido—, me resultaría más fácil someterme si antes me diera lo que necesito.

«Vuelta a empezar».

Detrás de ella, Logan meneó la cabeza con desagrado y rodeó lentamente a la sumisa. Se dobló por la cintura para que ella pudiera verle la cara. Callie reclamaba su orgasmo como una niña un caramelo. Iba a costarle mucho entrenarla para que llegara a ser una sumisa decente. Se preguntó por un instante si sería divertido dedicar a ello las dos semanas que duraría su permiso. Desde luego tiempo iba a sobrarle; lo único que tenía que hacer hasta reincorporarse a su unidad era asistir a la renovación de votos matrimoniales de su hermano mayor.

Le agarró la húmeda trenza y tiró hasta que ella alzó la cabeza. Tenía los ojos azules y vidriosos.

—Esto no funciona así. Te lo he explicado antes de empezar. Y sé que también te lo han dicho las otras hembras. Conseguirás antes lo que quieres si muestras respeto y sumisión.

—Sí, Señor. Es sólo que… Estoy tan excitada que no puedo pensar. Hablo antes de que mi cerebro decida qué es lo que debo, o no, decir.

Además, la propia Callie admitía que no era capaz de dominarse. Desde que llegó al Dominium había pasado de Amo en Amo; pocos querían enfrentarse a un reto semejante. A Logan no le importaba; de hecho, apreciaba el desafío.

—Vas a tener que aprender a contenerte.

Ella se mordió los labios.

—Lo intento, Señor.

—No lo suficiente. Sabes que tengo que castigarte.

Pareció como si su cuerpo se recuperara.

—¡Sí, Señor!

Logan la rodeó con rapidez y volvió a zurrarle el trasero.

—No te correrás a menos que yo te lo diga.

Ella dejó caer la cabeza al ver disolverse sus esperanzas, pero guardó un bendito silencio.

Él se dio la vuelta y rebuscó en un cajón cercano hasta dar con lo que necesitaba. Un par de pinzas para pezones y un vibrador en forma de huevo. Sacó ambos objetos del envase; limpió el vibrador y colocó las pilas al control remoto. Tras pellizcarle con fuerza cada pezón, le puso las pinzas. La sumisa no necesitaba demasiada preparación para aquello; sus pezones ya estaban tiesos y rojos.

La joven gimió e intentó clavar las uñas en la esterilla que tenía debajo. Estaba claro que a esa chica le gustaba el dolor y a Logan no le importaba proporcionárselo.

Al final, se inclinó detrás de ella y le introdujo el huevo en la anegada vagina, que se contrajo con fuerza en torno a él. Sin duda, lo que tenía pensado iba a resultar duro para ella.

Puso en marcha el vibrador.

Callie contuvo el aliento. Apretó los puños y contoneó el trasero, pero no obtuvo la fricción necesaria para alcanzar el orgasmo puesto que él le había atado las piernas a una barra separadora, asegurándose así de que no podría frotarse los muslos entre sí. Callie gimió cuando fue consciente de ello.

—Silencio. Acepta tu castigo. No te mereces el orgasmo. Ni te lo merecerás en un buen rato.

Ella aguantó. Aunque no se mantuvo en silencio absoluto; no era su estilo. La escuchó maldecir por lo bajo o morderse los labios. Logan observó que su piel estaba cada vez más roja, que su respiración era más jadeante, que su deseo era más intenso. Le pasó la mano por la espalda y notó cómo se estremecía, cómo se rendía.

Y, por fin, él sintió algo.

Logan cerró los ojos y respiró hondo, haciendo crecer la incertidumbre de la joven y, con ello, su nerviosismo, su temblorosa necesidad. Él se recreó en el aliento entrecortado, los tensos gemidos y el intenso olor a deseo. Cuando conseguía que una mujer se sometiera, que se abriera a él hasta el alma, cuando lograba que expusiera su yo más elemental, entonces por fin sentía algo más que el deber, la cólera y el impotente vacío.

Su excitación creció. La sangre inundó su erección, endureciéndola hasta que la sensación resultó casi dolorosa. Perfecto.

Bueno, tan perfecto como podía ser.

—¡Señor! —El grito de la sumisa traspasó la neblina que le envolvía, haciendo crecer todavía más su excitación.

Él abrió los ojos y se desplazó hasta colocarse frente a ella para que sus miradas se fusionaran. ¡Joder! El salvaje ritmo de la respiración de la joven, las dilatadas pupilas y las rojas mejillas le dijeron que ella estaba cerca no sólo de alcanzar el orgasmo, sino de su punto límite.

—Callie… —le advirtió, presionando el botón del control remoto del huevo para reducir la vibración—. No te corras.

En esta ocasión, ella dio un respingo, pero no protestó.

—Lo siento, Señor. —Jadeaba y tenía inclinada la cabeza en un gesto de absoluta sumisión—. ¿Cómo puedo complacerle?

Él sonrió.

«Por fin… una señal de rendición».

—¿Puedo ofrecerle mi boca? —Le temblaba la voz—. ¿Mi sexo? ¿Mi culo?

Técnicamente era lo que debía decir, pero el ofrecimiento le dejó frío.

—No.

—Quiero complacerle.

Una mirada al ruborizado rostro de la joven indicó a Logan que, por una vez, ella decía la verdad. Se tranquilizó.

—Observarte, verte tan femenina y sumisa a pesar de lo cerca que estás de alcanzar el orgasmo, ya me da placer. Pero voy a pedirte que me complazcas todavía un poco más.

—Sí —contuvo el aliento—, S-Señor.

Logan se dejó caer de rodillas al lado de la joven y le rodeó la cintura con un brazo al tiempo que presionaba la mejilla contra su espalda. Luego le puso la mano sobre el sexo.

—Me gusta llevarte al límite. Verte estremecer por las punzadas de dolor que te he proporcionado, embargada por un deseo cada vez más intenso. Dame más. Así es cómo me complacerás.

Cada centímetro de la piel femenina estaba brillante de rubor. Logan sabía que la había tenido al borde del orgasmo durante mucho más tiempo del que debía. Una parte de él susurraba que tenía que correr ese riesgo innecesario y disfrutar aquel delicioso revuelo aunque fueran sólo unos minutos más. Bien sabía Dios que ella se había ganado a pulso un poco de tortura sexual al haberle desafiado.

Pero la obligación de una sumisa era ofrecerse a quien la sometía. Y, mientras se deleitaba con aquellas profundas emociones, Logan no podía negar que estaba satisfecho. Ella había reprimido su descaro… al menos de momento.

Por otro lado, la obligación de un Amo era darle a su sumisa lo que ella necesitaba y Callie necesitaba correrse.

Se puso en pie, se dirigió a la puerta y marcó el código de seguridad. Al instante, la puerta se abrió con un «clic» y entró su amigo Xander, al que consideraba su «equipo de apoyo».

—¿Está preparada?

Logan lanzó una mirada a la sumisa.

—Casi. Dame treinta segundos más.

Se acercó a Callie y se arrodilló a su lado.

—¿Estás preparada para que te follen? —le susurró al oído—. Piensa muy bien tu respuesta.

Cuando él le hizo la misma pregunta sólo unas horas antes, ella había respondido de manera impertinente, como si mereciera el placer. Entonces, él la desató y la dejó sola en la mazmorra mientras almorzaba; permitiendo que su cuerpo se enfriara por completo antes de comenzar a excitarla otra vez.

Ahora, Callie apartó la mirada con respeto.

—Si le complace, Señor. Me ofrezco para proporcionarle placer.

Xander soltó un bufido. Logan le lanzó una mirada reprobadora. Quizá debería follar a la sumisa. Quizá disfrutaría. Aunque lo más probable es que resultara como siempre. Después, se sentiría abrumadoramente vacío y consciente de todos los putos errores que le habían llevado a esa despreciable y vacía vida sexual.

—Gracias, pequeña. —Le acarició el hombro mientras la música retumbaba a su alrededor. Entonces deslizó la mano bajo el cuerpo femenino y pasó el dedo por el clítoris—. Me daría placer que te corrieras para mí. Ahora.

Ella emitió un gritito de sorpresa y contuvo la respiración.

—Sí, Señor.

Trazó otro ligero círculo sobre el diminuto y duro brote y el cuerpo de Callie comenzó a temblar y a convulsionarse. El nudo de nervios comenzó a latir bajo sus dedos mientras los gritos de la joven resonaban en sus oídos. Él se regocijó en aquella encantadora tormenta de emociones e intentó dejarse llevar por ella. ¡Santo Dios! Necesitaba desesperadamente sentir algo.

En cuanto el orgasmo se apaciguó, retiró el vibrador y la besó en el hombro.

—Ha sido hermoso. Me gustaría ver cómo te follan.

Ella se quedó paralizada.

—¿Ver, Señor? Esperaba… Sí, Señor.

Logan notó la decepción en su voz. Así que ella quería tenerle en su lista, como la mayoría de sumisas que frecuentaban el club, Callie quería que fuera con ella con la que finalmente follara. Su celibato se había convertido en un reto que esas mujeres querían vencer. Sus razones para ser célibe eran sólo suyas. No le debía explicaciones a nadie, ni siquiera a su rígida polla.

—Sabías lo que ocurriría cuando entraste en la mazmorra. Te lo expliqué con precisión y tú estuviste de acuerdo. Si has cambiado de idea, usa tu palabra segura y lo dejamos ahora mismo.

La sumisa alzó la cabeza de golpe.

—¡No, Señor! Si le complace mirar, entonces me sentiré satisfecha follando con otro. Por favor, me duele…

No, no estaba exactamente complacido pero, a la larga, follarla él mismo le desagradaría. Y después, sin poder evitarlo, acabaría haciendo daño a esa joven, lo que sólo haría que se sintiera peor. Siempre era igual.

—Muy bien —murmuró—. ¿Xander?

Cuando Logan se dio la vuelta, su amigo ya se había deshecho de la ropa y cubierto con un condón el enorme miembro que tan buenos ratos proporcionaba a las hembras. Xander rodeó a Callie con pasos silenciosos hasta que se inclinó ante su rostro.

—Voy a encargarme de ti. ¿Has entendido?

La sumisa asintió con la cabeza manteniendo la mirada baja en todo momento, pero su cuerpo vibraba de excitación.

—Sí, Señor.

—Complacerás al Amo Logan sometiéndote ahora a mí.

—He entendido.

—Buena chica. —Xander le acarició la espalda, las nalgas. Luego la ayudó a ponerse en pie y la condujo a un banco de azotes, donde le inmovilizó las muñecas con unas esposas fijas y los tobillos con unas anillas, retirando después la barra separadora. Sumergió dos dedos en su sexo mientras con la otra mano le azotaba el trasero ya rosado. Ella contuvo la respiración.

Callie volvió a excitarse con rapidez y Xander no vaciló. La aferró por las caderas, situó la erección, y la penetró de golpe. Ella clavó las uñas en el banco y gritó al sentirse colmada. Mientras Xander embestía una y otra vez, volvió a correrse.

El trabajo de Logan había terminado. La sumisa estaba en las mejores manos posibles. Xander le proporcionaría lo que necesitaba durante y después del sexo.

Tras acariciar con suavidad el pelo de Callie, se dio la vuelta y se marchó. Ya en el pasillo respiró hondo antes de encaminarse al vestíbulo, en dirección a los vestuarios del club. Cuando giró el grifo para que saliera el agua caliente, le temblaba la mano.

¡Maldita sea! La falta de contención de Callie no sólo se reflejaba en ella misma. Las emociones de la joven le habían afectado también a él, se habían acumulado en su interior hasta sobrepasarle. Su miedo, sus sensaciones, su deseo, su temblorosa avaricia le habían envuelto y él había absorbido cada gota. Una sumisa como ella era la razón de ser de un Amo.

Se desnudó para introducirse en el envolvente y cálido vapor de la ducha. No era estúpido; sabía de sobra que los psicólogos se lo pasarían pipa con él si alguna vez se confesaba. ¡Joder! No pensaba ir a ninguno. Así le iba bien, desconectaba las emociones cuando trabajaba. Los SEALs tenían que ser fríos y lógicos en sus misiones. Cuando las emociones se entrometían, la gente moría.

En su vida personal, sin embargo, estaba jodido. Vivía a costa de lo que sustraía a mujeres como Callie. Recordaba la época del instituto, cuando todo lo que había robado era una mirada, un beso; entonces le desbordaban de tal manera los pensamientos y sentimientos que casi no podía manejarlos. Pero eso había sido antes de… «No, no pienses en ella».

Y aún así, una vez que ella se abrió paso por un instante en su mente, fue incapaz de detenerse. Deslizó los dedos por el interior del muslo izquierdo y acarició el pequeño tatuaje en forma de cereza, «su Cherry». Como siempre, el deseo le atravesó. Y, de repente, necesitó desesperadamente correrse.

Con la misma desesperación con la que sabía que jamás volvería a sentir nada parecido a aquello.

Contuvo esos pensamientos y arrancó la mano del tatuaje para enjabonarse las palmas. Sería mejor que se diera prisa antes de que sus pensamientos se adueñaran de su voluntad.

Respiró hondo, cerró los ojos y se abstrajo de todo salvo de la manera en que Callie se había sometido a él hacía unos minutos. Metió la cabeza bajo el chorro de agua y se ocupó de su miembro.

Al primer roce, notó rápidos escalofríos en la ingle que le subieron por la espalda. Evocó recuerdos de la sumisa y de sus gemidos. El olor de su excitación seguía impreso en sus fosas nasales. Sus temblorosas súplicas le habían excitado. El deseo ardía lentamente en su vientre y las caricias en el pene hacían crecer más las llamas.

La salvaje necesidad en los ojos de Callie le había hecho sentir una pesada euforia. Empapándose de ello, movió la mano rítmicamente, pasando de manera esporádica el pulgar por el sensible glande. El fuego le hacía arder los testículos y estaba cada vez más duro. Notaba un cosquilleo en la base de la columna.

La parte que deseaba recordar era cuando ella se ofrecía y le decía que la follara. Habían pasado más de cinco años desde que se sintió rodeado por la sedosa opresión del sexo de una mujer, pero nada había cambiado desde entonces. No tenía razón para pensar que estar con Callie supondría alguna diferencia; el aplastante vacío y la decepción le inundarían en el momento en el que se disolviera el orgasmo. La mujer en cuestión siempre se daba cuenta y acababa sintiéndose inadecuada o enfadada. El sexo había sido siempre así cada vez que había estado con alguien después de…

¡No! ¡Maldición! No podía pensar en ella. Tenía que concentrarse en Callie, en sus labios hinchados suplicando aquel orgasmo que anhelaba con cada fibra de su ser; en sus ruegos, repletos de ansiosa tensión; en la excitación; en la necesidad que ella tenía de correrse.

Logan movió la mano con más rapidez. Resultó hermosa una vez que hubo reprimido su descaro y estuvo dispuesta a mantener bajo control su rugiente deseo sólo por complacerle. Y, cuando él le ordenó dejarse llevar por el orgasmo, la pura alegría de la experiencia fue completamente intoxicante. Él absorbió la hormigueante adrenalina. Intentó recordar el cataclismo que le inundó.

Pero… ¡no podía!

Movió la mano más rápido hasta que el brazo comenzó a dolerle. El orgasmo estaba allí, lo rozaba con la yema de los dedos, pero no pasaba lo que debería. Y no simuló no saber por qué.

¡Joder! ¿Por qué no podía olvidarse de ella tras doce putos años? Todavía le inundaban los recuerdos. Sus dulces y exuberantes labios cuando le miraba esbozando una tímida sonrisa. La evidente vulnerabilidad en su temblorosa barbilla, los enormes y brillantes ojos oscuros cuando le confesó que era la primera vez. Saber que había sido el primer hombre en besar la suave curva de su cuello, sentido el rosado pezón contra la lengua, aceptado con embeleso el dulce sabor de su miel, escuchado el gemido sorprendido de su primer orgasmo…

La tensión le retorcía las entrañas mientras el agua seguía cayendo sobre su espalda. Deslizó la palma de arriba abajo por su hambrienta polla al tiempo que esos recuerdos le inundaban por completo. La confianza que mostraban sus ojos cuando le separó los muslos vírgenes, la manera en que le había susurrado que le amaba, la inocencia con que le miró cuando se introdujo en su cuerpo por primera vez.

Por única vez.

«M Cherry».

Siguió acariciándose como un hombre poseído y, a la vez, se frotó de nuevo el tatuaje. No podía verlo ni sentirlo, pero lo llevaba allí para recordarla. La imaginó tal y como había estado aquella tarde de primavera, recostada bajo él, con los ojos muy abiertos, con sorprendido deseo, clavándole las uñas en los hombros. Los testículos le ardían ahora de necesidad, duros como piedras. El orgasmo recorrió sus venas hasta que explotó, haciéndole soltar un espeso chorro de semen sobre los azulejos negros del suelo de la ducha.

A los pocos segundos, la sensación se disolvió. Logan jadeó y mantuvo el equilibro apoyando una palma contra la pared a la vez que soltaba la menguante erección. El palpitar de su corazón se sosegó.

Y una vez más se sintió igual de patético que siempre, porque sólo podía correrse pensando en una chica que, seguramente, se había olvidado de él hacía mucho tiempo. Una muchacha —ahora ya mujer— a la que jamás podría volver a tocar.

La sensación de aversión hacia sí mismo había comenzado a succionar el placer del orgasmo cuando escuchó un golpe. ¡Maldición! Era Xander. Logan quería ignorarle, pero había dejado a Callie en sus manos; debía asegurarse de que estaba bien.

Cerró el grifo, cogió bruscamente la toalla y se la envolvió alrededor de la cintura.

—¿Qué quieres?

—¿Todavía tienes que tocarte el tatuaje para correrte?

¡Maldito fuera! Odiaba que Xander le conociera tan bien.

—Bésame el culo.

—Ni hablar, jamás va a interesarme hacer eso —gritó Xander a través de la puerta—. ¿Estás visible? No quiero ver tus atributos.

Como si nunca le hubiera visto desnudo en el transcurso de una escena… Lo que, por cierto, explicaba por qué Xander sabía lo de su tatuaje.

Logan puso los ojos en blanco.

—Si no te gusta, no mires.

Xander abrió la puerta con la bronceada piel de las mejillas enrojecida y el cabello despeinado. Pareció aliviado al ver que estaba cubierto con la toalla.

—Callie está bien. Saciada, mimada y acomodada.

Logan se dio la vuelta satisfecho, esperando que su amigo se diera por aludido.

No lo hizo. Xander cruzó los brazos y esbozó una amplia y arrogante sonrisa mientras le miraba impaciente. ¡Mierda! Logan suspiró.

—Gracias por ocuparte de ella.

—Tras haber currado en un club de BDSM donde mi trabajo consistía en satisfacer a mujeres como ella, es fácil. Y, a diferencia de esas otras mujeres, no actuó como si le importara lo que ocurriera luego, lo que no deja de ser agradable. —Xander se encogió de hombros—. No tiene importancia. De hecho, debería darte las gracias por haberla entrenado tan bien. Tuve que detenerme en dos ocasiones para retardar su orgasmo. La chica todavía no tiene demasiado autocontrol.

Un problema que solucionaría otro día. Puede que si dejaba caer la toalla, Xander se fuera.

Logan la soltó y ésta cayó al suelo mientras él se estiraba para coger los pantalones.

—¡Eh, tío! —Logan pudo ver en el espejo que Xander se daba la vuelta—. La próxima vez, avísame, ¿vale?

Se puso los pantalones bruscamente y cerró la cremallera. Se encogió de hombros.

—Has sido tú el que ha insistido en colarse en mi vestuario. Te lo merecías.

—Yo sólo soy el mensajero. Me ha enviado Thorpe a decirte que quiere verte.

Mitchell Thorpe. Logan contuvo una maldición, esperando que el dueño del Dominium no fuera a darle la murga para que presionara a Callie con más dureza; Thorpe estaba obsesionado con ella. Le importaba demasiado para su gusto. Quizá alguna otra sumisa, tan difícil de domar como ésta, le había abandonado hacía tiempo.

—¿Para qué?

—No lo sé. Ha llamado a todos los Amos. Supongo que tiene que ver con que el FBI esté aquí. —Xander le dio una palmada en la espalda—. Bienvenido.

—¡Espero que me hayas sacado de la ducha por una buena…! —Logan se interrumpió cuando Mitchell Thorpe le miró fríamente con sus ojos grises antes de descorrer de golpe la cortina negra que cubría el espejo de doble cara. Se quedó boquiabierto—. ¡Oh, Santo Dios!

A su alrededor, otra media docena de Amos parecían tan sorprendidos como él.

—Sí, he pensado que ella captaría vuestra atención —dijo Thorpe arrastrando las palabras.

Completamente. Logan clavó la mirada con avidez en la elegante línea de la espalda de aquella joven, interrumpida por un sujetador deportivo de color gris. Aunque la ajustada malla negra apenas cubría las exuberantes curvas de su trasero, aquella beldad llevaba demasiada ropa para el papel que interpretaba, estaba arrodillada en el suelo, con las piernas separadas, en una pose sumisa.

«¡Santo Dios!».

Se frotó la mandíbula. No notó la barba incipiente que le raspó los dedos; sus sensaciones se habían concentrado mucho más abajo, justo detrás de la cremallera de los pantalones a pesar del orgasmo que había disfrutado hacía tan sólo quince minutos. El deseo le atravesó provocándole un estremecimiento. Por primera vez en años no sólo deseaba a una mujer, se moría por ella. Intentó tranquilizarse de alguna manera; cogió una botella de agua de una nevera cercana y vació la mitad de un solo trago.

Thorpe se aclaró la voz; era evidente que esperaba algún comentario por su parte. Logan se obligó a mirar al dueño del club a pesar de que las palabras giraban sin control en su mente. Finalmente se decidió por algo objetivo.

—Con ese culo y ese pelo llameante, desde luego tiene toda mi atención.

Puede que se sintiera atraído por las pelirrojas desde siempre, pero no era sólo eso lo que provocaba que la mujer allí arrodillada estuviera a punto de hacer estallar la bragueta. Era también esa piel marfileña, que apostaría lo que fuera a que sería suave y se enrojecería a conciencia tras una buena zurra. Era la innegable feminidad que rezumaba desde el delgado cuello, que quedaba al descubierto por el pelo recogido, hasta la sensual forma de las caderas. Sí, la deseaba de una manera que no había deseado a nadie en años; voraz, depravada e insaciable. La anhelaba por completo. Quería penetrarla, poseerla, subyugarla. Cada instante que la miraba, crecía el deseo. Tragó saliva.

Un desconocido en vaqueros, al que calculó algo más de treinta años, era quien le daba órdenes. No podía escuchar sus palabras a través del cristal. Sin duda no era muy hábil leyendo los labios, pero creyó entender que el tipo le decía que inclinara la cabeza. El físico del hombre era lo suficientemente poderoso como para poderla someter a voluntad, sin embargo parecía faltarle un poco de carácter.

—¿Su Amo la tiene sometida? —Logan se terminó el resto de la botella de agua, preguntándose quién sería el tipo del otro lado del cristal sobre el que acababa de hacer un chiste.

Thorpe suspiró.

—Todavía no. Y tiene que hacerlo. Los dos son agentes del FBI entrenándose para una misión secreta con la que pretenden descubrir una red sexual y rescatar a otra agente. Llevan en una mazmorra con Axel casi una semana, pero no hemos conseguido nada.

—No me queda más remedio que ser honesto: es desesperante —suspiró Axel, otro Amo socio del club.

Fue en ese instante cuando supo por qué Thorpe había convocado a todos los Amos del club: tenía la esperanza de que alguno de ellos pudiera entrenar a la deliciosa pelirroja de la estancia de al lado. Sí, ella seguía arrodillada a los pies del otro hombre, pero tenía los brazos en jarras. El movimiento de su cuerpo y las sacudidas de su cabeza indicaban que estaba echando un buen rapapolvo a su Amo. Sonrió.

De repente se sintió muy feliz de haber recalado en Dallas en vez de en Tyler durante el permiso. Le encantaba trabajar en la Marina, pero las constantes misiones en el Tercer Mundo no le dejaban demasiado tiempo libre. Sin embargo, después de lo que vio el día anterior, había necesitado desfogarse de alguna manera. Mientras desayunaba con su padre, leyó el anuncio de determinado compromiso en el Tyler Morning Telegraph. Aquello le había dejado destrozado. Ella se iba a casar con Brad Thompson. Cada músculo de su cuerpo se tensaba al pensar que aquel gilipollas la tocaría y sería el padre de sus hijos.

—¿Te atreves a intentarlo? —susurró Xander, arqueando una ceja.

Thorpe, Axel y los demás Amos lo miraron.

Logan bajó la mirada y se dio cuenta de que acababa de aplastar la botella con la mano. Masculló una maldición y la tiró a la papelera, luego se centró en la escena del otro lado del cristal.

—No se somete a él y nunca lo hará.

—Ahí es donde entra uno de vosotros. Axel está de acuerdo en entrenar al agente masculino, pero eso deja fuera a la mujer y ella necesita mano firme. Y no tenemos demasiado tiempo.

Antes de que ninguno pudiera agregar una palabra, Logan se presentó como voluntario.

—Yo lo haré.

Thorpe le miró fijamente, como si estuviera evaluándole, pero él se negó siquiera a parpadear.

—Sé que te gustan los desafíos y éste será todo un reto —indicó Thorpe—. Pero ¿no serás demasiado para nuestra pequeña agente del FBI? Es su primera misión de campo.

—Le daré lo que necesita —prometió Logan. Era hermosa y parecía valiente. Las misiones del FBI no eran juegos de niños.

—Salvo sexo —dijo Jason, el niño malo de las finanzas, de manera lenta y burlona.

—Que te den —masculló Logan.

—No es necesario que mantenga relaciones sexuales con ella —intervino Thorpe, lanzando una mirada airada a Jason—. Esa joven sólo necesita aprender protocolos y obediencia.

Eric, que normalmente no decía nada, se encogió de hombros.

—Sabes que me gustan las que se derriten en mis manos. Las distingo a la legua, y ésa no es una de ellas.

Él volvió a mirarla. Sólo observarla le excitaba. ¡Maldición!, todo lo que veía de ella le endurecía. El tiempo que pudiera pasar con la hermosa mujer de la habitación de al lado estaría bien invertido. Quizá incluso fuera su cura. No podía recordar la última vez que se había empalmado de esa manera después de un orgasmo, pero sólo con una ojeada al exuberante trasero de la pelirroja tenía la polla a punto de estallar.

Zeb, el último de los Amos presentes, intervino también.

—Voy a tomarme unos días de vacaciones, iré a Cabo —gruñó—. Bueno, no me importaría…

—Pero tú no estarás aquí y yo sí… —le interrumpió Logan con una sonrisa.

—Eres un cabrón afortunado —murmuró Zeb. Thorpe se interpuso entre ellos.

—Estos agentes no tienen mucho tiempo antes de que se ponga en marcha la misión. Ya van contrarreloj. La mujer es una sumisa, aunque no lo parezca.

—Ella no confía en ese tipo —dijo Logan, adivinando el problema.

De hecho, el hombre dejó caer los hombros y suspiró; era evidente que intentaba razonar con ella… mostrándole su frustración. Ninguna de las dos cosas era lo más indicado para obtener obediencia.

Axel negó con la cabeza.

—No, la dominación no es una de las virtudes del agente York.

—Obviamente —se burló Logan, clavando los ojos en el cristal—. ¿Por qué no han buscado a otra persona?

—Hace seis días, una de sus agentes que actuaba de incógnito fue secuestrada por la red sexual que intentan desenmascarar. La introdujeron como sumisa. El único entrenamiento que recibió fue una charla de una hora.

—¡Santo Dios! —se atragantó Eric—. ¿En qué coño estaban pensando?

Logan negó con la cabeza. Enviar a un agente que no estuviera preparado era una estupidez; una auténtica irresponsabilidad. La sumisión no era algo que se pudiera aprender leyendo un papel. Cualquier Amo que se preciara podía distinguir a una aficionada a kilómetros. Lo que hicieron fue mandar a un cordero al matadero.

—Es todavía peor de lo que estás pensando. El agente York me permitió leer alguna información sobre esa red sexual para que pudiera saber cómo preparar a los agentes —dijo Axel—. El propietario de la red es un sádico hijo de puta. Se sospecha que vive en Estados Unidos pero, por lo que ha podido averiguar el FBI, posee burdeles por todo el mundo. Ha hecho una fortuna traficando con chicas tailandesas durante los últimos diez años; también se dedica a distribuir vídeos de orgías o de violaciones en grupo. Al parecer, este cabrón expandió su negocio hace seis meses e incluyó subastas de esclavas. Secuestra mujeres jóvenes y bellas, chicas de clubs, y las saca a escondidas del país. Las pujas pueden llegar a alcanzar la cifra de tres millones de dólares.

—Maldición, el asunto tiene mala pinta. —Zeb frunció el ceño—. ¿Quién está dispuesto a soltar tanta pasta por un coñito?

—Jeques, magnates de Internet, oscuros aristócratas europeos… —Thorpe se encogió de hombros—. Hay muchos pirados.

Zeb negó con la cabeza sin dejar de mirar a la mujer.

—Eso casi me hace querer cambiar mis planes. Estoy seguro de que estará asustada por que le haya tocado una misión como ésta.

—Se presentó voluntaria —informó Thorpe con evidente admiración en la voz—. Siempre ha trabajado tras un escritorio, pero está dispuesta a arriesgar su vida por esto. Merece el mejor entrenamiento que podamos darle. La idea es que estos dos agentes entren de incógnito y liberen a la agente secuestrada. Tengo la sospecha de que el agente York siente algo más que aprecio por la compañera a la que apresaron.

Todo lo que Logan escuchaba sobre esa mujer le intrigaba y le impulsaba hacia ella.

—Entonces, ¿la pelirroja y él no son pareja?

—No. De hecho su mutua incomodidad durante el entrenamiento es bien conocida.

«Genial».

—¿Y tú no has conseguido someterla? —preguntó Logan a Axel.

—Lo cierto es que me he centrado en York. He pensado que si lograba meterle alguna idea en la cabeza, ella lo captaría. No he sido capaz de conseguirlo. —El largo cabello de Axel le rozó los hombros cuando meneó la cabeza—. Tendremos que dividir para vencer. Así que si tú estás dispuesto a colaborar en el proyecto, yo estoy más que dispuesto a dejarla en tus manos. Y no parece que te importe, la verdad.

Ya con la mano en el pomo de la puerta, Logan sonrió, ansioso por comenzar.

—No me importa nada.

—Ve con calma —advirtió Axel—. Es retadora, pero creo que tiene madera de sumisa. Sin embargo, todo esto es nuevo para ella, así que no puedes irrumpir ahí dentro y ponerte en plan Amo gilipollas. Déjame presentártela y todo eso. Luego puedes llevártela a tu mazmorra.

—Yo también voy. —Xander se unió a ellos con una amplia sonrisa—. Thorpe ha dicho que no es necesario el sexo, pero nunca se sabe…

Dondequiera que hubiera un coñito mojado, Xander no rondaba muy lejos. Pero pensar en que su amigo pusiera un solo dedo sobre la pelirroja le hacía hervir de furia. Le lanzó una mirada mordaz.

—¿Qué? Tiene un culo de infarto —se defendió Xander—. Denúnciame.

Era imposible negarlo. Y, aunque no quería imaginar a Xander cerca de la mujer, Logan sabía que tenía todas las papeletas para que su repentina excitación por aquella mujer desapareciera antes de que ella necesitara follar.

Finalmente señaló la puerta con un gesto, indicándoles que le precedieran. Luego siguió a Axel y a Xander por el pasillo hasta la siguiente puerta. York levantó la mirada y se tensó al verles entrar, sin entender de qué iba aquello. La mujer encogió los hombros y les ignoró. Eso cambiaría pronto. Por ahora, permitiría que Axel llevara la voz cantante.

Éste explicó la situación con rapidez. El hombre lanzó una mirada a su compañera mientras se ponía en pie. Aquel pobre desgraciado parecía realmente aliviado. Él sonrió para sus adentros, conteniendo el deseo de frotarse las manos.

—¿Queréis que os presente? —Axel se refería a Logan y a la pelirroja.

Él negó con la cabeza.

—No es necesario. Mírame a la cara —le dijo a la joven.

La mujer contuvo el aliento y se puso rígida. De repente corrió hacia la otra habitación.

¿Así que quería jugar? Eso no era un problema para él.

Logan se lanzó tras ella y la cogió desde atrás, asiendo un puñado de aquel pelo rojo de sirena. ¡Joder! Era suave. Contuvo la respiración, cada vez estaba más duro.

—De rodillas. Quédate así mientras no te diga lo contrario. Ahora te vas a entrenar conmigo y yo no soy tan descuidado como Axel. Me hubiera gustado completar la presentación antes de zurrarte, pero ha sido tu elección.

—Suél-ta-me. —La mujer se retorció—. Lo-gan.

¿Conocía su nombre? La voz resonó en su cabeza, ronca pero femenina. Tan jodidamente familiar. Imposible. No podía ser…

Le soltó el pelo y la agarró por los hombros, intentando conseguir que dejara de luchar. Con el corazón en un puño, la obligó a girar hacia él. Aquella cara familiar, los enfadados ojos oscuros y el gesto testarudo de la pequeña e insolente barbilla le hicieron trastabillar. «¡Joder!».

Se la quedó mirando sin poder respirar.

—¿Cherry?